sábado, agosto 09, 2014

ALEMANIA, MALA DE LA PELÍCULA EN BÉLGICA ¿HASTA CUÁNDO?

El káiser Guillermo en el cénit de su poder, con sus generales. En la foto, rodeado de Von Hindenburg (a su derecha) y Von Ludendorff, en Enero del 17. Revelaciones recientes dan cuenta que el rey de los belgas, Alberto I ("Rey a caballo" en la mitología en curso) negoció sin cesar durante el conflicto tratando -hasta finales de julio del 18, tres meses antes del final de la guerra- de alcanzar una paz separada con Alemania, que había dejado intacto grosso modo su ejército ex professo, como en el 40 lo haría Hitler en Dunkerke con el grueso de las tropas britãnicas. Ucronía obsesiva (y obsesionante): si Alemania hubiera ganado la Gran Guerra no hubiera habido guerra civil española
Se habrán celebrado estos días en Bélgica sucesivos actos conmemorativos del inicio de la Primera Guerra Mundial, conocida aun entre muchos españoles como guerra del Catorce. La guerra del fin del mundo, se diría, vista desde Bélgica, que nunca se acaba. Como si hubiera sido ayer. Llevo casi treinta años en Bélgica y una de las cosas que má me habrán pesado (quintales) –más incluso que una Leyenda Negra anti-española un tanto fantasmal que sale de pronto a relucir cuando y donde uno menos se lo piensa- lo habrá sido esa memoria oficial beligerante, triunfalista de buenos y malos, que cumple ahora cien años de edad, y que no dejan de propagar tantos años después -sin el menor atisbo de revisión por mínima que sea (...)- las instancias oficiales aquí en Bélgica, para uso y consumo de un país y de sus habitantes que no brillan –y lo digo sin la menor intencionalidad denigrante- por haber dado muestras en los años que aquí llevo viviendo de mucha capacidad de recordación o de memoria histórica, algo –y me curo en salud de inmediato- reconocido por algunos de sus propios gobernantes en declaraciones fugaces los años que llevo aquí viendo, sobre la materia.

De "mitos fundadores del Estado de Israel" habló cierta literatura revisionista, de mitos sobre la (segunda) guerra mundial en la refundación del estado belga independiente entonces, gracias al triunfo aliado. cabe hablar también sin duda alguna. No soy belga, pero casi treinta años ya aquí –que denotan cierto grado de compromiso, se me reconocerá, con la tierra que me acogió y sus habitantes- me dan sin duda ciertos derechos a la hora de echar un cuarto a espadas en el tema. 

La radio estatal belga/francófona –con la que me desayuno aquí a menudo ya hace mucho- daba la noticia hoy de la visita (relámpago) de la totalidad de los miembros (delegados) del Consejo de Seguridad (un respeto) de las Naciones Unidas a la localidad belga de Dinant, junto al Mosa, un lugar emblemáticos en la historiografía de la Primera Guerra Mundial en Bélgica.
De Man. La "vergüenza" personificada para el socialismo de posguerra. Intelectual marxista brillante, autor de un célebre Plan y presidente del partido socialista belga unificado (Partido Belga de los Trabajadores) al producirse la ocupación alemana, se puso del lado de la colaboracion, sin dejar de asesorar al monarca Leopoldo III. Tras la guerra se refugió en Suiza y en 1953 fui victima -circulando en automóvil con su mujer- de un accidente mortal al verse atropellados por un tren, algo en lo que su hijo y otros quisieron ver un suicidio de hecho
En agosto del 14, en las primeras semanas de la ofensiva alemana, la mencionada localidad junto al Mosa -a las puertas de las Ardenas- fue teatro de combates encarnizados que enfrentaron tropas francesas y alemanas, viéndose primero ocupada por los franceses y pocos días después vuelta a ser tomada por el ejército alemán que precedió a ejecuciones en masa. Lo que en la historiografía y en la memoria oficial en vigor daría lugar a que Dinant haya conservado hasta hoy el título de Ciudad Mártir. Un dogma histórico aquí en Bélgica como otros muchos referentes a las dos guerras mundiales y a sus episodios más emblemáticos en lo que atañe a los capítulos belgas de una y otra.

Durante años (y años) lo acaté pero no le cumplí para mis adentros, quiero decir que lo puse entre paréntesis como tantas otras cosas o verdades oficiales de una guerra en la que los españoles no participamos, y como tales, extranjeras de una forma u otra a mi memoria individual y colectiva, como a las de tantos de mis compatriotas. Y así, llegada la fecha del Armisticio (del 11 de noviembre de 1918) aniversario del cese oficial de hostilidades en el 14 arrastrré aquí siempre la sensación (un tanto agobiante) que se paraba el mundo por un dia para mí, porque era una fiesta "de los otros", que nunca supe bien como celebrar o como hacer para que transcurriese a toda prisa y si posible, sin darme cuenta.

El aspecto o faceta de justificación de ese episodio de los fusilamientos de Dinant al que más arriba aludo, no me escapó nunca no obstante porque hasta los más ardientes apologetas belgas de la historia y de la memoria oficial se veía que se sentían en el deber de explicarlo por someramente que lo hicieran. Lo que dio lugar al nacimiento de una teoría entre historiadores que se puede denominar en español de “la falsa creencia sinceramente asumida” (la fausse croyance sincère) Y era que el alto mando alemán –que guardaba una memoria (castrense) como todos los ejércitos del mundo- tuvo bien in mente durante su ofensiva en Bélgica lo sucedido durante la guerra franco/prusiana cuarenta y cinco años antes, con la intervención (masiva) de franco tiradores belgas en favor de los franceses, y en las zonas fronterizas franco-belgas cercanas a los frentes de batalla.
Arthur Seyss-Inquart, gobernador de los Países Bajos durante la ocupación alemana. Ahorcado en Nuremberg. Dejó un recuerdo de clemencia y moderación entre holandeses. De origen austriaco, de padre católico y madre protestante, sus origenes no fueron irrevelantes sin duda alguna en su nombramiento. Un indicio más, por el contrario, de algo que se habrá ocultado siempre escrupulosamente en la historiografia del nacionalsocialismo. A saber, que el Nuevo Orden europeo del III Reich -como lo dejó consignado por escrito el doctor Goebbels en su diario- llevaba fatalmente consigo una revisión radical del orden que impuso al continente europeo la Paz de Wetfalia que selló el declive del poderio español y la pérdida de nuestra hegemonia en el continente europeo, al final de la Guerra de los Rreinta Años. Vestigio cierto e inconfundible de una memoria histórica alemana anterior a la Reforma protestante
Algo que los más ardientes defensores de la verdad oficial –políticamente correcta- entre belgas, siempre desestimaron como puros mitos o fabulaciones, pero que como todos los mitos da muestras de tener la piel dura y longeva. ¿La prueba? En la noticia radiofónica de la visita del comité de seguridad de la ONU, el locutor dedicó casi todo el espacio de la noticia a rebatir aquel mito o leyenda falaz (revisionista) con ayuda de cronistas locales. Como sea, un fantasma histórico gravita sobre ese y otros episodios más o menos controvertidos de la historia contemporánea, y me estoy refiriendo a la llamada "primavera de los pueblos" –de 1848- que desenterrarían en la memoria colectiva las primaveras arabes, y que en Bélgica no se vivió de forma directa, pero que no dejó sin duda de traer cola aquí desde entonces, en la medida que los sucesos aquellos ofrecían por tantos aspectos y conceptos todos los visos de una repetición de las jornadas de las barricadas en Paris casi dos décadas antes (en 1830) que derribaron a la monarquía de la Restauración (borbónica) y que se vería repercutida y propagada justo después en Bélgica en unos acontecimiento de signo insurreccional que harían nacer al estado belga independiente.

Bélgica como España y como Inglaterra fueron excepciones a la oleada de cambios revolucionarios –como un tsunami- que sacudió entonces (en 1848) todo el continente europeo. No cabe duda no obstante que la "primavera de los pueblos" marcó al rojo la mentalidad de su época, y se vería fuertemente anclada en la memoria colectiva con tonos o tonalidades mas o menos apologéticos, y serviría de referente y de hito inamovible histórico y memorístico tanto en la guerra franco/prusiana, tal y como se acabaría viendo plasmada en la Comuna de París, como más tarde en la guerra del catorce con el triunfo de la Revolución en Berlín, después de haber fracasado setenta años precisamente allí, provocando el derrumbe de la retaguardia, el cese de hostilidades y sellando asi la derrota alemana.

El fantasma de la Revolución debía estar pues y sin duda estuvo presente en el alto mando alemán –como en la población belga- durante la ocupación de Bélgica en el 14, como lo volvió a estar en los años de ocupación durante la segunda guerra mundial (1940-44) Y en una obra reciente ampliamente repercutidas en la prensa belga, ilustrada con declaraciones de su autora profesora de historia de la universidad libre de Bruselas (fuera de toda sospecha), se demuestra o pretende demostrar con los carnés de guerra en mano del rey Alberto Primero que reinó en Bélgica durante la primera guerra mundial, la actitud pacifista del soberano belga contraria a la imagen del Rey "a caballo" que divulgó la hagiografía oficial monárquica hasta hoy en Bélgica.
Annual fue una secuela fatal de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial que dejó al descubierto a Alfonso XIII por sus actitud durante la guerra -calcada "mutatis mutandis" de la del soberano belga- de (estricta) neutralidad, como lo ilustraria su visita oficial a París en la posguerra inmediata donde fue abucheado por las calles, a gritos de "¡fuera el rey ulano!" (en alusion a las tropas de choque de caballería prusianas que amenazaron durante todo el conflicto la capital francesa) Y ese aislamiento patético de la monarquía borbónica en la esfera internacional les llevó a la huida hacia adelante de la aventura militar en África, que vista en esa perspectiva no fue una "irresponsabilidad" sino un cálculo político del más alto nivel, perfectamente legítimo, de resultados catastroficos por culpa de un factor de azar inseparable de las leyes de la guerra. Pero eso era tal vez -¿peras al olmo?- mucho pedir a muchos españoles presas ayer como hoy de una especie de incapacidad congénita (se diría) -¿o tal vez genética? (...)- a la hora de pensar "internacionalmente" la política española
Alberto Primero habría negociado secretamente con los alemanes una paz por separado hasta tres meses antes de finalizar la guerra (...) Admiraba a Inglaterra, potencia tutelar de la unidad y de la independencia belga (desde la creación del estado belga independiente), desconfiaba de Francia y de su tradición revolucionaria, jacobina y republicana, y consideraba Bélgica como un país neutral –arrastrado a la guerra a su pesar-, y en consecuencia se rodeó de un grupo de consejeros militares de confesión protestante (rara avis en el ejército belga, entonces como ahora), fanáticamente imbuidos de una visión milenarista y apocalíptica -y muy poco democrática (...)- de la historia y de la contienda en la que Bélgica se veía envuelta, y que el propio soberano compartía.

Y de la obra se desprende a modo de corolario que el rey Leopoldo III ("el amigo de Hitler") no pretendió más en el 40, en resumida cuentas, que imitar y seguir el ejemplo –en otras circunstancias- de su predecesor,y progenitor, Alberto I -"el rey a caballo"-, en el 14 y durante casi toda la duración de la Gran Guerra. Veritas liberavit vos, reza la biblia. En materia histórica más tal vez que en otras

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