Ramiro de Maeztu fue el director de "Acción Española" pero el alma organizadora --por lo que él mismo nos daba a entender- lo fue Eugenio Vegas Latapié. El diez y siete de julio, con rumores del Alzamiento disparándose por todo Madrid, se encontraron ambos por ultima vez en la sede de la revista. Eugenio y sus jóvenes amigos alcanzaron a ponerse a buen recaudo justo después -en coches nota bene semi-vacíos (...)-, acorde al menos con la version que el propio Eugenio difundió de su partida de Madrid los años de la Transición en sus memorias y que no fue (en modo alguno) la que él nos contó -repetidas veces- a algunos en su tertulia de los domingos, unos diez años antes. Ramiro de Maeztu en cambio (bastante mayor que ellos) no lo consiguió. ¿Por qué? Un hondo enigma gravita sobre ese episodio (aun por esclarecer) de la guerra civil que alimenta de antiguo toda clase de rumores. Testigo, como sea, Ramiro de Maeztu de los últimos dias de Ramiro Ledesma y viceversaEn un estudio biográfico sobre Ramiro Ledesma –de la pluma de Ernesto Milá- que acaba de aparecer se evoca la devoción (sic) ramirista como una forma de religión o de superstición de trazos análogos -en algunos puntos- a los de la devoción joseantoniana. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, me curo en salud de inmediato. Fui devoto de José Antonio y en la misma medida que mi devoción joseantoniana se enfriaba (confiteor) fue incrementándose y acentuándose en mí –sin duda porque no podía ser de otra forma- la devoción a la figura de Ramiro.
Aquí ya evoqué en alguna ocasión, creo recordar, el comentario que se permitió el catedrático de derecho penal de la Complutense, don Juan del Rosal, granadino, que fue profesor mío en el curso de 1970-71 en una de sus clases, que nos impartía él personalmente lo que no era la regla entre catedráticos (ni mucho menos) y no sé si seguirá sin serlo de nuestros días, ni siquiera el significado que quepa a dar la palabra catedrático tampoco, ni si coincide grosso modo con el perfil y las prerrogativas de los catedráticos de la Complutense en aquel entonces.
El caso es que un día en clase, una mañana fría de invierno aún lo recuerdo, ante una asistencia más bien escasa, el célebre penalista sorprendió a sus oyentes –a mí entre ellos- exclamando de improviso, y aparentemente sin venir a cuento: "¡Ramiro Ledesma!” y tras guardar silencio unos instantes, prosiguió: “Fue un intelectual, un gran intelectual, ustedes no le conocieron”
Queriendo sin duda con ello dar a entender a modo de sobreentendido que no tuvo nada que ver con la idea y la imagen que arrastraban de él -décadas después de su muerte- la mayor parte de los universitarios y de sus alumnos de entonces. Y a fe mía que sus palabras sonaban en aquel aula, en aquellos claustros, como restallando en el silencio sepulcral y el enmudecimiento absoluto que suscitaron entre sus oyentes atónitos.
¿Puso Ramiro su destino en manos de los anarquistas como lo dan a entender algunos fervientes joseantonianos? Comparaciones odiosas. Ni hubo inflexión ninguna en las posturas -de palabra o por escrito- de Ramiro en sus últimas semanas preso en la madrileña Cárcel Modelo, ni siquiera en los meses que precedieron al estallido de la guerra civil -mayormente en sus iniciativas o exploraciones del orden estrictamente táctico-, ni su muerte se ajusta tampoco al patrón canónico de la Buena/Muerte como sí lo hicieron creer de José Antonio muchos de sus devotosDe Ramiro escribí también hace ya mucho -en uno de mis muchos escritos confidenciales que alcanzaron a penas a ver la luz aquí en Bélgica- que había acertado en la intuición y errado trágicamente en los postulados. Y la intuición de Ramiro era esencialmente del orden de la memoria histórica: la memoria del Imperio español que es un noción histórica y a la vez componente esencial de la memoria colectiva de los españoles. Que si hay que creer a lo que se recoge en las conversaciones (apócrifas) de sobremesa de las pretendidas palabras del Fuhrer en sus últimas semanas dentro de la Guarida del Lobo su puesto de mando en Prusia Oriental durante gran parte de la guerra, intrigaban sobremanera a aquél hasta el punto que se sintiera en la obligación de pedir una aclaración en una ocasión de qué era eso del Imperio Español a uno de sus invitados españoles, no otro que el general Vigón enviado de Franco, que no encontró mejor expediente a mano que el de salirse por la tangente. “Una noción esencialmente cultural" fue lo que habría respondido el militar español (...)
De los escritos de Ramiro, de los análisis y postulados y y de los puntos programáticos que en ellos se encierran hay no pocos que no resisten hoy los embates de un análisis crítico por constructivo que se pretenda. Por ejemplo en lo del nacionalsindicalismo, una fórmula obsoleta desde el final de la segunda guerra mundial aunque en España tardaran todavía algunos en darse cuenta. Llama la atención entre paréntesis el dato todo menos trivial de la coincidencia del nombre y de la formula "nacionalsindicalista" con el movimiento homónimo en Portugal, que adoptaron también la camisa azul entre sus distintivos aunque de un azul (celeste) sensiblemente diferente al azul/mahón de los falangistas españoles.
Y si se tienen en cuenta los orígenes de Ramiro y su lugar de procedencia y de nacimiento la zamorana Tierra del Sayago, en lo más hondo y recóndito de ese Noroeste español astur/galaico leones cuna de la Reconquista y que acabó dividiéndose o bifurcándose a medida que avanzaba aquella, no es aventurado el avanzar que tras la afirmación nacionalsindicalista de Ramiro se escondiese un atavismo telúrico de signo atlántico que le llevaba fatalmente a buscar puntos de encuentro y de entendimiento con sus vecinos portugueses.
¿Derivó Ramiro hacia formas de nacional/trotskismo al final como lo atestiguarían su última publicación, "Nuestra Revolución" y sus últimos escritos? Palabras, no más, que hoy ya no quieren decir nada. Ramiro, es cierto, arrastraba la tragedia personal y existencial de las clases bajas españolas en el momento del estallido de la guerra civil española del 36, de una trágica opción entre la lealtad a la Patria a costa de tener que sacrificar a muchos de los suyos, o la alta tracion en nombre o por cuenta de una solidaridad de clase (de ricos contra pobres y de pobres contra ricos) Como él lo experimentó sin duda con ocasión de la revolución de Asturias y de la represión que se seguiría que él calificó de "dura y silenciosa" Como quiera que fuere, está claro que Ramiro no traicionaría y que no se desdijo de una jota -dentro de la evolucion legitima de sus posturas- ni antes ni después de caer preso. Como lo atestigua su amistad (reanudada) y confraternizacion dentro de la cárcel con Ramiro de MaeztuEn una de mis enteradas recientes entraba yo (a posta) al trapo de una polémica que habrá suscitado en los medios azules las posturas que vengo defendiendo de un tiempo a esta parte en relación con el relato o la versión oficial de las últimas semanas de José Antonio preso en la cárcel de Alicante, y en particular con la idea que me habré encargado de desarrollar -y que me habrá valido no pocas incomprensiones (y ataques)- que José Antonio elaboró una estrategia defensiva ante el tribunal que le juzgo y le condenó a muerte en Alicante, en función sustancialmente de los apoyos con los que creía aun contar entre ciertos sectores de izquierdas, republicanos, y que a última hora le fallarían estrepitosamente.
Y entre las réplicas, en una de ellas se venía a insinuar más o menos explícitamente que si José Antonio se había fiado a socialistas y republicanos (de izquierdas) Ramiro no habría hecho menos con la CNT y los anarquistas. Una comparación inexacta y al mismo tiempo no poca odiosa al mismo tiempo.
Y es que la inflexión no poco flagrante que registran las posturas -de palabra o por escrito- de José Antonio en sus últimas semanas preso en la cárcel de Alicante no encuentran eco ninguno en las últimas semanas de vida de Ramiro preso en la cárcel Modelo de Madrid, sino más bien se diría que lo contrario, a tenor de indicios y testimonios de la más diversa indole que de habrán perpetuado hasta nuestros días.
Ramiro acabo confraternizando en la cárcel con una figura todo menos trivial de lo que ya entonces se llamaba la "extrema derecha", a saber el escritor Ramiro de Maeztu, uno de los fundadores (con Eugenio Vegas Latapié) de la revista monárquica "Acción Española" de tendencia maurrasiana, o para ser exactos de un maurrasianismo implícito, que se cuidaba muy mucho de entrar al trapo de la polémica en materia de política religiosa (sic) que había llevado a la condena pontificia unos años antes (en 1926) de la Acción Francesa y de su fundador y máximo dirigente.
En un viejo ejemplar de la edición original del "Sello de la Muerte" (en la foto) me leí yo hace mucho (de un tirón) esta obra temprana de Ramiro que algunos no dejarían de echarle a la cara "post mortem" en prueba/flagrante de heterodoxia. Efectivamente, en esas paginas se justifica moralmente el suicidio -lo que su autor vendría a rubricar (nota bene) con su muerte heroica- y se recoge (literalmente) uno de los postulados del pensamiento de Nietzzsche que más escándalo suscitarían y que le valieron a su autor nada menos que su condena (después de muerto) en el juicio Nuremberg acusado ni más ni menos que de autoría intelectual en el holocausto/judío. Con esa obra, Ramiro daba muestas no obstante de una auténtica emancipación intelectual en relación con la disciplina (mental) -feroz- de tipo eclesiástico, y también en relación con la Institución Libre de Enseñaza -en la orbita de la cual no dejó de gravitar, por su relacion de amistad (de amigo y discípulo) con Ortega- y con los amigos (y padrinos) alemanes de aquella, que debían ver en Nietzsche un renegado (y un proscrito)Lo que no era o no había sido exactamente el caso de Ramiro Ledesma que registra influencias explícitas tanto de Maurras como de Nietzsche en sus escritos de jóvenes y en particular en “el Sello de la Muerte”, donde se recoge negro sobre blanco el principio o postulado llamado “exterminacionista” que le valió a Nietzsche su condena (a título póstumo) por crimen de guerra -a título de autoría intelectual- en el tribunal de Núremberg, a saber al aceptación o el consentimiento (por activa o por pasiva) del sacrifico de los moralmente/inferiores (sic) en aras del advenimiento del hombre moralmente/superior (léase el Super/hombre)
¿Murió Ramiro confesado (y comulgado) en sus últimos instantes de vida en la cárcel como parece darse a entender en la obra que aquí comento, y como lo vienen repitiendo obstinadamente desde siempre alguno de sus devotos? La pregunta del millón. Es posible. No cambia mucho no obstante en el dictamen global que se merecen la figura de Ramiro y el conjunto de su trayectoria durante su vida y en el momento de sus muerte, aunque está claro que si esa leyenda piadosa no fuera verdad habría que inventársela habida cuenta de las pautas de conducta de la iglesia (católica) a través de los siglos para con los más ilustres de sus heterodoxos, y en particular en los tiempos modernos. Con Unamuno por ejemplo, con Ortega del que siempre se hizo correr la leyenda piadosa que había sido confesado y comulgado en sus últimos instantes por un conocido sacerdote periodista y colaborador de ABC para más señas. O con el francés Maurras sin ir más lejos, que tuvo también derecho en sus últimos momentos a lo que parece a algún clerigo más o menos advenedizo (y voladizo) para infigirle "in extremis" el rito de la reconciliación/canónica -ad majorem dei gloriam-, como unas horcas caudinas (en más terribles e inexorables todavía)
Como sea, la muerte de Ramiro –“¡a mí me matarán donde yo quiera!”- no respondió a los cánones de la buena muerte (canónica), a la que si se ajusta en cambio la versión hagiográfica -e iconográfica (aun hoy en vigor)- de los últimos momentos de vida de José Antonio ante el pelotón de fusilamiento. Lo que cataloga aquel para la posteridad entre los grandes heterodoxos de nuestra historia. Y no menos español y patriota fiel (hasta la muerte) a la Memoria. Y a mucha honra
2 comentarios:
Que passa cabeson, ¿es que a este no le rompieron el orto u que? Vaya por dio, que mala suerte.
Palacios, es la última vez. Te vas a trolear al Ejido, a Almería, a Barcelona o a una galaxia en donde te admitan. La próxima vez te mando a la Guardia Civil. Y tendrás un juicio por injurias y calumnias. Pruebas al canto. Estás advertido
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