viernes, mayo 09, 2014

STALIN Y LOS JUDÍOS (SETENTA ANIVERSARIO DE NUESTRA DERROTA)


A la derecha Enrique Líster, y a la izquierda Koltsov, agente soviético de ascendenia judía.. Un gran número de asesores soviéticos y de comandantes de las Brigadas Internacionales en la guerra civil española -Koltsov, el embajador Rosenberg (el del oro del banco de España), Gorev, Kleber, Roman, Orlov (el de Paracuellos)- eran judios bolcheviques, que perecerían en las purgas de vuelta a la Unión Sovietica. Un perfil -anti-semita- de Stalin hasta hoy reodeado de los más espesos de los tabúes (...)

En su discurso en Crimea en el setenta Aniversario de la terminación de la Segunda Guerra Mundial -léase de la victoria soviética contra la Alemania nazi- Vladimir Putin que concluyó con invocaciones a la Verdad Histórica (sic) y a la Memoria de los antepasados- declaró con rotundidad que la voluntad de acero y el estoicismo del pueblo ruso salvó a Europa de la esclavitud, un evocación triunfalista que invita a unos y otros amén de a circunspección a una purificación de la memoria y a la vez una alusión inconfundible que habrá escapado a oídos occidentales y es que acero en ruso se traduce (precisamente) por Stalin (...)

Aquí vengo desde hace ya varias semanas (incluso meses) manteniendo que la derrota de la Alemania nazi y de las potencias del Eje en la segunda guerra mundial selló también la derrota de España y de los españoles a causa o por culpa de la neutralidad pactada favorable a Hitler (Umbral dixit) El padrecito de los pueblos en Yalta habría prometido la aniquilación total de la Península de única manera a derribar el régimen de Franco contra el que se había conducido en beligerante durante la guerra civil española.

No fue seguido -reza la historia- por sus principales aliados, ni Inglaterra ni los Estados Unidos ni tampoco por otro de los invitados a la mesa de la victoria, aunque solo como quien dice al borde la mesa debiendo ceder la preferencia las potencias arriba mencionadas, y me estoy refiriendo al general De Gaulle que de toda evidencia no estaba por la labor de abrir un frente de guerra en los Pirineos como quedaría demostrado por el nulo apoyo interior de las instancias oficiales del régimen surgido tras la "Liberación" a la incursión guerrillera del valle de Arán (con base de lanzamiento en Pau, Pirineos occidentales junto a la frontera española)

¿Un nuevo fracaso español para Stalin el de la expedición aquella y del conjunto del maquis de los cuarenta? Esa es sin duda la versión que se nos viene vendiendo en la historiografía en curso desde hace setenta años en un consenso que abarca tanto la historiografía en lengua española como la extranjera. No es óbice que esta pidiendo una revisión a gritos ms si cabe del lado ruso.
La ruputura con el internacionalismo proletario -mesiánico y judío- junto con el compromiso historico que sellaría con la iglesia ortodoxa rusa, esas fueron las dos grandes  lecciones que se aprendió bien  Stalin del fracaso de la intervención sovética en apoyo de la II República durante la guerra civil española
En el discurso que pronunció Mijaíl Gorbachov con ocasión del Setenta Aniversario de la Revolución de Octubre que me pilló a mí aquí ya en Bélgica se recogería una virulenta requisitoria contra Stalin y el estalinismo que se veía solamente matizada o ligeramente neutralizada por la evocación por parte de aquél de la intervención soviética en la guerra de España, y es esa visión sacralizada de la memoria de los vencidos de nuestra guerra civil que asumirirían en mayor o menor medida los vencedores del 45

Lo que les obligaba en puridad no a disculpar o a exonerar al "padrecito de los pueblos" caído en desgracia en la memoria oficial tras el inicio de la desestalinización en el 56 sino más bien a falsificar la historia ofreciendo una versión del papel y del protagonismo de Stalin en relación con España y su régimen de entonces que no resiste a la prueba de la historia ni incluso a la de la memoria. Así está hoy comúnmente admitido no obstante que Stalin dejo en la estacada a los guerrilleros del Valle de Aran y al conjunto del maquis de los cuarenta. Y que privilegió en cambio una alternativa política de combate al régimen de Franco que encerraban ya de entrada no pequeñas dosis de autocrítica en tratándose de la intervención soviética en la guerra de España.

La infiltración típica -una táctica heredada de la Komintern que tantos frutos y réditos y dividendos les granjeó en Polonia en relación con la iglesia católica en el nombre de la victoria común contra la Alemania nazi -lo que llevaría al conjunto de la jerarquía católica polaca a tratar de revisionista pro nazi o pro alemán al papa Pio XII y a la diplomacia vaticana remolona aún después del 45 a la hora de plegarse a las nuevas realidades geopolíticas surgidas en el continente europeo tras la victoria alidada- y la derrota de los nazi fascismos en particular en lo relativo al contencioso secular entre alemanes y polacos, y a acabar aceptando en suma un modus vivendi con el régimen comunista aún (no se olvide) en vida de Stalin-, en España en cambio tendría objetivos mucho más ambiciosos en la medida que no se limitó a la Iglesia sino que se extendido a organizaciones del régimen propiamente dichas como lo fueron los sindicatos verticales.

Tales aguas tales lodos, porque si esa labor de zapa y de "entrismo" o de infiltración que acabaría dando frutos en el movimiento de huelgas masivas en las minas asturianas a principios de la década de los sesenta explica mal la historia de la evolución del régimen en el marco de la rendición pactada den el 45 -que tuvo sin duda del lado soviético sus condiciones más o menos draconianas. pero optando ya por formas de eurocomunismo con dos décadas de adelanto en lo que España al menos se refiere-, el régimen soviético no echaba menos por la borda la memoria triunfalista de los vencidos del 39 -la que se encargó de resucitar décadas después los gobiernos socialistas de Zapatero- lo que explica (sin necesidad de recurrir a las coartadas tan manidas de los enigmas y secretos de la cultura ruso/bizantina) la historia de reveses y de miserias y decepciones y desencantos del comunismo español en la posguerra, que se vieron grosso modo vetados de poder sentarse a la mesa de los vencedores del 45, en un secuela principal de la rendición pactada del régimen de Franco, a la que vengo aludiendo aquí a menudo.

¿Cabe conjeturar acaso que si el estallido de la guerra civil española se hubiera retrasado unos dos o tres años tan sólo, podría haber sido evitada, que la paz que no fue posible lo había sido solo dos o tres años después a medida que el régimen soviético se estalinizaba conjurando así y sofocando en definitiva la revolución bolchevique de la que procedía sin reconocerlo del todo, porque había sido como negarse a sí mismo?

¿Mera hipótesis o elucubración de mentes calenturientas le parecerá la hipótesis que expongo a algunos, no explica menos la historia más o menos secreta o discreta del régimen español en la posguerra como se vería corroborado o confirmado (como a toro pasado) por la evolución del propio régimen comunista tras la caída del Muro, y tal y como lo viene a ilustrar las formas que viene cobrando ya desde hace algún tiempo a favor del ascenso de una figura tan emblemática como la de Vladimir Putin.

Rusia es el (fiel) aliado de los tiempos por venir en un futuro cercano, como lo fue -y que no se escandalice nadie- la Italia fascista para la Alemania nazi pese a que les separaban los muertos (por miles y centenas de miles) de la Gran Guerra. De la Rusia de Putin nos separa el capítulo español de la segunda guerra mundial que fue nuestra guerra civil, y en particular el episodio de Paracuellos, pero no hay más que los que se arrogan una memoria única y universal (y mesiánica y exclusiva) que no son capaces de olvido y de borrón y cuenta nueva. Y solo son capaces de olvidar -y de perdonar- el pueblo y los individuos fieles a su memoria (individual como colectiva) Y en las memorias respectivas de rusos y de españoles era mas sin duda lo que unía que lo que separaba.

Eso fue lo que debió concluir en su giro táctico y estratégico de ochenta grados en relación con España y los españoles el padrecito de los pueblos tras el 45. Corolario insoslayable: no fue Churchill ni mucho menos el judío Truman quienes salvaron a España del apocalipsis –de la invasión y tal vez de una deflagración nuclear como en Hiroshima- ni tampoco la rendición pactada del régimen de Franco a los Aliados (a través del vaticano), sino un imperativo de memoria histórica (europea) en el propio Stalin

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