Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñaza. En la medida que ahondaban en la escision que trajo consigo el protestantismo en la conciencia europea y en la medida también que protagonizaron con la iglesia española una encarnizada lucha (de más de un siglo) por el control de las conciencias, contribuyeron a dividir y a encismar más que a ilustrar o modernizar a los españoles. Una falsa modernidad la suya (con olor a rancio y a extranjería), por eso fracasaron entre españoles. A propósito ¿por qué todos o casi todos los grandes prohombres de la Institución (Giner de los Ríos, Bartolomé Cossío, Fernando de los Ríos), usaban barba (bíblica o rabínica)?
El anarquismo históricamente enjuiciado fue una gran calamidad, un flagelo social que precisó de la primera guerra mundial para que un gran parte de Europa se viera libre de él, y de la guerra civil española -con todo su horror de evento “horribilis” elevado a la enésima potencia- para que los españoles se vieran libres también de él, como se vería confirmado en sus vanos intentos de resurgir tras la muerte de Franco durante la transición política. Las ideas–todas sin excepción- encierran no obstante algo de solar en sí mismas o idealmente consideradas, y la expresión -de Ideas Solares- se debería como por casualidad a un dominico italiano del siglo de las Luces, Campanella, educado en la tradición tomista, legado del magisterio eclesiástico que condecoró del título de Doctor Común al que fue miembro de aquella Orden, y que comparaba en su Summa Teológica al astro solar la idea de dios (o Dios) (de la revelación bíblica)
Y está claro que la idea anarquista tiene un sitio no sólo en la historia de los movimientos sociales sino también en la de las ideas y sistemas (y escuelas) de -pensamiento. El anarquismo moderno aparece estrechamente ligado a las figuras de los rusos Bakunín y Kropotkín que tenían más de agitadores o líderes políticos que de pensadores, un poco al revés fue el caso de Proudhon y sus escritos, zona de tránsito obligado en el itinerario ideológico hacia la izquierda que por obra y gracia de mayo del Sesenta y Ocho tuvo no poco de marxismo o de neo/marxista y viceversa, de un marxismo que rompía con las tendencias más autoritarias encarnadas sobre todo en Stalin y el estalinismo en sus diferentes formas. Los tengo más que olvidados, -a medias para ser exactos y precisos solamente-, todos esos nombres que acabo de mencionar y todo lo que en mi espíritu aún evocan de aquellos años de tanta efervescencia (y ebullición) ideológica que compartí o viví yo también a mi manera y eso me confiere sin duda una familiaridad indiscutible a la hora de abordar aquellos y de reexhumarlos de nuevo.
Y es curioso que de esa especie de venta en almoneda de toda clase de autores y de corrientes ideológicas en las que se vieron convertidas la Universidad y la Universitaria (madrileñas) de mi época, un nombre brillara por su ausencia como una excepción que acababa cobrando en visión retrospectiva algo de estruendoso y que explica también el interés que acabaría suscitando en mí y me estoy refiriendo a Nietzsche y al conjunto de su obra. Curioso pero sin duda perfectamente explicable (y lógico incluso si se me apura) si se le enfoca en visión retrospectiva y si se tiene en cuesta su puesta en el Índice de libros prohibidos en un momento de la historia de la recepción de su obra y de sus ideas matriciales en los países católicos -como España- y puesto (a buen recaudo) en un Índice de Libros Prohibidos, del que no le salvaría -al contrario de lo que ocurrió con Marx y Freud y otros autores mayormente de ascendencia judía (al pan y al vino vino) Marcuse, Max Buber, Wilhelm Reich, Adler, Eric Fromm y paro de contar -que formaban el grueso de la artillería dialéctica de los curas progres de entonces (la mayor parte) en medio juvenil y universitario (...)-
La tradicion del anti-semitismo francés de izquierdas la encarna mejor tal vez que ningun otro la figura (colosal) de Jacques Doriot, lider del PC fancés en el periodo de entreguerrras, que entro en conflicto con Stalin (¿por qué?) En España la la lucha por el control de las conciencias entre el magisterio eclesiastico y la Institucion Libre de Enseñaza, de clara impronta judía, impidió el nacimiento -como en Francia- de una tradicion de pensamiento libre de prejuicios, de tabúes y de interdictos heredados o del Talmud o de la BibliaMayo del sesenta y ocho por paradójico que pueda parecer reivindicó Nietzsche a su manera no obstante o si se prefiere el lado anarquista o anarquizante de su obra y de su figura. Una obra lleno de contradicciones, por cierto, la del filósofo del eterno/retorno -y de la muerte de Dios- en un rasgo común por cierto a todos los grandes pensadores, hasta el punto que algunos vieron tanto en su persona como en sus escritos un "campo de batalla" Y es esa veta o vena o trazo anarquista o anarquizante de uno de los autores que (aunque me esté mal el decirlo a mi) más y mejor conozco, de lo que me valgo en este abordaje ideológico que por fuerza mayor no puede pasar de fragmentario ni de panfletario tampoco tal vez en la medida que todo panfleto tiene algo de fragmento (en el sentido lingüístico del termino) y viceversa. El historiador alemán Nolte en una obra que me devoré en su momento –viviendo ya aquí en Bélgica- sobre Nietzsche y su obra y su sistema de pensamiento hablo de una izquierda y una derecha nietzscheana, sin duda cargado de razones y con no menor fundamento que el poder hablar de izquierda o de derechas en Marx y en el marxismo, o del Marx joven y del viejo (como se habló tanto entonces)
Y es indiscutible que en la medida que la obra de Nietzsche arrastra en germen (parafraseándole) “una trasmutación de todos los valores”, y cualquiera que sea la interpretación que admite una frase como esa tan emblemática entre todas las suyas, un nombre como el de su autor encerraba un desafío serio si no al principio de autoridad en sí -que en ninguna parte de su obra nunca vi a fe mía nunca puesto en causa o en entredicho- sí en cambio a poderes establecidos y a instituciones poderosas e influyentes mayormente de tipo religioso, algo en lo que la tanto la iglesia católica que lo puso en el Índice como el protestantismo alemán del que procedía y que de una forma u otra también le opuso su veto, no se engañaban o no del todo con su puesta en guardia (que el caso del catolicismo, vuelvo a insistir, duraría hasta nuestros días)
Por paradójico que pueda parecernos no obstante de la obra de Nietzsche, la habrán visto autores jóvenes de una nueva generación –desde una óptica crítica y hostil incluso (de izquierdas) hacia su figura- de forma certera clarividente como una respuesta global al desafío que vino a representar para los países europeos y para el conjunto de nuestra civilización la llamada "primavera de los pueblos", que sembrarían durante un siglo vientos de anarquía y de inestabilidad -de falta de serenidad (sic) lo definió fuera de toda sospecha el político alemán de los verdes Joshka Fisher- en todos los países occidentales en la medida que ponían en jaque los fundamentos mismos de nuestra civilización (en su versión moderna)
La zona de libre/acceso por así decir o de confluencia que llevó a generaciones de anarquistas a interesarse de cerca o de lejos en la obra de Nietzsche lo fue sin duda uno de los puntos que más se prestan a la paradoja y me estoy refiriendo al antisemitismo. Nietzsche no era anti-semita pero fue utilizado o para ser justos y exactos, sirvió de inspiración (magistral) a anti-semitas, y también aportó una caución intelectual poderosa y prestigiosa al antisemitismo latente o explícito de muchos anarquistas. Y esa vena antisemita de la izquierda y en particular de una de su corrientes es lo que se sentía gravitar de cerca o de lejos el pasado domingo en la conferencia prohibida que dio lugar a una concentración de varios centenas de personas y a incidentes callejeros al final en el barrio (obrero, y de inmigración) de Anderlecht a las afueras de Bruselas, como ya lo noticié en mi anterior entrada. Un fenómeno típicamente francés, como lo ilustra la importante participación francesa en el acto del pasado domingo por los autocares fletados que llevaron desde el país vecino a una buena parte de los asistentes.
En España no existe tal fenómeno o no se dio nunca con esa agudeza que conocería de antiguo en el país vecino. La culpa a la guerra civil, desde luego. El mundo judío salvo excepciones -a comenzar por el Congreso Mundial judío- tomaron partido (más o menos) pasivamente por los rojo/republicanos, y en el judaísmo interior aunque hubo división de opiniones -como lo ilustra la implosión a propiamente hablar de la Institución Libre de Enseñanza al estallar la guerra- se decantó bastante claramente también para qué negarlo o andarnos con eufemismos.
Y siguió estando decantado en la posguerra antes y después de la transición política. En Francia en cambio, el antisemitismo en la población y en la opinión publica se puede decir que nace al día siguiente de la Revolución francesa, y se revistió también casi también desde el principio de un halo intelectual ausente en cambio en otros países. Y es lo que salía ineluctablemente a relucir el domingo pasado por la personalidad de algunos de los asistentes franceses y también por una serie de obras -clásicos del antisemitismo hablando en plata- de las que les es deudor el público en lengua francesa.
Es curioso, todo fue uno: el desatárseme la lengua -y la pluma o la tecla- en ciertos temas y dejar de sentirme de golpe en mayor o en menor medida ciudadano de segunda en Bélgica como lo habrán sido de antiguo -se dieran o no cabalmente cuenta- tantos de mis compatriotas
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