jueves, mayo 29, 2014

SANS, O EL EFECTO "PODEMOS" EN CATALUÑA

Luys Santamarina (Luys por Luis, no en catalán sino en castellano antiguo) es una de las figuras emblemáticas -no hubo muchas más que la suya- del falangismo catalán en la guerra y en la posguerra. Arrastra la leyenda ("post mortem") de haber sobrevivido durante la guerra civil -que pasó en la carcel, en zona roja- gracias a la intercesión de anarquistas amigos suyos, que consiguieron que se le conmutasen las penas de muerte (tres) a las que se vería condenado. Y en la posguerra sería uno de los artífices de la política de mano tendida -en el seno del sindicalismo vertical- a los sectores del anarcosindicalismo vencido de la guerra civil, en Cataluña. En lo que venia a hacerse aliado objetivo de las tácticas del comunismo español y de la izquierda anti-franquista en general (bajo la batuta de Stalin) de inflitracion de los sindicatos oficiales del régimen franquista tras la Segunda Guerra Mundial. En esa medida, se pude ver en la hibernacion del anarquismo dentro del régimen una secuela apenas de la derrota española en el 45. Y en la resurgencia del fantasma del anarquismo en Cataluña (y en otros sitios de la Peninsula) de nuestros días, una consecuencia directa de aquella
Los medios habrán cuidadosamente silenciado un dato todo menos trivial de los resultados de las elecciones europeas del domingo pasado. Y lo es el que en el barrio burgalés de Gamonal donde el pasado mes de abril se produjeron los violentos incidentes de todos conocidos a cargo de grupos de la izquierda radical anti-sistema so pretexto de un plan de reordenación urbanística del barrio sostenido por el ayuntamiento y el alcalde (del PP) de Burgos, las elecciones del domingo las gano el PP precisamente. O digamos para ser exactos (y también ecuánimes)- más bien, que las ha perdido el partido socialista, no es óbice que los populares resultaron "el partido más votado" allí, por primera vez en la historia de la democracia.

No sé entre tanto como haya que comerse o cocinarse de otra forma que no sea el tragárselas a palo seco las noticias que irrumpen de pronto en primera plana de los medios del barrio barcelonés de Sants, que me diga Sans como se decía y se escribía la primera vez que estuve allí, hace ya cuarenta años y de los incidentes que desde hace tres días allí se viene produciendo. El detonante lo habrá sido el cierre de un edificio "okupa" que venía funcionando desde hace diez y siete años de esa forma. Conozco Sants, casi lo único -si se me apuran- que conozco bien de Barcelona. El pasado doce de octubre atravesé todo el barrio desde la plaza de Sants hasta la plaza de España donde está convocada la manifestación de la España en Marcha a la que asistí.

El barrio estaba tomado por las fuerzas del orden (mozos de Escuadra) ante la convocatoria de contra-manifestaciones de la izquierda radical anti-sistema que habían forzado al ayuntamiento de Barcelona a prohibir el paso de la manifestación de España en Marcha por el centro del barrio (como ya lo había hecho por el contrario en alguna ocasión anteriormente)
Este best-seller de los años setenta, de la pluma de Juan Marsé, tiene de protagonista a Luys Forest, trasunto de Luys Santamarina, mentor ideológico del autor como lo fue Ridruejo y todo el grupo de Destino en la órbita del cual, Marsé -barcelonés de nacimiento y de arraigo (que confiesa escribir en castellano y expresarse a diario en catalán)- gravitó sin duda de muy joven. En esa novela biográfica, el dirigente falangista catalán, se ve retratado como un hombre fracasado tanto en el plano personal como en el político/ideológico, y en un plano literario incluso. No es óbice que Santamarina sigue siendo referente ideológico para algunos en Cataluña, desde hace décadas. Con los resultados a la vista de todos
Ocurre que para ir a pie desde el lugar de mi alojamiento hasta el sitio de la convocatoria tuve que recorrer el mismo trayecto que debía haber recorrido la manifestación prohibida y me vio obligado pues a bordear varias barreras de control y también una nutrida manifestación de los anti-sistemas que no se mostraban violentos, si se exceptúan la violencia verbal –en catalán, que no entendí mucho pues- de las pancartas que tenían desplegadas. Tenía gana de pasear y me picó además la curiosidad, o sea que fue una buena ocasión de tomarle (un poco) el pulso y la temperatura a un barrio barcelonés ahora en la picota de los medios.

Las grandes ciudades son refugio de fantasmas, y cuanto más antiguas, más viejos y amedrentadores los fantasmas (los de tipo histórico sobre todo) Como el del anarquismo catalán de la FAI y de la CNT que tuvo precisamente en Sants, uno de sus baluartes privilegiados, y que se diría que vuelve a pasearse ahora de nuevo, por los mismos lugares de entonces, como Pedro por su casa (…)

El anarquismo español derrotado en la guerra civil –tras haber sido particularmente fuerte en Cataluña y en Andalucía durante décadas- era ya una supervivencia atípica en el continente europeo en los años de entreguerras -de antes del 36- tras la Gran Guerra (del 14) que hizo prácticamente desparecer de la mayor parte de los países europeos aquella plaga social tan funesta. Y en España tuvieron un resurgir fugaz y efímero -que a mí me pillo a anos luz de España y de sus problemas- los años de la transición, para verse definitivamente sepultados en el olvido hasta hoy, precisamente desde entonces.

Las primaveras árabes, y el 15-M fueron la señal de un resurgir de ese posos histórico y a la vez endémico de anarquismo o filo/anarquismo siempre latente, en la sociedad española y en una de de las corrientes principales sin duda de la tradición de la izquierda obrera en la Península. Un atavismo peninsular, a ambos lados de la frontera de España y de Portugal, esa querencia anarquista nunca del todo enterrada al cabo de los años (y de los diluvios) En la cárceles portuguesas que conocí bien (por dentro) tras mi gesto de Fátima, pasados ni diez años de la revolución de los claveles tan siquiera, no pocos de mis compañeros de cohabitación forzosa (entre los reclusos) se decían anarquistas, y la extrema izquierda portuguesa en auge aún entonces, a la izquierda no solo del PS sino también del Partido comunista portugués (uno de los últimos partidos de corte estaliniano entre los partidos comunistas europeos ya por aquel entonces) arrastraba sin duda mucho del síndrome de violencia y de marginalidad social heredado en línea directa del anarquismo ibérico.
Juan Aparicio, mentor de un Francisco Umbral muy joven en los inicios de su carrera política y periodística -como lo demuestro en el libro que acabo de publicar- fue responsable de la política cultural del régimen en su segunda época -desde las prostrimerías de la segunda guerra mundial hasta la crisis del 56- y exponente destacado además del sector franco/falangista dentro del régimen, partidarios de una derrota honorable sin arriar banderas (por expresarlo con ayuda de eufemismos) tras el hundimiento de los nazi/fascismos en el 45. Una política cultural la suya que se vio plasmada en una actitud de mano tendida a los vencidos del 36 y a sus escritores e intelectuales no exenta de un toque de oportunismo y de concesión (de talla)  a los vencedores de la segunda guerra mundial, y que acabaría traduciéndose -entre otras secuelas funestas- en un resurgir del catalanismo politico y lingüístico en Cataluña
¿Dónde se cuece la violencia –social y callejera- de preferencia? ¿En la realidad social como lo pretenden los análisis más o menos de izquierdas –y de su compañeros de viaje- y políticamente correctos sobre todo, o en lo (más) hondo de la memoria? La pregunta del millón a la hora de analizar en profundidad los sucesos de los que el barrio obrero de Sants habrá sido teatro desde hace tres días, en el centro de Barcelona.

¿Síntoma acaso de una frustración profunda –calamitas calamitatis como una maldición bíblica- de un sector de la juventud influyente y determinante por muy minoritaria que parezca? En el caso de mi generación que protagonizó un fenómeno de protesta colectiva en unos grados de violencia y de indignación comparables mutatis mutandis a los de los once/emes y demás indignados de ahora, cabe concluir que había no poco de frustración personal íntima, de orden sexual, individual como colectiva fruto de una educación petrificadoramente clerical consecuencia a su vez de la clericalización del régimen anterior, secuela principalísima esta última a su vez de nuestra derrota en el 45.
Onésimo Redondo tenía una visión de la barbarie, de "la nueva invasion de los barbaros"-algo que nunca vi a nadie ocurrírsele el ponerlo de manfiesto-, sustancialmente diferente de la que acabaría desarrollando José Antonio tal y como quedaria plasmada en su discurso del Cine Madrid, antes de dar un nuevo giro último y dramático en su escrito "Germanos contra Bereberes" semanas antes de su muerte. Para Onésimo, la amenaza venía del Sur, de "la sangre mora aún presente en el substrato de la raza" -al Sur de Despeñaperros- (Onésimo Redondo en la revista "JONS", junio de 1933) La que a sus ojos hervía en las agitaciones campesinas andaluzas desde las honduras del siglo XIX y ardia en "la tea incendiaria" y en los cortijos y deshesas pasto de las llamas del bandolerismo y de la anarquía (sindicalista) ¿Un poso racial anarquizante pues (endémico, secular a la vez) de vuelta en la indignacion social y callejera y en los incidentes que viene periódicamente provocando desde la eclosion del 15-M en el 2011? Frente a eso, no cabe meter la cabeza debajo del ala -como vienen haciendo algunos azules (por no decir la mayoría de ellos)-, sino recoger el guante del desafio, sin contemporizaciones ni compromisos. En el nombre de la pureza de la sangre (racial), sí. Porque la sangre se purifica en la Memoria
¿Dónde se en esconden ahora los resortes, los motivos o factores profundos de esa frustración juvenil que viene dando coletazos desde la eclosión del 15-M y que habrá encontrado sin duda su última manifestación en el triunfo electoral de Podemos, en unos estratos generacionales que no habran conocido (ni vivido) ese rigorismo (extremo) en materia de moral y de buenas costumbres, que fue el sino de la generación del Mayo (español) del Sesenta y Ocho? ¿Fruto inmediato de la crisis acaso como así se ven ellos mismos?

¿O fruto de la amnesia más bien, de un proceso complicado y longevo de ocultación de la memoria colectiva como el que trae fatalmente consigo el régimen democrático? Los pueblos que no aprenden de la historia están llamados a repetirla, escribió Spengler, y las naciones sin memoria están fatalmente llamadas a perecer, habría que añadir como glosa.

Y expresión mayor de esa amnesia colectiva juvenil –en un sector importante aunque no mayoritario de la juventud española- lo es sin duda ahora ese fenómeno electoral de Podemos, y es en esa misma medida sin incurrir ni en sectarismos ni en demagogia que se pude ver un efecto “Podemos” en los incidentes de violencia callejera que acabar de hacer erupción –y de resurgir- estos últimos días en esa barriada obrera de Barcelona

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