lunes, agosto 01, 2016

QUEIPO Y EL "INNOMBRABLE"

Esta instantánea -del verano del 39- pesa más al general Queipo del Llano post mortem que todas las calumnias que siguen vertiendo sobre él (vil e impunemente) sus calumniadores. Era militar antes que nada y pretendió seguir siendo fiel a las alianzas guerreras que llevaron a su bando a la victoria del Primero de Abril, y antes, al triunfo también en algunos episodios mas decisivos de la guerra civil como la toma de Málaga. Con esa lealtad -hasta la muerte- a los aliados que hizo grandes a los grandes Imperios. Fue un militar heroico, un hombre grande, y un español arquetípico como a todas luces lo reconocía en él el Innombrable (de la foto) ¿”Traidor”? Perdónales mi general, porque no saben lo que dicen
Los del PP andaluz no son (con perdón de la expresión) unos “peperos” cualquieras. Rindieron con la anterior dirección (de cuyos nombres prefiero no acordarme), encendido homenaje de pleitesía durante décadas al llamado padre de la patria andaluza -izquierdista ácrata, separatista andaluz y converso del islam (e impresentable)- hasta extremos de vergüenza ajena y con la nueva dirección se ve que siguen prestándose a la liturgia del perdón y del arrepentimiento (en publico) -tan cara a los últimos papas- en materia de memoria histórica y a costa de la memoria de alguien al que de verdad que deben mucho la ciudad y la provincia de Sevilla y en general los andaluces y Andalucía.

El no haberse en suma convertido en una Libia o en una Somalía sin ley -con décadas de adelanto-, en tierra de nadie en suma y reino del hampa -de quinquis, de bandidos y delincuentes- en la Península, donde los crímenes y desmanes de Barcelona y de Cataluña de por aquellas fechas hubieran parecido juegos de niños. Para comenzar, la iglesia (basílica) de la que los rojelios del consistorio sevillano quieren ahora desalojarlo se habría visto reducida a cenizas si el Alzamiento en Sevilla no hubiera triunfado gracias al general golpista. Tan sencillo como eso. “Cualquiera que haya leído la biografía de Queipo del Llano no puede mas que repudiarlo”, habrá declarado el portavoz del PP en el ayuntamiento de Sevilla, durante la votación de una moción guerra civilista de la izquierda que gobierna (y mangonea) en el consistorio de aquella capital andaluza.

“Traicionó a su rey, traicionó a la República y traicionó a Franco” Eso lo dice él. Queipo era republicano por convicción, eso es cierto y eso es lo que ahora parece estar (en ultima instancia) pasándole factura, y lo fue antes de cambiar de bando -igualmente por convicción- como acabaron haciéndolo algunos -muchos pocos- republicanos, cuando las cosas se salieron ya de madre y el caos y la anarquía reinante y el clima permanente de algarada y de violencia callejeras acabaron con la menor apariencia de legalidad y el menor atisbo o vestigio de autoridad y de orden, a partir de febrero del 36 tras el triunfo electoral de las izquierdas.

Y un testimonio que se hizo oír de antiguo -y que circula en la red- da cuenta que durante los graves incidentes producidos en el centro de Madrid el 10 de abril del 36 con ocasión del entierro de la alférez de los Reyes, en una especie de repetición general del estallido, apenas tres meses más tarde, de la guerra civil española, el general Queipo del Llano, de paisano, tomó parte activamente (y partido) -sorprendiendo a algunos testigos presenciales que le reconocieron e identificaron- del lado de falangistas, de carlistas y demás grupos (de derechas) que venían encarnando en aquellos momentos una actitud insurreccional en contra del régimen republicano. Queipo fue sobre todo exponente emblemático de la tradición (española) del golpismo decimonónico, y su golpe de mano (y obra maestra) en Sevilla el 18 de Julio del 36 se puede decir que fue el canto del cisne de aquella.

Acusan ahora a Queipo de Llano ¿y por qué no acusan también a todas esas antiguallas del diez  y nueve -un Riego, un Torrijos, un Espartero incluso- que no fueron menos golpistas que aquél? No lo hacen porque la memoria del liberalismo decimonónico que los españoles enterraron (felizmente) durante décadas, a seguir al desenlace (oficial) de la guerra civil, es un fetiche intocable para el guerra civilismo y para los celadores de la memoria de los vencidos de la guerra civil (interminable) que levantó cabeza hace unos años.

¿Traidor Queipo “a su rey”? No mas de lo que lo fue a su reina el general (“bonito”) Francisco Serrano, niño bonito de la reina castiza, a quien a nadie se le ocurre defenestrar -del callejero por ejemplo y del estatuario madrileño- en la España de hoy. Pero lo que tal vez agrave hasta el desahucio la causa -o el expediente (ennegreciéndolo sin remedio, como hubiera dicho Umbral)- de esta ilustre figura de nuestra guerra civil, lo fue su actitud durante la Segunda Guerra Mundial. Queipo fue indefectiblemente partidario de la causa de las potencias del Eje y de la Alemania nazi, sin cambiar de actitud cuando empezaron a cambiar los vientos dela guerra- y lo fue a todas luces no por motivos ideológicos sino por razón de lealtad y de fidelidad, valores elementales e irrenunciables en un espíritu castrense.

Y Queipo -héroe de la guerra de Cuba- entendió deber permanecer leal a las alianzas de guerra -sagradas e intocables- que hicieron posible la victoria del bando nacional en el 39 y de la que fueron verdaderos artífices en algunas de sus episodios mas decisivos, como lo fue la toma de Málaga, en la que tanto protagonismo cupo al cuerpo expedicionario (fascista) italiano, actuando de consuno y en perfecta armonía con las tropas españolas al mando de Queipo, que ejercía el mando supremo en Andalucía- y es lo que explica la actitud conspiradora que algunos le echaron en cara durante la Segunda Guerra Mundial. Contaba Eugenio Vegas Latapié, que le rindió visita en Roma donde desempeñó el cargo de embajador de España tras la guerra civil -y donde coincidió nota bene con el rey destronado Alfonso XIII, huésped ilustre (hasta su muerte) de la Italia de Mussolini-, que no había perdido nada de su campechanía, de su carácter franco y abierto y de su estilo directo, ardiente y combativo.

“Esto es lo que hago yo con la valija diplomática”, decía a sus visitantes estupefactos, mientras rompía no poco teatralmente cartas e instrucciones que le llegaban de España (…) antes de echarlas todas al cesto de los papeles. “Cualquiera sabía que los servicios de la limpieza en las sedes diplomáticas y en aquellos años -en la Italia fascista y en todas partes- estaban poblados de espías y confidentes, hombres y mujeres”, comentaba entre irónico y divertido -y un tono de admiración incontenible- el monárquico (juanista y recalcitrante) Eugenio Vegas, evocando en su tertulia la visita aquella al general republicano, ídolo de monárquicos españoles ya por aquel entonces. ¡Que dejen en paz la memoria del general heroico -y propagandista genial-, y que nos dejen en paz al resto de los españoles! Como sea, la postura “perfilera”, de segundo plan,o del PP en el tema de la memoria histórica, mucha mas acusada en Andalucía que en resto de las regiones españolas, eso es cierto- es un combate de retaguardia, desesperante en extremo por lo estéril -si no llamada al fracaso de antemano- y por lo carente de horizontes o de claros objetivos estratégicos.

Congelar la ley de la memoria, no es solución ni a medio ni a largo plazo. Y la prueba es que no lo consiguen, que las ascuas no dejan de re-encenderse fatalmente a la menor ocasión, como viene sucediendo repetidamente desde hace ya un año, tras las elecciones municipales que dieron el poder a listas emergentes de la izquierda anti-sistema en los consistorios de las principales ciudades españolas. ¿No son acaso capaces de asumir por entero el peso -tan abrumador es cierto- de nuestra historia en el siglo XX? Si es así, y si la cosa acabase revistiéndose- como lleva camino- de una claridad meridiana y evidente, tendrán que acabar optando sin remedio en la disyuntiva: o bien cambiando de estrategia, o bien descargando ese peso -demasiado grande a lo que se ve para sus espaldas- en otros, dentro o fuera de su partido.

Haciendo hueco y espacio por ejemplo a una corriente (crítica) al interior del mismo que asuma (lealmente) el reto y combata abiertamente a ley funesta, asumiendo así nuestro pasado en el siglo XX, sin reservas ni complejos. Solo así sabrán garantizarse un futuro. A ellos y al conjunto de los españoles

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