sábado, agosto 20, 2016

REPRESIÓN EN BÉLGICA 1945

Irma Laplasse, en la foto con sus hijos. Un símbolo del nacionalismo flamenco y hasta hoy objeto de culto de martirologio en Bélgica flamenca (de algunos sectores) Estaba casada con un nacionalista flamenco, miembro de la formación nacionalista mayoritaria en Flandes (VNV) -comprometida en la Colaboración- y también de sus unidades paramilitares durante la ocupación alemana. Hacia al final de la guerra, en 1944, al comienzo de la retirada alemana, cuando los alemanes se habían replegado ya a las afueras de la localidad costera (en Flandes Occidental) donde residía, y mientras grupos de la Resistencia armados empezaban a hacer su aparición por las calles, su hijo (el pequeño de la foto) ya adolescente se vio envuelto en una refriega dialéctica con uno de esos grupos que se lo llevaron sin más detenido, tras lo cual Irma Laplasse fue a quejarse a las tropas alemanas, quienes en la versión oficial procedieron a una represalia (en la versión nacionalista flamenca en cambio lo que se siguió fue una refriega a tiros con víctimas del lado de la Resistencia) Fue condenada tras el final de la ocupacion, por delación y alta traición, en apelación y en ultima instancia, y ejecutada en Brujas, a los pocos días de la terminación oficial de la guerra, el 30 de mayo del 45. En el 96, llevando yo ya años en Bélgica su caso se vio objeto de revisión en los tribunales -y aireado de nuevo en los medios-, tras lo que volvió a ser condenada a titulo póstumo, aunque “solamente” a cadena perpetua (sin bromas), su caso se vería a seguir sumido en el olvido y se ve exhumado ahora en cambio de nuevo en una obra de reciente aparición que lleva ya dos ediciones desde su publicación en junio pasado. Un caso ilustrativo de lo que tuvo la Segunda Guerra Mundial de guerra civil (europea) (y fratricuda) -aunque no hasta los visos y extremos que revistió entre españoles- entre los belgas y en muchos otros países europeos. El pasado que no pasa. En España como en Bélgica
Bomba estival, y no se me tome por un cínico habida cuenta de los sucedido desde hace un año tanto en Francia como en Bélgica. Y me estoy refiriendo a un libro (en neerlandés) de reciente aparición -que debe producir en ciertos sectores a no dudar efectos de una bomba- sobre la represión (legal) que se siguió en Bélgica al final de la Segunda Guerra Mundial en el 45. “De laatste salvo's” -”Las últimas descargas”-, es sin duda una obra de investigación -movida sin duda de un prurito de objetividad y de neutralidad en su autor- que viene a rebatir algunos lugares comunes en la materia como el de que la represion se del 45 en Bélgica se cebó sobre todo -o en exclusiva- con los flamencos y sobre la magnitud de la ejecuciones -que el referido autor cifra exactamente en doscientas cuarenta y dos, apenas un diez por ciento de las condenas- sin duda menor o mucho menor de la idea que arrastra al respecto la memoria de los vencidos (de un lado y otro de la frontera lingüística) En la obra ahora publicada salen a relucir detalles no obstante de la represión en Bélgica, en el 45 que hacen dar botes en el asiento al autor de estas lineas, testigo impasible a ratos (por razón de fuerza mayor)  de la guerra de propaganda por cuenta de la guerra civil española y de la memoria histórica de los vencidos que habrá tenido en Bélgica un teatro privilegiado de operaciones -de forma intermitente pero recurrente y sin parar hasta hoy- en comparación con los demás países occidentales.

Y uno de los puntos que salen a relucir en esta obra que me habrá puesto puesto a dar botes es que la regla general en todas esos ejecuciones de la posguerra inmediata en Bélgica es que fueron públicas (sic) -todas ellas-, como lo ilustra una de las fotos de la obra referida con nutrido publico asistente y en presencia de las autoridades (en uniforme o traje de gala, un respeto) que no dejaba de jalear los fusilamientos. ¡Cuando se piensa en la que armó Umbral con el tema de los fusilamientos convertidos según él (por un momento) en espectáculo y festejo en publico en zona nacional durante la guerra civil que le serviría de pasto de predilección en su novela “la Leyenda del César Visionario”!

El otro punto mucho mas de actualidad para españoles -con el recrudecer estival de la guerra de memorias y de las campañas en favor de las exhumaciones por cuenta de la ley funesta-, lo es el aserto del autor de la obra que aquí comento en unas recientes declaraciones que la regla -salvo contadas excepciones de los casos más emblemáticos- lo fue también el entierro en el anonimato léase sin conocimiento de las familiares de los ejecutados, en cunetas o váyase donde a saber. “Uit de geschiedenis geschoten”(en traducción libre del autor de estas líneas, “borrados -a patadas- del libro de la Historia”) Sin comentarios. Unas declaraciones que brindo gustoso a los que mas rabian en España y tanto viene dándonos la vara -desde hace ya mas de diez años sobre el tema.
Una foto inédita recogida en una obra acabada de publicar en neerlandés sobre los fusilamientos de los vencidos en Bélgica en el 45. Fernand De Wyss (veintisiete años en el momento de su muerte), flamenco de Amberes, guardián del campo de prisioneros del antiguo fuerte (durante la primera guerra mundial) de Breendonk, momentos antes de caer (de espaldas) frente al pelotón de ejecución (12 de abril 1947) De todos los casos reseñados en esa obra, el suyo es sin duda el mas emblemático de todos ellos. ¿Un demonio de sadismo y de crueldad, aunque en esas fotos inéditas -a punto de morir- no lo parezca, y en otras que circulan por Internet, (una sobre todo en la que parece de uniforme al lado de su madre ya mayor *) mucho menos? Y de todos los horrores que circulan por su cuenta en Internet (Wikipedia), de la misa la media como dice el refrán, y ni eso. “Anchas son mis espaldas”, dijo Calvo Sotelo en las Cortes poco antes de su muerte (asesinado), y las de éste enemigo público numero uno de los belgas, a fe mía que no lo eran menos en la foto, soportando con tamaña impasibilidad y entereza (casi casi bonhomía) en su conciencia -y ante un público asistente que le maldecía y aullaba fuera de sí- el peso (“abrumador”) de esos crímenes tan horribles de los que se le acusaban, y que sigue llevando a rastras “post mortem” en la leyenda. “Confesó” ante el tribunal diez y seis muertes (léase asesinatos”) En realidad cabe interpretarlo -caso de ser confesiones propiamente dichas- por los tiros de gracia que era él el encargado de dar en las ejecuciones. José Antonio Primo de Rivera en la cárcel de Alicante también tuvo derecho al tiro de gracia, pero sólo después de una larga agonía de los disparos que recibió a no matar, en particular al bajo vientre. Comparaciones odiosas
Entre los casos que se se ven destacados en la obra que aquí comento figuran el de un padre e hijo miembros de las SS-Vlaanderen (Flandes) unidades paramilitares del ala radical de la Colaboración en Bélgica flamenca, y es por una foto del padre limpiando letrinas el tiempo que se vio preso -y fotografiado para mayor escarnio- antes de su ejecución. Pero sin duda el caso mas emblemático de todos los fusilados que se pasan en revista en el libro, y sin duda por tratarse de un francófono, lo es el de José Streel, que ya recordé en alguna de mis entradas recientes.
Streel fue miembro de REX, y uno de los intelectuales mas destacados del movimiento rexista, licenciado en filosofía por la Universidad de Lieja, y escritor y polemista brillante, autor de varios libros -entre ellos el ensayo "La revolución del siglo XX"- y redactor de la revista (mensual) “Rex” y del diario “El país real”, publicaciones emblemáticas del movimiento rexista durante la guerra y antes de ella. Según Degrelle en declaraciones desde su exilio español, Streel no había aportado a la Colaboración (sic) más que sus complejos. En una alusión implícita al distanciamiento de aquél del movimiento a partir del 43 -aunque no de la Colaboración (en una línea moderada, a favor de la unidad de Bélgica)-, lo que lejos de aliviar, agravaría su caso como se probó al final. Como quiera que sea, en la obra que comento se le reconoce el haber sido el único caso entre los fusilados a seguir al final de la guerra en el 45,  de haberlo sido exclusivamente por sus ideas y sus posturas políticas.
José Streel, uno de los principales intelectuales -sino el principal- del movimiento rexista, que hizo siempre ostentación de su formación maurrasiana y tomista, respectivamente en política y en filosofía. Unas etiquetas convertidas en sambenitos duros y difíciles de llevar en el 45, al final de la guerra y que le llevaron al paredón de fusilamiento, por “colaboración intelectual”, sin otro cargos mayores. Condenado a cadena perpetua recurrió y acabó viéndose condenado a muerte (y ejecutado) En una obra sobre los escritores católicos -y “fascistizados”- en Bélgica durante el periodo de entreguerras se hace alusión a sus declaraciones delante del consejo de guerra que le condenó a muerte, donde justificaba las ideas que había públicamente defendido, aludiendo a su paso de muy joven por la Acción Católica (belga) donde eran moneda corriente los ataques a la democracia
Poco antes de su muerte -el 21 de febrero de 1946-, en una carta que dejó en guisa de testamento, Streel acusó al regente (Charles, hermano del rey Leopoldo III) de usurpador (sic) del trono y de venir a ser responsable de su asesinato (sic), lo mismo que a las instancias judiciales belgas envueltas en su caso, entre ellos Ganshof Vandermeersch (enemigo publico número uno en la memoria de los vencidos belgas del 45, que el fundador del Vlaams Blok, hoy Vlaams Belang, partido nacionalista flamenco proximo del Frente Nacional francés, comparaba ¡ay dolor! al Duque de Alba), que fue auditor general de la jurisdicción militar belga tras la guerra después de haber conseguido a escapar a Londres en 1943 a través de España (…)

Un hombre de leyes -liberal de derechas (neutral nota bene durante nuestra guerra civil)- que estuvo del lado de los “buenos” en el 45 y actuó en consonancia. No menos implacable no obstante, mutatis mutandis, de lo que lo pudo ser (igualmente con la ley en la mano) Carlos Arias Navarro en España, en Málaga en concreto, durante la guerra civil española. Comparaciones odiosas (e inevitables)

*: La figura de su madre en esa foto (con sombrero de hombre) se ve visiblemente trucada y deformada (...)

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