miércoles, agosto 17, 2016

¿"PUEBLO ESPAÑOL"? ¡PLEBE GUERRACVLISTA!

"Pueblo no significa plebe, sino comunidad representada fielmente por su nobleza", del Gran Diccionario de la Academia Francesa, de Vaugelas, citado en "El siglo de 1914" (p. 31) de Dominique Venner

Estatuas del cementerio alemán de Langemark (Flandes occidental), escenario de una de las batallas más feroces -octubre de 1914- de la primera Guerra Mundial, que se dio en llamar "el infanticidio de Langemark" Más de cuatro mil quinientos jóvenes (muy jóvenes) pertenecientes a los Wandervogel -movimientos juveniles generalizados en Prusia y en el resto de Alemania en las últimas décadas del siglo XIX- cayeron en aquella sangrienta batalla. Los españoles no vivimos la Primera Guerra Mundial, y guardamos una laguna estridente de aquel capitulo (crucial) de la historia europea y universal, que esconde a su vez un vacío sobrecogedor -de capítulos enteros de la historia europea contemporánea en particular de la Europa central (de Prusia y del Imperio austro húngaro)- en nuestra memoria colectiva. Lo que viene a colmar en cambio la obra ingente de Dominique Venner, inédita -¡ay dolor!- en lengua española
Desde hace varios días, en la calma de los atardeceres estivales de parques y jardines de la capital de Europa (que me diga de la UE) vengo descubriendo estupefacto -para solaz del espíritu y reposo (transitorio al menos) de viejas inquietudes- la obra ingente, inédita en lengua española, de Dominique Venner, el escritor e historiador francés suicidado en Notre Dame hace tres años, autor de una obra tan densa, de tanta profundidad y tamaña dimensión -más de treinta títulos (de la mayor extensión la mayor parte de ellos) del género ensayo histórico amén de casi otros tantos en lo que era a la vez su pasión y su especialidad, a saber el armamento y las armas de todo tipo y calibre y de todas las épocas y edades- que no desmerece en nada se me antoja de la de otros autores que ellos sí accedieron a los ámbitos académicos en los que se desarrolló el conjunto de su obra y en el marco de los cuales pudo (felizmente) extenderse su trayectoria intelectual y académica. Y no doy nombres, uno de ellos no obstante -historiador extranjero, norteamericano para más señas- bien presente en mi mente, y sin duda en la de muchos de los que leerán en estas lineas.

Ni desmerece Dominique Venner tampoco a mi juicio en lo más mínimo de otros autores situados voluntariamente como él – -o al contrario, víctimas de ostracismo o e exclusión- al margen de la universidad y de su sistema o código de valores, de importación tan a menudo, como así cabe decir en el caso de al universidad española y de su historia reciente en los últimos cuarenta años. Ocurre que en el caso de Dominique Venner a lo políticamente incorrecto se juntaba ¡ay dolor! lo religioso o teológicamente incorrecto también, en otros términos el carecer de un níhil óbstat del que otros en cambio sí disponen, y eso ya de por si solo da cuenta a mi juicio de la anomalía tan ruidosa de que tanto él como su obra tan relevante sean ilustres desconocidos en España hoy por hoy.

Una anomalía comparable mutatis mutandis a la censura de la que fueron victimas en España otras figuras de la historia del pensamiento consideradas política e ideológicamente incorrectas en el mundo de hoy, como lo eran ya en los tiempos del tardo franquismo (finales de los sesenta principios de os setenta) nombres de autores como el de Nietzsche, de Hidegger o de Spengler en contraste ruidoso (y escandaloso) con el favor del que gozaban en los medios culturales del régimen de entonces –a seguir a la terminación del concilio vaticano segundo- Marx, y toda la legión o caterva inacabable de sus émulos y discípulos, un detalle todo menos trivial, que a fe mía que yo ignoraba olímpicamente y que explica sin duda lo ignaro que fue en mis años universitarios de la obra de esos autores-, y que me habrá venido a revelar entre otros muchos detalles reveladores una de los obras históricas de Dominique Venner,que da muestras en la obra citada -y sin duda en otras de las suyas- de conocerse mejor la historia de la España contemporánea que muchos españoles ( historiadores incluso)

Dominique Venner era francés, y por la etimología de su apellido germánico cabe apostar que arrastraba una ascendencia germana, eso es por lo menos lo que parece sugerir la vertiente germánica, alemana de su obra. Los españoles somos europeos, no creo que nadie lo ponga en duda -ni siquiera creo que lo pensase en el fondo Don Miguel de Unamuno pese a aquellas reflexiones suyas tan poco felices de que Áfrrica empezaba en los Pirineos (más exactamente de la Rioja para abajo, sin duda que habría que interpretar, como buen vasco que él era)- pero la nuestra no deja de ser una memoria periférica a imagen de nuestra situación en el continente europeo, y lo mismo que al interior de la lengua y de la literatura española hubo siempre una tensión latente -literaria aunque solo fuera- en torno a una linea divisoria mas o menos marcada ente autores de la periferia y otros propiamente castellanos (o madrileños) -como lo era Ortega-, en el caso de Dominique Venner cabe recocer (y celebrar) -no nos duelan prendas como españoles- a un autor representativo del viejo eje central de la Europa occidental -lo que los americanos al calor de la crisis internacional que desató la guerra del Irak llamaron despectivamente la Vieja Europa.

Lo que cabe decir decir igualmente de los belgas, que explica que se sienten en casa abordando la historia de la Europa milenaria en particular sus fases o capítulos mas antiguos, y que los españoles en cambio -tan absorbidos e ensimismados (por razón de fuerza mayor) por las diferentes fases de la Reconquista- no sintamos tanto encasa como ellos en esos capítulo y esas materias, como me ocurría a mi (confiteor) siguiendo mis primeros tiempos de estancia en Bélgica un curso de historia relativo al capitulo, crucial en la génesis y formación de la civilización europea, de la división del reino de Carlomagno. Y es lo que más llama la atención en Dominique de Venner, esa maestría de la que hace gala abordando la historia de Prusia, la gran rival de Francia en el siglo antepasado hasta principios del anterior, exactamente hasta la primera guerra mundial, donde Dominique Venner pone el inicio verdadero -sin duda cargado de razones- del siglo XX.

La Prusia imperial -y a su lado el Imperio austro/húngaro- es una laguna estridente en la historia (europea) que se nos enseñó a los españoles sin duda en un eco a la vez de la falta de interés del conjunto de la sociedad española y también por razón de los tabúes que la rodeaban y la siguen rodeando de carácter tanto político e ideológico como religioso o confesional o teológico derivado del hecho de tratarse de una nación mayormente) protestante. Y así la Prusia imperial -que enlazaría históricamente con el III Reich- junto con el Imperio austro húngaro -grandes perdedores de la Primera Guerra Mundial en la que los españoles np participamos- vendría a poner su nombre hasta a hoy un gran vacío en la conciencia histórica de los españoles, y en nuestro memoria colectiva.

Y sin duda que la excepción vendría a serlo el estamento castrense -por razón de la neutralidad a la que aludí mas arriba-, ese ejercito español de las largas décadas que precedieron a la guerra civil, del que quedaban rastros todavía en la vida castrense que yo compartí en el campamento del Robledo a principios de los setenta, como lo ilustraban detalles anecdóticos y no menos reveladores, de uno de lo parajes por ejemplo del recinto del campamento que estaba situado e n una hondonada en un extremo del recito, un lugar sombrío casi siniestro que los cadetes llamábamos Mayerling, un nombre un tanto insólito entre españoles que venia a evocar el paraje teatro del suicidio de uno de los hijos de Francisco José, emperador austro-húngaro.

Otro detalle en extremo revelador lo era el calificativo -en signo invariable de irrisión y peyoración y descalificación- generalizado entre la masa de cadetes para designar los que pretendían “hacer méritos” en el clima de desidia y de desmoralización y de desprestigio y denigración del espíritu militar, que reinaba allí dentro entre mis compañeros, y era el de “prusiano”. Insólito ya digo, si se hace abstracción e una memoria castrense sin duda particular y selectivamente diferente a la moria colectiva del conjunto de la sociedad española, y en la que la memoria de la Europa central de antes de la gran Guerra seguía en cierto modo viva.

Y leyendo “El siglo de 1914” hay verdaderamente que descubrirse ante el fresco tan magistral que viene a verter en esas paginas su autor de la Europa de la segunda mitad del siglo XIX y de los primeros años del Siglo XX hasta el estallido de la gran Guerra (“la belle epoque”) Una Europa predominantemente monárquica y donde la nobleza y la aristocracia seguían jugando un papel, cumpliendo una función y desempeñando un protagonismo que desparecieron en Francia tras la Revolución Francesa y en España tras la Guerra de Independencia y en particular con la constitución del 12, uan efemérides que a Dominique Venner -y en eso también estoy plenamente de acuerdo con él- le parecía un punto de ruptura en el devenir histórico de los españoles tan radical e irreversible como lo vino a ser la revolución en la sociedad francesa.

Como lo ilustra el cambio semántico que se operaria en una noción que vendría a alcanzar una importancia del primer orden en la historia de la ideas de los dos últimos siglos, a saber la noción de pueblo -o de "pueblo español" de la que tanto se les llena la boca a algunos- que de este lado del Rin y sobre todo por debajo de los Pirineos vendría a cobrar un significado radicalmente distinto -en clara oposición incluso- al que venia aun -en vísperas de la Gran Guerra- a querer significar en lengua alemana -como lo hace observar Dominique Venner-, a saber el conjunto de la comunidad (sic) encabezada por sus lideres y representantes.

En España -más aún si cabe que en Francia-, en cambio no. Spain is different. En España -como lo denunció José Antonio en vísperas de su muerte en su ensayo “Germanos y bereberes” “pueblo” vena a encarnar ya con un siglo de adelanto -desde la constitución del Doce precisamente- la dialéctica izquierda derechas guerra civilista (del pueblo contra la casta o contra la oligarquía, o del ejército contra el pueblo) en vigor aun hoy en la guerra interminable que seguimos viendo los españoles ochenta años trascurridos de la terminación oficial) de la guerra civil

¿"Pueblo español"? Ramiro Ledesma se equivocaba con el mantra funesto aquél, sin duda solo en loa nomenclatura pero lo pagó caro, a manos del populacho aquel que se reveló una plebe anti-española y guerracivliista

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