sábado, agosto 06, 2016

ESTATUA DE FRANCO Y TENIENTE ALCALDE CRIOLLO Y GUERRA CIVILISTA

Fuerzas de la Legión aclamadas por multitudes en delirio a su paso por el Paseo de Gracia de Barcelona durante la entrada triunfal de las tropas nacionales en la Ciudad Condal (26 de febrero de 1939) La historia es la que es. Y no van a poderla cambiar los que siguen empeñados en seguir haciendo la guerra a los vivos como a los muertos, a estatuas y monumentos ochenta años después
A moro muerto gran lanzada, reza el refrán castellano. Franco murió en la cama y podía haber seguido (artificialmente) en vida aún más tiempo si su yerno el marqués de Villaverde no hubiera decidido motu propio desprenderle el tubo respiratorio -como lo contaba Umbral- precisamente en un 20 de Noviembre, con lo que el yerno de Franco hacía así abiertamente profesión de sus convicciones joseantonianas. Comentando con un amigo italiano -hombre cultivado y además de eso perspicaz como sólo puedan serlo tal vez los italianos- la visita tardía (agosto de 1970) del general De Gaulle a España poco tiempo antes de su muerte y su encuentro histórico con Franco, aquél me decía que lo que admiraba particularmente De Gaulle de Franco a todas luces era lo que a aquél -gran estadista sin lugar a dudas- le faltaba, a saber una brillante trayectoria militar en el campo de batalla.

Franco ganó la guerra del 36 -o su primera fase si nos ponemos a hablar con propiedad en el contexto de la guerra interminable de los Ochenta Años que aquí vengo denunciando-, y la ganó brillantemente y sin compartir la jefatura con nadie ni en lo primeros meses de la contienda tan siquiera. “Tengo concentrado en un trozo de tierra lo mejor del ejército rojo”, era las palabras que rememoraría a menudo mi difunto padre,siempre en tono enfervorizado en mi presencia, que Franco había pronunciado desde su puesto de mando de la Venta de Camposines durante la batalla del Ebro que decidiría el desenlace de la guerra civil española. En una de sus obras mas divulgadas sobre el fascismo (y el nacional socialismo) el historiador alemán Nolte) ponía el triunfo del bando nacional en la guerra civil por cuenta de la ayuda aérea -y en armamento pesado- de la Alemania nazi durante la batalla del Ebro que a su juicio había sido decisiva.

Lo que es discutible sin duda alguna. La artillería -léase también la aviación- prepara el terreno pero lo conquista la infantería, ese era uno de los axiomas fundamentales de ciencia milita que aprendí y se me quedó grabado de mi paso por el campamento del Robledo (de IPS, antiguas Milicias Universitarias) Y si cabe hablar de ayuda decisiva extranjera en la guerra civil y en particular en la batalla del Ebro habría que ponerla más bien del lado de las tropas marroquíes, que tanto protagonismo alcanzaron en la toma -una por una- de las diferentes cotas de la sierra de Pandols y otros escenarios limítrofes en donde se riñó la célebre batalla, y de los que fue proverbial durante la contienda -y también después- la lealtad que guardaron al anterior jefe de estado. Venció y convenció -pese lo que vaticinara Unamuno en el paraninfo de la Universidad de de Salamanca- me refiero a los primeros tiempos tras la victoria y en los primeros años de régimen.
Güemes, caudillo gaucho (léase criollo), y detrás, las montoneras, partidas guerrilleras que se sublevaron contra el poder español tras la Revolución de Mayo en la rebelión mestiza anti-española que se conoce como Emancipación Americana. Todos los caudillos y políticos argentinos tras la independencia -liberales como conservadores- practicaron políticas y campañas de exterminio contra las poblaciones indígenas de los Andes y de la Patagonia por cuenta de una leyenda negra de difamación y de falsificación del pasado español en aquellas tierras, diga lo que diga la versión histórica -color rosa- del nacionalismo argentino. Tales aguas, tales lodos. Como los que arrastra el primer teniente de alcalde de la Ciudad Condal, criollo y renegado por mucho que ostente la nacionalidad española
Como lo demostraría la acogida triunfal que brindaron a las tropas nacionales los habitantes de la Ciudad Condal -en el paseo de Gracia, en la Diagonal -llenos a rebosar de multitudes delirantes y enardecidas, y como se lo seguirían reservando a Franco en un sinfín de ocasiones en la posguerra prácticamente hasta su muerte. Y ahora el ayuntamiento de la Ciudad Condal y a su cabeza la actual alcaldesa (okupa y anti-sistema) se disponen a seguir haciendo la guerra a los muertos con esos planes -que tanto revuelo han armado (y lo que armaran todavía)- de exposición de una estatua ecuestre de franco, defenestrada primero (hace años) y decapitada después -a hurtadillas sin que se enterase nadie, y sin que se conozcan los autores- con lo que la alcaldesa parece asumir y justificar lo injustificable haciéndose así reo de delito.

Y lo más duro de soportar para el que esto escribe (confiteor) lo hayan tal vez sido la justificaciones guerra civilistas del primer teniente alcalde, brazo derecho de la Colau, un renegado anti-español que no se merece la nacionalidad que se le acordó por mucho que vaya de victima -léase de hijo de una victima (real o pretendida) de las Juntas militares argentinas-, por cuenta de la impunidad y de los crímenes del franquismo. Este individuo que pasa por ser el hombre fuerte del ayuntamiento de Barcelona con la actual alcaldesa, que ni siquiera ostenta apellido español y que se singularizó hace ahora un año tratando de arrancar la enseña nacional del balcón del ayuntamiento de Barcelona, ofrece una fisonomía (inconfundible) en los documentos gráficos que sobre él (a profusión) circulan en la red y en la prensa escrita, que exime de mayores abundamientos.

Exponente emblemático en verdad el teniente alcalde guerra civilista de esos criollos que protagonizaron hace dos siglos la rebelión mestiza anti-española y que todavía no perdonaron a España el haberles perdonado la vida a su antepasados y no haber llevado a cabo en América políticas de exterminio como las que se practicaron -del lado anglosajón- en América del Norte o como las que llevaron a cabo sin ir mas lejos sucesivos gobiernos -tantos los liberales como los conservadores- en la Argentina de después de la Independencia en la Patagonia (y en los Andes), que sirvieron de modelo de inspiración al ingles Darwin en sus teorías de adaptación al medio y de la supervivencia de los mas fuertes (…) ¿Hasta cuando seguir soportando el peso de nuestra historia americana?

No sólo el que se nos siga restregando (dos siglos después) una leyenda falaz y calumniosa del otro lado del charco, sino que encima les tengamos que soportar en nuestra propia tierra, que vengan aquí a seguir -desde puestos de influencia- ultrajándonos, negándonos nuestra memoria y no sólo eso, sino tratando también de desenterrar el hacha de guerra, de una guerra civil en la que ellos -léase los suyos- no tuvieron ni arte ni parte. Como dice el refrán, “p... (p-t-s) y apaleados” ¿Hasta cuando?

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