viernes, agosto 12, 2016

FALANGE VENCIDA, EL 45

Vista del Palacio de Deportes de Berlín durante la celebre intervención del doctor Goebbels -rezumante a retórica heroica familiar a españoles (y falangistas)- , el 21 de febrero del 43, a seguir a la debacle de Stalingrado. Discurso de la guerra total (Total Krieg) “Contra más total, más corta” (así rezaba la inscripción en alemán del frontispicio) Y la guerra total iba a traer consigo la revolución total -desde arriba-, léase la movilización total de la sociedad en aras de la continuación de la guerra hasta el fin. Como así fue. Revolución total hasta la Victoria (total) o la Derrota (total) Y como en España no hubo ni lo uno ni lo otro, ni victoria total (en el 39) ni derrota total (en el 45), el sueño de la revolución azul -desde arriba- quedaría pendiente (sic) y se vería travestido en una caricatura marxistoide. ¿Queda claro, camaradas?
Había leído yo poco de Dominique Venner el escritor e historiador francés que saltó a los primeros planos de la actualidad tras su suicidio (el 21 de mayo del 2013) de un tiro en la sien, en París, delante del alta mayor de la Iglesia de Notre Dame. Dominique Venner era en vida y lo sigue siendo un escritor “maldito”, por más que en su propio país goce hoy por hoy de mayor audiencia y seguimiento y predicamento del que gozó en vida, mayor sin duda del que se le otorga hoy por hoy en otros países europeos desde luego, en España por ejemplo donde sigue siendo un ilustre desconocido. Y lo mismo grosso modo cabe decir de Bélgica. Ausente de los escaparates y estanterías de las librerías, y de los catálogos de las bibliotecas, y ello a pesar de su obra extensa y de gran difusión -mas de cincuenta títulos repertoriados en Internet, obras de envergadura y no simples artículos o textos breves y sucintos, en lengua francesa y traducida en parte también a otras lenguas, y proscrito total en cambio en el mundo académico y universitario.

Por más que haya signos inequívocos de que la situación esté tal vez cambiando como lo ilustra la conferencia pronunciada justo antes del verano en la Facultad de Ciencias Políticas (Sciences Po) de París, santuario (de los más importantes) de lo político e ideológicamente correcto en el seno de la universidad francesa, en plena movida de indignación callejera en las calles de París, ante un nutrido auditorio de jóvenes estudiantes, por Alain De Benoist, uno de los principales ideólogos junto con Dominique Venner de la Nueva Derecha (Nouvelle Droite) en Francia y estrecho colaborador de aquél en sus empresas editoriales y periodísticas . Bélgica como España son antiguas tierras de imperio, de orden y disciplina -y por ende de censura ideológica- por contraposición a Francia o a Italia o a la Suiza que escaparon en todo o en parte a la órbita del imperio a lo largo de su historia.

Esa sería para algunos -así me lo expuso un universitario belga- la clave de explicación (por paradójico que parezca) de la censura rígida de la que se viene viendo objeto Dominique Venner entre belgas y entre españoles,comparado a la mucho menor tolerancia de la que se viene haciendo gala en la materia en Francia y en otros países europeos, como los mencionados más arriba. Y lo que más habra retenido del capítulo que dedica a España Dominique Venner en una de sus obras que acaba de caer en mis manos de puro azar buceando en los catálogos de una universidad belga ("Le siècle de 1914"), lo es sin duda el juicio global, a modo de balance histórico que le merece la Falange Española -cualquier parecido (¡ay dolor!, pura coincidencia-, en el que alternan encendidos elogios a los ideales (primigenios) de la Falange y a su fundador, con un análisis crítico sin miramientos de las causas de su fracaso.
Portada del número dedicado a la guerra civil española -primavera del 99-, de “Enquêtes sur l'histoire”, una de las revistas que fundó y dirigió Dominique Venner, el escritor e historiador francés que se suicidó el 21 de mayo del 2013 delante del altar mayor de Notre Dame en París, en señal de protesta por la decadencia de los países occidentales y de sus poblaciones amenazadas de reemplazo (sic) por un invasión silenciosa agazapada en la emigración de confesión no europea (musulmana) En una de sus últimas obras, "El siglo de 1914” (del 2006) Dominique Venner aborda la historia española en el siglo XX en uno de sus capítulos que titula significativamente “El sueño hecho trizas de los camisas azules”, un fresco histórico particularmente lúcido -que concluye con un apartado más significativo aún “La tragedia de los idealistas” (en clara referencia a la Falange)- en el que se recoge una visión profética, panorámica y subterránea a la vez de la guerra civil española y del régimen de Franco, más objetivo y clarividente tal vez (nobleza obliga) que si se hubiera visto esculpido por españoles. Una tragedia (sic) que viene a confundirse en la mente del autor con la Segunda Guerra Mundial y su (trágico) desenlace, léase con la derrota en el 45. Dominique Venner ¡Presente!
El fracaso histórico de la Falange, según Dominique Venner, no se habría debido tanto a la falta de una ideología (sic) o de un pensamiento estructurado (sic) -algo de lo que, conforme lo explica el autor, adolecía el movimiento falangista, y que se venía a disimular entre eslóganes (y buenos sentimientos y piadosas intenciones) y se escondía agazapado tras una escueta y somera norma/programática (de veintisiete puntos)- ni siquiera a la personalidad de José Antonio, el fundador, un poeta (sic), un idealista con ideas políticas (sic), y no un político en toda la extensión del termino (como le parecía a Dominique Venner, Franco por el contrario) No, la causa última del fracaso falangista -más honda e irreversible si cabe en la medida de que se trataba de una fatalidad histórica- la explica Dominique Venner en un apartado de dos páginas, denso y de la mayor lucidez y agudeza (“La tragedia de los idealistas”), cuando escribe (y traduzco directamente del texto francés):

La Falange fue victima del vuelco que sufrió la historia europea y de los cambios sociales consecutivos a la victoria americano/soviética del 45. Un giro de ciento ochenta grados en el sentido de la historia que dejó caduca la parte más exigente del mensaje falangista.../..La tragedia de la Falange fue de no quedarle opción ninguna.../...como todos los grandes movimientos de renovación intelectual y moral de su época, se veía infundida de una esperanza de revolución total que no se limitaba al orden político de las cosas.../...Esa potencialidad revolucionaria ofrecía un contenido ético y filosófico implícito que se situaba dentro del gran movimiento europeo de la Revolución Conservadora, de la que el desenlace de la segunda guerra mundial vendría a arruinar por los tiempos a venir todas las promesas (op. cit. p. 283)

Dominique Venner no lo expresa de forma clara -sin duda que hubiera sido pedirle demasiado- pero cómo no ver en esos párrafos una confirmación -de un autor extranjero y como tal más creíble en ciertos aspectos- de la tesis que vengo defendiendo contra viento y marea en este blog desde hace ya algún tiempo, a saber que España figuró entre los vencidos de la Segunda Guerra Mundial. o en otros términos -o puesto por pasiva- que en la rendición que operó el régimen de Franco por mediación vaticana en el 45, los grandes paganos, chivos expiatorios -puestos en cuarentena desde entonces por fascistas o filo/fascistas "fascistizados" y (cripto) paganos- lo fueron la Falange (descabezada) y los falangistas. Y desde la óptica que nos ofrece este autor francés, es fácil también de analizar -y de disecar- el mito de la Revolución/pendiente, que llevan a rastras aún los que se siguen llamando falangistas (joseantonianos)

Una revolución (sic) que arrastraba lazos de filiación histórica e ideológica innegables con la revolución desde arriba (sic) que venía preconizando el regeneracionismo español desde el último tercio del siglo XIX, en perfecta sintonía (es cierto) con el magma de corrientes de la "revolución conservadora" a la que hace alusión Dominique Venner que se forjaron mayormente en el área de lengua y cultura alemana entre las que cabe incluir por cierto la doctrina maurrasiana, monárquica contra-revolucionaria (sic) y nacionalista francesa. Un ideal revolucionario (y contrarrevolucionario a la vez) que llevó a la práctica -como lo dejé sentado en mi último libro “Krohnn, el cura papicida”- el programa de "guerra total" que el régimen nazi preconizó y puso en aplicación -hasta sus últimas consecuencias- en la fase final de la guerra mundial, tal y como lo anunció el doctor Goebbels en su discurso del Palacio de Deportes de Berlín, de febrero del 43, a seguir a la debacle de Stalingrado.

Guerra total y revolución total hasta la victoria total o hasta la derrota total (sin armisticios cualquieras) Una pieza oratoria que respiraba desde el principio hasta el fin (aún sin necesidad de verse traducida en español) una retorica heroica de lo más familiar entre españoles (y más aún entre falangistas). La Falange murió, léase perdió la Segunda Guerra Mundial, léase, figuró entre los vencidos del 45, y el sueño de la revolución pendiente murió con ella. Lo que le sobrevivió fue una caricatura no poco irreconocible -de la revolución a secas, léase la que buscaban los vencidos del 39- y que se contagió a la mayor parte de los celadores de la memoria azul (o falangista) bajo esa misma advocación (“revolucionaria”) en la posguerra. Como decía Gramsci, teórico marxista de la revolución cultural -del enemigo el consejo-, “una vez que se ve invadida por valores que no son los suyos, la sociedad vacila en sus fundamentos mismos y entonces ya no hay más que explotar la situación en el terreno político” “Lo que se vería cumplido -concluye muy atinadamente Dominique Venner que le cita en el capítulo mencionado-, tras la muerte de Franco” (op. cit. ibídem)

Y a fe mía que no veo explicación más clara y diáfana y escueta a la vez de esa mutación cultural (sic) que vengo denunciando de antiguo -a la que esa expresión cuadra mejor, se me antoja, que esa otra de revolución cultural (de cuño marxista)- que se produjo en España en los últimos años del franquismo y de la que fui testigo y victima a la vez en mis años universitarios. Nada trivial que tuviera que ser un francés el que nos lo hiciera ver claro a los españoles. Como si se viera escrito en los astros. Por el dedo del Destino. De un hado común a franceses y españoles

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