miércoles, agosto 24, 2016

MARION LE PEN Y LA MÚSICA DE RAP

Marion Le Pen es una joven político francesa -diputada del Frente Nacional- y además de ello, una mujer de su tiempo (de veintiséis años) que se habrá visto victima de especulaciones en la prensa por sus opiniones musicales (matizadas) a cuento del rap. Otros vendrán que bueno te harán. Y el rap que dejó no poco traumatizado al autor de estas lineas de su paso por una cárcel de derecho común (Bruselas, en el 2000) -por no dejarme dormir (durante dos semanas con sus noches) - daría paso una década después a la indignación callejera y a las primaveras árabes que tuvieron poco de musicales. Si el rap puede ser terapia adecuada o no a un cierto publico (mayormente inquilinos de las cárceles de derecho común, o habitantes del microcosmos de la pequeña y mediana delincuencia) lo dejo a los entendidos. Entre tanto, prefiero otra juventud, la que Marion Le Pen representa
Marion Le Pen, sin duda por su juventud -y no sólo- atrae irresistiblemente la atención de los medios (como a las moscas la miel), y de todos los que pululan o transitan dentro de sus galaxias. Y ahora se ve de nuevo envuelta (a su pesar) en una polémica atizada por los medios hostiles al Frente Nacional en Francia en la que habrá querido implicarla un cantor de rap de raza negra -guineano de ascendencia- y de veintiún años de edad (Black M) que habrá venido a emplazarla a través de unas alusiones inconvenientes e improcedentes en extremo en su último disco -o clip o como se digan ahora las producciones de los protagonistas del show business- “estoy en casa (aquí)” (“je suis chez moi, eslogan preferido de del Frente Nacional y el más socorrido de sus mítines y manifestaciones)

En lo que se interpreta como una respuesta airada o reacción de despecho del celebre rapero que había visto cancelada en el último minuto la invitación emanada de los medios oficiales -y obedeciendo sin duda a consignas del actual gobierno socialista- a participar en las conmemoraciones oficiales en recuerdo del centenario de la batalla de Verdun (1916)-, de resultas de un movimiento de rechazo bastante generalizado al que no habrá dudado en sumarse la joven político francesa. Verdún y el rap ¿cómo se come eso? Que me lo expliquen que yo tampoco lo entiendo. Y sé un poco de lo que hablo y ademas por partida doble. De esa música afro, como de la célebre batalla de la Gran Guerra.

En el verano del 2000 los meses que me vi preso en la cárcel de Forest en Bruselas a raíz de mi acto de protesta frente al palacio real (y con ocasión de la visita del rey Juan Carlos a Bélgica) me vi sometido -como ya lo denuncié repetidas veces en este blog (y no sólo)- a verdaderas sesiones de tortura psicológica en la celda colectiva del anexo psiquiátrico de la cárcel de Forest de Bruselas, en donde me vi durante dos semanas encerrado y fue por verme impedido de conciliar el sueño casi por completo -ni de noche ni de día- durante todo el tiempo que pasé en aquella celda psiquiátrica por la circunstancia perfectamente previsible -prevista o no a fe mía que no sabría asegurarlo ni negarlo tampoco- por los que decidieron de las condiciones de mi detención de aquellos días dantescos.

Los que me acompañaban en la celda psiquiátrica aquella eran jóvenes reclusos adictos a las drogas duras, sometidos a tratamientos propiamente caballares de desintoxicación,  lo que se traducía en que dormían (todos ellos) a pierna suelta durante el día -bajo el efecto de calmantes, anti-depresores y otros medicamentos de efectos psicosomáticos- y llegada la noche en cambio, conforme a un aforismo manido entre franceses (“si rechazas lo natural acabara volviendo al galope”) ya despiertos y bien despiertos, se pasaban toda la noche en vela oyendo música de rap a todo pasto en el aparato televisión del que disponían dentro de la celda con acceso a ciertos canales especiales de música para gente joven en lo que era sin duda un privilegio -comparado al régimen de los demás detenidos (que no disponían de aquellos)- y una atención hacia ellos a la vez, a costa de mi (¡ay dolor!) sometido a la cohabitación forzosa con todos ellos, que me veía así convertido, aposta o por un descuido o inadvertencia no poco trágica -y escandalosa- de los responsables del establecimiento, en el pato de la farsa aquella.

Sin poder dormir de noche por culpa del rap (y otras músicas de ente joven) ni de día por culpa del estruendo que reinaba en permanencia dentro del establecimiento, en sus patios como en sus galerías. Excusado el decir que salí de la experiencia aquella por mi propio pie -de milagro casi (tras superar ideas de las más negras)-, y detestando con toda mi alma aquella música de contra cultura (tan mimada por la izuierda). Hoy, pasados ya diez y seis años de la pesadilla aquella, veo el rap con un poco mas de filosofía.

Otros vendrán que bueno te harán, reza el refrán. Y tras el fenómeno del rap típico de los años dos/mil, vinieron la indignación callejera y las primaveras árabes -a fe mía poco musicales- de la segunda década del milenio y de resultas o de secuela principal de las mismas, una erudición -rampante y amenazante- de islamismo cultural e ideológico a escala mundial que si por algo se caracteriza es por su aborrecimiento de todas forma (hasta las mas nimias) de cultura occidental, entre las que sin duda hay que contar la contracultura -o subcultura- del rap (por méritos propios) Sigo pesando que el rap tiene algo de desquiciante (sin duda por su ruptura deliberada del ritmo y de la cadencia) para un a sensibilidad normal -hablo de mentalidades y sensibilidades occidentales al menos- de agresión psicológica y que es difícil no asociarlo a los estados límite de excitación -o alucinación- que provocan las drogas duras.

Si puedan servir en circunstancias excepcionales y para un publico especial como el que puebla las cárceles de derecho común, y que integran pari passu (cuando salen de allí) el universo o micro cosmos de la (pequeña o mediana) delincuencia, de terapia individual y de grupo, prefiero dejar la respuesta a los que sepan más que yo del tema. De todas formas el rapero vetado por Marion Le Pen tenia poco que ver con el centenario de la celebre batalla de la primera guerra mundial, por cualqier concepto.

Verdún no me es tampoco extraño, no más que a una mayoría de españoles eso desde luego. Estuve alli en mis años de estancia en el seminario de Econe, aprovechando mi estancia durante unas vacaciones de semana santa (en el 75), en Lorena, en una localidad cercana a Metz, y en casa de los padres de uno de mis compañeros de Econe, un seminarista francés, que me me llevó a Verdún, alto lugar para él de patriotismo como para tantos franceses, y que ante lo que sin duda notaba en mi de una cierta indiferencia (relativa) -comparada en todo caso al fervor patriótico y religioso a la vez del que él daba muestras visitando aquellos blocaos y aquellos fuertes semi derruidos uno a uno-, acabó diciéndome -sin animosidad alguna no obstante- que como yo no era francés no podía comprender lo que Verdín significaba para él y para el conjunto de los franceses.

Hoy sigo sin comprender tal vez del todo a gusto de aquel compañero francés (que tomó otros rumbos distintos de los míos justo a seguir y al que nunca más volví a ver), pero pienso haber ganado con el paso de los años -y los diluvios- no poco de empatía en relación con esa batalla y otros grandes hitos de la historia europea, como español y europeo al mismo tiempo. Y habré caído de pronto en la cuenta leyendo -de un tirón- una obra que aquí ya evoqué recientemente de Dominique Venner (“El siglo de 1914”) y en especial el capitulo que dedica a la primera guerra mundial y mas en particular al largo parágrafo que dedica a la celebre batalla en la que se destacó el general Pétain, amigo de la España nacional durante nuestra guerra civil.

Sigo pensando -como pensaba Dominique Venner también- que la Gran Guerra fue el principio del fin de la civilización europea (“el suicidio de Europa”, la llamó José Antonio) pero es cierto que una batalla tan sangrienta -casi el viente por ciento de ajas (entre muertos y heridos) para una cifra de cerca de los dos millones y medio de combatientes de uno y otro bando-, se merece un puesto en la memoria, aunque no pille un poco de leos -emocionalmente hablando- a los españoles. Mi difunto padre era español, de ascendencia y de nacimiento, sin lazos especiales ninguno con Francia ni con su historia contemporánea ni con su pasado relativamente reciente sin embargo en dos ocasiones -al menos- de niño fue testigo de reacciones emocionales de su parte de un innegable signo francés por sorprendente que parecer pueda, que nunca olvidé ni dejé caer en saco roto.

Una de ellas -nada mas fácil de recordar e identificar de un punto de vista cronológico- lo fue con ocasión del putsch de Argel (abril del 61) oyendo las noticias del parte hablado de Radio Nacional (de España) que daban cuenta de la sublevación del ejercito francés de Argelia -contra la política de abandono del general De Gaulle- ante lo que se le saltaron las lágrimas (de la emoción) delante mía. La otra fue mas reciente, en mis años adolescentes, cundo le vi emocionarse a otra vez en un programa de historia en la televisión que evocaba la erupción en la Francia del periodo de entreguerras del movimiento fascista francés -o fascitizado o fascistizante- de las Cruces de Fuego que por su nombre hacia evocar escenas de la Primera Guerra mundial como se recordaba -acompañado de instantáneas gráficas- en aquel programa.

Con lo que mi difunto padre militar español fiel a su memoria española me dejaba en prenda muestras de su identificación con una memoria heroica colectiva francesa y a la vez europea. Un testimonio familiar que brindo a mis lectores en homenaje a Marion Le Pen a la la que admiro (como todos aquí ya saben)

No hay comentarios: