martes, agosto 02, 2016

¿INTERVENCIÓN DEL REY EN LA CRISIS?

Franco y Alcalá Zamora. En un articulo de tipo histórico acabado de publicar en el diario digital de Pedro Jota Ramírez (fuera de toda sospecha) se afirma negro sobre blanco que el entonces presidente de la República, con el pretexto (sic) de la corrupción -léase el escándalo del estraperlo- provocó una crisis política que llevó a las elecciones de febrero del 36 y al triunfo del frente Popular (y lo que se seguiría) ¿Cualquier parecido con la realidad de hoy pura coincidencia? El argumento, agazapado tras el dato histórico que ahora se recuerda, y capcioso viniendo de un detractor tan destacado del actual jefe de gobierno,se presta sin duda a una interpretación sibilina. ¿Un llamamiento a la intervención egregia con vistas a evitar elecciones a toda costa (lo contrario de lo que ese diario viene propiciando)? En la situación actual -de pulso sostenido entre Sánchez-Rajoy- y vista la negativa resuelta y reiterada del líder socialista a dar su brazo a torcer, no podría traducirse más que en hacérselo torcer al otro. Lo que sin duda Pedro Jota en el fondo viene buscando. ¡Lagarto, lagarto!
Transversal, transversalidad, son palabras que se pusieron de moda en el lenguaje de politólogos y de comentaristas de actualidad hace ya un rato y que ponen en blanco los ojos de algunos idealistas por lo general muy jóvenes, pero en España eso no funciona. En Francia, en Grecia, en Bélgica francófona, en Rusia, en Turquía tal vez, allá ellos, pero en España no, como decía el capitán de Flandes, “España y yo somos así señora”

Cualquier parecido con la realidad, pura coincidencia es cierto, pero algunos seguimos sintiendo la diferencia tratándose de este tema. Y lo vuelve a poner al destape o de manifiesto por si dudas cupieran el enésimo plante del líder socialista ante el jefe de gobierno en funciones, como aquél lo habré dado a conocer a la salida del último encuentro entre los dos. No, no y no. No es que no. Hoy y ayer y por los siglos de los siglos. Ellos y nosotros. La barrera de la guerra civil -de ”izquierdas” y “derechas”- más enhiesta (y amenazante) que nunca.

Algunos -a tenor de como vienen respirando estas entradas desde que se abrió la crisis política en curso- pensarán que arrastro una obsesión con el actual secretario general del partido socialista, pero es cierto que en cuarenta años de democracia parlamentaria tras la transición política que seguí al día ojo avizor, nunca le vi tanto el plumero o las oreja al lobo -de la guerra civil interminable- a ningún otro líder de la izquierda española ni siquiera a Felipe González en su fase mas entusiasta y de más triunfante.
 Ni siquiera al Nietecito, por aquello tal vez que otros vendrán que bueno te harán o por lo que sea, pero este socialista cuatro/caminero -de una tierra de aluvión o de emigración (interior) decimonónica y de principios del siglo pasado-, tan bien/parecido, tan coronado por el éxito profesional (que no político), tan empecinado y tan irreconciliable habrá tenido la virtud de despertar de golpe todos los viejos fantasmas en algunos -muchos, pocos- como el que esto escribe. Anchas son mis espaldas exclamó Calvo Sotelo (poco antes de ser asesinado) y las de la diosa democracia -y sus constituciones- mas todavía como lo comprobaría aquél a sus expensas.

Los socialistas españoles no pueden dar lecciones de constitucionalismo o de respeto de las garantías constitucionales, porque ellos mismos las violaron abiertamente o se las saltaron a la torera no pocas veces a lo largo de su historia, en octubre del 34 y en la primavera del 36 y antes aún, por la actitud insurreccional que mantuvieron a raíz del Desastre de Annual, que acabó trayendo como era de esperar el gobierno de un Directorio Militar durante la Dictadura de primo de Rivera y les llevó directamente a la conspiración contra el orden institucional tras la caída de aquella. El mismo Zapatero se saltó alegremente la actual constitución (del 78) en relación con Cataluña. Por eso no son creíbles en esa pataleta que les ha entrado ahora por las declaraciones de Rajoy a la salida de su rencuentro con el rey donde no supo aclarar si iría o no a someterse a la votación de investidura. No procede. Está de más su escandalera.

El artículo de la constitución que esgrimen tan furiosamente ahora no contempla esa situación -de chantaje y de bloqueo- inédita, surrealista, guerra civilista, typical spanish. Y por lo tanto no obliga. Punto. Por mucho que se rasguen las vestiduras. Y uno de los que cayeron en la trampa lo habrá sido Miguel Argel Aguilar que algunos en las redes y en las discusiones de internet pintan ahora como un periodista lacayo del PSOE y de sus estrategias “partisanas” o partidistas, y que habrá protagonizado un encontronazo con Soraya Sáenz de Santamaría en la conferencia de prensa de esta última a raíz del encuentro de Rajoy con el rey y de las palabras de este a la salida.

No seré yo tan sañudo como algunos con el veterano periodista. Viejo conocido mio, Miguel Angel Aguilar, de antes incluso de lo que algunos se piensan. En el tardo franquismo -cuando yo anduve metido en política (en mis años universitarios, finales de los sesenta, principios de los setenta)-, que él iba de monárquico (de Don Juan) y de anti-franquista en la España de entonces. Y sin duda que era su derecho. No le conocí entonces en persona aunque sí que le leí y oí hablar mucho de él -del testimonio directo incluso de algunos que sí le conocían-, pero vendría a conocerle en cambio muchos años más tarde por vuelta de los inicios del Milenio en una conferencia que pronunció en el Instituto Cervantes de Bruselas (cuando yo todavía les honraba con mi presencia), donde evocó la guerra civil y el protagonismo de la Fundación Carlos de Amberes -que patrocinaba aquel acto- y de su sede en Madrid en zona roja, que dio refugio a muchos, entre ellos a familiares del mencionado periodista, como él así lo revelo entonces.

Olvido (o amnesia que a fe mía no lo sabría decir) lo que respiraban las palabras -y la expresión del semblante y los ademanes a cual más expresivo (de desgana, y de frustración honda)- que le oí a Miguel Ángel Aguilar durante su intervención la ocasión aquella. Como si estuviera ya harto de oír hablar del tema y quisiera ponerle un punto final -en el plano personal- de una vez por todas (Querías arroz, tres tazas. ¿Estabas harto de la guerra civil, periodista liberal y anti-franquista? Ahora te la está sirviendo en bandeja ese que pareces acatar como si fuera tu jefe en política)

Y por eso no resultó creíble en su interpelación a la vicepresidenta, y por eso tal vez también perdió al final los estribos y acabó a gritos, con la imagen un tanto deslucida que de él guardábamos sin duda muchos, de periodista independiente e inteligente, y de una memoria familiar a rastras (nota bene) de niño de derechas (…) La Constitución no es intocable, no lo fue ni siquiera en Inglaterra tras la Gloriosa (1688-1689) -referente histórico inamovible nota ben de demócratas y constitucionalistas españoles (y extranjeros)-, y de hecho consentiría no pocos toqueteos en sus últimos siglos de historia, en las guerras napoleónicas o en la Segunda Guerra Mundial por aquello sin duda de en la guerra como en la guerra. Como nos ocurre hoy día a los españoles.

Como sea, Mariano Rajoy -que no habrá hecho más que levantar acta de las lagunas del texto constitucional- tiene las manos limpias, en ese punto como en otros. Mientras no se le demuestre lo contrario y por muchos que algunos se rasguen las vestiduras. Y así lo piensan una mayoría (absoluta) de españoles. Los que le votaron y otros que no le votaron y que piensan que tiene derecho a poder gobernar. Lo que durante la Segunda República no se permitió a las derechas. Y vino lo que vendría

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