martes, agosto 23, 2016

CONCILIO ANTI-ESPAÑOL VATICANO SEGUNDO

Monseñor Lefebvre (recién salido del seminario en la foto) era originario del norte de Francia (Turcoing, limítrofe con Bélgica), y tenia en su genealogía familiar un abuela belga flamenca, de Gante. Curiosamente, los visitadores apostólicos del Vaticano que fueron a buscarle la ruina nada más llegar yo a Ecône (en nombre del papa Pablo VI y del concilio vaticano segundo) eran belgas precisamente también los dos. Todo menos trivial. Y es que la operación de desestabilización psicológica -y de guerra de propaganda- que fue sustancialmente el concilio vaticano segundo contra la sociedad española y el régimen político de la España de entonces -estrictamente supeditada al Papa y al Vaticano tanto en el plano político como en el espiritual- no podía menos de tener su partida de nacimiento en unas áreas geográficas de Europa del Norte que arrastraban un pasado español más o menos enterrado en la memoria colectiva de sus habitantes
Ha caído en mis manos en las últimas horas una obra biográfica por cuenta de un personaje de la historia belga contemporánea del que ya me ocupé en una entrada reciente y en otras anteriores, y me refiero al que fue el intelectual mas destacado de REX -el movimiento rexista belga fundado por Leon Degrelle- José Streel, que en un reciente libro sobre la represión en Bélgica a seguir a la terminación de la Segunda Guerra Mundial en el 45 del que ya aquí hablé se viene a calificar de único caso de fusilados en Belgica -por hechos derivados de la Segunda Guerra Mundial- a haberlo sido exclusivamente por las ideas y las posturas que  públicamente defendería.


Y me siento aludido, dicho sea en toda sinceridad, por un caso como el suyo porque en las ideas y en la herencia ideológica y religiosa -y socio/cultural- que llevaron en gran parte al belga (ex-rexista) José Streel al paredón de fusilamiento y a la muerte por “alta traición” (en lenguaje del tribunal belga) no puedo menos de reconocerme, al menos hasta un determinado momento de mi trayectoria, en toda una etapa de mi vida que no dejé nunca de asumir por mas que hoy me sienta a años luz de algunas de las ideas que yo defendía entonces.

Y no son un detalle nada trivial ni pura casualidad tampoco el origen y la nacionalidad (belgas) del personaje que nos ocupa. Y es que en aquellos años que fueron los de mi infancia y mi adolescencia -la década de los sesenta- cuando España iba saliendo a trancas y barrancas del aislamiento del mundo exterior que le impusieron el desenlace de la Segunda Guerra Mundial y el bloqueo internacional que seria una de sus principales secuelas, Bélgica el país católico e hispano (o ex- hispano) de la Europa del Norte era la referencia principal para españoles o si se prefiere el horizonte mas o menos entreabierto que se nos ofrecía casi en exclusiva por entonces a los españoles.
Un libro de mis lecturas de adolescente que guardé en el recuerdo. Sin duda porque no lo entendía bien y porque me esforzaba en entenderlo y por eso lo leí tantas veces, prueba que quería a toda costa entenderlo, ya fuera porque en el fondo su lectura me gustaba o me atraía o me intrigaba, o por lo que fuera. Los libros de moda para lectura educativa de chicos y chicas de mi edad en los colegios de curas y monjas de la España de entonces eran títulos como el « Diario de Daniel » o el « Diario de Ana María » (traducidos del francés) Nuestro profesor de religión y de doctrina social de la iglesia –un cura progre de la nueva hornada conciliar (estábamos en 1965, año de terminación del cocilio vaticano segundo)-, decidió en cambio imponernos una lectura más sustanciosa en el plano social, y era aquel título –de un jesuita belga- emblemático de toda una literatura católica belga del periodo de entreguerras (y de los años de la segunda guerra mundial), y más exctamente de un catolicismo/social que en Bélgica habia filtreado no poco, primero con el fascismo y con la Colaboración más tarde durante la ocupación alemana. Tras el concilio, cuando yo leí aquel libro, el catolicismo social -del tipo del de la JOC (juventud obrera católica) de la que el pionero lo fue Cardijn, un belga flamenco precisamente-, se había llevado ya un golpe (o dos) de tuerca y habia acabado arrumbando el fascismo a las cunetas de la historia, al socaire de los vientos nuevos (anti-fascistas) que soplaban, en España más que en parte alguna. Y el que esos vientos (del concilio) nos vinieran en gran parte del lado de Bélgica a los españoles –un país católico e hispano (o ex hispano) de la Europa del Norte (y del catolicismo holandés, lo mismo me da que me da lo mismo) - era sintomático en extremo de la intencionalidad « española » (léase anti-española) del concilio en la mente y en el espiritu de sus padrinos y de sus mentores (e incluso de los padres conciliares)
Sobre todo en el plano religioso, o para ser exactos, ideológico/religioso. Y lo ilustra una obra que me habrá venido a le mente mientras me disponía a redactar este articulo, sin duda por provenir del mismo terreno socio/cultural -el catolicismo belga más o menos fascistizado (nota bene) del periodo de entreguerras (años veinte y treinta)- en el que se veía inmerso el mencionado intelectual rexista. Y me refiero a un librito que se nos impuso de lectura obligatoria -en clase de religión o de doctrina de la iglesia creo recordar- de un jesuita belga, traducida al español y publicada en España en la inmediata posguerra, y en ediciones sucesivas en los años posteriores, a saber, “Dios hablará esta noche”, una novela que me impactó , sin duda en la misma medida que no comprendí gran cosa del mensaje explícito o subliminal que arrastraba, lo que me obigó a leerla varias veces y  lo que venia tal vez a seconder o a querer decir que era más lo que de ella me atraía y me fascinaba que lo que de ella me resultaba hermético e incomprensible -o me dejaba frío-, lo uno por lo otro sin duda alguna.

Y era sin duda por ese aire belga, o de Europa del Norte -de una zona no ubicada o no del todo en mi memoria entonces pero que venia a corresponderse con el Norte (histórico) de Francia (le Nord) y Bélgica limítrofe (y los países Bajos)- que históricamente se correspondió con una de las principales zonas de implantación y de presencia (duradera) española por cima de los Pirineos, como lo ilustraba una de las escasas referencias geográficas recogidas en aquella obra -lo mismo que la cronológicas-, a saber la descripción de paisajes del Escalda, el gran río que surca de una punta a otra la zona flamenca de Bélgica en lo que sin duda no dejaba de ser un trazo de realismo mágico que aumentaba la fuerza de impacto de la obra en sus lectores.

Tampoco habia referencias históricas o cronológica precisas pero el marco ambiental que traslucía en el relato lo era a no dudar -de lo que recuerdo de su lectura- el periodo de entreguerras, y sin duda el aproximarse de la Segunda Guerra Mundial, por lo turbio y revuelto que le parecía el mundo de entonces al joven protagonista,y por otra referencia precisa de la obra, un estadio o centro de deportes -el Aquileón (referencia al griego Aquiles y al nombre del palacio residencia de la emperatriz Sissí en la isla de Corfú, todo ello muy de moda en la Europa de entreguerras)- en la que el joven protagonista -sin duda en parte trasunto biográfico del autor, de un padre director de una empresa (por lo que vengo saber hoy)- iba a hacer deporte, gimnasia o atletismo en horarios nocturnos después de su jornada (de estudiante,cabe presumir) y en donde tenía ocasión de tratar con jóvenes de una extracción social distinta de lo suya -los obreros y empleados de su padre en resumidas cuentas (op. cit. p. 286)-, lo que dejaba traslucir esa preocupación social que estaba ya presente sin duda en el catolicismo (pre conciliar) de los años de entreguerras, al socaire o a favor del auge de los movimientos fascistas y fascistizados que hacían de lo social uno de los leitmotiv, si no buque insignia de sus programas, y que después de la guerra en los sectores sociológicamente ligados al bando o de los vencidos -léase los nazi fascismos- heredaría un catolicismo en el que bullían tendencias y corrientes que saldrían a la luz hasta acabar por imponerse con ocasión del concilio vaticano segundo.

Y es curioso que aquella novela hiciese irrupción en la vida del autor de estas lineas hacia unas fechas (por vuelta del 65) que coincidieron con la terminación oficial del concilio y el arranque -en una de sus secuelas principales- de la mutación cultural (e ideológica)- tan profunda que se seguiría en la sociedad española de los años (finales de los sesenta y principios de los setenta, antes incluso de la muerte de Franco y de la transición política que inmediatamente se seguiría. Como un signo premonitorio de la mutación cultural a la que arriba aludo. De un sello belga indiscutible. Me explico, que si es cierto como lo vengo sosteniendo de antiguo qe el concilio fue en el propósito primero en la idea matriz de sus mentores supremos una operación de desestabilización psicológica -y de guerra de propaganda- que tuvo a la sociedad española y régimen político (franquista) de la España de entonces -el único estado confesional que y el ultimo botón de muestra de catolicismo sociológico ya en el mundo por entonces-, de blanco u o objetivo último y supremo, no es una casualidad ese sello belga -y holandés católico a lal vez- mas que francés o alemán que cobraron el concilio y sus reformas. De unas regiones las únicas en el continente europeo por cima de los Pirineos -si se excluye el Franco Condado francés- que arrastran un pasado español irrenunciable por mucho que se vea enterrado en la memoria colectiva de sus habitantes.

Y un detalle ilustrativo en extremo de ese sello yo diría mas belga aún que holandés de las reformas conciliares lo fue el que lo visitadores/apostólicos que mandó como pájaros de mal agüero el Vaticano al seminario de Ecône -a los pocos días de yo llegar en noviembre del 74- de pre anuncio de la suspensión a divinis que se vería impuesta Monseñor Lefebvre año y medio mas tarde, lo fueron dos prelados de la curia -no obispos, pero sí con titulo de monseñores- de nacionalidad belga precisamente los dos (y de lengua francesa) que parecían en el ambiente tradicionalista aquél de Ecône como yankis en al corte del rey Arturo (como si se hubieran puesto a vestir, otra vez, la sotana, justo el día anterior, así los vimos todos allí desde luego) En una discusión iniciada hace ahora poco mas de un año -e interrumpida poco después- en unos foros de discusión de tendencia carlista (mi sentido de la orientación ideológica no me falla tratándose de medios españoles), por cuenta mía y de algunas de las entradas de este blog se venia a poner en entredicho alguno de mis testimonios relativos al periodo que inmediatamente precedió a la condena de Monseñor Lefebvre y al ambiente que reinaba en España -en ciertos medios al menos- tal como lo vivió y o recuerda el autor de estas lineas.

Soy gato escaldado con un largo (e ingrato) historial a cuestas de intervención en foros de opinión en los que siempre fui con mi nombre y apellidos por delante, flotando por así decir en una masa de comentarios de réplica y respuestas de intervinientes anónimos todos o casi todos ellos, y sin duda por eso me abstuve hasta hoy de entrar al trapo de las alusiones directas -y no exclusivamente honrosas algunas de ellas- que en aquella discusión se me reservaban. En ella se rebate mi afirmación de que por vuelta del verano del 75 -poco meses antes pues nota bene de la muerte de Franco- hubiera sido impensable la idea de abrir una capilla tradicionalista en España en la órbita de Monseñor Lefebvre. En lo que me parecía un botón de muestra elocuente del sometimiento del régimen de Franco al Papa y al Vaticano y en suma de lo político a lo eclesiástico religioso en la España de entonces. Y se me oponía el argumento de que los testigos de Jehová y los del Palmar de Troya tenían ya por entonces las suyas, sin problemas mayores.

Tal vez, pero Lefebvre -por poco conocido que lo fuera entonces todavía en España y en el conjunto de la opinión publica española- era punto y aparte. Un problema interno -un tumor les parecería a algunos- al catolicismo y como tal un asunto de Estado (sic) de la mayor importancia y transcendencia en la España de entonces y en el régimen anterior, que como ya lo sostuve y probé e ilustré en mis libros recientes, era el de un estado (férreamente) sometido a la jurisdicción temporal del Papa y del Vaticano -léase de la Nunciatura- en todo lo referente al plano de la política religiosa, que lo abarcaba todo o casi todo (todavía) en la España de entonces o así había sido hasta no hacía muy poco. Desde la rendición de España (por mediación vaticana) a los aliados en el 45. Un asunto de estado Lefebvre en la España del tardofranquismo, como (mutatis mutandis) lo fueron en el Portugal de antes de Abril las apariciones/marianas de Ladeira do Pinheiro -antes de derivar en secta nota bene, como las del Palmar de Troya-, no reconocidas por la iglesia y como tal furiosamente reprimidas -doy fe de ello- por la Guardia Nacional Republicana (en los últimos tiempos del Estado Nuovo) Y el secretario (provincial) del Movimiento en Cádiz al que yo aludía en esa entrada de este blog, se puso en contacto de inmediato a no dudar -a la vista de mi pedido de celebrar una charla en público sobre la obra de Lefebvre en la capital gaditana- con la iglesia local, y estos con la Nunciatura y asunto concluido en la medida que Monseñor Lefebvre ya estaba en abierto desafío con el Vaticano tras haber entrado en conflicto (unos meses antes, en mayo del 75 nota bene) con las altas instancias de la iglesia suiza, que retiraron la autorización a su seminario.

Tan simple como eso. La prueba por el nueve pues -ese boicot político/religioso descarado del que Lefebvre se vio objeto en la España del franquismo tardío- de la operación de guerra psicológica que fue en substancia el Concilio Vaticano Segundo contra el régimen político y la sociedad española en la España de entonces. Y no es de extrañar que los que mangoneaban entonces -en la órbita estatal (nota bene), no eclesiástica me refiero- de una manera u otra en materia de política religiosa, se nieguen aún a reconocerlo. Ellos o sus sucesores y descendientes

1 comentario:

Anónimo dijo...

a veces algunos blogs "enemigos" traen informciones muy reveladoras:

http://jmalvarezblog.blogspot.com.es/2016/08/quien-vencera-en-las-elecciones.html