sábado, octubre 24, 2015

CATALUÑA EL ABUELO DE RAJOY Y EL PUÑO EN ALTO

La prensa extranjera evitaba hoy cuidadosamente la instantánea, pero la tentación era demasiado fuerte por lo que se ve para la prensa española. Mariano Rajoy jefe de un gobierno español de derechas saludando, no brazo en alto –vade retro!- como lo hizo de joven su mentor Fraga Iribarne, sino con el puño cerrado. Nos hicimos semejantes a las cosas que amamos, reza la biblia (canoníca) Y está claro que los fantasmas históricos e ideológicos –y familiares (del propio Rajoy)- que revolotean entorno a esa foto, tienen mucho que ver con la situación crítica por la que España atraviesa las hora que corren en Cataluña. ¿Clave de explicación ese gesto todo menos anodino de la negativa terminante de Rajoy a abrogar o a modificar de un ápice siquiera la ley de la Memoria durante su mandato? Una memoria no obstante que además de ser guerra civilista es claramente secesionígena, como lo ilustra el que la ley funesta se viera aprobada con los votos decisivos de Convergencia, un partido nacionalista catalán e independentista
Los lapsos son relevadores, reza el psicoanálisis, y los actos espontáneos e irreflexivos mas todavía, se nos antoja a algunos. Por eso, el que tuvo ayer el jefe del gobierno Mariano Rajoy, saludando con el puño cerrado mientras su homologo polaco le levantaba el brazo buscando el plebiscitarlo entre los asistentes a la reunión ayer en Madrid del Partido Popular Europeo (PPE), no podía pasar aquí de largo sin merecerse una glosa, como otros temas u otros gestos que aquí la tuvieron tal vez no tan merecida.

No soy anti-Rajoy, vaya dicho de entrada, aquí todos ya lo saben o lo adivinan, no comparto la histeria de algunos en su contra, azuzada convenientemente en ciertos medios, incluso en el sector derecha. Tampoco le pongo ni le puse nunca una fé ciega –y no me sería difícil de mostrarlo con ayuda de las entradas de este blog (y no sólo)-, y si siempre me pareció saber reconocer sus límites, tras su gesto espontáneo de ayer, se me ocurre que más todavía.

España atraviesa una tesitura crítica, tal vez la más crítica de su historia en la posguerra que lleva por nombre no el de la crisis financiera –de la que ya no habla nadie o casi nadie- sino el de Cataluña. Y si se puede decir que Rajoy acertó hasta ahora a evitar lo peor, no creo que se pueda decir en cambio que nos haya sacado ni mucho menos del atolladero (catalán) ni tampoco se sabe cuándo ni cómo la situación actual, a saber el proceso de disgregación en curso hará eclosión en un sentido u otro en aquella región española.

En una toma reciente de posición que aquí ya comentamos de Cayetana Álvarez de Toledo diputada del PP, donde anunciaba su desistimiento a presentarse por las listas de su partido a las próximas elecciones generales, se acusaba a Mariano Rajoy de lo mismo que este habrá echado en cara al jefe de la oposición (PSOE), esto es, el no saber qué hacer con España, se sobreentiende en Cataluña. Y en un incisivo y valiente artículo que aquí ya comentamos de José Javier Esparza glosando el reciente discurso de Felipe VI en el Parlamento Europeo se disecaban literalmente las palabras del monarca, de las que se venía a concluir que tampoco Felipe VI parece saber qué hacer con España, léase con Cataluña.

El rumor tenaz nunca desmentido que yo sepa hasta hoy endosa a Mariano Rajoy un abuelo (materno) nacionalista gallego represaliado en, la posguerra. Y ese puño cerrado de que hizo ostentación en la reunión de ayer no viene precisamente a disipar los fantasmas guerra civilistas que se agitan por cuenta de su abuelo nacionalista en torno a la figura de Mariano Rajoy, más bien todo lo contrario. ¿Razón o explicación última de no haber dado la menor muestra en estos cuatro años de mandato de una voluntad política cualquiera de su parte o de parte de su gobierno de querer abrogar la ley de la Memoria?

Obvio es no obstante que esa ley funesta –que solo se vio aprobada nota bene con el apoyo decisivo del partido nacionalista (e independentista) de Convergencia, del actual “president”- legitima a todos los fautores de separatismo e independentismo en Cataluña y desautoriza –y deslegitima- en cambio a los que pretenden combatir y neutralizar –y yugular- por todos los medios a su alcance el proceso de desmembración en curso en Cataluña. Como lo ilustra el reciente aniversario de la muerte de Companys y las ofensivas memorísticas -y secesionígenas- a las que habrá dado ocasión y prestado cobertura. Del presidente de la Generalidad, en persona, sin ir más lejos.

El monarca reinante en la concesión de los premios príncipes de Asturias acaba de alertar contra los que pretenden (sic) erigir muros con los sentimientos, con lo que sin duda –a creer al menos a los medios- estaba haciendo alusión a la situación en Cataluña y a la persona del propio Presidente de la Generalidad, y así queremos creerlo. Los sentimientos no nacen no obstante por generación espontánea, sino que requieren un previo caldo de cultivo y en el caso de Cataluña está claro que ese terreno propicio lo ofrece una memoria de vencidos de la historia de España y de Cataluña desde hace tres siglos, como cuento demostrarlo e ilustrarlo en detalle en mi próximo libro en trance de preparación que llevará por tema Cataluña y la tentativa secesionígena allí en curso.

La ley de la memoria histórica no solo es guerra civilista sino también secesionígena, razón de más para exigir su abrogación. ¡Ya! Y esa es la asignatura pendiente de mayor urgencia, no sólo de la legislatura actual y del actual gobierno sino también del reinado del actual monarca

1 comentario:

restituto dijo...

Seguramente estaba pensando en el partido de hoy: Celta-Real Maadrid.