miércoles, octubre 21, 2015

PORTUGAL Y EL ATENTADO DE CAMARATE

El "accidente" de Camarate (4 de diciembre de 1980) –extrarradio norte de Lisboa- en el que falleció Sa Carneiro, entonces jefe de gobierno portugués (de derechas) junto con su mujer danesa –ambos en la foto- y también su ministro de Defensa, Amaro da Costa (y su mujer), nunca fue esclarecido del todo hasta hoy. Una enésima comisión parlamentaria concluyó por la tesis del atentado hace ahora dos años, sin mayores consecuencias. Camarate es no obstante símbolo mayor del bloqueo endémico de la situación política portuguesa que lleva ya casi cuarenta años con el reloj parado, como lo ilustran los dos grandes protagonistas (en la sombra) de la crisis política que vive el país vecino las horas que corren, el actual presidente Cavaco Silva de un lado, que fue ministro de Economía de Sa Carneiro, y Mario Soares, el viejo dinosaurio socialista (incombustible) y gran beneficiario político de la tragedia de Camarate, como José Luis Zapatero lo fue de los atentados del 11 de marzo
Me da pereza el tema portugués humildemente lo confieso, pero ante lo imperioso del comentario sobre la actualidad candente que me impongo en estas entradas, me rindo a la evidencia de tener que abordarlo, un poco a regañadientes. Pereza sobre todo, sí, una pereza casi invencible, porque parece como si en Portugal todo siguiese igual desde que me fui de allí tras tres años y medio preso para nunca más volver salvo un breve regreso en el 93 del que no guardo muy buen re cuerdo por culpa de los periodistas españoles que me acompañaban y que estuvieron a punto de hacerme caer en una encerrona en Fátima de la que me libré –gato escaldado del agua fría huye- por los pelos, y por mis buenos reflejos.

Una buena humorada a fe mía me tenían preparada -"cachondos" ellos- que les hubiera proporcionado el reportaje del siglo (un decir) a costa mía por supuesto. Nunca más volví a Portugal, ya digo, pero leyendo los comentarios de prensa y los análisis de los resultados de la cita electoral de hace algunos días me embarga la impresión un tanto sofocante que en al país vecino se les hubiera parado el reloj hace ya cuarenta yun años exactamente desde el 25 de abril del 74 que iba a marcar mi vida mucho más de lo que yo mismo me imaginaba.

Hay un personaje que sigue igual desde luego, a como entonces, y me refiero al actual presidente de la República del que se diría que se tiene reservado –por su acceso a a presidencia de la República- un sitio o refugio en el monte Olimpo lejos del mundanal ruido y de la opinión publica de su propio país en la que enfrento siempre vientos contrarios, entre un sector de aquella particularmente que sigue empecinadamente viendo en él un rescoldo del antiguo régimen tan denostado del Estado Novo, y un enemigo en el fondo (y en lo más hondo) de la revolucion de los claveles.

Como lo veían –y no sin razones- en Sá Carneiro que fue el jefe político de Cavaco Silva, el actual presidente. Sá Carneiro había sido diputado de la Asamblea Nacional portuguesa en tiempos de Marcelo Caetano donde encabezaría una oposición crítica –partidario de la entrega de los territorios portugueses de África y de Ultramar, teatros entonces de una desgarradora guerra colonial- que hacía las delicias de la prensa izquierdosa española del tardo franquismo hasta que la Revolución de los claveles lo arrumbó al cuarto de los trastos viejos, del que solo saldría para liderar -como si le lloviese del cielo- la corriente que generó a modo de reacción en la sociedad portuguesa –agrupada en torno a Acción Democrática (AD)- el vendaval que siguió a la revolución que se tradujo sobre todo en la descolonización del antiguo imperio portugués, uno de los procesos descolonizadores mas traumática del siglo XX y a fe mía que sé un poco de lo que hablo, por mi estancia en Portugal -de la que todos los que aquí me leen (creo) están al corriente-, y por el abordaje que aquella (dura) experiencia me permitió tomale el puslo y seguir de cerca el fenómeno de los “retornados” léase aquellos portugueses –en número aproximadamente de un millón- que tuvieron que regresar a la metrópoli tras la revolución de los claveles y la independencia de las colonias que se seguiría.

Sá Carneiro lideró una corriente democrática anti-izquierdas que arrastraba tantos complejos (de culpa) como los que arrastraría en España el PP (de nuestras culpas y pecados) Con todo, frenaron el camino de la nación vecina hacia el abismo y evitaron que Portugal se hundiera en un régimen de tipo soviético (o pro chino) bastantes años antes de la caída del Muro.

Lo que Sá Carneiro pagó con la vida en un accidente de aviación hasta hoy no elucidado, y su fiel ministro de Economia, Anibal Cavaco Silva -el actual presidente de la república-, con una larga travesía del desierto de la que sólo saldría (políticamente) a flote hace unos años.

En la tesitura en la que se encuentra el país vecino tras el aparente callejón sin salida en que la habrá puesto el reciente desenlace electoral, algunos vemos el dedo la mano de otro personaje que sigue igual que Cavaco Silva y más incluso y más grave que aquél en la medida de tratarse del más viejo dinosaurio de la política portuguesa en los últimos cincuenta o sesenta años y me estoy refiriendo al que fue presidente de la república, Mario Soares, viejo conocido mi (un decir), por verlo a todas horas en primera plana de los medios –siempre dando lecciones- los tres años y medio que pasé e las cárceles portuguesas.

Me pesó mucho a mí Mario Soares, con su papada (“bochechas”) tan proverbial -como así le motejaba el vulgo- que hacia su figura aun menos liviana, más cansadora (y agotadora), por sus (estrechas) amistades guerra civilistas españolas, por su pasado de resistente empecinado al Estado Novo –amigo y aliado de la España nacional durante la guerra civil española- , y por su perfil en suma de triunfador en aquellos años en lo que el que esto es cribe se veía sumido en lo más hondo de los infortunios.

Nunca transigí ni con su figura ni con lo que representaba, pero confieso que ante él me vi siempre presa de una cierta inhibición –y estando allí dentro mucho mas por supuesto- por lo que fuera, ¿Por portugués?¿por izquierdista? ¿por guerra civilista? Todo junto y bien revuelto e me antoja.

Había algo no obstante que pienso que no calibré tal vez nunca en su justo medida, y lo era la ascendencia familiar de Mario Soares, la circunstancia todo menos trivial de tratarse del hijo de un cura “arrepentido” que acabo interviniendo activamente (llegó a ser ministro) en la política portuguesa –en el marco de la primera república portuguesa de fuerte influencia masónica- en el periodo que inmediatamente precedió al golpe militar del 28 de mayo de 1926 a ya la fundación del Estado Novo.

¿Juego de espejos fatídico del que fui víctima subliminalmente, sin darme cuenta? Es posible. Canto del cisne, como sea, o bramido final que me diga del viejo dinosaurio al que asistimos las horas que corren con el anuncio del jefe actual del partido socialista –un ahijado de aquél - de querer formar un gobierno de izquierdas (con los comunistas portugueses nota bene, una especie que no se ve ya por el mundo) desbancando así al ganador de las elecciones (sin mayoría absoluta)

Con lo que la política portuguesa parece adentrarse de nuevo en una zona de turbulencias –e inestabilidad- de la que saldrá renovado, y sin dinosaurios del genero predicador(de tal palo tal astilla) y donante de lecciones (y moralista)

Esa es mi apuesta, sin complejos ya y sin inhibiciones, de eso pueden estar seguro Mario Soares y sus amigos portugueses y españoles

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