lunes, agosto 17, 2015

OKUPAS Y LOS QINQUIS MERCHEROS

El Lute, en la vulgata piadosa (y de izquierdas) que arrastra, "trabajó" (de abogado) (...) en el despacho del "viejo profesor" socialista (que no era de Soria sino de Embajadores, donde vivió en la guerra civil, de joven y en edad de combatir) ¡A otro perro con ese hueso! Pero esa leyenda es ilustrativa en extremo del protagonismo –social y político incluso- de los quinquis mercheros en la España del tardo franquismo y de la democracia. El sello quinqui –de delincuencia y de corrosión y delicuescencia asocial- era inconfundible y se notaba omnipresente en el Madrid de los tiempos del Viejo Profesor (y de su sucesor) cuando salí en noviembre del 85 de la cárcel portuguesa, y fue uno de los motivos que me decidieron a mi expatriación. Y ahora se diría que se le ve levantar cabeza –tras la llegada de la jueza rojelia a la alcaldía madrileña- con el fenómeno okupa del que no hay que ser un lince –aunque sí tal vez el haber pasado por cárceles (¡ay dolor!) de comunes- para descubrir los lazos con esa delincuencia (y criminalidad) del tipo quinqui o merchero. Su cómplice, dicho sea de paso, en el asalto (años sesenta) a la joyería de Bravo Murillo, Medrano, murio hace unos meses asesinado (a manos de su mujer, segun cuentan las crónicas) y sus restos escondidos en una cueva. ¿Mala semilla nunca muere?
El diario ABC tal vez de pura casualidad –como la mula de Balaán- acaba de acertar de lleno publicando en su edición del domingo pasado, la lista (oficial u oficiosa) de centros okupas en la capital de España. Y conforme a la enumeración del diario madrileño, son veintinueve, a lo mejor treinta o treinta y uno o treinta y dos y que más da, habas contadas. Tenemos que mirarnos de frente como decía Nietzsche, individual y colectivamente y no asustarnos de arrugas, manchas o lo que es peor, de lacras que nos enferman –a riesgo de desahucio- y nos desfiguran.

Y el panorama que muestra ahora el diario ABC es descorazonador pero no desesperado, o como decía un anuncio humorístico de la prensa belga flamenca, desesperado pero no más grave que eso. La infección okupa –en fase de erupción otra vez- es como una enfermedad generalizada –que en realidad lo es- en el casco urbano (y alrededores) de la capital madrileña, un fenómeno un tanto de incógnito –como lo muestra el reportaje- semi clandestino y disimulado salvo en sus casos más emblemáticos y ruidosos y también (relativamente) bajo control –o lo estaba hasta hace poco- o que puede estarlo fácilmente con un mínimo de vigilancia y estado de alerta y ojo avizor, como el que aquí venimos manteniendo desde la erupción del 15-M que es al movimiento okupa como el huevo a la matriz, tal y como el informe del diario ABC –revelando e entramado de grupos y asociaciones subyacente en el fenómeno- nos lo ilustra de nuevo y nos lo confirma.

Estuve repasándome y analizando con detenimiento la lista de centros okupa de la capital de España que publica el diario ABC, y situándolos en el mapa sobre todo –lápiz y papel en mano-, y la impresión que se deduce de él no es muy distinta de la que ofreció hasta ahora, así a primera vista y a tenor de lo que habrá venido publicándose por su cuenta en los medios. Y viene a confirmar también ese dato insoslayable de geografía política urbana de la capital de España, y me refiero a la línea divisoria Norte Sur–entre las zonas altas de Madrid y sus barrios bajos- que puso al destape el desenlace de las últimas elecciones municipales españolas. El barrio de Lavapiés –en realidad una zona circunscrita del barrio de Embajadores- es con mucho, como cabía esperar, el barrio (del distrito Centro) más abundantemente representado.

 Un caso atípico como ya lo venimos denunciando en estas entradas desde hace un rato, por la configuración que habrá venido cobrando ese barrio típico (y bajo) madrileño en las últimas décadas a favor del aluvión emigrante y del auge (concomitante o no) de la delincuencia y de la criminalidad del que Lavapiés –y otros barrios conflictivos del distrito Centro como el de Malasaña (o barrio Maravillas)- se habrá visto teatro, y de un resurgir a la vez de memoria guerra civilista (del 36) si se tiene en cuenta el protagonismo destacado –y no poco siniestro (incendiario y sangriento)- que ese barrio cobró durante la guerra civil al producirse el Alzamiento y consumarse su fracaso en la capital de España, algo perfectamente ajeno a la voluntad de una mayoría de sus habitantes rebasados y anegados por un movimiento de aluvión –como se lo leí una vez (fuera de toda sospecha) a Cesar Vidal, nieto de un dirigente socialista madrileño vecino de la (castiza) calle de santa Engracia antes de la guerra-, procedentes de provincias y de las afueras de la capital y de sus cercanías y reforzados por la llegada de los voluntarios extranjeros (“internacionales”) nada más estallar la guerra, y también durante la encarnizada defensa rojo/republicana frente a las tropas nacionales que ocupaban los Carabancheles justo en frente, en desenfilada (reciproca) de fuegos y de vistas, como me lo enseñaron en la mili (universitaria)

Otra de los principales zonas de implantación de centros okupas -que ocupa el número dos, en cuanto a proporción numérica en el reportaje del ABC)- lo es el barrio (antiguo pueblo) de Vallecas del que también me ocupé en estas entradas y en mi libro reciente de Guerra del 36 e indignación callejera” dede el punto de los receptáculos o contenedores (o “containers”) de la memoria de los vencidos del 36 en el plano de la geografía urbana madrileña.

Y quien habla de Vallecas, habla de los barrios del Madrid Sur más o menos colindantes, como Moratalaz, Usera, y justo enfrente en la otra orilla del Manzanares, los Carabancheles –también representados en el reportaje- "ciudadela sagrada del marxismo" (como la llamó Umbral) en los años de la república. Y la excepción que viene a confirmar la regla son todos los centros okupas restantes mencionados en el reportaje, situados en la zona norte de línea divisoria heredada de la guerra civil, excepción hecha del patio Maravillas (en su nuevo emplazamiento) situado en el distrito Centro, especie de zona de tránsito o de paso entre los dos Madrid (y entre las dos Españas)

Y la mayor excepción lo es por supuesto la zona de Moncloa (Arguelles) –donde nací y crecí (actualmente en el distrito de Chamberí) -, el Madrid de la Victoria del 39, que cuenta dos bastiones okupas y también Tetuán, en las inmediaciones de la glorieta de Cuatro Caminos, la otra ciudadela del Madrid obrero de antes de la guerra –donde agredieron a Ramiro Ledesma a su llegada a Madrid-, que resiste por lo que se ve el verse absorbido por el conjunto de un distrito que votó a la derecha en las últimas elecciones municipales.

Los demás bastiones okupas de la lista de ABC situados al Norte de la línea divisoria (guerra civilista) -se ven ubicados en barrios alejados del centro –como el Pilar, Pueblo Nuevo, Hortaleza o el barrio de la Prosperidad (distrito de Chamartín) considerados hasta no hace mucho como formando parte de las afueras de la aglomeración madrileña.

Es cierto como lo hacen observar algunos comentarios (partidistas) en la red, que la mayoría de esos bastiones vienen ya de antiguo, y que nacieron o sobrevivieron a las alcaldías del PP, ocurre que se encontraban en estado de hibernación como quien dice y ahora en cambio tras la ascensión de la jueza (ex) comunista a la alcaldía habrán entrado (de nuevo) en fase de erupción, lo que explica que Madrid –el Madrid que me voy a encontrar de nuevo dentro de unos días- se encuentre de pronto por que leo ahora en la red –de dos meses  a esta parte (nota bene)-  en un estado de mugre y de cochambre y de dejadez comparable al que me encontré –en tiempos del Viejo Profesor) (horresco referens!)- a mi salida de la cárcel portuguesa.

Y merece tal vez la pena que nos detengamos aquí unas líneas recordando (y revisando) la figura del que fue alcalde socialista de Madrid en la transición por lo emblemático que nos parece de ese dato matricial de nuestra historia española contemporánea que vengo evocando y analizando de un tiempo a esta parte en estas entradas, a saber la rendición pactada del régimen de Franco en el 45.

El "viejo profesor" –del que Umbral entre bromas y veras dejó un retrato al agua fuerte de los suyos, corrosivo en extremo - no era de Soria como siempre lo proclamó sino del madrileño barrio de Embajadores –alto lugar de la memoria de los vencidos del 36 como más arriba en esta entrada, y en otras también, lo habré dejado sentado-, donde le pilló la guerra civil de muy joven (en edad de combatir), era uno de esos vencido (no convencidos)  del 36 de los que se sirvió Franco para poder plegarse a las condiciones que le imponían los aliados sin verse obligado a dejar el poder. Con consentimiento pleno a fe mía del interesado.

Recuerdo –ya lo tengo aquí en alguna ocasión evocado- lo que nos dijo y repitió muchas veces Eugenio Vegas Latapié en sus tertulias políticas dominicales a las que asistí durante un año –por vuelta de 1973 y 74- que Tierno Galván además de acabar siendo catedrático fue durante muchos años en la posguerra profesor en la única academia de preparación a la Escuela Diplomática que existía en Madrid. Sin comentarios.

Franco se sirvió de profesores rojelios como se sirvió también de policías que habían estado en el bando nacional durante la guerra pero que habían servido anteriormente (cuerpo y alma) a la república como fue el caso del comisario Conesa –militante del PSOE antes de la guerra-, de Saturnino Yagüe, que fue director de la Brigada Política Social en la segunda mitad de los sesenta y al que llegué a conocer personalmente y a cruzarme con él en más de una de aquellas movidas de la Falange disidente (y anti-franquista) en las que participé (¡ay dolor!) de muy joven como aquí todos ya saben, amigo y protector de Sigfredo Hillers, cofundador y jefe del FES (hasta su autodisolución) al que aquél dispensó -cuando le mandó detener por la primera vez- de mencionar en el cuestionario que se vio obligado a rellenar, de qué lado habían estado los suyos durante la guerra (…) “De eso ya me ocupo yo”, le habría dicho aquel paternal y protector, y no poco cómplice (como el interesado después lo contaría)

O como el antiguo jefe de los servicios de información de la Secretaría General del Movimiento de Alcalá 44 (un respeto) –por donde a todas luces pasó Francisco Umbral como lo da a entender en su novela guerra civilista “Madrid 1940” (tal y como demostré en el libro que le dediqué)-, Poveda de su nombre, también policía en activo y de simpatías socialistas durante la república. Tales aguas tales lodos.

El Madrid socialista de Tierno Galván era pura cochambre, una autentica vergüenza patria, y fue en gran parte responsable de mi expatriación, porque no me sentía yo en casa deambulando por aquellas calles insalubres y malolientes, llenas de tenderetes de venta ambulante y de basura sn recoger que me encontré –a mi gran consternación y tristeza- en del 85 a mi salida de la cárcel portuguesa.

Pero la gota que derramó sin duda el vaso de mi comprensión y de mi paciencia lo fue la presencia –tan publicitada entonces en los medios- del Lute en la alcaldía madrileña en donde, según todos decían, el Viejo Profesor le había dado trabajo aunque en realidad nadie sabe decir de que trabajó allí y entonces, porque no nos van a hacer creer que trabajó de abogado como rezan las más piadosa de sus biografías.

¡Que venga dios y lo vea! Tres años (y medio) soportando a los quinquis, sus amenazas, su guerra civilismo irreconciliable, su hostigamiento insidioso y permanente, y lo inhóspito y desagradablemente) familiar a la vez de su presencia –como si se tratase de una minoría étnica enquistada en el seno de la sociedad española- en la cohabitación forzosa con ellos que se me infligió en la cárceles portuguesas, para llegar de vuelta a mi patria chica, entre los míos y encontrármelos de nuevo, esta vez partiendo el bacalao en las alturas de la alcaldía socialista madrileña como quien dice.

Detrás del fenómeno okupa está pesente y subyacente –no exclusivamente por supuesto- el de la delincuencia de tipo quinqui (de los quinquis mercheros), y alguien tenía que decirlo en voz alta sin miedo a las consecuencias. Antes de que sea demasiado tarde y acabemos anegados por la crecida de mugre y de miseria –y de corrupción auténtica (léase de criminalidad y de delincuencia)- de la que se ve blanco las horas que corren la capital madrileña

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