martes, octubre 18, 2016

NEOPAGANO MILLÁN ASTRAY Y UNAMUNO JUDEOCRISTIANO

Estatua de Franco que esta siendo exhibida -tras verse decapitada por un escultor (ye iconoclasta) profesional- en la vía publica en Barcelona. Una misma fiebre -de indignación e iconoclastia- la que se habrá apoderado de las alcaldías (indignadas) de Madrid y de Barcelona, tras las elecciones municipales del pasado año. En la estatua de Franco decapitada, y en la defenestración de Millán Astray del callejero madrileño La iconoclastia es una vieja tradición (subversiva)  de raíz judeo cristiana en resumida cuentas, que hizo irrupción en el imperio bizantino (siglo VIII) y volvería a reaparecer en los Países Bajos en los inicios de las guerras de Flandes en la llamada explosión iconoclasta -y homicida (beelden storm) de 1566- que limpió de estatuas e imágenes (y de curas, monjes y monjas)- pueblo y ciudades flamencas. En vísperas de la ejecución publica de Egmont y d'Horn, tras la llegada del Duque de Alba a Bruselas. En un pasado no tan reciente la destrucción de estatuas e imágenes  estuvo penado en los codigos penales, y no hace mas de veinte años, un abogado del Colegio de Bruselas se vio condenado en primera instancia por la defenestración de una estatua del Palacio de Justicia en la capital de la UE, de un personaje de la historia belga del siglo XX que él acusaba de anti-semita. Es un hecho no obstante que la laguna existente hoy por hoy, por regla general, en los ordenamientos penales de lospaíses occidentales en materia de destrucción de obras de arte y de monumentos -y en particular en el ordenamiento español que sólo ve punible el delito de daños (sic) a la propiedad ajena- favorece a los guerracivilistas irreconciliables, por más que su intención iconoclasta -y subversiva- no sea más que evidente. ¿Hasta cuando?
Estaba por dedicar mi entrada de hoy a la agresión de los pro-etarras de Alsasua a dos miembros de la Guardia Cvil y sus parejas pero el incidente intolerable y vergonzoso e inadmisible no tiene mas importancia (periodística) que la que se le quiera dar a un asunto de juzgado de guardia al que acaban de dar una réplica contundente los manifestantes de Pamplona en señal de protesta por la agresión mientras le doy a la tecla. Hablo del incidente en sí, sin querer obviar por cierto el escándalo del mutismo de las actuales autoridades (filo/etarras) de la capital navarra y de las fuerzas políticas separatistas o filo separatistas ante el lamentable suceso, a las que se habrá sumado (en su silencio) -como cabía esperar- los de Podemos. Me decido pues a comentar aquí un reciente articulo de Pedro Jota en su diario (digital) que por la razones que sean ha decidido uncirse al carro de los guerra civilistas e iconoclastas del consistorio madrileño, sobre la decisión del la actual alcaldesa de remplazar el nombre de la calle dedicada a Miguel Astray por la de calle de la Inteligencia en alusión al célebre incidente del Paraninfo de la Universidad de Salamanca.

Pedro Jota viene ahora a recordar cosas ya sabidas por mas que de ellas se haya hablado muy poco como él dice. Algunos ya las conocíamos de sobra por supuesto, pero no parece que vengan a cambiar la percepción del personaje. El propio biógrafo de Unamuno en el que fundamenta Pedro Jota para sus acusaciones en la obra que dedico al que fue rector de Salamanca, le trata continuamente una pagina sí y otra también de “hombre viejo” Y esa vejez de Unamuno -que sin duda tenía ademas de física o de biológica no poco de espiritual- es algo de lo que Unamuno dio muestras con creces en el celebre incidente, y mas aun si cabe en su conducta a seguir personándose la misma tarde que siguió a aquello en el casino de la ciudad, como si no hubiera pasado como si los tiempos no hubieran cambiado de glope de la noche a la mañana -desde el estallido de la guerra civil quiero decir- y como si los vientos no hubieran cambiado de dirección.

Unamuno iba de liberal por la vida, para andar por casa que me diga, y de la noche a la maña aquel viejo liberalismo que “aquel hombre viejo” había llevado siempre por montera se había visto -de un lado como del otro de las trincheras de la guerra civil- arrumbado en el cuarto de los trastos viejos, por no decir en las cunetas de l historia lo que se acuerda mas con lo sucedido en zona roja donde tantos burgueses liberales, por burgueses o por liberales acabarían con un tiro en la nuca, por no querer marcar el paso tras los extremistas de izquierdas o simplemente por llevar chaqueta y corbata. Pero Unamuno como él mismo lo proclamo en el Paraninfo seguía creyéndose sumo sacerdote (sic) de la casta intelectual y universitaria imperante (aún) en la España y en el mundo hasta entonces -en la Europa y el mundo de entreguerras- y le salio mal la jugada porque de repente se encontró más solo que la una, como se encontró el autor de estas lineas en la Universitaria madrileña del tardo franquismo por no querer marcar el paso tras lo indignado de entonces -antecesores de los indignados de hoy- y por no dejarme contagiar por su rabia y por su histeria (anti-fascista y guerra civilista, como los de ahora)

Y en la tarde aquella del casino Unamuno se dio de pronto cuenta que la autoridad moral e intelectual de l a que él tanto había gozado hasta entonces -hasta extremos de apoteosis incluso a veces como cuando volvió del exilio tras la caída de la Dictadura- se había venido abajo de golpe como un castillo de naipes. Como lo prueba el que a partir de entonces -hasta su muerte cuatro meses después- no gozase de mas compañía que de esos falangistas “chulos totalitarios” como así los describe Pedro Jota, y que a fe mía que no lo tenían muy claro -ni sobre Unamuno ni sobre Federico García Lorca- como siguen sin tenerlo claro sus descendientes y legatarios ideológicos (los falangistas puros joseantonianos)

¿Odio y resentimiento lo que resuman estas líneas? No me escondo (mucho) de ese reproche que ya he odio mas de una vez, sobre este y otros temas. Procuro escribir, que conste, sin acrimonia, pero no siempre lo consigo, porque dejaría de ser yo si en determinada circunstancias u ocasiones negase o camuflase mis sentimientos mas íntimos. Repite ahora Pedro Jota algo ya sabido y era que Unamuno estaba escribiendo o tenía intención de hacerlo en el momento de su muerte, un nuevo libro -del genero ensayo cabe suponer- que debía llevar por titulo el de “El resentimiento trágico de la vida” parafraseando ese otro de una de sus obras mas celebres. Todo el mundo lo cita -en España como en el extranjero- pero nadie sabe a ciencia cierta lo que Unamuno pretendía decir dando inicio a esa obra ni tienen la menor idea de las tesis a modo de esbozo aunque solo fuera que Unamuno contaba desarrollar o defender en esa obra suya que no llegaría a ver la luz tan siquiera. Cae suponer, como así lo da a entender Pedro Jota, que quisiera verter en ella un análisis de las causas profundas de nuestra contienda fratricida y que echase la culpa principalísima de aquella a ese resentimiento (trágico) que debía dar el titulo a esa obra en ciernes, y que debía parecerle a Unamuno -en una versión actualizada del cainismo bíblico judeo/cristiano- algo propiamente definitorio (¡ay dolor!) del ser histórico de los españoles.

Con lo que el rector de Salamanca venia a destapar una vez más esa veta o ramalazo irresistible de moralista y predicador que llevaba en lo mas hondo Don Miguel de Unamuno de una moral que tenia mucho mas cristiana léase judeo cristiana -en su versión heterodoxia, léase protestante o evangélica- que del moralismo kantiano que había inspirado en sus orígenes a la Institución libre de Enseñanza. “Ese hombre,tenia mas de cura que de hombre” escribió Umbral de Unamuno -¿con segundas?- en una de sus novelas -Las señoritas de Aviñón, donde se ve retratado el filosofo confesando in articulo mortis al propio abuelo (o bisabuelo/rico) del autor, en un de las escenas cumbres sin duda alguna de la prosa umbraliana) Judeo/cristianismo en su variante ibérica o vasco/íbera rezumante de moralina (clerical) -como hubiera dicho Nietzsche- el representado por el filósofo del sentimiento trágico de la vida, frente a la moral heroica pagana o neo pagana que venia a defender -sin duda sin asumir con ello conscientemente del todo los postulados últimos de las cosas que proclamaba y que defendía- el general legionario que increpo a Unamuno en el acto académico de aquel doce de octubre (del 36) en Salamanca.

Esa es a mi juicio la glosa que se merece el incidente que aquellos dos protagonizaron y el reto magno -del orden intelectual- que se escondía en el celebre enfrentamiento. Ni qué decir tiene de qué lado van mis preferencias. Como decía Maurras, “buenos o malos, nuestros gustos son nuestros” Y los míos en materia de moral (o de ética como algunos dicen) y de estilo, los que aquí me leen ya los conocen. Unamuno venia a ser victima del cristianismo (en versión clerical católico romana) que había mamado de niño y que no había dejado de afianzar -y endurecer y petrificar- en él la tradición liberal y anticlerical -por paradójico que parecer pueda- de la que fue siempre tributario a lo largo de su trayectoria. Millan Astray en cambio traductor del libro del Bushido -o código de los sumarais- al español, había dejado muy atrás su herencia cristiana o judeo cristiana por más que él mismo tal vez no se diere plenamente cuenta.

Con lo que venia a asumir un tradición primordial (sic) en la historia de la civilización occidental a la que aludió (fuera de toda sospecha) Umberto Eco -en una conferencia suya a la que tuve ocasión de asistir-en Bruselas (palacio de Bellas Artes), mis primeros años de estancia en Bélgica refiriéndose a los fundamentos filosóficos del nacionalsocialismo. Otros, sin las credenciales que arrastraba el célebre escritor italiano (fallecido hace unos meses) no se hubiera atrevido a hacer una afirmación tan tremenda como esa, que yo le oí -sentado en las primeras filas de la sala- de mis propios oídos. Unamuno fue de buda en vida y lo sigue yendo post mortem. Y lo digo que conste sin acrimonia, y con conocimiento de causa a la vez. Como me fue dado el comprobarlo a mi paso por la Universidad Libre de Bruselas (ULB), que fue (nota bene) el modelo matricial de la Institución Libre de Enseñanza -creada una décadas mas tarde de la fundación de la referida universidad belga- en la órbita de la cual -un detalle que pasa siempre sospechosamente desapercibido entre los biógrafos o heliógrafos del filoso vizcaíno- transcurrió toda la trayectoria académica (e intelectual) de Unamuno, y que hizo implosión (nota bene) con el estallido de la guerra civil española.

Unamuno -el libre pensador español (e institucionista) sigue siendo intocable en los ámbitos académicos por cima de los Pirineos, en particular en Bélgica. Un santo laico Unamuno en Bélgica. Laico/español como si perteneciera a una minoría ética. O como la excepción que confirma la regla de un país que sigue viendo oscurecido su pasado -y su presente- y por ende gravemente hipotecado su futuro por cima de los Pirineos (y mundo a través) Por culpa de la Leyenda Negra

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