martes, mayo 03, 2016

JUANA DE ARCO Y EL DOS DE MAYO

La carga de los mamelucos en la Plaza Mayor de Madrid el 2 de mayo de 1808, inmortalizada en el célebre cuadro de Goya. La mayor tragedia de nuestra historia contemporánea. Por sus consecuencias. Y en particular por esa plaga del liberalismo que sellaría por los tiempos a venir una ruptura -siempre latente hasta hoy- entre el “pueblo” y las clases y estamentos dirigentes de la sociedad española. Una efemérides anti-europea (así la llaman los franceses) que dividió a los españoles hasta en la guerra civil del 36 como lo prueba la apropiación del tema por la propaganda comunista en zona roja
El Frente nacional francés esperanza/blanca hasta hace poco de muchos dentro y fuera del Hexagono acaba de escenificar su división con ocasión de la solidaridades organizadas en honor de Juana de Arco. La doncella de Orleans (la Pucelle) sigue simbolizando el patriotismo entre franceses como el Cid mutatis mutandis lo encarna entre españoles.

No siendo franceses nos sentimos de antiguo dispensados de rendirle culto -en el sentido fuerte del termino me refiero como lo practican en Francia sus devotos y partidario- y en el derecho al mismo tiempo de profundizar (por los caminos de una memoria revisionista) en un mito nacional (francés) que no gozó siempre de unanimidad entre franceses.

El Siglo de las Luces por ejemplo la ignoró o digamos que la confundió (de propósito deliberado) con el oscurantismo del Antiguo Régimen. Y Voltaire por no poner mas que un ejemplo no la ahorró la hiel de su critica cáustica y racionalista. A medida no obstante que los efectos (radioactivos) de la Revolución francesa y los vientos que sembraría en Francia y en todas partes se iban haciendo sentir, la historiografía francesa iría evolucionando a su favor y pienso en los que Maurras llamaria los maestros “de fuera” (du dehors), un Renan, un Michelet, un Hipolyte Taine, ateos o laicos librepensadores unos más que otros todos ellos.

Y sería sobre todo la Acción Francesa la que haría de aquella la bandera de su nacionalismo francés monárquico y anti-republicano. En el seminario de Ecône fui (confiteor) siempre refractario -en mi foro interno- al culto que todos los seminaristas franceses sin excepción rendían a la doncella de Orleans allí dentro, evité problemas por cierto en la materia -por la cuenta que me traía-, pero sentía que aquel fervor de patriotismo francés en algún sitio o en alguna de alguna manera venia a enfriar o a oponerse al patriotismo español que era el mío. ¿Impresión mía?

La evocación de Juana de Arco como sea, nos lleva por el túnel del tiempo hasta la guerra de los Cien Años. La que recientemente evocaba Fernando Sánchez Drago por su larga duración -ciento diez y seis años según él habría durado exactamente- comparándola a la guerra de los ochenta y cinco años como él habrá bautizado por su cuenta y riesgo a la guerra civil del 36 interminable que todavía dura. Rendi homenaje de antiguo a la memoria del rey Don Pedro I (el Cruel o el Justiciero, según los gustos) aliado de los ingleses en la Guerra de los Cien Años en ciernes entonces, y enfrentado a los Trastamara bastardos, aliados de la monarquía francesa en cambio lo que les acabaría dando la victoria. y hoy a fe mía que me vienen malas pensamientos y no sé qué pensar en el tema.

“La nobleza contra su rey”, tituló un historiador no hace mucha la obra que publicó sobre el tema. Y Claudio Sánchez Albornoz el historiador republicano en su obra tardía “España, un enigma histórico” elogiaba en términos apenas velado al rey Cruel, por la adhesión -por reacción contra la nobleza- que encontró en el pueblo de a pie durante la guerra civil que le opuso a la nobleza castellana.

“Fue la última vez -escribió (y cito de memoria)- que el pueblo (léase el pueblo español) siguió, con pasión y con rabia, a su soberano” lo que presuponía sin duda un juicio histórico severo por no decir implacable contra la nobleza y en general contra la España aristocrática y nobiliaria de los cinco reynos que llevó a cabo la Reconquista. El Cid por ejemplo fue fiel a la empresa -”divinal” (como la exaltaron los teólogos en su tiempo- de la Reconquista, por encima de la lealtad que le exigía la persona del monarca Alfonso VI que le mandó al destierro.

Y viene todo esto un poco a cuento de la coincidencia de efemérides en este fecha del Dos de Mayo, de la fiesta nacionalista francesa de Juana de Arco y de la fiesta oficial del Dos de Mayo de 1808 y el alzamiento anti-francés o anti-napoleónico entre españoles. Efemérides anti-europea (sic) la llamaba un prestigiosa publicación digital francesa no hace mucho.

Y en la medida que la coincidencia de esas dos efemérides viene a simbolizarse ese balanceo histórico de carácter secular de la civilización europea oscilando a través de los siglos entre el favor del pueblo o el favor de la autoridad soberana, y que en el caso de España viene a enlazar el liberalismo decimonónico que tuvo su cuna en el 2 de mayo (al pan pan y al vino vino) con el populismo medieval que mordería el polvo de la derrota y sellaría su destino por los siglos a venir con el desenlace de la guerra civil castellana (la madre de todas nuestras guerras civiles), cabe decir que vienen pari passu a simbolizar también la tensión dialéctica tanto del orden social que alumbro la civilización europea como de la que entretuvieron a través de los siglos dos pueblos hermanos, Francia y España.

Lo que justifica de pronto a mis ojos que me sienta en esta fecha tan señalada más cerca de la plaza de las Pirámides -y de la estatua de Juan de Arco- en Paris que de la Puerta del Sol madrileña del Dos de mayo aquel...fuente ultima y primera a la vez (iba decir) de todas nuestras desdichas y desgracias. Se me fue la tecla, lo siento. Lo escrito escrito queda.

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