lunes, diciembre 14, 2015

REVANCHA DE LE PEN (CONTRA SU HIJA)

Marion Le Pen (veintiséis años recién cumplidos), nieta del fundador del Frente Nacional. Gran vencedora en el plano psicológico de las elecciones de ayer domingo y de la pugna (sorda) que la opone a la actual presidenta, Marine Le Pen, hija del fundador. “Perdió” frente a su rival a la presidencia de la región, pero alcanzo una cifra récord de votos (el cuarenta y cinco por ciento), nunca antes alcanzado por el Frete Nacional en toda su historia. Marion Maréchal-Le Pen se erige pues en lo sucesivo como la alternativa a la actual estrategia de des diabolización que lleva adelante contra viento y marea Marine Le Pen –bajo la estricta supervisión del número dos del partido, Phlippot- y que se habrá visto desautorizada de forma flagrante por el balance cero de presidencias de regiones que el Frente Nacional habra registrado ayer domingo
¿El viejo Menhir va a salirse acaso al final con la suya? Jean Marie Le Pen no se cansó de hacer llamamientos a sus  partidarios y a los electores que votaran por el Frente Nacional que dirige su hija Marine, los resultados desconcertantes de su partido en la segunda vuelta de las elecciones regionales francesas de ayer domingo donde el Frente Nacional no consiguió ninguna de las regiones a las que podía aspirar y donde tenían realmente posibilidades de éxito no parecen no obstante haberle entristecido o afectado sobre manera, más bien se diría que la cosa le divierte lo que parece dejar traslucir una satisfacción intima de su parte. Y así a un pase en revista rápido y somero de los resultados de ayer domingo cabe decir que sus motivos tendría.

De las seis, en realidad siete regiones donde el Frente Nacional partía bien situado en vísperas de la segunda vuelta, dos de ellas se veían respectivamente disputadas por su hija Marina y su nieta Marion. La primera responsable de su expulsión del partido que él mismo fundó, aunque en las últimas semanas parecería que se hubiera concluido un acuerdo tácito o un armisticio entre padre e hija. La segunda no se solidarizó –en esa pugna familiar- tanto con su abuelo como éste sin duda hubiera querido, no es óbice que no rompió nunca la comunicación ni los contactos con él, y en el seno del Frente Nacional viene a representar las horas que corren la tendencia mas afín al canal histórico (por llamarlo así) que representa el fundador, su propio abuelo, que acabó accediendo a verla liderar la candidatura en la región donde él mismo contaba hacerlo (y donde se venia incubando una momento de disidencia a favor suya que acabaría desinflándose a principios del pasado mes de septiembre siguiendo sin duda las consignas de propio interesado)

Las dos habrán fracasado en empeño, con la salvedad no obstante que la nieta habrá salido del trance con un resultado histórico –cuarenta y cinco por ciento de los votos- y superior de tres puntos al de la presidenta del partido, Marine Le Pen, que no puede dejar de ver en su sobrina –sin duda de antiguo, pero más que nunca en lo sucesivo- una rival directa. La tercera circunscripción –por orden de probabilidades de éxito- donde el Frente Nacional concurría tras haber salido ganadora en la primera vuelta, lo era la que disputaba el estratega y numero dos del partido bajo la presidencia de Marine Le Pen Philippot, al que el fundador del Frente Nacional acusaba de desviación de la línea fundacional del parrido y de ser causante en suma de todos sus males, y que se habrá visto muy distanciado de lejos en número de votos por la candidatura ganadora en la región que disputaba en las elecciones de ayer.

Del resto de las regiones francesas en disputa, dos de las candidaturas del Frente Nacional –con posibilidades reales de éxito una de ellas, en Normandía- se veían lideradas por dos rivales directos y enemigos personales de Jean Marie Le Pen, miembros del comité interno (reducido) que votaron la exclusión del partido de aquél en el procedimiento disciplinario que se le siguió por iniciativa de de su hija Marina y por instigación del segundo de aquella. Ocurre que el resultado de las elecciones de ayer que se saldan con un balance aparentemente estrepitoso de cero regiones para el Frente Nacional no registró menos unos resultados históricos en favor de dicho partido en número de votos, sobre todo en la región donde concurría Marion Maréchal-Le Pen de Provenza-Alpes-Costa Azul.

Y si se le añade las circunstancias nada triviales de la cuarentena electoral de la que el Frente Nacional se habrá visto victima por instigación del actual primer ministro francés, el oriundo Manuel Valls (nacido en Barcelona) y además de eso, el dato no menos flagrante de la participación masiva a los comicios de ayer, registrado en los barrios de extrarradio en grandes y pequeños centros urbanos –“cités”- donde se concentra en su gran mayoría la población de origen inmigrante (y magrebí) presente en territorio del Hexágono, está claro que a Jean Marie Le Pen se lo han puesto que mejor imposible a la hora de poder atacar de frente o por los flancos la estrategia –de des-diabolización (sic), con las elecciones presidenciales del 2007 en vista- defendida uñas y dientes por su hija y el numero dos del partido y que fue el leitmotiv de las acusaciones y reproches que llevaron a la expulsión de Jean Marie Le Pen de su propio partido.

El desenlace de las elecciones regionales francesas y las circunstancias de la formación –entre las dos vueltas- de un frente republicano anti-Frente nacional que las habrán acompañado, vienen a confirmar lo que Jean Marie Le Pen no dejó nunca de proclamar, a saber la imposibilidad congénita al sistema político –republicano, democrático- francés de permitir la llegada al poder de un partido de las características del Frente Nacional por vías digamos normales, a falta de una crisis mayor del estado francés y de la sociedad francesa que pese a la gravedad de la amenaza en curso del terrorismo islámico no parece que hasta ahora se haya visto consumada. En realidad, el Frente Nacional es víctima del malentendido que preside la política francesa desde el final de la segunda guerra mundial en el 45, y que no dejaría de gravitar en torno a la resistencia, en las mentes de sus partidarios como en las de sus detractores.

En mis años de Ecône, donde conviví mayormente con seminaristas franceses, me familiaricé con un termino del que nunca antes había oído hablar, a saber, el de “resistencialismo”, una expresión polémica que surgiría en la inmediata posguerra europea en reacción a la imagen iconográfica –y al cuento de buenos y malos que en aquella se veía plasmado- por cuenta de la Resistencia en los años de ocupación alemana que difundieron gaullistas y comunistas, tras la terminación de la guerra en el 45. Conforme a ella, la sociedad francesa todo entera habría hecho frente como un bloque, de un solo hombre al ocupante (o invasor) lo que se vería puesto e inmediato en entredicho desde el bando mismo de los resistentes, que testimoniaban más bien de lo minoritario y excepcional de la actitud resistente en el seno de la sociedad francesa.

Una polémica que se habrá visto recrudecida no hace mucho del lado que menos cabía esperar, del de la Rusia post soviética donde el propio ministro de exteriores de Vladimir Putin, Lavrov, atacó ese resistencialismo en una requisitoria difundida por internet contra la extrema derecha francesa (por cuenta de algunos e sus grupos representativos) -de la que (significativamente) parecía no obstante excluir ex profeso al Frente Nacional-, de la que se desprendía que la regla en Francia lo había sido la colaboración y no la resistencia.

Y ese equívoco o malentendido habrá presidido el nacimiento del Frente Nacional y su ascenso en la política francesa encarnado hasta hace no mucho por su fundador, hijo de un patrón de pesca bretón muerto en alta mar en la embarcación que pilotaba hundida por una mina (supuestamente alemana) y declarado a raíz de su muerte “caído por la Patria” (mort pour la France) del que todos los indicios llevan a pensar no obstante que había abrazado la colaboración con el ocupante alemán o la había aceptado como mal menor al menos, lo que fue la regla entre católicos franceses (como el padre de Le Pen lo era) Un equívoco reforzado por la conducta del propio Jean Marie Le Pen al que el final de la guerra pilló adolescente y que según confesión propia se había ofrecido voluntario a la resistencia (no comunista) –en presencia de testigos- pero que vio rechazado por su corta edad el ofrecimiento (…)

Lo que sin duda permite de antiguo al fundador del Frente Nacional salir airoso del trance cada vez que se ve a vueltas con el pasado que no pasa –en Francia igual que en España-, como le ocurrió en un debate televisivo al día siguiente de la primera vuelta en las pasadas elecciones regionales francesas, cuando una antigua ministro socialista, ante las salidas anti-resistencialistas de Le Pen, le espetó bruscamente “¿qué tiene usted contra la Resistencia?” y de lo que aquél salió del paso con las mismas alegaciones de siempre-, pero que no deja de prestar el flanco a sus adversarios, y a las acusaciones –de extrema derecha, de fascismo, de enemigos del orden republicano y de la democracia- que arrastran como cacerolas ruidosas él y su partido desde hace décadas.

Como se habrá visto ilustrado de nuevo por el boicot republicano del que las candidaturas del Frente Nacional se habrán visto escandalosamente blanco en las elecciones del pasado domino. ¡Escándalo magno en verdad! Porque si el Frente Nacional no se merece el acceder a la investidura de mandato político alguno en el sistema francés en vigor ¿por qué se le viene permitiendo participar desde hace cuarenta años en el juego democrático, en sesenta y cuatro elecciones (sesenta y cuatro), como el mismo Le Pen no se habrá privado ahora de recordarlo?

Como sea, no se la ha permitido y así continuará siendo mientras las cosas no cambien, léase las reglas de juego. Lo que obliga fatalmente también al Frente Nacional a un cambio de estrategia. Y ahí estriba la victoria psicológica –retumbante- de Jean Marie Le Pen en las elecciones de ayer, a pesar de la aparente derrota. Con todos los visos de una revancha (sabrosa) Frente a su hija y los consejeros de su hija

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