viernes, diciembre 25, 2015

MENSAJE DE NAVIDAD (EN. CLAVE CATALANA)

Escena de “Ocho apellidos catalanes” Un film catártico como lo fue el primero de la serie) que hace reír y llorar (de emoción) al espectador a un tiempo. Características inconfundibles de todo buen film que se precie. Una sesión de terapia colectiva –en espíritu propiamente navideño-, esta chanza cinematográfica genial, de ese drama hondo que arrastramos de antiguo los españoles todos por culpa de fenómenos de un sello o cariz separatista. Reír tratando de olvidar la guerra, el estado de espíritu del autor de estas líneas durante la proyección de ese buen film (anti-separatista)
Terapia colectiva –como lo fue la primera de la serie-, el film « Ocho apellidos catalanes » que me he visto hoy en una sala madrileña riéndome no poco y soltando a la vez (aquí entre nosotros) alguna lagrima de emoción patriótica (española)

Sirva pues de mensaje navideño a los lectores de mi blog esta reseña apresurada que vierto aquí, con las escenas de este buen film -algunas de ellas propiamente geniales- aún fijas en mi retina. “Es mala pero te ríes” glosaba una de las personas asistentes a la sesión de estreno tal y como lo recogía el comentario que le merecía hace poco a un crítico cinematográfico.

No estoy de acuerdo, y salvo meliore judicio de los expertos y entendidos en el séptimo arte, una apreciación artística –lo de artificio tomado en el sentido de Arte en general y con mayúsculas- nos lleva a evaluar positiva y elogiosamente esta película (anti-separatista en clave catalana, igual que lo era en clave vasca la primera de la serie, su predecesora)

Sobre todo por sus innegables efecto catártico –la función primera del teatro (y de la liturgia) en la Antigüedad Clásica- que aborda en su temática en su intriga (léase en su enredo) y en el conjunto de sus escenas-, por la vía de lo cómico o a lo sumo de lo tragicómico, ese drama tan crudo y doloroso que arrastramos de antiguo los españoles –amenazando con degenerar o desembocar en tragedia a cada momento- de vernos confrontados aparentemente sin remedio ni a corto ni a largo plazo a pulsiones de ruptura de un cariz secesionígena o separatista.

El cine es arte ante todo, como el futbol es deporte más que otra cosa, no es óbice que como toda manifestación artística tiene también su puesto –a modo de propaganda de guerra aunque sólo sea- en fenómenos o episodios de guerra larvada o asimétrica con los que viene a amagar (amenazando erupción) el fenómeno separatista en Cataluña, dentro del marco más general de lo que convine en llamar la guerra civil interminable de los Ochenta y Tantos Años.

Y como lo tienen sin duda el simple humor o la ironía, a condición de no servirse de ésta o de aquél tratando de evacuar a toda costa el fondo trágico o dramático de situaciones o de sucesos de un innegable sello o cariz guerra civilista, como lo hice observar ayer comentando en este blog los comentarios (pretendidamente) irónicos de un nieto del General Dávila antes los cambios en el callejero madrileño impuestos por la actual alcaldía y que afectan entre otros a su ilustre antepasado.

Y en ese contexto –de guerra civil interminable- se puede sin duda disfrutar sin el menor escrúpulo de una chanza genial como lo es el film que aquí estamos comentando en un espíritu navideño, siempre al encuentro de las ansias hondas de paz y de armonía en los espíritus individualmente y colectivamente considerados, a imagen y semejanza de esa paz de dios –hondo anclada en la memoria- de los tiempos de las Cruzadas. A todas y a todos ¡felices fiestas!


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