domingo, diciembre 06, 2015

Religión del Honor (poesía en domingo)

¡Ese cansancio que oprime
esa tristeza que acecha,
en la noche boreal
de navidad traicionera,
que todo lo contorsiona,
tan melosa y zalamera!

Que me hace coger la pluma
y ponerme a darle a la tecla
para acostar aquí (coucher)
a vuela pluma (y así a secas)
unos versos bien calientes
en estas líneas traviesas
mientras el año se acaba
y llega el ajuste de cuentas
con tu vida y tus milagros
tu rumbo y tu trayectoria,
tus planes y tus proyectos,
tus sueños y tus quimeras,
los filmes y las estampas,
falaces o verdaderas
injustas o generosas
que forjaste en tu cabeza

¡Sueños de paria valientes
que me valieron la pena!
Que me granjearon disgustos,
e hicieron de santo y seña
y sacaron a relucir
mi alma (noble) de poeta,
de soñador sin remedio,
de visionario (y profeta)
en signo de contradicción
de unas gentes extranjeras,
me alaben o me difamen,
ya me aplaudan o me teman,
y de luz e iluminación
de los míos -¡yo y mi estrella!-
de los que me creen y admiran
que guiaré hasta la Victoria
haciendo así oídos sordos
a capitanes de derrota,
flautistas e ilusionistas
¡Oh calamidad, peste negra!

Al prójimo como a ti mismo:
la luz en la letra muerta
entre fábula e interdictos
y a prueba de leyendas negras

¡Amor calumniado de sí,
legado del cristianismo,
que así deshonra y difama
un culto aún más antiguo,
esa religión del honor,
bella imagen de hombres justos
a salvo de mil naufragios
y a prueba de mil infundios

(Y de bocas embusteras
y de inventos femeninos)


¡Corazón fatigado amor!
De la zozobra y la emoción
del sobresalto, del temor
a no saber rendirte honor


Fatigado, rendido
de soñar día a día
y muchas noches (en vela)
blancas de melancolía
y en muchas largas veladas
de invierno y poesía
dónde velé armas (¡en serio!)
¡en tu ausencia vida mía!

Te recé (¡y cómo!) y te canté
como una diosa aparecida
y quemé incienso en tu honor
en muchos versos (y rimas)
como estos que aquí te ofrezco
entre etruscas y sabinas
que sobrevuelan en redor
que se cruzan, que me miran
que me inquieren -¡qué curiosas!-
en la velada nocturna

Y entre mi amor de/sí y el honor
y la pasión encendida
por ti alteza, mi señora
Y dueña y princesa ¡Altiva!

Que me ahuyente a esos fantsmas
que funda al calor y derrita
ese muro de distancia
de arrobo de un alma niña,
de pudor, de no osar más
que besarte en la mejilla,
“como una madre (o una abuela)”
me dijo aquella (¡qué arpía!)

Rosa blanca de ternura,
rosa roja de pasión,
de un amor niño y viejo
y perverso ¡Fábula pía!

Del amor de una pastora
y un fauno ¡Que tu me inspiras!

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