jueves, diciembre 24, 2015

CUBANA GUERRA CIVILISTA CONTRA EL CALLEJERO

“76 años después cumplo el sueño de mi abuelo y estoy aquí en los jardines de Atocha recordando a mi tío fusilado en Valencia (¡bendita tierra!) por pertenecer a la Motorizada de Indalecio Prieto y puedo escuchar las voces de Margarita Nelken, de Dolores Ibarruri, de Company, de Largo Caballero, de José Díaz y de las Brigadas Internacionales” Palabras de Pablo Iglesias delante del museo Reina Sofía en la noche del 20D. Junto a la glorieta de Atocha. ¿Mera retorica? Digámosle propaganda de guerra en la guerra asimétrica que sigue prolongando ochenta y tantos años después la guerra civil (del 36) interminable, por la ley funesta “de la memoria” Y lo que les impidió realmente emerger (sic) el 20D en la política española defraudando así las esperanzas de sus mentores –e inversores- mas autorizados (nacionales y extranjeros)
Informaciones aparecidas en la prensa de hoy habrán hecho que nos enteremos de golpe –dando de pronto botes en el asiento- que la autoría suprema de los cambios en del callejero de Madrid que acaba de imponer la alcaldesa Carmena viene viéndose ostentada por una cubana exilada –profesora de Historia de la Complutense- que es nada menos que hermanastra del único hijo de Fidel Castro, e hija de la primera mujer del Líder Máximo.

De pasión española (sic) de la izquierda internacional habló en una obra tardía el historiador (ex marxista) francés François Furet, poco antes de su muerte, refiriéndose a ese apasionamiento tan desconcertante y tan atípico y aun perceptible fuera de España en los medios de izquierdas en relación con nuestra guerra civil, tanto en contemporáneos de aquella como en la segunda y tercera (y cuarta) generación de sus descendientes. Y está claro que esa pasión española se ve exacerbada –y por lo que ahora estamos presenciando, llevada hasta extremos de un paroxismo beligerante- en los medios de izquierda de los países hispanos –o ex hispanos- del otro lado del charco.

La mujer en cuestión que salta ahora (otra vez) por ese motivo a la primera pana de los medios, se ve ubicada (de antiguo) en el campo anti-castrista, pero no hay que dejarse engañar por los espejismos, y lo mismo que Pascal dijo aquello que la verdad de este lado de los Pirineos es error del de mas allá, cabe sentar también que las cosas del otro lado del charco no son muy a menudo como de este lado las imaginamos, desde nuestros prismas peninsulares y nuestros propios puntos de vista.

El anti-castrismo fue en sus orígenes un anti-comunismo de guerra fría –algo que compartieron también  los socialistas españoles del PSOE (y los portugueses de Mario Soares) sin mayores problemas (de conciencia) por poner un ejemplo ilustrativo- en nombre de la democracia y apoyado e impulsado por la primera democracia del planeta que acababa de salir no hacía mucho vencedora de una guerra (mundial) contra los fascismos (anticomunistas y antimarxistas) Y no era de extrañar pues que algunas de las figuras más emblemáticas de aquél como el padre de la mujer de la que nos estamos ocupando en este artículo arrastrase un pasado de militancia a favor de la República española durante los años de nuestra guerra civil, lo que fue la regla sin duda entre los líderes de la oposición civil cubana al nuevo régimen castrista.
El caso del Comandante Franco, una de las víctimas de las defenestraciones –del callejero madrileña (las primeras de ellas)- que llevan el visto bueno de la alcaldesa Carmena, escuece particularmente a los sectarios propulsores de la ley (funesta) de la memoria. El comandante Ramón Franco era uno de los héroes oficiales de la II Republica que él había contribuido a implantar. Los aviadores (de Cuatro Vientos) que decidieron el fracaso del Alzamiento en Madrid –como la Guardia Civil de Cataluña lo decidió en Barcelona- eran todos ellos antiguos compañeros de armas e incluso amigos suyos. Pudo más no obstante en él su auténtico patriotismo castrense, y sin duda también los lazos de sangre (sacrosantos) Y eso el guerra civilismo beligerante no se lo perdona. Como no se lo perdonan al general Dávila, otro de los defenestrados. Su nieto se insurge ahora en clave irónica contra esa medida. No es suficiente ya la ironía no obstante -silnno contraproducente más bien- en la guerra civil en ciernes o ante un nuevo capítulo de aquella siempre en ascuas de aquella al que venimos asistiendo con la aplicación de esta ley funesta que no goza de consenso alguno en el seno de la sociedad española
Por su lado, Fidel Castro, por más que sectores (falangistas o franco falangistas) del régimen de Franco quisieron vendernos desde los inicios de la revolución cubana (enero del 59) su proximidad ideológica o su proclividad a adherirse a los postulados del nacional sindicalismo –lo que al final según aquellos no fue (desgraciadamente) posible por culpa del imperialismo yanqui que hizo que el régimen de Castro se alienase junto a la Unión Soviética-, acabaría destapando pronto sus simpatías y afinidades profundas –de un signo innegablemente partidista- en relación con el pasado español aun en ascuas entonces, y bien presente en las memorias, por cuenta de la guerra civil española.

Fidel Castro era hijo un emigrante español en Cuba –procedente de Galicia- al que cabía suponer de entrada simpatías –e incluso tal vez una militancia directa- a favor del bando rojo/republicano durante la guerra civil acorde a informes de los servicio de la Falange Exterior de la guerra y la posguerra inmediata que daban cuenta de unos porcentajes abrumadores del orden de ochenta por ciento de los emigrantes españoles presentes en la isla partidarios de los rojos.

¿Antiguo alumno Fidel de los jesuitas de la Habana? Sin duda que es un hecho incontrovertible, pero eso no le impidió ni a él ni a los suyos el despojarse a la velocidad del rayo de los rosarios que llevaban de forma ostensiva al cuello cuando bajaban triunfadores al inicio de la revolución de sus refugios en Sierra Maestra. Ni tampoco, la ejecución –por centenas- de jóvenes cubanos de acción/católica en el Malecón de la Habana acusados de conspiración, tras el fracaso de la tentativa de invasión de Playa Girón y Bahía de los Cochinos.

En escritos míos recientes e incluso en uno de mis libros “Guerra del 36 e Indignación callejera “ en el que abordo de lleno ese fenómeno de lo que doy en llamar la guerra civil (del 36) interminable o Guerra de los Ochenta (y Tantos) Años, presento la revolución cubana como un capítulo más en definitiva de nuestra guerra civil interminable, como lo ilustraría el protagonismo durante décadas del régimen castrista en apoyo de la izquierda guerra civilista española y de sus sectores, grupos o corrientes partidarios de la lucha armada, como los grupos de la izquierda violenta (Pío Moa dixit) de los sesenta y de los setenta, o la banda terrorista ETA que encontraron fácil refugio en la isla, al amparo del régimen de Castro. Y si Franco no rompió (del todo) con el régimen castrista -como debía haberlo hecho- fue por culpa del estado de postración en la palestra de la política internacional de su régimen, de resultas de su rendición al bando aliado tras el 45 (como aquí lo vengo denunciando)

E ilustran esa ambigüedad aparente las explicaciones del propio líder/máximo de esa anomalía que para la izquierda internacional venia a suponer a ambigüedad de las relaciones –no del todo rotas- entre el nuevo régimen cubano y el régimen de Franco puesto en la picota de los medios en el mundo entero y sometido a persistente bloqueo y cuarentena internacional a seguir al desenlace de la II Guerra Mundial en el 45, en unas declaraciones suyas– que tuve ocasión de leer residiendo en Bélgica- aparecidas hace algunos años en el diario francés (de izquierdas) Le Monde y con ocasión de la entrevista que el líder/máxiimo concedió a un redactor de aquel diario, Ramón Chao, exilado político anti-franquista en Francia en la posguerra.

En aquellas declaraciones, Fidel Castro venia a reafirmarse si necesidad había en su postura beligerante en relación con la guerra civil española y el Alzamiento del 36 en el que él no veía otra cosa más que una forma de agresión imperialista. Todo ello a modo de respuesta y de explicación de la ambigüedad y anomalía de las relaciones (oficiales) de su régimen con la España franquista que le hacía observar el autor de la entrevista.

Y de botones de muestra de esa beligerancia del régimen de Castro desde sus inicios en relación con nuestra guerra civil, valgan los ejemplos de Camilo Cienfuegos compañero de lucha de Fidel Castro, hijo de anarquistas asturianos refugiados del otro lado del Atlántico tras la guerra civil, que asumía públicamente esa herencia ideológica y el caso también del capitán Bayo que dirigió la tentativa de desembarco rojo/republicano de Mallorca en los inicios de la guerra civil, que encontró refugio en la Cuba de Fide y llego a ser instructor de sus fuerzas armadas.

Ofensiva del callejero en curso ¡Ni en Navidad ceja la ofensiva guerra civilista!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como informa el blog KLYPEUS89 prosigue la campaña de difamación contra FRANCO.
Lo podemos ver en este enlace:

http://klypeus89.blogspot.com.es/2015/12/contra-las-mentiras-de-enrique.html


Contra las mentiras de Enrique Moradiellos en 1936, los mitos de la Guerra Civil
...CON MOTIVO DE UNA CONFERENCIA que imparte hoy, 28 dic 2015, en Oviedo, don Enrique Moradiellos (* 1961...), KLYPEUS89 CONSIDERA INTERESANTE REPRODUCIR EL SIGUIENTE ARTÍCULO PUBLICADO EN EL NÚM 32 DE "EL CATOBLEPAS" por ANTONIO SÁNCHEZ MARTINEZ en Octubre de 2004.
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Contra las mentiras de Enrique Moradiellos en
1936, los mitos de la Guerra Civil
ANTONIO SÁNCHEZ MARTÍNEZ