jueves, diciembre 10, 2015

¿HOLOCAUSTO U HOLOCAUSTOS?

El Otro Holocausto. Dresde (13 de febrero del 45) A cada cual sus héroes y sus muertos -dixit Martin Heidegger-, que nos acompañan fieles y silenciosos in saecula saceulorum. Las cifras de lo histórica y políticamente correcto no sobrepasaron durante décadas a seguir al 45 la barrera –como un dogma del tipo histórico- de las treinta y cinco mil víctimas, hoy en cambio se admite urbi et orbe que el número de muertos de los bombardeos aliados sobre la ciudad mártir del Elba, en aquella fecha fatídica y las que inmediatamente siguieron y precedieron, fue mucho mayor (del orden de las centenas de miles) La historia, como dice la político del C’s ahora en la picota de las redes sociales, es justa a veces, pero las más de las veces –como la diosa Clio- miente sin escrúpulos, alegremente y por más que se blinde (sic), la verdad acabe por saberse y saliendo a relucir fatalmente
¿Explicación política al Holocausto ? ¿Y cómo no? Lo contrario sería lo inexplicable. Como lo son lo tabúes, los tabúes propios igual que los de los extraños, los de nuestros socios ricos por ejemplo que hacemos nuestros tratando de parecernos a ellos, como lo escribe –clavando así en nuestra opinión el diagnóstico- un comentario en la red de los muchos suscitados por las declaraciones recientes de Marta Rivera de la Cruz, número tres del C’s (léase Ciudadanos) en sus listas madrileñas.

El holocausto es un tema externo a España y a los españoles y eso hasta prueba de lo contrario es algo que debe poder escribirse negro sobre blanco sin necesidad de seudónimo –como en ese otro comentario (tan acertado) que leo en la red- y sin que el cielo se te venga encima ni el mundo entero se ponga en contra tuya (en España por lo menos) Un tabú alemán sobre todo y tal vez también –extrapolando lo que me explicaba un investigador belga sobre la historia de la segunda guerra mundial en general y de la guerra civil española- en países como Bélgica que estuvieron en la órbita del viejo imperio romano germánico del que la república federal alemana puede considerarse históricamente la heredera (España también en cierto)

Pero bueno, aquí estoy escribiendo para españoles y en lengua española (y toco madera) La discusión tan viva y acerba por momentos, suscitada por ese tema en la red, y el tenor de muchos de sus comentarios pone en evidencia no obstante las particularidades de la opinión pública española, sus creencias (e ilusiones) y sus reflejos condicionados que no son forzosamente los mismos que en una mayoría de los países europeos. Spain is different. Y cabría decir (en este tema al menos) que a mucha honra, hasta cierto punto.

Porque se diría que lo que se plantea o se discute ahora tan acaloradamente en los medios y en las redes sociales en lengua española viene a resucitar o a desenterrar una vieja polémica que tiene ya casi treinta años de vida (o más bien de historia) desde que se suscitó  –y se vio grosso modo zanjada- en los medios historiográficos y académicos de Alemania en la segunda mitad de la década de los ochenta, que llevó por nombre "querella de los historiadores" (historiker streit) y que venía grosso modo a versar sobre esa distinción que tantas chispas está echando ahora en las redes sociales en lengua española, entre explicar o justificar (el holocausto)

Y de aquella polémica quedó bien claro que para algunos –los perdedores precisamente de aquel debate- explicar (o intentar explicar) era ya justificar o compartir o aprobar o canonizar. Grosso modo lo que la político por la que viene ahora el escándalo viene ahora –diciendo apresuradamente digo donde dije Diego- a querer dejar sentado cuando escribe en las redes sociales (tratando de explicarse) que la historia –que a veces es justa (dice ella)- se ha encargado de blindar (sic) cualquier intento de justificación del exterminio nazi. Punto. La historia en su versión históricamente correcta, cabra apostillarle de inmediato. Y ni siquiera.

En España somos diferentes, ya digo, y ese universo cerrado o mundo aparte propiamente surrealista a fuer de propio y de su generis -y de algo tan/nuestro (ay dolor!)- que configuran hoy por hoy el conjunto de las universidades españoles como lo ilustra el que haya podido engendrarse en ellas un fenómeno –sin parangones propiamente en los demás países europeos- como el de Podemos y de su líder Pablo Iglesias, aquel debate tuvo muy poco eco por no decir ninguno, ni tampoco los que se sucederían como en un efecto de dominó en otros grandes países europeo como Italia o Francia, o incluso en Inglaterra.

Una unanimidad (aparente) que parece venir a confortar (una vez más) esa imagen de servilismo y de subalternaje que los españoles (¡ay dolor!) ofrecemos tan a menudo de puertas afuera. Más papistas que el papa en el pasado (más o menos reciente o más o menos remoto) y más (“realmente”) demócratas que los demócratas y mas correctos que los más correctos de todos, para que no digan, y para que se nos admita y no se nos excluya. El llamado holocausto judío tuvo explicaciones, quién lo duda. Y hasta el mismo jefe del gobierno israelí (fuera de toda sospecha) lo admitió recientemente de forma aunque fuera implícita aludiendo al (pretendido) papel en la persecución violenta de judíos por la Alemania nazi, del que fue su aliado durante la Segunda Guerra Mundial, el gran Muftí de Palestina.

El profesor Nolte, la figura tal vez mas emblemática de entre los historiadores que intentaron explicar (y lo lograron) la historia de la Segunda Guerra Mundial en el marco de la polémica aquella y en particular aquel capítulo siempre en ascuas, dejó bien sentado que el anti-semitismo era como un producto añadido y no un ingrediente esencial de la ideología nazi, en la que él veía un anti bolchevismo en su origen por encima de todo, una respuesta directa en suma a la eclosión de la revolución de Octubre en Rusia, y ello -defendía él- por culpa del protagonismo destacado, exorbitante desproporcionado -e irrefutable- de numerosos judíos en la génesis y en la eclosión de aquella, un factor (suficiente) de explicación de la deriva anti-semita que acabaría acusando el movimiento nazi. Una postura –se esté de acuerdo o no completamente con ella- perfectamente defendible.

Pero sin duda que sea pedir peras al olmo a los que gestionan los debates de opinión publica en la campaña electoral a la que estamos asistiendo. Lo inexplicable no existe, no tiene existencia real ninguna, y no merece por ende ni mención siquiera. Y no nos fuimos de una iglesia –dejando a un lado de una vez sus a priori (teológicos y dogmaticos) y sus interdictos- para entrar en otra igual de rígida –por sus dogmas (históricos) y sus tabúes- o mucho más todavía.

Dresde 13 de febrero de 45) o el numero de víctimas de aquel terrible bombardeo: ejemplo de esa religión de lo históricamente correcto, en la que siempre se nos vendió treinta y cinco mil víctimas (treinta y cinco mil) y hoy se admite en cambio que fueron del orden de las centenas de miles ¿Holocausto u holocaustos? (en respuesta a la señora Rivera)

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