domingo, febrero 01, 2015

Aquello y Yo (poesía en domingo)

¿Cuándo llegarás, dímelo,
primavera bella y gentil
en mi vida y en mi alma
y en el mundo en torno a mí?

¿O viví acaso un invierno
que no osaba llamarse así?
Una hibernación por dentro
que me hizo distinto (y a tí)

Una larga noche oscura
de un fulgor en negro/añil
¿El Kali-Yuga acaso -¡ay va!-
o un vivir que no era vivir?
¡La historia del mundo,
y de un alma, entre otras mil,
de los míos, de mi estirpe!
Nunca caí ¡Qué idiota fui!

Pozo sin fondo el de mi Yo, sí,
que no era yo sino “Aquello”
que me fue haciendo lo que soy
entre la luz y la niebla
entre el Ser (yo) y el Devenir

¡Soy hijo de una Memoria!
Un pasado ansiando vivir
-¡sobrevivir!- que nos mueve
a ciegas ¡Nuestro porvenir!
Que nos sirve de brújula,
de norte de un desierto sin fin
sin refugios, sin oasis,
en el que nos tocó vivir,
hijos de un mundo -un universo-
que se hundía (¡pobre de mí!)
cuando me abrí a la Vida
que nos hace llorar y reír

Aquella España de ayer
(y anteayer) del Uno de Abril
Sobreviviente aún –¡misterio!-,
en la que nací y crecí
y que –¡ay de mi!- llevo dentro
¡Mi otro Yo, lo mejor de mí!

¡Amaneceres que cantan!
Lo que estos versos (y otros mil)
querrían cantarte, mi amor,
volando de aquí a allí
más alto aun que las águilas
como una flecha, o un misil,
o como risa de niño
¡Buscando el llegar hasta a ti!


“La vie est belle, le monde est beau »
se pone el alma a cantar
mientras los cisnes de blanco
miran, desfilan y danzan
en tu honor una danza ¡Mi amor!



Culto a la Belleza (en la Mujer)
que imprimieron los Hados en mí,
el que guió a este alma en pena,
el que la llevó junto a ti

¿Por qué se empañan mis ojos
y el sol se pone a reír
al pasar junto a los cisnes
si no,  la tarde ya al morir?

Igual que otros nacen reyes
yo nací poeta porque sí
aunque para yo saberlo
tuviera tanto que sufrir,
no más que los otros, tal vez
¡Pero en mí juro que fue así!

¡Poesía pura de Amor,
mi más grata compañía!
De un Amor que amenaza la Guerra
¡Guerra y Amor, Santa Poesía!

Pobres sueños de un poeta
pobres y a la vez grandes -¡oh sí-!
sin mezcla de prosa alguna:
los que me llevaron a tí
y a fijarme en tu belleza
que tenía algo de infantil,
de atípico -¡qué sorpresa!-
cuando pasaste junto a mí

Como una rosa entre espinas,
entre tanto bellezón
que sonríen de ojos tiernos,
lo que tú no hiciste ¡Oh no!

¡Qué altivez, qué fiereza,
qué ojazos! ¡Cuánto temblor,
el mío, al tú mirarme
y fulminarme! ¡Santo dios!

No tengo miedo de nada
¡Lo juro, palabra de honor!
Pero contigo era distinto,
no era miedo…¡Era pavor!

Miedo de tí, de tu sombra,
de tu luz, de tu esplendor.
Un miedo que no sonroja.
¡El de perderte, blanca flor!

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