martes, febrero 24, 2015

EL HOMBRE QUE SE PARECÍA AL PADRE DE UMBRAL

María Sonsoles de Icaza y de León, amante de Ramón Serrano Suñer (en su época de gloria) -a quien Umbral tuvo gran aprecio-, y madre de Carmen Díez de Rivera, de aquella relación-, heroína de la transición española que su padre nunca reconoció. Incluso –como me lo hace ahora saber un buen amigo- amenazaría con querellarse en los tribunales a los periodistas que desvelaban el secreto, antes de que lo acabara haciendo la propia interesada. Ramón Serrano Suñer, o el dilema y el drama (existenciales) de los falangistas liberales -en la España nacional católica de la posguerra- que en ese aspecto de la moral y las cosdtumbres hay que reconocer que eran más liberales o libertinos en el sentido filosófico del termino (¡mucho más!) -que el grueso de la izquierda española, de la izquierda obrera sobre todo, frugales y castos de padres a hijos (como auténticos puritanos) Al margen de la iglesia estos últimos o más bien como una nueva/iglesia con sus virtudes y sus castidades. Que confundían prostitución (“burguesa”) con relaciones extramaritales. Y por las trazas, así lo siguen haciendo (o pensando) algunos de sus descendientes, biológicos o ideológicos (o las dos cosas) y hasta algunos de sus compañeros de viaje (“joseantonianos”)
Decía en sus clases de la Universidad Libre de Bruselas el profesor belga Robert Joly –libre pensador y socialista, pero “a la belga” (que tal vez por eso conseguimos ser amigos)- ante un auditorio que se tenía ganado por méritos propios y buscando siempre el golpe de efecto del desternillamiento y de la carcajada que sabía también que se tenía asegurado de antemano –porque a decir verdad el genio cómico no le faltaba-, que la única novedad que el cristianismo aportó al acervo de la moral antigua (y pagana) fue el dogma de la indisolubilidad del matrimonio. Punto. Veritas liberavit vobis.

Y es que lo decía alguien que por lo que vine a saber era un hombre perfectamente monógamo –y buen padre de familia (y abuelo amantísimo también)-, con una vida conyugal (civil o canónica váyase a saber) de muchos años ya a sus espaldas. Y viene a cuento de la polémica que resurge ahora por cuenta del padre o de los “padres” (con perdón) de Francisco Umbral y por culpa de un artículo reportaje publicado en el País del pasado fin de semana y al que ya me refería aquí en mi penúltima entrada.

Dejó escrito Ana Caballé, en su biografía de Umbral no autorizada –lo que éste nunca la perdonaría- que el drama, rayano a veces en los ribetes trágicos como en el caso que nos ocupa, de los hijos ilegítimos o no reconocidos –víctimas de una denegación de paternidad- era algo propio de las clases burguesas, que en la clase obrera era la última de las preocupaciones del quehacer diario (y sus penas y fatigas) y que en las clases aristocráticas en cambio era más bien un título de gloria o de nobleza (el echarlos al mundo y no reconocerlos me refiero) Y recuerdo que en el seminario de Ecône –en aquel microcosmos de una Francia superviviente del pasado- oí una anécdota del rey “soleil” Luis XIV soberano absoluto.

“¡Bastardos –dejaba escapar con los de su séquito cuando se topaba con alguno de los suyos propios (que los tuvo a centenares según las malas lenguas)- a esa gente no se les debería dejar ni casarse siquiera!” (…) Y así, Carlos V y Felipe II y los Austria de después y los Borbones tras ellos, como el precio de peaje de la alianza del trono y del altar del antiguo régimen, y botón de muestra inmejorable de la que el cristianismo –léase la iglesia católica- acabó concluyendo con la moral del paganismo antiguo (…)
Mitos (joseantonianos) del Ausente y del hombre que se parecía a Orestes -y a José Antonio-, y mitos umbralianos, de un Umbral rojo de padre republicano, y el del hombre que se parecía a su padre. Fuente de mitos inagotable, una realidad –doxa en lenguaje de Platón- hecha de apariencias y de analogías…y de parecidos físicos. En su realidad misma y en su devenir histórico. Fuente de mitos –como los mencionados más arriba- la guerra civil española
Francisco Umbral fue un hijo natural de padre oficialmente desconocido. Es lo que mantengo en mi libro “El padre falangista de Francisco Umbral”, sin dejar al mismo tiempo de atribuirle una paternidad biológica con las pruebas a mi favor del testimonio fidedigno de terceros –que me parecían creíbles y me lo siguen pareciendo- y de un análisis literario del genero llamémosle psico biográfico –el mismo que sigue Ana Caballé en su biografía- que consiguió sus credenciales en la historia de la literatura contemporánea por más que hoy esté un poco pasado de moda u olvidado. Un padre falangista que lo explica de por sí todo en las novelas de Umbral sobre la guerra civil y en su guerracivilismo congénito e irreconciliable. Y sin el cual se corre el riesgo de caer fatalmente en los enmarañamientos más inextricables.

Como le ocurre al autor del artículo reportaje del País que hace trampa en su investigación biográfica. Y es de -escudándose del nombre y de la autoridad (intelectual) de la biógrafa de Umbral-, conseguir hacer pasar con el aval de aquella, posturas justo al opuesto de lo que en su obra se mantiene y se defiende. El de “Umbral rojo” es un mito que Ana Caballé echó abajo o deconstruyó implacable e inapelablemente en su biografía, pero se ve que algunos tiene todo el interés del mundo en seguir manteniéndolo vivo (artificialmente a base de balones de oxígeno)

¿Detrás de la ofensiva lanzada ahora –en esa dirección- por el reportaje del País se encuentra acaso la propia Fundación Francisco Umbral? ¡Maravillas veredes querido Sancho! Umbral nunca perdonó a su biógrafa el haber levantado la liebre de sus orígenes, y parece que sus herederos o albaceas y legatarios quieren seguir haciéndoselo pagar “ad aeternum”

En un artículo justo a seguir a la aparición del artículo reportaje del País, Carmen Rigalt que fue amiga de Umbral y de su mujer, reexhuma ahora penosamente -en un artículo dedicado a Isabel Preysler, como de matute- la versión del padre republicano del autor preso y represaliado del franquismo, que estuvo en Madrid en zona roja durante la guerra pero pasaba las líneas para ir a ver su familia en la otra zona. "Delirio total", glosaba certera, su biógrafa.

Y en las páginas de esa obra en la que se aborda directamente la filiación oficialmente desconocida de Umbral, dentro del capitulo “El pecho esquinado de los barcos”, Ana Caballé viene a decir que Umbral se servía a su guisa de todos esas leyendas y chascarrillos que corrían –sin dejar de llegar a sus oídos- por cuenta de su padre (desconocido) añadiendo él otras nuevas de su cosecha, en la búsqueda de un padre literario y contribuyendo así a aumentar la confusión en el tema (…)

Padre literario, que me diga hermano literario perfecto de Umbral, Leopoldo de Luis, que fue rojo (destacado) durante la guerra, y después de ella acabaría siendo reconocido y galardonado por la cultura oficial del régimen de Franco, como les ocurrió a tantos otros –rojos e hijos de rojos como él-, como una ley de bronce de la evolución de un régimen sin norte y a la deriva, tras la derrota de los nazi fascismos en el 45. Imagen perfecta de ese mito de rojerío que Umbral se fabricó concienzudamente él mismo, y que sigue dando mucho juego por lo que se ve, siete años (y medio) trascurridos ya de su muerte.

Una muestra, una sola, de incoherencia y de falta de lógica y de cohesión en la versión que el País habrá tratado ahora –por cuenta del padre de Umbral- de vender a sus lectores y al conjunto de la opinión publica: el padre de Umbral era republicano y como tal amigo del alcalde –o de los alcaldes (porque hubo dos)- de Valladolid durante la II República- que le dio un trabajo en el consistorio y luego ya en la posguerra cuando Umbral tenía ya catorce años –en 1944- se la ingenió, a pesar de verse represaliado o depurado al terminar la guerra para seguir usando de sus influencias y enchufar al niño Umbral en el Banco Hispanoamericano.

Un poco grueso el gazapo, asi a primera vista. Porque siguiendo por esa pista de la protección del padre republicano, no se explica la posterior trayectoria de Umbral muy joven, en publicaciones y cadenas de la Prensa y Radio el Movimiento nacional. Ana Caballé escribe en su biografía que la primera publicación de Umbral fue un artículo suyo (de 1955) aparecido en “Arco”, revista del SEU editada en León (“Francisco Umbral, El frío de una vida”, p. 133) Y Emilio Romero para quien Umbral trabajó le incluía entre “los últimos del SEU” –y de Falange- como lo recordaba Julio Rodríguez Puértolas (fuera de toda sospecha) en su obra en dos volúmenes “Historia de la literatura fascista española”

“El hombre que se parecía al padre de Umbral", la obra que dan ganas de escribir (de urgencia) en respuesta al reportaje de biografía-ficción del País. Tras las huellas de aquella obra de Álvaro Cunqueiro –“El hombre que se parecía a Orestes” (1969) (ver foto)- que según lo da a entender Umbral en su Leyenda del César Visionario se la inspiró al escritor gallego el episodio –¿verdad histórica, ficción literaria?- del ladrón (quinqui) robagalllinas que se hizo pasar en la retaguardia nacional por el Ausente, hacia el final de la guerra. Un falso José Antonio nacido a la sombra del mito del Ausente, como los falsos Balduinos surgidos al calor del mito -y del retorno- del rey Balduino IX de Flandes –y VI de Henao (Hainaut)-, emperador de Constantinopla (y muerto y desaparecido en la IV Cruzada)

Y a la sombra del mito de un Francisco Umbral rojo, de padre republicano, vemos nacer hoy otro mito, el del hombre que se parecía al padre de Francisco Umbral, republicano y represaliado por el régimen de Franco. Como los cánones mandan.

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