miércoles, febrero 04, 2015

PODEMOS Y LAS NUEVAS CLASES DE VENCIDOS DEL 36

Este clásico del anti-semitismo (intelectual) tuvo -en el consenso casi unánime de los autores- su fuente de inspiración en la obra “Dialogo entre Maquiavelo y Montesquieu” de un periodista francés inconformista, Maurice Joly en el que se denunciaba el poder de manipulación del régimen instaurado por Napoleón III –en un análisis alternativo al de Marx en su obra sobre “el 18 Brumario- y en el que se apuntaba al papel del lumpen proletariado en una de esas grandes maniobras que en dicha obra se analizan y se denuncian, de neutralización y manipulación de la clase obrera incipiente en la sociedad francesa de entonces. En España el lumpen lo siguen siendo grosso modo los mismos –habitantes mayormente de los extrarradios urbanos-, y a las nuevas clases –de descendientes (grosso modo) de los vencidos del 36- hay que añadir además ese proletariado o lumpen proletariado internacional que viene a constituir la corriente inmigratoria. Esos grupos sociales son hoy por hoy la punta de lanza de la estrategia de lucha de clases –y guerra civilista- y de ascenso al poder -y de ruptura de régimen- que persiguen los de Podemos
Una imagen muy extendida por toda Europa –entre españoles incluso- presenta a los griegos como un pueblo habituado a vivir por encima de sus medios y posibilidades, léase (y con perdón) un pueblo de tunantes faltos de escrúpulos o exentos al menos de las pautas y códigos de conducta que se observan en la mayor parte de los demás países europeos. El clisé –peyorativo- es sin duda injusto como todos los clisés, como los que arrastramos los españoles mundo a través y en particular por cima de los Pirineos. Y sin embargo (…) ¿Cuando el río suena agua lleva?

La gira diplomática del recién elegido primer ministro de Grecia a través de ciertas capitales europeas –excluyendo cuidadosamente España- suena un poco a un trágala más que otra cosa. ¿Por qué ellos no tendrán que pagar las deudas y los demás si? En una política anti-imperialista está claro la respuesta, en un respuesta prudente en cambio –de una Prudencia macroeconómica, con mayúsculas- el no pagar deudas no es propio de gobiernos responsables y solventes en la palestra de la política internacional y en el ámbito de las relaciones internacionales, ni de países creíbles en concierto de las naciones.

Durante cuarenta años, los griegos soportaron una casta –en gran parte del tipo laboral y sindical amen de política (de izquierdas)- que fueron los grandes responsables de la crisis por la que atraviesa ese país occidental (cuna de la civilización europea) Y ahora en vez de la vía del sacrificio –que más que de austeridad se podría llamar de frugalidad más que otra cosa- sus dirigentes prefieren seguir la vía fácil del chantaje y de la huida hacia adelante, con la complicidad de ciertos políticos de la UE y de ciertos gobiernos europeos. El gobierno del PP ha superado la barrera fatídica del crecimiento cero y habrá puesto el rumbo fijo recientemente hacia un crecimiento sostenido.
La prueba tal vez más patente y palpable del carácter selectivo, restringido y limitado –hasta cierto punto- clasista en el sentido de nuevas/clases y en modo alguno extensivo al conjunto de la sociedad española, del fenómeno de los damnificados (más directos) de la crisis financiera y por vía de consecuencia de la reacción a la misma que pretendió ser el movimiento de los indignados estos últimos años, la ofrecen sin duda mejor que nadie los yayo flautas, como ellos mismos se llaman, hijos y abuelos a la vez del 15-M como ellos mismos también se autodefinen y que parecería que les hayan redactado ellos mismos el borrador de su programa político a los de Podemos. Son exponentes fidedignos de las nuevas/clases surgidas con la transición y su desenlace, herederos en gran parte y en gran medida de la memoria de los vencidos de la guerra civil que algunos de ellos llegaron a conocer y a vivir en su fase de guerra declarada hasta el primero de abril del 39, y la mayor parte de ellos en cambio, en la posguerra en ascuas –la década de los cuarenta- que no fue más que una continuación de aquella por otros medios. Y que quieren reencender ahora a todas luces, con la ayuda de Podemos. ¿Un complejo de culpa subyacente y disfrazado acaso en su actitud, en respuesta a la acusación o el reproche mudo o implícito en los labios o en la mente de muchos, a saber la de haber querido –durante décadas- vivir, como los griegos que votan a Syriza, por cima –o muy por cima- de sus posibilidades?
Nadie se lo discute ni siquiera sus enemigos más acervos ni los más enconados de sus críticos. Y eso ya es algo –c’est déjà ça, le dicen os franceses-, que hay que reconocerles, digan lo que digan las encuestas. En un tema además mucho más pendiente de la coyuntura –de política económica- que el del paro, en lo que éste tiene de estructural, de fenómeno ligado a la globalización y a la revolución informática. Es más fácil no obstante tirar piedras contra la troika, y sobre todo contra la que parece las horas que corren la principal aliada del PP, la alemana Ángela Merkel.

El aliado de Syriza en política griega que les habrán permitido la formación del gobierno, los Nuevos Griegos Indpendientes, tiene a su cabeza a un tránsfuga de Nueva Democracia, que habrá esgrimido en su acercamiento a sus enemigos ideológicos de la izquierda radical la coartada de la germanofobia sin duda aun vida entre muchos griegos, confundiendo Alemania con la señora Merkel, y confundiéndose de época en resumidas cuentas. ¿Alemania culpable hasta el final de los tiempos? Y aunque Marine Le Pen no estuviera de acuerdo tal vez con este análisis del todo, cabe decir que cada país tiene su propia óptica y es perfectamente comprensible que los franceses sigan teniendo un apego sentimental a su antigua moneda el franco mucho más que los españoles podamos aun guardar a la peseta una moneda –relativamente reciente- que nunca llego a alcanzar el peso internacional de aquella.

Es su derecho, y también en parte su problema. Se puede ser no obstante pro-europeo sin preconizar un desmantelamiento de la UE y estar en contra al mismo tiempo de la burocracia de Bruselas. No me caso con nadie. Y aquí todos ya saben que en los años que viví en Bélgica me mantuve siempre al margen de ese mundo cerrado visto desde fuera de los euro funcionarios de Bruselas, preguntándome continuamente hasta hoy, qué estaban haciendo aquí, a qué o para qué servían. No es óbice que puestos a criminalizar y a culpabilizar, la casta euro funcionaria no es peor que la casta sindical o laboral española, o la belga de la que no solo me mantuve al margen todos estos años sino que tuve que soportar (y resistir) su presión –y chantaje- en permanencia, en la situación de exclusión y de discriminación social y profesional de la que me vi víctima, sin afiliación sindical por voluntad propia.

¿Más víctima que otros? No por cierto. Pero mi caso por lo atípico no me priva del derecho de sacar mis propias conclusiones de una experiencia –longeva de casi ya treinta años, tan traumática y tan dura, hasta extremos de patetismo a veces. Los de Comisiones Obreras o de la UGT llegaban aquí (a Bélgica me refiero) con lo puesto y con un pasado laboral solvente o no –en el plano de la seguridad social y del derecho laboral- pero con su tarjetas sindicales en regla que eran como una vara mágica para acceder en un santiamén a todos los derechos y ventajas sociales, el subsidio de paro en primera línea de todos ellos, lo que se nos privó empecinadamente a otros -faltos de un afiliación como/dios/manda- durante casi dos décadas.

Y lo que nos dio en contrapartida un conocimiento directo –y también (¡ay dolor!) a nuestras propias expensas- de esas formas de economía subsidiada –o claramente en/negro- de las que se beneficiaron las nuevas clases sociales que surgieron en España al socaire de la transición y ligados en mayor o menor medida –en gran parte al menos- a la memoria histórica de los vencidos de la guerra civil interminable (que dura todavía)

La de clase social es una noción un tanto obsoleta de las ciencias sociales (y económicas) desde la caída del Muro, que tal vez haya que rehabilitar aunque desde una óptica distinta al del marxismo, y muy anterior al mismo. El profesor Nolte en su obra Marxismus und Industrielle Revolution (“Marxismo y Revolución Industrial”) (1982) –no traducida a otras lenguas- la denominaba una noción arcaica (sic) llegada a la realidad arcaica de unas sociedades sin clases. Clase, en el sentido de desigualdad o hecho diferencial diferencial es sin duda un elemento esencial del análisis histórico o histórico/ideológico que era el prisma que privilegió en sus obras el profesor Nolte.

Y a las nuevas/clases surgidas en España tras la Transición de extracción obrera –o de clase baja- que pasaron a engrosar las clases medias hay que añadir el nuevo proletariado o lumpen proletariado constituido sustancialmente pro los emigrantes, de una importancia crucial en la estrategia de lucha de clases que viene desarrollando (descaradamente) el partido Podemos conforme al mensaje ideológico que se encargan de difundir sus dirigentes y en particular el más influyente entre ellos, Pablo Iglesias.

Y no es difícil detectar o localizar esas nuevas clases en la medida que habrán sido las principales víctimas –en España, y en otros países como Grecia- de la crisis financiera y en la medida que los líderes de Podemos no dejan de invocarlos nominativamente en sus discursos y e intervenciones, a saber, la diáspora de los posgraduados en paro, los desahuciados, los yayo flautas –y por vías de consecuencia sus hijos o nietos, los perro flautas (como ellos mismos se lo llaman)- los estafados por las preferentes, etcétera, etcétera.

Hay que atreverse a decirlo en voz alta, los damnificados por la crisis son mayormente los que ascendieron –vertiginosamente a veces- social y profesionalmente en la España de la democracia a costa de otros sectores sociales –mayormente ligados a la memoria de los vencedores de la guerra civil- que se vieron fatalmente condenados al declive, como lo ilustran casos de hijos de almirante convertidos en ordenanzas y subalternos de los grados más inferiores, por decisión propia tras verse cerradas un sinfín de puertas a seguir a la transición y su desenlace.

En un clásico de la literatura política en lengua francesa del siglo XIX, “Dialogo entre Maquiavelo y Montesquieu en los infiernos” se analizaba y denunciaba a la vez –el papel manipulador del régimen instaurado por Napoleón III en una interpretación alternativa a la que da Marx en su obra sobre el 18 Brumario. Y entre las maniobras manipuladoras del nuevo régimen se apuntaba en esa obra al papel del lumpen proletariado en la neutralización y manipulación de la case obrera incipiente en la Francia de entonces.

El lumpen proletariado viene a equivaler en el análisis posmarxista de Podemos y en general de la corriente de los indignados (surgida del 15-M) a los bajos fondos -o barrios/bajos- de los centros urbanos en la España actual y el lumpen proletariado a los extrarradios incubadoras hoy como ayer de delincuencia y de marginalidad social (e incluso de crimen organizado) A ellos les corresponde no obstante el puesto de vanguardia en el nuevo capítulo de guerra civil que anuncian los de Podemos en caso de triunfo de en su estrategia. De ruptura (y guerra civilista) A buen entendedor pocas palabras sobran

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