miércoles, febrero 11, 2015

SUIZA EN EL DISPARADERO, POR CULPA DE PODEMOS

François Genoud, más conocido como “el banquero de Hitler” Pimpinella Scarlata del mundo de la banca en Suiza. Natural de Lausanne y francófono, su figura más allá de la leyenda que le acompañó en vida y le sigue después de muerto no fue menos exponente de una raza de banqueros que dio el país alpino como ningún otro país de Europa. Y lo mismo que los relojeros suizos –la otra gran institución helvética- guardaban celosamente sus secretos de padres a hijos, los banqueros suizos enseñaron a guardar y a practicar escrupulosamente de generación en generación el secreto bancario, piedra angular de su sistema financiero y clave de su reputación en el mundo entero. La que un (presunto) delincuente que robó datos al banco al que trabajaba para poder venderlos pone hoy en entredicho en todos los idiomas. A sueldo de Podemos
Otro culebrón en, materia de delitos financieros en primera plana de la prensa francesa de hoy, del diario Le Figaro por ejemplo que le dedica un amplio reportaje en varias páginas. Y es el escándalo de la sucursal suiza del banco inglés HSBC (Hong Kong Shangai Banking Corporation) -de los tiempos de las guerras del opio-, acusados de fraude fiscal en masa con una ristra de celebridades, de confirmación –algun español (Botín, Alonso) entre ellos (…) En simultáneo, sale a relucir en la prensa española el fichaje por el partido de Podemos del informático de la filial suiza del banco por el que viene ahora el escándalo, Falciani, perseguido en varios países europeos desde que en el 2013 filtró a la presa las listas que ahora vuelven a salir a relucir sin mención esta vez de su fuente de origen (…)

La Suiza es un país con la imagen deteriorada de un tiempo a esta parte en los medios de la prensa global precisamente en aquello que cimentó su reputación y le mereció gloria y prestigio a escala mundial hasta no hace mucho, a saber su sistema bancario y financiero. Un banco suizo era hasta no hace mucho como un dios en la tierra, y sin duda preso yo también de ese sortilegio, durante mii ultima estancia en Suiza hace ya bastantes años, en Lausanne –donde residí unos meses de enero a abril del 86, tras mi salida de la cárcel portuguesa- me sentí en el deber (un decir) o ante el reto, mejor, de abrir yo también (¿y por qué no?) una cuenta a mi nombre en un banco suizo, lo que formalicé en una de las entidades helvéticas más prestigiosas, la Unión de Bancos Suizos, plaza de Saint François, en el centro de Lausanne.

La cuenta aquella debe seguir todavía abierta –y espectralmente vacía- por muy inactiva que se habrá visto desde entonces, como uno de esas cápsulas espaciales perdidas en el espacio sideral tras su lanzamiento. No me quitó el sueño nunca más, pero con ello quiero venir a decir que yo también pagué mi modesto tributo a la reputación de seriedad y de solvencia de la Suiza y que me duele ahora –-por más que no tenga lazos particulares con el país alpino- de verla puesta en entredicho. Me he estado releyendo el reportaje del diario Le Figaro con atención y detenimiento y al final a modo de glosa o de moraleja sale a relucir una palabra, la de “moral” que sirve a mi juicio de hilo conductor a los análisis del diario francés y a los juicios y diagnósticos que e permite al respecto.
En el centro de la foto, con barba –que no usaba cuando yo le conocí- Ahmed Huber, Albert Friedrich Armand Huber, de sus nombres y apellido de antes de su conversión al islam, ya fallecido. Fue un periodista y gestor bancario suizo, nacido en una familia protestante y dirigente de una entidad bancaria árabe basada en Suiza, al que la administración Bush acusó de lazos con organizaciones terroristas árabes incluida Al-Qaida. Le conocí en una conferencia que dio por vuelta de enero o febrero del 86 en la Universidad de Ginebra, y me sorprendió por el lenguaje franco sin tapujos y sin tabúes que utilizaba que me pareció un caso único o casi único en Europa occidental y sin duda que lo era. Converso del islam o no, era un suizo de pura cepa y como tal se expresaba y se mostraba, en la impresión que a mí me dio por lo menos. Botón de muestra uno más, que el mundo suizo de las finanzas no es cuestión de simples cifras o de dinero, sino un fenómeno de orden social y cultural también, inseparable de la historia y de la idiosincrasia del país helvético
Una moral – o moralina- por encima de la ley y del derecho suizo que no legislaron en ese punto o lo hicieron de otra forma hasta la fecha y que a todas luces tienen en la salvaguarda y protección del secreto bancario uno de sus principios inspiradores y constitutivos. La noción de fraude/fiscal en derecho suizo no es la misma tampoco que en otros países europeos, distinta por ejemplo de su noción de delito/fiscal como lo explicaba hoy una responsable suiza en la radio belga. La polémica además –significativo en extremos- divide grosso modo por la mitad, entre izquierdas y derechas- la clase política suiza y su opinión publica. Todo eso a Podemos y a su líder no les interesan ni le merecen con certeza la menor consideración o respeto, que acaban de reclutar al informático –nacido en Mónaco- por el que vino el escándalo en ese tema.

Suiza es un país de una antigua y añeja tradición bancaria y eso –más allá de la línea divisoria entre católicos y protestantes- es algo que hay que saber respetar. Los años que pasé en el seminario de Ecône oí nombrar en más de una ocasión –como si fuera un ave de paso- a François Genoud, conocido en la prensa suiza e internacional por el banquero de Hitler, todavía entonces en vida (y coleando) Todo un personaje literario, François Genoud (pronunciado con “gue” a la suiza) del que se cuenta (y no acaba) que se encontró personalmente con Hitler, muy joven, antes de la guerra, que fue albacea testamentario tanto de Hitler como de su segundo Joseph Goebbels –y como tal tesorero de la herencia del III Reich (…)- y que después de la guerra había sido el banquero (financiador) de la organización ODESSA que organizaba el salvamento de antiguos nazis en América del Sur, y habría acabado convirtiéndose” en el banquero del FLN, lo que le llevaría pese a su pasado a acabar en un coqueteo con la extrema izquierda internacional (con Simone De Beauvoir por ejemplo y Jean Paul Sartre) (…)

Una trayectoria que debe hacer las delicias de toda una corriente ideológica –dentro de la extrema/derecha- de una fuerza e influencia indiscutible hoy en Francia gravitando grosso modo en la esfera de influencia del Frente Nacional y que preconiza –de antiguo un acercamiento al mundo musulmán enfrentada a otra, su rival directa, que pone la lucha contra el islamismo en primerísima fila de sus prioridades.

Y la figura de François Genoud nos lleva sin duda –y sin tener conciencia de estar desviándome del tema dominante de esta entrada- de hilo conductor a los motivos y secretos de la neutralidad suiza durante la guerra que fue sin duda también una neutralidad pactada a favor del Eje, un poco mutatis mutandis como la española (Umbral dixit), y que como en el caso español que estaba no poco ligado a nuestra tradición a nuestro pasado y a nuestra idiosincrasia, en el caso de la Suiza tuvo no poco que ver también con su pasado y en particular con sus tradiciones bancarias, que le permitieron preservar el normal funcionamiento de su sistema financiero  durante la segunda guerra mundial, al precio de una neutralidad mantenida a rajatabla, por métodos expeditivos y draconianos, sin arredrarse en modo alguno a la hora de derribar aviones aliados por violación del espacio aéreo suizo, por ejemplo.

En Suiza encontraron refugio algunos colaboradores de otros países, ma non troppo, que preferían sin duda otras tierras y otras latitudes, como España o América del Sur o os países árabes. Fue el caso del belga Henri De Man que antes de la guerra había sido presidente del partido belga de trabajadores –afiliado a la internacional socialista- y que al producirse l ocupación alemana abrazó la colaboración convirtiéndose en principal consejero del rey Leopoldo III y que en 1954 encontró la muerte conduciendo –en compaña de su esposa su automóvil, arrollados por un tren en un paso a nivel (…)

Es curioso que el tiempo que residí en Lausanne en el invierno del 86 tras mi salida de la cárcel portuguesa pude calibrar la importancia y la influencia de la corriente pro-árabe y pro-palestina –e incluso pro musulmana- en el país helvético. Me fue dado incluso el asistir en la universidad de Ginebra a una conferencia de un periodista suizo de Berna, convertido al islam, Ahmed (Albert Friederich Armand) Huber, y que me sorprendió por el lenguaje sin tapujos y sin tabúes que utilizaba. Ahmed Huber llego a ser –ahora me entero por la red- dirigente de una entidad banquera del primero orden e importancia en el mundo árabe, basado en Suiza, lo que le ganó acusaciones de la administración Bush de lazos con Al-Quaid (...)

Y no cabe duda que esa faceta bancaria suya no puede ser más representativa de su figura y sintomática o significativa a la vez de las dimensiones propiamente helvéticas –e intransferibles- de la actividad bancaria en el país alpino. Suiza confrontada al escándalo que envuelve a uno de sus entidades bancarias, parece sin duda dividida en este asunto las horas que corren, pero ni siquiera Jean Ziegler, otra personalidad suiza del mayor relieve (y colorido) alter mundialista ilustre y de notorias convicciones izquierdistas habrá hecho oír a su voz en este tema que pone a Suiza en el disparadero de la Prensa global y de los medios del mundo entero. Sin duda injustamente, sin merecerlo

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