lunes, febrero 13, 2017

¿"MEDÍO JUDÍOS" LOS ESPAÑOLES?

Leí hace mil diluvios, de muy joven, la obra más célebre de Julián Juderías -de un nombre un tanto atípico se me reconocerá -, “La Leyenda Negra” que se ve ahora reivindicada y rehabilitada en la obra de una historiadora española que aquí (por segunda vez) comentamos ahora. Creo recordar que me gustó, que la encontré interesante, pero a decir verdad no retuve de ella (hasta hoy) gran cosa. No es menos cierto, como sea, que tuvo una influencia indiscutible en la educación que recibimos generaciones enteras de españoles y en la visión patriótica y beligerante en contra de esa leyenda de difamación anti-española que se nos inculcó en los años del régimen anterior. Juderías fue un regeneracionista insigne de ascendencia familiar ilustrada, pero hoy por hoy se ve erigido en figura iconográfica principalísima de una visión católico/romana de la leyenda negra anti-española provista de todos los níhil óbstat posibles e imaginables, y chorreando agua bendita por todas partes, y rezumando ironía sangrienta (y clerical) aún más si cabe. Y es si se tiene en cuenta que uno de los principales corifeos de esa leyenda negra en la actualidad – si no el más autorizado- lo es el papa Francisco debelador y calumniador (contumaz) del pasado español de América. Y esa visión piadosa y falaz e insidiosa en extremo al mismo tiempo -¡ay dolor!- es lo que nos parece diseñarse por detrás de la campaña de difusión en los medios de la obra de reciente aparición sobre el tema, sin duda interesante valiosa y reveladora. ¿”Medio judíos” los españoles? No más que medio/germanos o medio/bereberes
El libro sobre la Leyenda Negra que aquí ya comenté sigue dando que hablar. Y caigo ahora sobre una nueva entrevista de su autora que vuelve a reincidir en ciertas afirmaciones de las que se me ocurre que haya mucho que decir. Y en particular una de ellas que a juzgar por las negritas de la que se ve acompañada en el texto (impreso) viene a ser presentada como una de la intuiciones mayores de la obra, mas aún como una auténtica revelación. Y es cuando dice que en el clisé transmitido hasta hoy por la Leyenda Negra el español es malo porque es (sic) medio judío. No es nuevo eso que afirma ahora tan convencida la historiadora malagueña.

Digamos que tan lapidario aserto forma parte de una vulgata -política e históricamente super/correcta (faltaría)- que difundió hasta hoy un sector de la historiografía académica más autóctona y como tal fuera de toda sospecha. El autor de estas líneas lo leyó por vez primera hace ya bastantes años en una “tercera” de ABC de Gonzalo Anes el que fue mi profesor de Historia Económica de España en la (antigua) Facultad de Políticas y Económicas -finales de los sesenta- de la Complutense. Y el clisé se ve ahora -como lo puede comprobar en mis últimas visitas- divulgado en carteles ilustrados con el saco de Roma de motivo, que lucen algunos vagones del Metro de Madrid donde los soldados españoles de los tercios participantes en el asalto a la Ciudad Santa, entre otras lindezas se ven tratados (en italiano de “marrani” (a saber judíos o judíos conversos) Y se me ocurre que cabria empezar por ahí. Por el saco de Roma y no echarle “el muerto” al Humanismo (renacentista o neo renacentista) en general o en particular la humanismo italiano.

Siempre me llamó la atención -tan receptivo como siempre así me vi a mi mismo para nombres propios de todo tipo - que nunca hasta hoy hubiera sabido de nombre alguno de humanista italiano que se viese mencionado en esa vulgata anti-española que aquí hemos mencionado, tal y como se vería inventariada en la historiografía española contemporánea o en una parte de la misma al menos La autora que ahora nos ocupa no los da, o digamos que sí que da uno el de Paulo Jovio (en italiano Giovio) pero no de ilustración de la marca italiana (sic) de esa acusación anti-española, sino mas bien en sentido contrario -como si estuviera queriendo mezclar las cartas- como un exponente de la idea romántica por anticipado (en francés “avant-la-lettre)” y como tal no calumniosa o difamatoria per se sino más bien elogiosa y halagadora,, que popularizarían siglos mas tarde los autores románticos de España y de los españoles y que la autora que nos ocupa califica de tontería.
Escena de los inicios de la guerra civil española en zona roja. En entrevistas con la autora de la obra de reciente aparición sobre la Leyenda Negra se hace hincapié en algo que nos parece una de sus observaciones más certeras y luminosas. Y es cuando -en respuesta a la alusión del entrevistador al clásico (sic) auto/odio de los españoles- dice que la hispanofobia (sic) acabaría siendo asumida (sic) por nuestros compatriotas. Y a fe mía que nos congratulamos ver salir ahora a la luz en primera plana de lo medios algo que venimos denunciando en solitario en este blog y otros sitios desde hace ya tanto. Y es lo que el autor de estas lineas oyó en boca de un español por una radio francesa hace ya mil diluvios -a principios de los ochenta-, que llamó a los franceses auto suficientes y a los españoles (sic) auto flagelantes, y lo que por mi cuenta y riesgo acabé denominando “síndrome de auto desprecio (patrio)” Extraña no obstante el silencio (aparente) de nuestra historiadora, junto a la laguna que ya apuntamos en esta entrada referente al saco de Roma (de tiempos de Carlos V)- sobre el nexo causal de esa hispanofobia asumida y de todos esos tópicos difamatorios anti-españoles que los españoles (según la autora) acabarían asumiendo como propios, con la explosión de odio de clase que hizo estallido en zona roja durante la guerra civil española. ¿Ninguna relación de causa a efecto? ¿Ningún nexo causal con la falta (flagrante) de solidaridad que notó (en propia carne) -en treinta años-  el autor de estas líneas entre la comunidad/emigrante española en Bélgica? Como si no tuviera nada que ver con ellos, como si no fuera en definitiva su compatriota, como si fuera para ellos más (mucho más) extranjero que para los propios belgas
Comenté el tema en general con un amigo italiano, persona ya de edad, de gran erudición y escritor de obras de carácter histórico y filosófico mayormente en lengua francesa, muy versado en “sus” clásicos -léase antiguos y modernos- quien califico de novedad (sic) ese aserto tan ilustrativo de la opinión o la visión (peyorativa) que habrían merecido España y los españoles a los humanistas italianos. Como una especialidad historiografía española -igual a otras tantas- se estaría tentado de calificarla en verdad. La autora podría haber citado, de ejemplo de su aserción, un nombre no precisamente italiano sino flamenco (si) -lato sensu- a saber Erasmo de Rotterdam, un autor iconográfico del europeísmo en nuestro tiempo, al que efectivamente sí que se le conocen frases despectivas -e hirientes- hacia los Españoles, groseramente racistas incluso algunas de ellas.

De las cuales, “Hispania non placet” sea sin duda la mas divulgada de todas ellas. Con lo que a mi juicio la autora del libro que nos ocupa estaría mas cerca de los orígenes del “mal”, léase de una leyenda/negra de la que según ella el gran divulgador lo fue el holandés Guillermo de Orange, y su padre inspirador, fray Bartolomé de las Casas, que aquel traduciría en lengua germana, algo en lo que concuerdo ciento por ciento. El lapso como sea es revelador sobre todo de algo que la autora parece pasar sistemáticamente por alto, como ya dije aquí y es ese nexo casual entre el nacimiento de la leyenda negra y el saco de Roma, en el que correspondió un protagonismo de primer plano -junto a los lansquenetes alemanes (y italianos)- a los Tercios españoles. Y es que ese énfasis historiográfico en echarle “el muerto” de la Leyenda Negra a los humanistas (italianos) esconde o camufla (cuidadosamente) en nuestra modesta opinión el protagonismo que cupo en ello-algo así como una intuición que no creemos que nos resultara difícil de probar- a la Roma papal (o pontificia)

El saco de Roma -de los tiempos de Carlos V- fue uno de los grandes hitos históricos de los inicios de la Edad Moderna y sorprende así a primera vista que los historiadores, y en particular los historiadores españoles se haya ocupado tan poco de ello y hayan sido tan parcos a la hora de reconocer toda la transcendencia e influencia que sin duda tuvieron aquellos acontecimientos a título de causa motriz o ejemplar de otros acontecimientos de los más relevantes de la historia de Europa en siglos posteriores. La influencia por ejemplo -evidente por demás- que pudieron tener, ni un siglo transcurrido de aquello, en ese vuelco tan dramático de la Roma papal -de tan grandísimo alcance y tan decisivo- a favor de Francia en la Guerra de los Treinta Años, un conflicto (europeo) que se vería planteado en un principio como una guerra generalizada a escala del continente europeo entre potencias católicas y protestantes, y que nos parece estrechamente ligado a la Leyenda Negra -en la medida sobre todo que puede ser visto como una prolongación y un extensión a la vez de las guerras de Flandes de las que vinieron (nota bene) a decidir el desenlace. - y que la autora de la obra que nos ocupa parece pasa igualmente por alto. Y es que ¿cómo no ver una secuela de los sentimientos anti-españoles que pudo dejar en la Península italiana -y en particular en los medios romano/pontificios- ese cambio tan emblemático en la Compañía de Jesús -que vino no menos que a marcar un antes y un después en la historia de aquella orden-,  fundada por un español (nota bene)?

La cual a partir del generalato del italiano Acquaviva -al que se le atribuye (con razón) un papel decisivo en la conversión (sic) y abjuración del protestantismo de Enrique IV de Borbón  (el de “París bien vale una misa”)-, que precedió a su coronación de rey de Francia y su triunfo sobre la Liga Católica -que representaba el partido de los amigos de la España de Felipe II en territorio del Hexágono-, se convertiría como digo en preciosa herramienta al servicio de la monarquía absoluta francesa (de derecho divino) durante siglo y medio (hasta la Revolución Francesa) A la Liga Católica -a saber, la Ligue (la del Duque de Guisa)- no la vencieron los protestantes franceses, que estaban ya más que vencidos cuando la conversión del rey Borbón, sino los jesuítas (seguda época)

Lo que ocultó sistematicamente en la historiografía transmitida hasta hoy -en particular en su versión en lengua española- una visión católica, léase católico/romana de la leyenda negra anti-española -con todos los níhil óbstat u plácemes y parabienes pontificios habidos y por haber, faltaría-, que es la que nos parece defenderse y reivindicarse (con todos sus aciertos e intuiciones geniales, que conste) la obra que aquí comento. Y en la que se nos educó y con la que se nos amamantó por así decir a generaciones de españoles.

Y que en algo fallaría, y fue en la medida que no vino a conjurar lo más mínimo esa leyenda difamatoria que a decir de esta profesora e historiadora española va hoy por el mundo -y en particular por los ámbitos académicos y universitarios del mundo entero, en particular por cima de los Pirineos (y doy fe ello)- más triunfante y desafiante (y arrogante) que nunca. Y en esa misma medida su obra no nos parece tan innovadora o inconformista) como así se la viene a presentar ahora en los medios.

¿”Medio judíos” los españoles? Digamos que así es como empezó a vérseles en la Roma papal, y así es como fueron de un siglo a otro asumiéndolo los propios españoles. victimas sin duda unos y otros de un juego de espejos, y de un atavismo religioso y cultural (y no racial) de raíz judeo/cristiana

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