viernes, febrero 24, 2017

¿SAN ANTONIO TEJERO?

En unas declaraciones publicadas hoy a título póstumo en un diario digital sobre el 23-F -en el veinticinco aniversario de la intentona- declaraba Blas Piñar que en la tarde aquella estando ya dentro del Congreso, cuando vio a entrar a Tejero y a los guardia civiles armados se encomendó a la Madre Maravillas. No le fue de mucha ayuda, lo menos que cabe decir, la monja del Cerro de los Ángeles, ni a él ni a sus amigos. Es muy discutible por lo demás todo lo que dice ahora retrospectivamente Blas Piñar como una voz de ultratumba>. Entre otras cosas, eso de que con el fracaso de la intentona desapareció (sic) el ejército de la Victoria. Se irían del ejército o se verían castigados o purgados los suyos, sus amigos, pero el ejercito de hoy no sigue siendo menos el heredero del ejército -rendido aunque invicto (nota bene)- del 45 tras la terminación de la Segunda Guerra Mundial, y caso de haber triunfado el 23-F el callejón sin salida en el que España se habría visto metida sin remedio -como ocurrió con los generales argentinos, o como los coroneles griegos- auguraba en cambio un desmantelamiento irreversible de la institución castrense que en realidad no se produjo. Por lo demás, Blas Piñar se hacía portavoz de un ejército de la victoria del que él propiamente no formó parte por haber pasado toda la guerra en Madrid refugiado en una embajada, ni más tarde tampoco cuando prosiguió una carrera (brillante) en lo civil hasta que se metió en política, sólo tras el desenlace de la crisis de interna del régimen del 56-57 que se saldaría con la salida de los ministros falangistas y la llegada de los tecnócratas de l Obra
Leo hoy en un diario digital de le derecha mediática religiosa -y de la tendencia patriota- una carta publicada hace ahora cinco años en el diario ABC del hijo sacerdote de ex-teniente coronel Antonio Tejero. Aparte de mi ese cáliz. Un hijo que cuando su padre se vio envuelto -y posteriormente condenado- por el 23-F (del que hoy se cumple el veinticinco aniversario) se metió cura -hasta hoy (...)- , como respuesta.

La mujer de Manuel Machado -contaba Francisco Umbral en una columna que dedico al escritor sevillano en el Cultural del Mundo y que luego se vería recogida en la galería de escritores que Umbral publicó bajo el titulo Los Alucinados-, cuando se murió su marido se metió monja. “¡Qué tíos! -remataba Umbral con su acidez de su estilo inimitable- ¡que vuelta de ajenjo malo se pegaron en esta vida!” ¿Estoy mezclando acaso churras con merinas? Digamos que no, que no es mayor mezcolanza el comparar la muerte de un escritor (léase de un gran escritor) con el fracaso estrepitoso de un militar metido en política, que el hacerlo entre esto ultimo y esa mezcla indisoluble de política y religión que arrastramos los españoles de por vida.

¿Por qué se metió cura el hijo del ex-teniente coronel Tejero? Con las conjeturas pero la mas plausible y verosímil es la de que dedicó a expiar por su progenitor en lo más íntimo, en vez de intentar redimir el honor y la memoria y el buen nombre de su progenitor por otros medios. ¡El complejo de culpabilidad que arrastramos los españoles de la noche de los siglos! Millan Astray el fundador de la Legión también arrastra un problema de imagen familiar irredenta y de honor paterno en entredicho pro culpa del célebre caso del crimen de la calle Fuencarral en el que su difunto padre -director entonces de la cárcel Modelo madrileña- se vería envuelto.
Y salvó y rescató y limpió de toda sobra de infamia a su progenitor a cambio de legarnos par la posteridad una imagen en el recuerdo en recuerdo polémica y controvertida sin remedio, pero el honor a salvo tanto en el plano individual y personal como en ese otro familiar, o colectivo. Viví el 23-F como si me fuera la vida en ellos a miles de kilómetros de distancia de allí, en las inmediaciones de Paris donde yo residía entonces.

Maldije mil veces durante años su desenlace y también guardé rencor tenaz durante lustros al principal protagonista de todo aquello (de su desenlace me refiero) Hoy ya me hace un buen rato que me curé de aquellas fiebres y de aquellos sinsabores y regustos amargos. El 23-F -visto tantos años después con la cabeza fría y el corazón igual de caliente que me latía entonces- no dejó de ser un golpe orquestado por los servicios de inteligencia norteamericanos -y en particular de la CIA-, que de triunfar habría metido a España en un callejón sin salida como ocurrió en Grecia con el régimen de los coroneles griegos. Como lo ilustró la muerte política que el fracaso de la intentona vendría a infligir -tan fulminantemente (apenas unos días más tarde)- al general Alexandre Haig,secretario de estado (nota bene) y la figura mas emblemática de la administración Reagan entonces. Lo mejor que podía haber ocurrido, para España y para el conjunto de los españoles. Asi lo pienso hoy sin tapujos ni complejos, ni remordimientos.

El ejército español era entonces como lo había sido menos de treinta años antes un ejército rendido -en el 45-pero invicto al mismo tiempo, que evitó la derrota en la Segunda Guerra Mundial. Y el fracaso del 23-F le salvó e inmunizó al mismo tiempo del riesgo de verse purgado de todo lo que le ligaba en el plano biológico o de la memoria individual como colectiva con el ejército de la victoria del Primero de Abril del 39. Como lo ilustra el que todos los principales artífices de que el golpe fracasara -Quintana Lacaci, Lago Román, Aramburu Topete y no sigo- seguían ostentando una innegable coloración azul -de su trayectoria durante la guerra civil o de la División Azul en el frente ruso- y que algunos de ellos pagarían con la vida esa trayectoria a seguir, a manos de la ETA. Si el desenlace hubiera sido el inverso no creo que nada ni nadie hubieran evitado al ejercito español -y pari passu al conjunto de los españoles- un destino similar al de las juntas militares argentinas o al del régimen (militar) de los coroneles griegos.

Tejero fracasó y acabo asumiendo su fracaso como lo simboliza el que su hijo abrazara la vida religiosa. Con lo que de una manera u otra venia a hacer confesión de culpa propia o ajena, en nombre de su progenitor y tal vez en nombre propio también. ¡Basta ya de clericalismo y de buenismo y de samaritanismo -desmoralizador y culpabilizante- en la política española y en la de otros países europeos de idiosincrasia cultural semejante a la española (como Italia o Bélgica)! No a un (futuro) San Antonio Tejero que a falta de salir triunfante de su golpe de estado acabase décadas después -con la ayuda de su hijo cura- subiendo a los altares, bajo el papa argentino o uno de sus sucesores. A tenor de la campaña por su cuenta que parece que se nos anuncia.

Y entiendo así, en el distanciamiento que de un tiempo a esta parte vengo operando de antiguas inhibiciones ideológicas y de antiguos compromisos ideológico/sentimentales, sacudirme de encima la sombra de oprobio y ignominia que me colgaron encima precisamente esos sectores que siguen reivindicando el 23-F tantos años después, por el tratamiento de excomulgado que durante todo esos tiempo, todos ellos -con honrosas excepciones- indefectiblemente me reservaron

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