miércoles, febrero 01, 2017

EUROPA ¡PATRIA ETERNA!

Capas y estandartes de la TFP brasileña en su época de auge -años setenta- antes de la implosión del movimiento a la muerte de su fundador, el Profesor Plinio. Testimonio innegable del genio ideológico -e incluso artístico- de su creador. Fue lo que más impacto causaba sin duda por encima de unas formulaciones doctrinales -y teológicas- hoy ya perfectamente obsoletas para muchos que las profesaron en un momento dado, y del estilo anticuado (ex profeso- con el que se veían difundidas, de palabra o por escrito (y en gestos y maneras) Hasta el punto que cabe decir que sea precisamente lo que pervive y prevalece en la memoria de aquel movimiento tan desconcertantes que llegó a propagarse en muchos países del otro lado del Atlántico y también en suelo europeo. Y era esa intuición -certera- paneuropea y trasatlántica a la vez, mas allá de unos postulados (teológicos de signo judeo cristianos) -y de los a priori e interdictos y obediencias de signo clerical que acarreaban- hoy perfectamente desacreditados y arrumbados en las alcantarillas de la historia. Resurgencia de un ideal europeo llamado sin duda a resurgir ante los desafíos que se presentan para la supervivencia misma de nuestro civilización. ¿Modelo de inspiración la heráldica medieval -liberándola de la servidumbre clerical en la que aquel movimiento tradicionalista nació creció y murió- de una nueva enseña y una simbología para el conjunto de los países europeos ? Europa ¡Patria eterna! Esa es nuestra Fe y nuestra religión ¡No tenemos otra!
El caso Blanquerna, los protagonistas del mismo me refiero, con su acción y sus reivindicaciones amenaza fatalmente poner sin duda en entredicho el patriotismo visto como sentimiento y como virtud tal y como lo concebimos algunos. En la convocatoria a la manifestación que siguió a la sentencia del Supremo al respecto se recogían nos versos de Lope de Vega que traducen al visión del patriotismo tal y como la concebían los antiguos, a saber como una virtud estrechamente relacionada si no claramente identificada con la piedad.

La piedad a nuestras raíces a nuestra tierra, y a nuestros mayores. Lo que viene a traer a la luz esa forma de virtud estrechamente ligada a su vez a la de la compasión, que viene ahora al primer plano de la actualidad tras la temática de los refugiados y de la inmigración en masa y de los casos de actualidad -o de pagina de sucesos- que la vienen puntualmente jalonando en los últimos tiempos. Como lo ilustra las declaraciones recientes del ministro de Inmigración del Canadá -un país sacudido en los últimos días por un atentado a una mezquita frecuentada por inmigrantes- que justificaba y fundamentaba en la compasión (sic) la política en la materia -en extremo emblemática y no menos polémica y transgresora- del gobierno actual del Canadá (dirigido por Justin Trudeau)

Así, por un lado el patriotismo se vería acantonado a unos límites y fronteras en razón de la piedad debida a nuestra madre patria -léase nuestra tierra madre-, la que le debemos a nuestros muertos (por razón de piedad filial) Lo que sin duda ha llevado a algunos a interpretar y a atacar las recientes declaraciones del actual jefe de gobierno de que no cree (sic) ni en muros ni en fronteras (las cuales se pueden perfectamente interpretar dicho sea de pasada, en función de un contexto determinado, y en el sentido de fronteras interiores, léase como un alusión al caso de Cataluña) Y por otro lado esa impiedad lleva a erigir en un derecho natural y absoluto la inmigración en masa como así se habrá visto plasmado en el desarrollo del magisterio eclesiástico y pontificio en los últimas décadas, tras el concilio vaticanos segundo como lo pone claramente de manifiesto una obra reciente (en francés) de la que ya me ocupé en una de mi recientes entradas.

Lo que de una forma u otra viene a exponer a la intrusión de extraños -ligados en razón de la ascendencia biológica- a otra cultura y a otra memoria- esa madre patria o tierra sagrada regada con la sangre de los nuestros y a los que de una generación a otra habría ofrecido cobijo y sepultura. De "piedad al presente" habló Nietzsche -otra vez él- en algunos de sus libros de epigramas y aforismos, sin que como sucede con tantas de sus frases y de sus ideas seamos capaces -como si se tratase de fragmentos literarios- de asignarles un lugar textual exacto y preciso en el conjunto de sus obras. De piedad al presente y al futuro como un desafío y una alternativa a la vez al piedad hacia el pasado, en lo que tiene de rémora, de pasado muerto y enterrado. España nuestra patria pero ese patriotismo español nos lleva a depreciar la España del pasado reciente en aras de un pasado mas antiguo que ese confunde en definitiva en última instancia con el arcano de la memoria. Una memoria que en el caso de los españoles es esencialmente una memoria occidental y europea.

¿Qué España tenemos que tomar de modelo de nuestro patriotismo? La España de la posguerra la España de la II República o de la Restauración, la España del Diecinueve o de la Ilustración, o la España imperial que se extendió -y desangró- allende sus fronteras, la España de de los Cinco Reynos de la la Reconquista, la España visigoda, la Hispania provincia romana, la Iberia de los caudillos íberos (y cartagineses)? Y esa que es sin duda esa memoria antigua ancestral la que nos reconcilia con Europa y concilia nuestro patriotismo español con el patriotismo europeo que algunos habremos sentido nacer bien dentro al cabo de largos años de residencia por cima de los Pirineos. En tierras nota bene como lo son estos Países Bajos (latu sensu) -en el sentido histórico del termino- y las que no lleva a asumir y a reivindicar -revisándolo en profundidad y rehabilitándolo a la vez- a la vez el ideal europeo que germinó del lado de los vencidos de la Segunda Guerra Mundial, tal y como lo vieron los españoles de la División Azul y por el que supieron dar la vida muchos de ellos.

Y ese patriotismo renovado viejo e inmemorial y a la vez nuevo y abierto a afrontar los desafíos del futuro a corto o la largo plazo nos lleva a revisar o a poner en tela de juicio postulados que hasta hoy tuvimos como verdades de fe o como dogmas -de naturaleza histórica y política a la ve- intocables como aquello -a modo de una consigna o de vaticinio profético- “que el problema de Cataluña se resolverá desde Madrid”, a saber desde el poder central. Franco así lo intentó y fracaso estrepitosamente hasta el punto que cabe decir que el fracaso en Cataluña y en el país vasco marco (al rojo) a su régimen y a que su legado se viera seriamente hipotecado en las generaciones que se siguieron hasta nuestros días. Como lo ilustra la resurgencia del problema catalán tal y como se ofrece a nuestra vista y su agravamiento, en los perfiles y formas que reviste en nuestros días.

El separatismo no fue el motor principal de al guerra civil, si acaso uno de sus pretextos o cortadas secundarias de la explosión de odio y de lucha de clases que es lo que llevo en el fondo a los españoles a las trincheras. Y conjurar ese desafío siempre latente es la tarea ineludible de un patriotismo autentico. La consigna (urgente) de nuestra hora. Aunque haya que entenderse en catalán ¡qué remedio (con ayuda del francés si se presenta) Porque el desafío lingüístico -sin duda innegable e irrefutable- cede fatalmente el paso al desafío guerra civilista. Y a buen entendedor pocas palabras sobran

1 comentario:

Anónimo dijo...

http://gaceta.es/pio-moa/guerra-civil-sigue-actual-30012017-1004