viernes, septiembre 23, 2016

EXTREMA DERECHA E INTERNET

Este libro de Rafael Gambra, profesor y escritor de ideas tradicionalistas y de notoria filiación carlista me marcó en aquellos tiempos convulsos marcados por la resaca del mayo francés del 68 en las universidades españolas, y concretamente en las universitaria madrileña cuando me sentí completamente sólo (por vez primera en mi vida), como un marciano entre terrícolas, de cara a un fenómeno -la revolución cultural (de signo marxista o neo marxista) del estamento universitario en los países occidentales- cargado entonces de promesas de futuro, como una mutación fatal e ineluctable a escala planetaria, a tantos años aún de la caída del Muro. El prólogo de aquella obra, de un escritor católico francés lastrado en Francia por un pasado marcado (al rojo) por la Colaboración durante la Segunda Guerra Mundial y bien visto no obstante en los medios eclesiásticos (y vaticanos) de la posguerra -y que cuando estalló la crisis integrista por el conflicto entre Monseñor Lefebvre y el papa Pablo VI tomó prudencialmente distancia de aquél-, no dejaba de ser sintomático de algo que entonces me escapaba y era del revulsivo que en los ambientes católicos (clericales) del posconcilio inmediato produciría la denuncia radical del judeocristianismo que venían difundiendo a los cuatro vientos  por aquel entonces -ya desde los tiempos de la celebración del concilio vaticano segundo- Dominique Venner y los que eran próximos, todos ellos marcados por la guerra de Argelia y la actitud (escandalosa) de la iglesia católica favorable a la insurrección (FLN) anti-francesa,que sintieron como una traición a Francia y a la civilización occidental europea
El diario francés (de izquierdas) Liberation publica en su edición de hoy jueves un reportaje de varias paginas anunciado a toda plana en su portada sobre la presencia de la extrema derecha (ultra droite) en Internet. Y mentiría si dijera que no me habré dado por aludido -por la presencia y la  irradiación digital que pueden haber sido la mía y la de este blog de un tiempo a esta parte, por mínimas que sean. De la etiqueta de extrema derecha -como de una marca registrada (por sus adversarios)- se puede pensar lo que se quiera y aquí algunos ya saben lo que piensa al respecto el autor de estas líneas por haberme explayado dentro y fuera de este blog no pocas veces sobre el tema.

Cuando era joven, en mis inicios en política (universitaria), me definía "ni de derechas ni de izquierdas" (como dios manda), tantos años ya no obstante colgando a pesar mía con ese sambenito -antes y después de mi gesto de Fátima- me llevaron a acabar cogiéndole cariño, qué quieren que les digan. Pero sigo sin definirme como tal. Que me definan los demás como quieran, los que me aprecian como los que me odian. Y sigo no obstante reconociéndome no poco en los que comparten conmigo esa etiqueta (descalificadora), como ahora me ocurre leyendo (de prisa) el pase en revista que se vierte en ese reportaje de algunos de lo sitios digitales y de las individualidades más emblemáticas de esa corriente ideológica, francesa.

Verdad de este lado de los Pirineos, error del lado de allá, escribió Pascal. Y ese aforismo grabado al agua fuerte en la memoria de los franceses me habrá perseguido no poco sin duda de forma subliminal más que nada en los años (largos ya) que llevo transitando en el área cultural de la francofonía, de Francia a Bélgica pasando por la Suiza francófona. En mi último libro dedico todo un capitulo a explicar (y justificar) mi afrancesamiento que está resultando mas profundo en mi de lo que yo mismo me creía. Así, en una de mis últimas entradas -del pasado domingo- confesaba a mis lectores el descubrimiento tan insólito que acababa de hacer y que puede que acabase revelando tan extraordinario y de tanto valor como un tesoro de los de antiguamente, de oro y joyas y piedras preciosas.

Y era de la figura tan silenciada y y tan oscurecida por la caricatura y la leyenda, del jefe o gran patrón de la bohemia (por llamarle así) en el Madrid de principios del siglo XX, Alejandro Sawa -Sawa Martínez para ser exactos- y si hay algo que llama la atención de entrada en las reseñas biográficas que he venido recabando de él estos últimos días lo es sin lugar a dudas el afrancesamiento sin tapujos ni complejos que era el suyo y que le llevo a repartir su trayectoria biográfica (malograda) entre largas etapas de residencia de este y del otro lado de los Pirineos. “Los españoles conmemoran ahora la independencia ¿independencia de qué? -escribió Alejandro Sawa en el centenario del Dos de Mayo. Y confieso que todo un proceso de reflexión que habré venido produciéndose en mí de antiguo me habrá llevado a hacerme receptivo a las críticas que invariablemente y de forma periódica se vienen vertiendo en Francia, entre autores franceses, hacia aquella efemérides que los españoles -en la historiografía oficial y en la memoria colectiva que en aquella se sustenta- siguen viendo como un hito fundacional de la España contemporánea.

Una efemérides anti-europea (sic), así calificaba no hace mucho un medio digital de los más influyentes (de izquierdas) -Media Part- al Dos de Mayo. "La guerra de la Independencia produjo en la sociedad española una ruptura mas profunda aún que la que produjo entre franceses la Revolución Francesa", escribió Dominique Venner en una de sus obras (“El siglo de 1914") que comenté en estas paginas no hace mucho. Mi afrancesamiento me viene de antiguo, y por paradójico que pueda sonar a algunos, diré que me viene concretamente del mayo del 68, o si se prefiere del período inmediatamente después, de lo que se dio en llamar la resaca del mayo francés que en España tendría aún más impacto y repercusión si cabe que el mayo francés propiamente dicho.

En una obrita que me he leído de un tirón estos últimos días de Dominique Venner -del que vengo despachando (de urgencia y de un tirón) una tras otra de la larga lista de obras que habré dejado en legado a sus seguidores- se recoge una frase a modo de diagnóstico de la situación en Francia justo a seguir al mayo francés, que habré retenido por lo clarividente y también por lo autobiográfica, por haberla vivido yo mismo en propia carne como quien dice, en España en la Universitaria madrileña donde se vivió una situación análoga mutatis mutandis -aunque de perfiles y ribetes propios y característicos- a la que se vivió en Francia sobre todo en sus espacios y ambientes culturales al día siguiente del fracaso del mayo francés.

“Puesto que la imaginación no ha conseguido llegar al poder, le toca al poder dar prueba de imaginación", declaro -marcando así la tónica dominante en los años que se seguirían- el ministro de Educación gaullista (de izquierdas), Edgar Faure del gobierno de Georges Pompidou que llevó al poder el descalabro de la izquierda -por el triunfo gaullista– en las elecciones que siguieron a los acontecimientos aquellos. Una situación de intimidación en la calle y en los claustros y demás espacios culturales la que conseguían imponer -ante la pasividad yla claudicación ideológica y los complejos del poder- la violencia callejera y el terrorismo psicológico de los “perros rabiosos” (“chienlit”) de la izquierda universitaria en la Francia de entonces. Y en España, en aquella fase final del franquismo, del tardo franquismo (tardío) se puede decir tres cuartos de los mismo, donde el régimen agonizante y su cabeza visible -presa de un procso (sic) de degradación biloógica- trataron el fenómeno aquel tan complejo y de tanta gravedad como un simple problema de orden publico.
Portada de la revista -pagana y explícitamente anti-cristiana- que fundó Dominique Venner y que desapareció (ay dolor!) en el preciso memento que el autor de estas líneas hacía su entrada de muy joven en la política universitaria de la España de entonces (en vísperas del mayo francés del 68) Nos faltó un Dominique Venner a los españoles. Dominique Venner fue un precursor -sólo me doy cuenta ahora- en la denuncia de la versión progre de signo marxista o pro marxista que haría eclosión con el concilio vaticano segundo. Y en esa perspectiva, se puede ver en él el autentico detonante de la reacción integrista -a modo de revulsivo- que les siguió  y que tuvo sus mayores exponentes en la disidencia de Monseñor Lefebvre y del seminario de Ecône. Lo que sólo se ve claro ahora. Y es que su figura no habrá hecho mas que agrandarse tras su muerte
El TOP funcionaba a todo tren metiendo en la cárcel algunos de los agitadores aquellos, pero en las facultades imponían su ley más que nunca, incluso en el estamento docente lo que no habían logrado hasta entonces, como lo pudo comprobar “de visu” -tanto en la facultad de Económicas como en la de Derecho del Complutense- el autor de estas líneas. Y lo que mas me habrá llamado la atención e impactado del análisis (en visión retrospectiva) de Dominique Venner obre la época aquella lo fue sin duda el estado de atonía que él describía entre la masa silenciosa que venia a ser el blanco privilegiado de aquella ofensiva de guerra psicológica, y de guerra asimétrica en resumidas cuentas. Desmoralizados sobre todo -como así lo pinta Dominique Venner- por lo que aquel fenómeno parecía revestir de planetario, y en suma, de irreversible. Estábamos solos, esa es la sensación (angustiosa) que se desprendía de la situación, tal y como lo vio -y lo vivió- el autor de estas líneas. No lo estábamos o no del todo, pero lo parecía.

Y entre los que supieron recoger el guante del desafío entonces estuvo (en primera fila) sin duda alguna Dominique Venner y los que se movieron entonces en su órbita. Com pequeñas lucecitas en la noche. Los vientos radioactivos nos habían venido del otro lado de los Pirineos, pero las luces se encendían de aquel lado también. Como yo las vi entonces. Y recuerdo dos nombres de los que hice mención en una carta abierta que me publicaron por entonces en la prensa madrileña, de dos escritores franceses (mayores o menores en el firmamento de las letras francesas no lo sabría decir) -Thierry Maliner y Paul Guth - de los que no sabía y sigo sin saber gran cosa (aunqu retuve bien sus nombres hasta hoy) si no es el que conseguían descollar en mis lecturas febriles de la prensa española de entonces y era en la medida ye desentonaban de la intelligentsia de izquierdas que alcanzaba en Francia entonces un auténtico apogeo en en su dominio de los medios y en el control de las mentes y de la conciencias.

Y curiosamente -dato todo menos trivial- me entero ahora leyendo ahora uno de los libritos autobiográficos de Dominique Venner que aquellos dos nombres de escritores franceses fetiches (“de derechas”) gravitaban -el primero de ellos sobre todo- en torno a las iniciativas que Dominiqe Venner y sus amigos emprendieron por entonces tratando de contrarrestar el ambiente deletéreo de la resaca del mayo francés.

En España ¡ay dolor! no hubo en cambio ningún Dominique Venner. Trágicamente faltos o huérfanos como nos sentimos algunos entonces, de la generación de nuestros tíos más jóvenes o de la de nuestros hermanos mayores. Y nos faltó el Internet, más trágicamente todavía

No hay comentarios: