El ideal de supremacía blanca sigue vivo en los Estados Unidos por soterrado que se vea, o que parezca. En sus novelas "en negro", el escritor James Ellroy pinta un retrato subterráneo ("underground") de la sociedad americana marcado por la influencia, en todos los estamentos y sectores sociales y a todos los niveles de las instancias de poder del estado y de la sociedad USA, del Ku-Klux-Klan. El Klan (a secas) como él lo llama. Regreso triunfal -más de un siglo después- de una memoria de vencidos de la guerra civil americana (cualquier parecido con la realidad española de la posguerrra ¿pura coincidencia?)
Supremacía blanca. Una consigna o etiqueta en el banquillo de los acusados desde el final de la segunda guerra mundial y en particular desde los tiempos de la guerra del Vietnam cuando se selló una alianza de razas a escala del planeta -entre negros y asiáticos hermanados en un mismo ideal anti-colonialista- por cuenta del combate contra el imperalismo en acción -como así logró presentarlo la guerra de proganda- de la mayor potencia (blanca) del planeta.
Tiempos de las campañas por los derechos civiles, del recrudecimiento de las campañas contra el racismo en las escuelas y de nuevas prohibiciones contra el Ku-Klu-Klan que en las novelas de James Ellroy se denomina simplificadamente de una forma que suena extrañamente familiar y a la vez un tanto sorpresiva a oídos extraños -de extrajeros me refiero, no de los ciudadanos norteamericanos-, simplemente el Klan (a secas) Y es que un de las impresiones mas nítidas y a la vez mas curiosas e intrigantes y sorprendentes que trasluce de la lecutra de las novelas del niño mimado (o uno de ellos) de la literatura "en negro" USA -en particular en su trilogía "American taboloid"- lo son sin duda esa ubicuidad y omnipresencia, y las cotas de poder concomitantes y de influencia, de una sociedad secreta que se nos presentó siempre a la opinión pública de los países occidentales de este lado del atlántico como un mero vestigio o reliquia de una guerra civil (americana) sucedida hacía ya más de cien años.
Como si aquellos cien/años no lo fueran ni mucho menos en la memoria colectiva siempre viva de los norteamericanos. O como si en un fenómeno analogo -aunque de sentido ideológico (casi) en el extremo opuesto- a lo que ocurriria en España al cabo de todo el tiempo -varias décadas- transcurrido tras el desenlace de la guerra civil española, los vencidos de la guerra civil americana se irguieran en vencedores de la misma casi dos siglos más tarde (...)
Nathan Bedfort Forrest, general de los ejércitos confederados. Según ciertas fuentes fue el primer Gran Dragón del Ku-Kux-Klan. Pasado que no pasa en la historia de los Estados Unidos, la guerra civil entre la Union de los estados del Norte y la Confederación de los Estados del Sur. Y la gesta romantica de los sudistas vencidos entonces -hermanos de sangre y parientes próximos ideológicos de los blancos afrikaner- alimenta innegablemente hoy, en estos tiempos posmodernos, la religión de la Memoria (heroica)Un Klan omnipresente e invisible a la vez a todos los estratos y niveles de la realidad sociológica de los Estados Unidos y en todos los insterticios y recovecos y hasta en la más nimia o minima instantánea en la actualidad USA, y en la vida de todos los días de todos y cada uno de sus ciudadanos, que entra y sale a su antojo, por todas partes ("partout") como pretendió hacerlo el poder nazi en Francia durante la ocupación, como si nada hubiera ocurrido tras producirse aquella y la vida continuase su vida normal en París y en las demás ciudades y localidades francesas, como en gran parte así fue aunque ahora reze muy distinta aquella historia (...)
¿Exagero, exagera el autor mas arriba nombrado? ¿Por qué si no, esa necesidad evidente del que el sistema en vigor da muestras, en conjurar la maenaza, como si el de la igualdad racial -mucho más que el de libertad- fuera en lo sucesivo (a falta de un mayor igualdad social) el meollo o el núcleo esencial del depósito o acervo doctrinal de la democracia USA? Y así se vieran en lo sucesivo en el trance de tener que proclamarlo "urbi et orbe" a cada rato. Una hipótesis que tiene la ventaja desde luego de dar cuenta de ese fenómeno un tanto insólito de la presidencia del mesías/negro Obama -el primer presidente de raza negra en la historia de los Estados Unidos- que se está mostrando tan catastrófica y calamitosa conforme el tiempo pasa.
Y como lo viene a ilustrar también ahora la presencia anunciada de los tres últimos presidentes USA -Bush, Clinton y el aún en funciones Barack Obama- en la ceremonias fúnebres de Nelson Mandela (santo patron del anti-racismo antes y después de muerto, y ahora ya mucho mas sin duda alguna) ¿No será una forma para ellos de conjurar no ya el pasado propio sino el ajeno también, ese pasado afrikaner que como no dejé de señalarlo en mi artículo de ayer sigue poblando de espectros y de fantasmas la realidad contemporánea del Ãfrica del Sur y de miedos y aprensiones, y también de sueños y de eperanzas -según el color de la piel- la vida de sus habitantes?
¿Un pasado tan distante y tan extraño recíprocamente a unos y otros el de Africa del Sur y el de los Estados Unidos? Las repúblicas afrikaner -el Transvaal, el Estado Libre de Orange, la República de Natal (...)-parecieron desde luego un calco en sus orígenes de la republicas o confederaciones de estados o repúblicas americanas nacidas de la declaracion de Indepedencia de las antiguas colonias britanicas. Protestantes extremistas -puritanos o calvinistas- republicanos y fanáticos igualitarios (de un ideal de igualdad entre los pertenecientes a un mismo pueblo o raza) tanto los (nuevos) pioneros y colonos del Far-West, como los de Sudafrica.
Los fascismos trajeron innegablemente consigo una recuperación más o menos lograda de la memoria de los vencidos de la guerra civil americana. Esta obra del autor fascista francés Maurice Bardeche de la que oí hablar (sólo) entonces y que solo cayó en mis manos muchos años después, despertó en mí desde el principio una extraordinaria curiosidad en plena fase de enroque psicológico e ideológico como la que vivi en mis últimos años de universidad (en la Compluntese del tardofranquismo) Un interés el mío que no dejaba de avergonzarme (un poco) interiormente, lo confieso. Y su fuerza de atraccion se la daban sin duda la personalidad ("maldita") de" su autor y lo revelador del título y de su evocacion comparativa (tan acertada) entre dos mundos y dos épocas tan distantes una de la otra, la Grecia antigua (bajo el dominio de Esparta) y los Estados del Sur (1861-1865) de los tiempos de la guerra de Secesión.La criba o ruptura entre unos y otros la traería a no dudar la guerra civil americana, y cabe apostar o conjeturar que si el desenlace de aquella hubiera sido el inverso, la historia de los afikaner hubiera sido también muy otra y no hubieran acabado viéndose derrotados por el Imperio britanico y en vías o en riesgos de extinción -tras el final del apartheid- como se encuentran hoy día. Otra hipótesis -¿de mi propia cosecha?- que tiene también la ventaja de explicar no pocos cosas, entre otras la cultura -protestante, "fundamentalista"- tan atipica que desarrollaría el pueblo afrikaner -desde las honduras del antepasado siglo XIX-, un tanto a años luz de la del resto de los países occidentales.
Y de ahi sin duda esa obsesion anti-racista perceptible en la clase dirigente y en las altas instancias (federales) de la administracion, de la justicia y del Gobierno de los Estados Unidos que resurge ahora a la luz del sol tras la muerte del icono mundial del anti-racismo, mucho más -por el grado de aceptacion universal- que lo fue Martin Lutero King. ¿Icono mundial efímero San Mandela, como esas reinas por un día de la televisión española de nuestra infancia y nuestra adolescencia?
Cabe apostar, como sea, que su olvido -¿cuestión de meses, de días?- venga a confirmar la supervivencia del pueblo afikaner en el pais y en el continente donde escogieron vivir (y morir) tras el final del apartehid como sobrevivieron al nacer rodeados de pueblos (y razas) hostiles, y más tarde, a la derrota en la guerras de los Boers. Más vivo que nunca el Klan -todo parece indicarlo- tras la muerte de Mandela. ¡Viva el pueblo blanco afrikaner! ¡Fe ciega en la Victoria!
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