sábado, junio 04, 2016

RAMIRO LEDESMA, NIETZSCHE Y PÍO MOA

Edición original y nunca reeditada después -hasta que lo sería en la última década- de una obrita que escribió Ramiro Ledesma Ramos con diez y siete años. Con prologo de un autor bohemio que saltaría un año mas tarde a las pagina de los sucesos acusado -y condenado (algo puramente anecdótico para lo que nos ocupa) por la muerte de disparo de arma de fuego de un empresario teatral de gran relevancia en su época y acusado a su vez vox populi de haber matado él también anteriormente (Umbral díxit) Un puro accidente en la trayectoria de Ramiro como lo fue la enfermedad venérea del autor del Zaratustra (que le llevaría a la locura) En aquella obrita se recoge una de las versiones -de gran belleza en la expresión (se me reconocerá)- del que los adversarios de Nietzsche llaman postulado exterminacionista y que valió al filósofo germano su condena post mortem en el tribunal de Nüremberg por crimen de guerra -y de lesa democracia-, de autoría intelectual (sic) del holocausto y del desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial. Una acusación que parece recoger -sin el menor rubor- en su último libro Pío Moa
Al final lo encontré. No tuve que buscar mucho, en la primera pagina del texto en el que me puse a buscar. Y me estoy refiriendo a uno de los aforismos célebres de Nietzsche en el que se traduce su postulado no menos célebre – tan emblemático de su filosofía y del conjunto de su obra- de la eliminación (sic) de los superfluos en aras del advenimiento del Superhombre, que valió al filosofo germano nada menos que su condena en el tribunal de Nüremberg a titulo de instigador intelectual del Holocausto, y en suma del desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial.

Un crimen de lesa democracia en el ambito del pensamiento (puro). Y la obra u obrita en la que me puse a buscarlo fue un texto temprano de Ramiro Ledesma, “El sello de la Muerte” novela filosófica como así se la podría calificar, entre abril y junio del 1923 acabada de escribir -conforme a lo que se detalla en una re edición contemporánea de la obra- y publicada un año más tarde ya durante la Dictadura de Primo de Rivera. Y la encontré en su mismo prólogo.

“Amo a los grandes desdeñosos, porque son los grandes adoradores, las flechas del anhelo del más allá.

Llena está la tierra de individuos a quienes hay que predicar que desaparezcan de la vida. La tierra está llena de superfluos y los que están de más perjudican a la vida.

¡Que con el señuelo de la eterna se los lleven de ésta!”


Sin comentarios, que nos los precisa porque está más claro que el agua lo que esas lineas decir quieren, se esté de acuerdo o en radical desacuerdo con ellas, sin duda por tratarse de un postulado, y más aun de una apuesta existencial, como todas los grandes principios y las máximas universales.

Y me habrá contagiado las ganas de buscar esa cita (que siempre evoqué sin tenerla controlada) una página del último libro de Pio Moa (en todas las estanterías de Madrid, a donde acabo de llegar) sobre la democracia -un tema que parece preocupar mucho a aquél (hasta la obsesión)- en el que recoge otra cita (óp. cit. pp. 110-11) no menos certera y elocuente -por cuenta del amor al mas lejano- del mismo postulado exterminacionista -como así lo calificaron sus adversarios- de Federico Nietzsche. Un postulado radical e irreductible a ulteriores razonamientos.

De ahí a endosarle la responsabilidad (criminal) del holocausto y del desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial va un largo trecho que parece recorrer no obstante (alegremente) el libro de Pio Moa por el nexo causal que en él establecer entre totalitarismo nazi (sic) Y ese postulado filosófico de Federico Nietzsche se encuentra ya por cierto en el Diálogo (platónico) de Gorgias -como lo recuerda (en esos mismos párrafos) el propio Pio Moa, y como lo recordaba ya antes que él otra obra super documentada de un joven autor (y docente) argentino afincado en España (“Nietzsche contra la democracia”)

De ahí a hacer al padre de la filosofía griega artífice intelectual de todos los males del mundo actual y de los del pasado inmemorial de la Humanidad también, no va más que un paso tampoco, se me reconocerá. El que dio el tribunal de Nüremberg y el que siguen dando -marcando el paso tras de aquél- todos los oráculos e interpretes y garantes del pensamiento/único desde entonces.

Y a riesgo de incurrir en todos sus anatemas, confesaré no obstante aquí que ese aforismo -o idea “maldita”- tal y como se ve  llevada a expresión en la versión que se recoge en la obrita precoz de Ramiro, no está exenta de una gran belleza. Y esa es mi religión, no tengo otra, la religión de los poetas. Piense lo que piense (de mí) Pío Moa

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