sábado, junio 18, 2016

¿GUERRA A LOS MUERTOS? (CARLOS ARIAS NAVARRO)

Carlos Arias Navarro pasa a la historia de símbolo inmarcesible de la única transición que fue posible y que evitó la ruptura (“democrática”) y el derrumbe del régimen heredero de la Victoria del Primero de Abril del 39, a la muerte de Franco. Por su energía y firmeza ante el re encenderse de la guerra civil interminable que se produjo en la fase final del régimen anterior -tardo/franquismo tardío- y  más tarde en la transición desde sus inicios, que tuvo que afrontar de ministro del Interior, y posteriormente -tras el asesinato de Carrero Blanco- de jefe de gobierno. Fue además un alcalde ejemplar -doy fe de ello- en unos años que fueron los de mi adolescencia (madrileña) Lo demás que se le sigue echando en cara es pura leyenda negra -de origen extranjero (marca Hugh Thomas)- o historias para no dormir del tiempo de nuestros abuelos (y bisabuelos)
Sigue adelante -que no decaiga- la guerra (interminable) a los vivos y a los muertos. A estos últimos sobre todo que ya no están ni pueden defenderse. Botón de muestra -uno más- de la valentía y coraje (un decir) de los fautores del guerra civilismo interminable. La prensa de hoy recoge la noticia de la propuesta por parte de la comisión de Memoria Histórica de la Alcaldía madrileña de retirar el titulo de hijo predilecto de Madrid, al que fue alcalde de la capital, ministro del Interior (léase de la Gobernación) y jefe de gobierno tras el asesinato de Carrero Blanco, Carlos Arias Navarro. Quien no es agradecido no es bien nacido, reza el refrán.

Y es sobre todo un sentimiento de agradecimiento en verdad lo que me mueve ahora a darle irreprimiblemente a la tecla en defensa de la memoria y del buen nombre del que tratan ahora de defenestrar a titulo póstumo los desenterradores de la memoria de los vencidos de la guerra civil española. Carlos Arias Navarro, alcalde de Madrid entre 1965 y 1973, ostentó (y empuñó) el bastón de mando consistorial de la capital de España en unos años convulsos que fueron los de mi infancia y de mi adolescencia, y digo convulsos porque así lo fueron a ciertos niveles, y en ciertos sectores y estamentos de la sociedad española y porque de una manera u otra la paz social y la calma (innegable) reinantes entonces en el conjunto de la sociedad española, y el orden publico imperante en sus pueblos y ciudades, precedieron de inmediato a la tempestad que inmediatamente se seguiría, incluso ya antes de al muerte de Franco en lo que no seria mas que un reanudarse de la guerra civil interminable, que convine en llamar por mi cuenta y riesgo guerra de los Ochenta y Tantos Años (…)

Carlos Arias Navarro fue un alcalde honorable que presidió la expansión y modernización urbanísticas de la capital de la Nación, en pleno auge demográfico cuando él se hizo cargo de la alcaldía de resultas del éxodo rural que se produjo al interior de la geografía española en la década de los cincuenta, y principios de los sesenta. Desparecieron las farolas de gas para dejar paso al neón, es cierto, y también los adoquines sustituidos por el alquitrán, y los viejos trolebuses y tranvías de nuestros años niños, pero Madrid creció y se embelleció en su conjunto en una atmósfera de paz y convivencia ciudadanas de la que puede dar fe el autor de estas lineas, que aun quinceañero, de regreso a casa, se recorría buenas zonas de Madrid a pie, ya bastante entrada la noche por no decir de un a punta a otra, lo que una década mas tarde a penas no me hubieran permitido mis progenitores por azaroso, y arriesgado y peligroso.
Estamos seguros que Hugh Thomas no reservaba ese apelativo (de carnicero) a Sir Artur Harris -como sí se lo pusieron sus subordinados (Butcher Harris, Bomber Harris)-, al mando de los bombardeos -de atrición- sistemáticos y masivos de poblaciones civiles desarmadas en Dresde (en la foto) y Hamburgo y un sinfín de ciudades y localidades alemanas y de otros países del continente europeo -en el Norte de Francia y Bélgica por ejemplo, y en Suiza incluso- durante la Segunda Guerra Mundial que se fueron intensificando -y agravando en dureza y en crueldad- a medida que avanzaba la guerra. ¿Obedeció ordenes? Arias Navarro en cambio debió actuar por su cuenta según la lógica del historiador britanico, auténtico buda duranté décadas sobre la guerra civil española. (…) ¡Alto a la guerra civil europea interminable!
La torre de Valencia, los “scalextric”, el chabolismo del extrarradio es lo que ahora algunos arrojan a modo de saetas lanzaderas contra su tumba. Urbanistas tiene la santa madre iglesia (un decir) y yo -como diría Umbral- de esas cosas no entiendo mucho, esa perspectiva tan añorada, por ejemplo, de la calle Alcalá en dirección del extrarradio Este no se me quedó grabada en mi memoria -tan precoz, como de ello habré dado tantas pruebas fehacientes por lo que fuera. ¿Especialmente ligada a la memoria de los vencidos, que de ese lado del extrarradio de la capital podían sentir sus espaldas bien guardadas durante la contienda y que por eso lo añorarían tanto ellos y sus descendientes? No me atrevería a excluirlo desde luego.

Y de los “scalextric” que vinieron a aportar una solución mal que bien a los problemas de crecimiento urbano, se me ocurre decir grosso modo lo mismo. Del chabolismo en cambio, se olvidan los guerra civilistas, que en tiempos de Arias Navarro se acabo con uno de loa barrios de chabolas más emblemáticos del extrarradio madrileño, a saber el cerro del Tío Pío, como me lo hizo saber un vecino de Vallecas residente en la zona aquella durante una incursión que allí hice hace algunos años y al que abordé al pasar, buscando recabar testimonios de memoria local (a él como a otros cuantos) ¿No llegó la erradicación (completa) hasta Palomeras -y a Entrevías- o del otro lado del río -esa orilla derecha (sic) del Manzanares que tanto inspiró a Umbral en su novelas guerra civilistas- a los que solo les llegaría un poco mas tarde?

Nunca es tarde si la dicha es buena, y el Vallecas de hoy y esos otros extrarradios no dejan de ser herederos de ese Madrid de las afueras que se fue gestando en la posguerra entre dolores y gemidos de alumbramiento, por culpa de aquellos cinturones y extrarradios de miseria, secuela en gran parte de la guerra civil y de los cambios demográficos y de las corrientes migratorias internas o externas que se acabaría produciendo en la posguerra inmediata, y que mal que bien acabaron despareciendo.

Hay un tipo de acusación o reproche más insidioso que no deja se hacerse oír ahora -en ciertos medios- por cuenta de Arias Navarro y de su memoria y es de haber pertenecido a una familia política del régimen que siempre se vio por otros sectores rivales al interior del mismo puesta en entredicho o en cuarentena. Y era el de los republicanos o ex republicanos adheridos al bando nacional al estallar la guerra civil sobre los que gravitó siempre la acusación (horresco referens!) de pertenencia a la masonería, del que la figura mas emblemática lo sería sin duda la de Blas Pérez Gonzalez, fiscal y presidente del Supremo aun durante la guerra y y ministro de la Gobernación después (hasta 1957) y padrino político del futuro alcalde Arias Navarro..

No es óbice que la trayectoria de este úlimo, tanto desde su puesto de ministro del interior como de jefe de gobierno tras la muerte de Carrero es botón de muestra inmejorable e ilustración fehaciente de esa masonería de derechas en la que el régimen anterior no dejaría de apoyarse en el tardo franquismo frente a las embestidas del sector progre -izquierdista (y subversivo)- que saldría triunfante al interior de la iglesia tras el concilio vaticano segundo, en los ámbitos universitarios por ejemplo como ocurriría en al Universidad de Barcelona (Gran Vía de las Corts) donde impartió docencia -invitado por las autoridades académicas de aquella en aquel entonces- una figura tan emblemática como el fundador de la Nueva Derecha (Nouvelle Droite) Louis Rougier, ateo y anti-clerical (a la francesa) y otras figuras menos conocidas del gran publico de por cima de los Pirineos.

Y está claro que Arias Navarro con la firmeza y energía de la que dio sobradas muestras en un periodo tan crucial de nuestra historia reciente, marcado por el recrudecimiento de la guerra civil interminable y que tuvo que afrontar-de ministro del Interior o jefe de gobierno acontecimientos de la mayor gravedad, tan dramáticos y cruciales como el asesinato de Carrero Blanco, el caso Añoveros, la ejecución del anarquista Puig Antich, la revolución portuguesa de los claveles, la conspiración militar de los “úmedos” (UMD) el atentado de la calle del Correo, la campaña internacional sin precedentes -a escala mundial- que siguió a los últimos fusilamientos del régimen, la Marcha Verde, los sucesos de Vitoria y los de Montejurra (entre otros) fue uno de los artífices de una transición posible que evitó la ruptura y el derrumbe del régimen surgido de la victoria del Primero de Abril (del 39) Lo demás que se le echa en cara es mucho más antiguo.

Y fue su protagonismo (estrictamente jurídico) en una represión/legal -y en un contexto de guerra civil- que le valdría una leyenda negra extranjera en su origen -de la pluma del historiador británico Hugh Thomas que lo trataba en sus obras (sic) de carnicero-, desenterrada en la transición por un periodista que no dejaría de verse hundido en el anonimato, tras su muerte muy joven -en los inicios de la era felipista (todo un símbolo)- sin pena ni gloria. Guerra civil interminable a los vivos y a los muertos ¿Hasta cuándo?

1 comentario:

Anónimo dijo...

https://antonioparragalindo.blogspot.com.es/2016/06/la-merkel-le-dijo-putin-estoy-contra-el.html