martes, junio 21, 2016

CAYETANA Y LA MEMORIA DEL DUQUE DE ALBA

“Jimmy” Alba, léase Jacobo Fitz-James Stuart, XVII duque de Alba, embajador de Franco en Londres durante la guerra civil y también (nota bene) durante la Segunda Guerra Mundial (desde el principio hasta el final de la misma) Botón de muestra ilustrativo de la actitud del conjunto de la aristocracia española que sólo empezó a distanciarse -en la persona del jefe de la realeza, Don Juan conde de Barcelona-, de la causa de las tropas del Eje al socaire del cambio de timón del régimen de Franco ya avanzada la Segunda Guerra Mundial (en octubre del 42) La no beligerancia oficial de España y de su régimen durante la Segunda Guerra Mundial -cobertura de una neutralidad pactada a favor del Eje- gravitaría sobre la trayectoria de la casa real española en al posguerra, Y lo ilustraría el lugar de residencia de la familia real los años de guerra -hasta febrero del 46- en Lausanne, Suiza, un país que seguiría una trayectoria similar a la de España durante el conflicto mundial (de neutralidad oficiosa, oficialmente de "no beligerancia", favorable no obstante a la causa del Eje) Y Cayetana Álvarez de Toledo tiene sin duda todo el derecho del mundo a proclamarse demócrata de toda la vida y constitucionalista y anti-populista pero no tiene derecho a enterrar la memoria de la aristocracia española, de la Segunda Guerra Mundial y de la guerra civil española del 36. Y mucho menos la del Gran Duque de Alba del que hereda el ilustre apellido, blanco predilecto de la Leyenda Negra anti-española
Una bala envenenada -en tiro por elevación- contra Mariano Rajoy la convocatoria para hoy en el teatro Calderón de Madrid de un acto bajo el lema o la consigna del “pacto español” convocado por Libres e Iguales y presentando y anunciado por su líder, Cayetana Alvarez de Toledo, que figuró en efigie durante meses en el portal de este blog y que me sigue mereciendo el mayor respeto y estima en el plano personal aunque discrepe con algunas de sus posturas. Alabé en su momento la defensa cerrada de la lengua castellana por parte del colectivo que ella preside frente a la política de normalización o de inmersión léase de imposición arbitraria del catalán en las escuelas y en la administración en todo el territorio de la autonomía catalana, en detrimento de la lengua común de todos los españoles que esa política escandalosa de la Generalitat en materia lingüística tiene condenada a una muerte por asfixia a medio o a corto plazo en toda la región catalana.

Desde entonces, Cayetana mantuvo su protagonismo de primer plano en una linea de disidencia que vendría a materializar en su carta abierta a Mariano Rajoy en la que anunciaba su renuncia a tomar parte en la campaña electoral para las elecciones del 20-D, justificando su defección con argumentos análogos a los esgrimidos por el partido Vox y por ese sector mediático de la derecha religiosa que se la tiene jurada dese hace tiempo al actual jefe de gobierno en funciones, por razones que (en parte) se nos escapan y en parte se nos aparecen de una claridad meridiana. Ahora en cambio a cuatro días de la nueva cita electoral, Cayetana Alvárez de Toledo se dispone a lanzarse al ruedo por su propia cuenta rodeada de una serie de figuras de la política, del periodismo, del derecho, de las que el común denominador (en política) no puede estar más claro, por mas que la anunciada participación del portavoz madrileño del PP parezca venir a desmentirlo en lo que no viene a ser mas que la excepción que confirma la regla.

Todos contra Rajoy, esa parece ser la consigna de última hora, en lo que ofrece todos los visos de un salir al quite a toda prisa de Ciudadanos y de su líder en serios aprietos en las últimas encuestas. ¿Me equivoco, no van por ahí los tiros o no del todo? Es posible. Jugando se aprende no obstante, y me refiero al arte de la conjetura y de la perspectiva de cara a unas elecciones, una forma de practicar la democracia parlamentaria como otra cualquiera que nos vemos impuesta como una fatalidad igual que otras. Amor fati, escribió Nietzsche en una de sus máximas o epigramas mas célebres, léase amor a la fatalidad -fatum para los antiguos-, que hacemos nuestra sin dejar por ello de sentirnos dueños de nosotros mismos y de nuestro destino (individual como colectivo) Y es que el destino a lo que se ve nos tiene marcada una trayectoria que pasa fatalmente por tener que jugar el juego de la democracia (moderna) aunque no creemos en ella, ni en sus principios, ni en sus (pretendidas) virtudes curativas o salvadoras, como aquí todos ya saben (…)
Illán Álvarez de Toledo y Lefebvre -de una de las ramas vástago de la casa de Alba-, padre de Juan Illán Álvarez de Toledo y Giraud, padre a su vez de Cayetana Álvarez de Toledo, del que no circulan fotos en la red, y del que la leyenda reza que participó (muy joven) en la Resistencia francesa. Lo que da sin duda la clave del protagonismo político tan atípico y tan señalado de su hija, que goza por ese lado de unas credenciales democráticas -y políticamente correctas (dentro y fuera de España)- de las que no dispone el conjunto de la aristocracia española comprometida por su adhesión unánime al régimen de Franco durante la guerra civil española y también durante la segunda guerra mundial hasta el manifiesto de Lausanne (19 de marzo de 1945), menos de dos meses antes de la terminación oficial de la Segunda Guerra Mundial. Ello no le da derecho no obstante a enterrar la memoria de una aristocracia española con la que le ligan lazos de sangre, ni la de su ilustre antepasado, el Gran Duque de Alba, blanco predilecto de la Leyenda Negra anti española
Cayetana Álvarez de Toledo levanta ahora (de nuevo) la voz contra la amenaza de los populismos que ve encarnada en Podemos y en la coalición electoral que estos habrán acabado formando con Izquierda Unida. Y se sirve para ello de la coartada preciosa de Venezuela. Con el telón de fondo -no hay que ser un lince para verlo- del referéndum por o contra la permanencia en la UE en Gran Bretaña -de mañana jueves ya-, donde se enfrentan populistas anti-UE contra europeistas (y aperturistas) Venezuela, Hugo Chávez. ¡Aparte de mí ese cáliz! No conseguí salir nunca de un (discreto) segundo plano en el tema como creo que les ocurre a otros, en el partido popular sin ir más lejos que viene manteniéndose a prudente distancia de la beligerancia ruidosa de ciertos medios de opinión y de un sector de la clase política representada mayormente por Ciudadanos y su líder, que parece haber encontrado en ese tema (venezolano) un filón electoral preñado de promesas. Cayetana Álvarez de Toledo tiene sin duda -conforme a la actual constitución- todo el derecho del mundo de mostrarse (en lo que fue la tónica dominante de los gobiernos Aznar y de su líder), demócrata sin reproche fuera de toda sospecha -de los de toda la vida- y ardiente constitucionalista de la Constitución del 78.

La memoria y la propia historia le salen no obstante al paso, y me refiero a la historia de la transición y a la memoria suya propia, de la casa de Alba a la que representa -por su apellido lo quiera o no-, de los tiempos de la guerra civil española. La constitución fue fruto de una transición (más o menos) pacífica, no el resultado de una ruptura, y lo que hizo posible aquella fue un compromiso histórico con ese populismo como Cayetana lo llama -o una versión histórica del mismo como la que encarno el régimen de Franco- que la líder de Libres y Iguales tanto denuesta y estigmatiza. Y cabe recordarle también que el Duque de Alba, representante oficioso primero y embajador después en Londres del gobierno de Burgos, durante la guerra civil -y nota bene también durante la Segunda Guerra Mundial asumiendo el estatuto de no beligerante que fue el de España y de su régimen hasta el final (en el 45)- apoyaron lo que hoy tantos denuestan y descalifican por cuenta de la etiqueta populista y de los populismos.

Más claro y más crudo aún, sólo bien avanzada la Segunda Guerra Mundial, iniciado ya el tercer año de guerra -y al socaire del cambio de rumbos del régimen de Franco- el conjunto de la aristocracia española acabaría distanciándose de la causa de las potencias del Eje que habían apoyado sin reservas hasta entonces. E incluso el manifiesto de Lausanne, puede ser  visto hoy en visión retrospectiva como una balsa de salvamento -y es lo que fue en realidad- del entonces titular de la realeza española, Don Juan, conde de Barcelona, al régimen de Franco puesto en la picota, blanco de un bloqueo político internacional y de una puesta en cuarentena al final de la guerra en el 45. Memoria laberíntica y procelosa, y si se trata de una memoria dinástica -y aristocrática a la vez- mas aún se diría, como lo ilustra el caso de la nobleza belga que estuvo unámine del lado de los aliados en la Segunda Guerra Mundial -tras la ocupacion alemana de Bélgica- y había estado no menos unánimemente antes a favor del bando nacional durante la guerra civil española. Algo de lo que hoy en Bélgica nadie o casi nadie recuerda.

Cayetana Álvarez de Toledo tiene sin duda todo el derecho a ir de demócrata de toda la vida y de constitucionalista sin reproche, pero nos preguntamos si el mismo derecho le asiste de enterrar (bajo tierra) -con la coartada del anti-populismo- la memoria de los suyos, de su nombre, y de todo lo que su ilustre antepasado -el gran Duque de Alba- significa, y del que la Leyenda Negra tanto abomina, en Bélgica como en España

ADDENDA Vista la actualidad (rabiosa) que las intervenciones propiamente estelares de Cayetana Álvarez de Toledo –en el Congreso o en los medios- han hecho cobrar a este post –como así lo indica bien a las claras sus visitas, en el marcador- algunas puntualizaciones de lo que aquí tan carismática figura me mereció, me parece que se imponen. Y para comenzar, su relación de parentesco con la estirpe del Duque de Alba. Me he perdido posiblemente en heráldica (española), pero no perdí la memoria: el Gran Duque –-al que todos los españoles debemos rendir homenaje sobre todo (por razones obvias) los que residimos (ha ya tanto) por estas tierras-, llevaba por nombre el de Fernando Álvarez de Toledo, lo que me hizo creer que ella fuera de él descendiente en línea directa, lo que parece estar pendiente de confirmación. Y sobre todo, quería corregir el tono de este post que bien leído y releído una y otra vez me parece ahora crítico –e inamistoso- por demás hacia una figura que desde que ese articulo se publicó ha conseguido levantar la admiración de una multitud de españoles que la siguen y la apoyan en sus intervenciones, pese al nublado de revuelo y a la polémica que levantan. 

¿Es constitucionalista Cayetana en demasía? Está en su derecho, por no decir su deber, por la sencilla razón que buena o mala –la del 78- es la que tenemos, como me dijo una portuguesa (de bien) cuando me detuvieron en Fatima (“bueno o malo es el Papa que tenemos, no tenemos otro”) Y es demócrata, y lo es también con mucho más derechos que la mayoría de “los demócratas de toda la vida” (¡de vergüenza ajena!) que en la política española pululan (desde hace décadas) Y la Historia (sic) le da además la razón, a ella más si cabe que a Marine Le Pen que ante la sorpresa de muchos (la mía incluida) acaba de rendir –en clara ruptura con el pasado de su partido y en señal de desafío a su propio genitor- homenaje al general De Gaulle, líder de la Resistencia de la que Cayetana se reclama y a la que su propio padre perteneció. De Gaulle, el que desarmó al maquis comunista en el 49, que resistió a la embestida de “la chienlit” comunista en el 68 en París, y rindió visita a Franco en España –en Jaén, parador/castillo de Santa Catalina (8 junio 1970)- poco antes de su muerte ante el escándalo y el rasgado de vestiduras de le bien/pensancia allí tanto como aquí. Lo dicho, la memoria del general de Gaulle le da a Cayetana unas credenciales que muchos para sí quisieran –en Francia como en España- y la reconcilia con muchos españoles –si necesidad había-, como si esa parte en ella de ascendencia francesa viniese a subsanar –o mejorar- su parte de ascendencia española (o hispano/argentina), por razón de una memoria histórica, de guerra civil interminable aquí, y de guerra mundial mucho menos en ascuas allí que aquí. ¿Gaullista Cayetana Álvarez de Toledo?, ¿y por qué no? ¡A mucha honra! Con los derechos históricos desde luego de los que Marine Le Pen -en todo o en parte- carece (voila qui est dit!)

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