jueves, junio 16, 2016

PANAMÁ, RAJOY Y GONZALO FERNÁNDEZ DE LA MORA

Portada del diario ABC del 30 de octubre de 1976 dedicada a los incidentes ocurridos la víspera -viernes, 29 de octubre- en el acto de (re) fundación de Falange Española (de las JONS) en el madrileño palacio de Congresos y Exposiciones. En la foto de abajo se ve a Gonzalo Fernández de la Mora en el momento de verse increpado por un militante del FES (por falso falangista, o por “fantasmón encaramado en el poder” o que sé yo) cuando se disponía a abandonar la sala en la que se encontraba en calidad de invitado, tras estallar los incidentes. Los monárquicos y en particular los monárquicos alfonsinos -como lo era (de notoriedad publica aunque desde un segundo plano) Gonzalo Fernández de la Mora, descendiente por la vía materna de un ministro de Isabel II- eran blanco predilecto de los falangistas puros joseantonianos. No era ni justa ni ecuánime la inquina aquella. Lo pensé y lo sigo pensando. No fueron ellos los que asesinaron a José Antonio, los que le maltrataron y torturaron antes de su muerte y se ensañaron con él y con su cadáver (antes de profanarlo) Como sea, la filiación (política e ideológica) que sale ahora a relucir entre el antiguo ministro de obras publicas del régimen anterior, profeta (o testigo) -no menos brillante- del “crepúsculo de las ideologías” y Mariano Rajoy confiere a este último sin lugar a dudas -y por paradójico que parecer pueda- unas credenciales políticas e ideológicas de las que hasta hoy le creímos (un tanto) falto. Victima sin duda (yo también) de la imagen -de hombre de confianza y factótum de Manuel Fraga- que aquél arrastra de antiguo en los medios. Nobleza obliga el reconocerlo
El culebrón interminable de los papeles de Panamá nos sirve ahora su enésima y última entrega (hasta la fecha) con nuevas revelaciones que afectan a una de las hijas del que fue ministro de Obras Publicas del régimen anterior -en su última fase- e intelectual de prestigio, Gonzalo Fernández de la Mora que alcanzaría gran celebridad antes de ser ministro por su obra “El crepúsculo de las ideologías” un auténtico best- seller en la España de la segunda mitad de los sesenta, en el que podía verse un signo de los tiempos y de la época aquella marcada por la sucesión de gobiernos monocolores e incoloros a la vez, caracterizados por programas de gobierno marcadamente tecnocráticos y por una participación in crescendo en los mismos de notorios miembros de la Obra.

Conocí personalmente a Gonzalo Fernández de la Mora en un banquete ofrecido en su honor en la primavera del 74, unos meses apenas antes de irme yo al seminario de Ecône, celebrado en el restaurante del Bosque que se situaba en la calle de Pinos (Alta) por detrás de la avenida de Reina Victoria en el actual distrito de Tetuán, no lejos de la glorieta de Cuatro Caminos, y hoy sin duda hace ya mucho desaparecido. Y entre los asistentes recuerdo al profesor Juan José López Ibor, el pelo ya muy cano, cabizbajo y apoyando la barbilla en sus manos sentado enfrente de su mujer en una mesa solos los dos muy cerca de donde yo me encontraba.

Al final de la comida el homenajeado tomó la palabra yendo a dar así muestras de su gran dominio del arte de la oratoria, en un discurso vibrante y emotivo, repetidamente interrumpido por las salvas de aplausos y del que recuerdo en particular su evocación -en unos tonos de dramatismo extremo y en unos acentos claramente reprobatorios- de los sucesos de Portugal acabados de producirse, léase de lo que se dio a llamar la revolución de los claveles (del 25 de abril), que seguía acaparando la atención de la opinión publica española en aquellos momentos y explicaban con creces el ambiente de expectación en el que las palabras de Gonzalo Fernández de la Mora fueron acogidas entre los presentes.

No fue trivial aquel encuentro para mi, quiero decir mi presencia en aquel acto, sino al contrario, sintomático y significativo por demás del enroque que experimentaba yo por aquel entonces , al cabo de un proceso de evolución que hizo que acabase prestando oídos -lo que poco antes me hubiera resultado literalmente inimaginable- a un tipo de mensajes y de personajes también que hasta poco antes se habían merecido mi descalificación más completa, víctimas sin duda (ellos como yo) de una censura ideológica implacable y de un sectarismo extremo reinantes en los medios universitarios que yo había frecuentado hasta entonces que conseguían imponer sobre una figura como Gonzalo Fernández de la Mora, su obra y su trayectoria, una rigurosa puesta en cuarentena.
Gonzalo Fernández de la Mora, fue -además de diplomático y de ministro brillante, competente y eficaz- un gran intelectual. Un intelectual anti-liberal, anti-moderno (o anti-Lumières) como los franceses le dirían. Y como lo prueban e ilustran su brillantísima trayectoria académica, su obra de gran difusión “El crepúsculo de las ideologías” y la revista “Razón española” -de alto nivel intelectual, ideológico y filosófico- que él mismo fundó en la Transición y que le sobrevivió hasta nuestros días. Fundó a la muerte de Franco el partido Unión Nacional Española, una forma sin duda (a efectos retroactivos) de arrebatarles las banderas al maquis de los cuarenta que adoptaron (por oportunismo táctico) el mismo nombre y las mismas siglas. Y fue un partido en el que militó nota bene y se inició en política -sin renegar de ello hasta hoy- el actual jefe de gobierno en funciones, Mariano Rajoy. Los herederos intelectuales e ideológicos de aquél siguieron sin duda una trayectoria propia, como la siguió el autor de estas lineas sin el menor contacto con ellos hasta la fecha. No es óbice que me siento con el mismo derecho que ellos a reivindicar su figura y su obra -de forma critica sin duda y no menos sincera- con las credenciales que me otorga mi propia trayectoria, y un episodio en concreto de la misma, y fue el haber participado en un homenaje a su persona en la primavera del 74, acabada de producirse en Portugal la revolución (marxista) de los claveles, que Gonzalo Fernández de la Mora en aquella ocasión categóricamente denostaría y atacaría, sin tapujos ni complejos
Y ahora me entero -con ocasión de las revelaciones sobre los papeles de Panamá a las que aludí más arriba- que Gonzalo Fernández de la Mora figuró entre los mentores o padrinos (políticos) de Mariano Rajoy, en los incios de su carrera. Como lo ilustra el que el paso del futuro jefe de gobierno a Alianza Popular (embrión o formación matriz del PP actual- lo fuese a través de la Unión Nacional Española, liderada por Gonzalo Fernández de la Mora que acabo fusionándose con aquella. O Félix culpa! Me refiero a lo que ahora se denuncia en los papeles de Panamá que me habrán permitido venir a conocimiento de una faceta hasta hoy absolutamente desconocía para mi del actual jefe de gobierno (en funciones), que me ayudan a comprenderle un poco (más) él y su trayectoria y acortan pari passu por poco que sea la distancia psicológica ante la que me sentí siempre a la hora de emitir un juicio o un simple parecer sobre la persona de aquél y su trayectoria.

Y es sin duda que ese lazo de filiación -del que nunca oi hablar hasta hoy (mayormente por razón de mi larga expatriación sin duda alguna)- que ahora se pone al descubierto entre el ideólogo del crepúsculo de las ideologías del tardo franquismo tardío y el actual jefe de gobierno en funciones, da cuenta no poco de la atención obsesiva y en exclusiva casi -tan irritante por momentos para muchos (entre los ye me encontré sin duda alguna)- de la que este último tanto en su etapa al frente del gobierno como en sus años de jefe de la oposición que la precedieron habrá dado muestras, por el estado de salud y la buena marcha de la economía, como lo inmortalizó (clam:orosamente)  en un apólogo con fines electorales hablando (sic) de una niña  -y de la bolsa de la compra de su mamá- en unos de los debates electorales siendo jefe de la oposición, que precedió a la segunda victoria electoral de José Luis Zapatero.

Los inquisidores al servicio de la prensa global protagonistas principales de la operación de acoso y derribo de la que Mariano Rajoy viene siendo blanco desde hace varios meses, sacan ahora a relucir (rasgándose las vestiduras) el nexo de parentesco ideológico entre el actual jefe de gobierno en funciones y el que parece haber sido sido su mentor ideológico -de notorias convicciones monárquicas y conservadoras- que se podría traducir por unos postulado anti-igualitario, léase por la defensa (cerrada) de cierto tipo de desigualdades, en lo que sin duda les parece claramente sintomático y revelador (y descalificador por cierto) de unas corrientes de pensamiento reaccionario -anti-Lumiéres y anti-Revolución Francesa-, herederas de una vieja tradición de antiguo/régimen, anti-democráticas y supuestamente excluidas (por propia definición) del juego democrático y de la vida política de la España de hoy y del conjunto de los países occidentales (y civilizados)

"Tratado de la desigualdad de las razas" fue uno de los títulos emblemáticos de la corriente de pensamiento anti-liberal del siglo XIX que preparó la irrupción o advenimiento de los nazi fascismos. Botón de muestra en suma de un pensamiento delictivo (sic) en la óptica que sigue rigiendo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, de los dogmas que vino a consagrar el Tribunal de Nuremberg, en abierta contradicción con uno de los postulados fundamentales que sustentan el ideal democrático, explícitamente recogida ademas en la declaración de los derechos del hombre (y del ciudadano) ¿Desigualdad entre las razas ¿Y por qué no entre las clases? Cuando todo viene a demostrárnoslo. La Historia antigua y contemporánea, como la investigación sociológica, o la misma ciencia económica de antes y después de la hegemonía marxista de la que se vería objeto.

La Falange habló (es cierto) de unidad -y también de jerarquía-, no habló no obstante (y sin duda que no entendían interpretarlo así) en modo alguno de igualdad y menos de igualdad absoluta (entre las clases) Y ese aspecto de lucha de clases innegablemente presente en la eclosión y estallido de nuestra guerra civil (interminable) del 36 y en la mayor parte de los episodios de guerra asimétrica que la habrán venido prolongando hasta hoy vienen a confirmar y a abonar lo que aquí mantengo. Entre ellos esa histeria anti-corrupción que vienen alimentando sucesivas campaña de guerra psicológica de los medios de la prensa global en los últimos años, y en particular desde la eclosión del movimiento de los indignados.

No hay ni puede haber (nos dicen) amnistía para capitales expatriados, como no la hay ni puede haberla para los vencedores (oficiales o aparentes) de la guerra civil interminable. Y es cierto que no pude haberla mientras no se ponga fin a esa guerra del 36 -o de los Ochenta y Tantos Años- que todavía dura. Y eso explica los papeles de Panamá si no per se, sí en cambio de por esa atención e interés tan obsesivos de la que se habrá visto objeto entre españoles, más que en otros países.

Y eso explica con creces también esta enésima andanada contra uno de los candidatos en liza en la actual campaña electoral, en una guerra de propaganda sin cuartel ni a los vivos ni a los muertos, que a falta de poder atacar al padre, fallecido, no sienten menor escrúpulo en atacar a la hija, en un tiro de elevación contra el actual jefe del gobierno por supuesto.

Enésimo episoido de una querra civil interminable, que tuvo mucho en su origen -y en gran parte lo sigue teniendo- de una lucha de “ricos” contra “pobres” ¿Hasta cuándo?

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