martes, junio 21, 2016

MARI PAU VUELVE A HABLAR DE SU FAMILIA

Admiro a Umbral, aquí todos lo saben. Le tengo por maestro de estilo, no sé de otros. No es óbice que no le sigo a pie juntillas. Además a Umbral hay que saber leerle, entre lineas y en función de las distintas fases por las que transcurrió su trayectoria (todo menos rectilínea) En un articulo suyo que consulto ahora de urgencia en la red sobre los gitanos (a cuenta de esta entrada) viene Umbral a decir -en esa prosa tan hermética e indescifrable (y trangresora) que tanto le caracterizaba- que Franco acabó haciendo gitanos (sic) de todos y cada uno de los españoles. En el fondo Umbral venía a querer decir una verdad o una evidencia muy simple, y es que de culpados y culpables los gitanos vendrían a ser fautores (primerísimos) de culpabilización de los españoles. Umbral decía gitanos y quería decir culpables (o culpabilizados) refiriéndose a los españoles todos. Y eso explica esa frase suya tan crítica que Franco nos hizo "gitanos", léase culpables, culpándose él para comenzar por su rendición en el 45. Y eso fue lo que ocurrió tras la Segunda Guerra Mundial de la que el pueblo gitano emergería gran vencedor y víctima a la vez (de ua contienda en la que España y los españoles no tomaron parte de forma directa) Como ocurrió con los judíos. La culpabilización del conjunto del pueblo español por cuenta de los gitanos y de los judíos -y si se me antoja de los moriscos- fue la gran secuela de la derrota española en la Segunda Guerra Mundial y de la rendición del régimen de Franco (a los aliados) en el 45. Y eso explica y da cumplida cuenta en el fondo del agitanamiento generalizado -innegable en los planos artístico y cultural- del conjunto de la sociedad española en la posguerra que tanta alergia produce a catalanistas (o catalanes a secas) Para gran escándalo de Mari Pau, catalana y oriunda (andaluza) si las haya, léase flamenco/andaluza
María Pau como cabía de esperar -y como ya lo vaticiné en anterior entrada- vuelve a hablarnos de su familia. Y el diario ABC -donde habrá publicado su reportaje familiar por entregas- lo justifica por el éxito (sic) de la primera de ellas, una “tercera” que llevaba por titulo “Apátridas en Cataluña” y a la que habrán seguido otras dos, “Sólo se salvó el arcón” y “El limonero de Osuna”, rezumantes de victimismo igual o más que la primera, y en donde su autora viene a abundar (pormenorizadamente) en lo que ya nos había contado previamente, a través de un descenso a los abismos -o a los infiernos- que creo que es como se denomina en la lingüística actual (“mise en abime” en francés) ese tipo de narrativa, hasta lo mas hondo del fracaso y del infortunio familiar, en la que no se pude dejar de ver -lo dije y me reitero- una secuela a de la derrota de los vencidos del 36, léase de la guerra civil interminable que todavía dura.

Un símbolo de las Dos Españas (sic), de la superación de las mismas que me diga, ve la autora del reportaje que nos ocupa, en el matrimonio de su madre hija de Guardia Civil, combatiente del bando nacional (sic), católica practicante, y de su padre del que deja a entender mucho más de lo que nos cuenta. Uno de esos hijos de vencidos a no dudar que tuvieron que ir a buscarse la vida fuera de su patria chica de resultas de la guerra civil y de sus secuelas, en una región donde aquella se vivió de un modo particularmente cruento y atroz, como lo fue Andalucía.

El padre de Mari Pau (nos cuenta su hija) estuvo de jugador de fútbol en el antiguo protectorado español y en el puerto franco de Tánger, de manera análoga cabe apostar -léase de resultas de la guerra- a como muchos vencidos de la guerra se buscaron la vida alistándose en la Legión Extranjera (francesa), de donde acabarían viéndose envueltos en la Segunda Guerra Mundial del buen lado -del de los buenos de la película- como por arte de carambola, como les ocurrió a los integrantes de la Nueve, la compañía de rojo españoles (republicanos) que participó en la toma de Paris, integrados en la División Leclercq (bajo el mando de De Gaulle) -y que en su mayoría (nota bene) habían servido ya bajo el régimen de Vichy-. con las que nos llenan los oídos los propagandistas de la memoria de los vencidos desde hace ya mas de una década.

Y si la circunstancia aquella familiar aparentemente anodina se hubiera dado al revés, me explico, si el "facha" lo hubiera sido el padre y la “roja” la madre, no tendría yo inconveniente en dar por bueno y fielmente ilustrativo su caso, de esa imagen o tópico tan manido de las Dos Españas -y de su superación-, en su caso familiar no obstante, nadie puede impedirnos de pensar que ese matrimonio (tan borrascoso) venia más bien a perpetuar o actualizar ese clisé guerra civilista, o en otros términos, a continuar la guerra civil interminable.

Y era en la medida que esa conquista amorosa -la que hizo el padre de la autora del articulo- llevándose consigo (como si le hubiera tocado la lotería) a la hija de uno de los del bando de los vencedores, no venia a ser menos una conquista o un trofeo o una mascota en los planos político e ideológico ¿no me digan? ¿Podría haberlo hecho, haberse marcado ese farol en la inmediata posguerra pongamos hasta el 45? Les dejo aquí la respuesta (evidente) a otros. Un tufo (que tira para atrás) a derrota mundial -léase en el 45-, no me digan, el que traspira por todos los poros de este relato o historia de amor (indisoluble) que aquí se nos viene a vender ahora, o que se nos inflige más bien navegando en la red, se quiera o no se quiera.

¿No había futuro en Osuna, ni en Sevilla ni en el resto de Andalucía? No había futuro para él, eso queda claro de lo que nos cuenta su hija, no había futuro o no se lo veía él, ni a la España de entonces ni a la Andalucía aquella bajo un régimen al que él (y los suyos) y muchos otros se la tenían jurada y le tenían ya los día contados lo cual no quiere decir que no lo hubiera habido para su novia y futura mujer, de haber ella tomado otro rumbo en su vida (...) Los años sesenta en sus inicios fueron los de mi infancia -y adolescencia- y más en concreto los de los veraneos (interminables e inolvidables) de mi infancia y de mi adolescencia en Andalucía, y si es cierto que se vieron marcados desde la década anterior por un fuerte flujo migratorio -mayormente en dirección de Cataluña- no lo fueron menos por la emergencia o irrupción (fulgurante) de un fenómeno de desarrollo económico tan palpable en Andalucía como en Cataluña. A les pruebas me remito ahora, algunas décadas después (….)

Y no lo hubo tampoco al final (un futuro me refiero) para la madre de la autora del articulo porque su futuro marido consiguió arrastrarla a una aventura que desembocaría -como ella misma lo confiesa- en el fracaso (sic) y en la tragedia y en la miseria, y en una vuelta a empezar. Para un viaje asi no necesitábamos alforjas, querido Sancho, reza el Quijote de Cervantes. No las necesitaban, no, ni arcón ni nada que se le pareciera, pero el sueño era mas fuerte que otra cosa, como la propia autora nos lo viene a confirmar al hilo de sus tres entradas por si dudas nos cabía. Y es que ese sueño catalán (sic) -como ella misma lo califica (a mí que me registren)- no dejaba de tener como yo la expliqué en mi entrada anterior, y mas extensamente aún en mi libro sobre Cataluña una connotación o toque o significado innegablemente guerra civilista.

Apostaban por Cataluña tantos vencidos e hijos de vencidos (mayormente andaluces) porque Cataluña por su industrialización más avanzada, por la reivindicación lingüística (nota bene) en ciernes -que esos mismos oriundos andaluces harian suya (y lo dice Mari Pau y no yo en una de sus entregas)-, con todos los plácemes y parabienes eclesiásticos (y pontificios), y por su proximidad geográfica nota bene con la frontera francesa, era para ellos tierra de promisión de una España anti-franquista, anti-régimen que resurgía de su cenizas tras la guerra civil más fuerte allí que en ningún otro sitio de la Península -si se exceptúa mutatis mutandis el caso del País Vasco-, en aquellos años del tardo franquismo que mostraban tantos visos -doy fe de ello- de fin de una época (y de un régimen). Y esa apuesta y ese sueño era mas fuerte en ellos que cualquier otra consideración, como lo prueba e ilustra la historia familiar que ahora se nos viene infligiendo, que cabe glosar con lo de “a la tercera va la vencida”

Queríais arroz, tres tazas, reza el refrán y lo cito a riesgo de pasar por cínico (en demasía) ¿No querían Cataluña, esos emigrantes andaluces? ¿De qué se quejan ahora sus descendientes? Eso es lo que tuvieron (a la de tres), hasta el punto que se hicieron más catalanes que muchos catalanes como lo prueba la onomástica (catalana) de la autora de este articulo que no viene más que a traducir esa asimilación lingüística -a medias o por entero-, que ella misma confiesa (suya y de los suyos) en una de sus entregas. “La convivencia vecinal -escribe- se hacía extensiva a la lingüística” Un habla catalana que los suyos chapurreaban -a creer a Mari Pau- con acento andaluz. Perdieron (un poco) la lengua, léase su idioma materno, pero no el acento, sin duda porque era lo mas fuerte en ellos, y donde se refugiaba su alma (colectiva) de emigrantes/andaluces o ex andaluces. Su alma colectiva y su memoria de guerra civil (nota bene)

Hay un extremo no obstante de la segunda entrega sobre la familia de Mari Pau Domínguez que no puede quedarse sin glosa en estas líneas y es donde se recoge esa querencia flamenca -léase por el cante flamenco- de la que daba muestras el padre de la autora de esos artículos, en particular hacia una variante del cante flamenco de una innegable significación guerra civilista. Y lo ilustra la misma autora de esos artículos con nombres emblemáticos de aquel cante flamenco de izquierdas del tardo franquismo y de la transición como lo fueron Menese o el Chocolate, de Menese ya me ocupé en una entrada necrológica de este blog -que habrá nota bene alcanzado un récord de visitas (que se acercan ya a las diez mil) , con gran diferencia de todas las otras - dedicada a Paco de Lucia, el cantaor (que me diga tocaor) del que no se sabia (y sigue sin saberse) si era quinqui, gitano o payo o todo junto y bien revuelto lo uno con lo otro. Lo mismo que Menese, más gitano o agitanado que los gitanos como lo describía yo en mi articulo. ¿O acaso lo era a medias? (adivina adivinanza) Y por ahí se me antoja que vengo a parar a la cuestión de mayor hondura y gravedad que gravita (de cerca) en la polémica en la que aquí me veo envuelto.

La primera entrega de Mari Pau Domínguez en el ABC se ve ilustrada significativamente por una bailarina de flamenco -peineta y castañuelas que no falten-, que me trae a la mente irresistiblemente una conferencia pronunciada no hace mucho en la Librería Europa de Barcelona, anunciada con un motivo análogo al que acabo de describir y con el que sin duda el conferenciante -alguien caracterizado por sus veleidades catalanistas- venia a querer caricaturizar (a su manera) el patriotismo (folclórico) del resto de los españoles. Me conozco el paño, lo menos que puedo decir, y es el de un medio mu y circunscrito pero no menos dotado de solvencia intelectual e ideológica, que procede -en linea recta- del CEDADE (Círculo español de Amigos de Europa), un fenómeno emblemático de los años del tardo franquismo y de la transición del que no tuve una percepción directa en su momento sin duda por tratarse de un fenómeno (propiamente) catalán -de Barcelona- no menos emblemático.

Y digo que me conozco un poco el paño porque en la conferencia que yo pronuncié -unas semanas antes de la otra a la que aquí aludo- en la mencionada librería de Barcelona el pasado mes de febrero, el auditorio (todos o casi todos de ocho/apellidos/catalanes) respondía -en la casi totalidad de los asistentes- a ese tipo de mentalidad, catalana (por no llamarla catalanista) europea (y nostálgica del Nuevo Orden), y (culturalmente) anti-gitana, como lo vino a dejar sentado de forma no cabe mas clara y explícita en el turno de preguntas y respuestas uno de los asistentes. El mejor poeta catalán, Maragall, tradujo a los alemanes -decía-, el mejor poema del mejor poeta castellano en cambio, lo fue el romancero gitano. Punto. La primera en la frente dice el refrán (castizo) Y no puede menos de recoger el guante del desafío. Como lo hago ahora de nuevo, en la polémica que nos ocupa. Mari Pau Domínguez se queja amargamente en su primera entrega que el líder de Ezquerra Republicana haya declarado que Cataluña no tiene (sic) más sintonía con Andalucía que con Finlandia o con Alemania. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Y yo me permito de conjeturar -sin complejos- que si los andaluces que emigraron a Cataluña hace cincuenta años reservaron a los demás andaluces (a los que daban olímpicamente la espalda), no digo yo desprecio sino la misma indiferencia olímpica -más hiriente y humillante y lacerante incluso que el simple desprecio- que me brindaron invariablemente a mí los emigrantes españoles en Bélgica (de los sesenta y sus descendientes) en los treinta años que llevo en este país residiendo, no me extraña en absoluto que un catalán de los de ocho apellidos catalanes, comparta mutatis mutandis esa misma indiferencia o ese mismo desprecio hacia Andalucia, léase hacia los demás andaluces. No otra cosa en definitiva, que lo que aquél no dejaría sin duda de notar o de sentir en el sueño o la pasión catalana -tan vidriosa y tan incandescente tan hiriente para el resto de los españoles como para los otros catalanes- de aquellos oriundos (andaluces)

Más crudo aún ¿se puede negar que ese imagen gitanoide -y falaz sin duda- que arrastran muchos catalanes de la emigración (andaluza) de los sesenta se alimente en gran parte de esa querencia flamenca (o gitano/flamenca) irresistible de la que daban muestras muchos de aquellos emigrantes -de frondosa melena azabache ellas (sic) y morenos de piel aceituna (sic) tantos de ellos-, como describe a los suyos (en unos clisés garcía/lorquianos indiscutibles) la oriunda (andaluza) nacida en Cataluña que aquí nos ocupa? Que el que esté libre de pecado tire la primera piedra, reza la biblia (canónica)

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