domingo, marzo 06, 2016

Canto a una Tierra Extranjera (poesía en domingo)

¡Oh qué alivio y qué sorpresa!
¡pero qué bellos “eclaircies”
que hasta dan ganas de llorar,
cuando el sol se pone a reir!

al cabo del largo invierno
cuando caigo de pronto en mí
entre aguaceros de marzo
tan “marceños”, tan de Aquí

¿Canto a una tierra extranjera?
Poesía transterrada, sí,
que me descubrió el secreto
de una tierra a la que “huí”

perdido en los laberintos
de su historia (¡yo soy así!)
de una memoria enterrada
¡que desenterré porque sí!

Porque caí aquí al azar,
porque me gustó este país
cuando llegué ¡hace ya tanto!
Y lo acabé amando como a mí

como aquellos padres/blancos
del Africa blanca (y feliz)
que acababan haciendo suya
el África (para morir)

que yo escogí Europa en cambio
para soñar, para vivir,
donde mi juventud se fue
la segunda, quiero decir,

segunda o tercera, no sé,
que sigo diciéndola adiós
después de haberla vivido
aún a tiempo (¿a que sí?)

de atrapar el tiempo perdido
de agarrarlo con frenesí
antes de que se me fuera,
en un instante eterno (¡Aquí!)

¿Llegué tarde a mi tiempo
me olvidé (un rato) de vivir,
perdí el tren, me "equivoqué de vez"?
¡Lo atrapé otra vez! ¡Y fue Aquí!

Por eso me gusta esta tierra
cuestión de gustos? Pues sí,
de gustos y más que eso:
la vocación que alumbró en mí

el Destino y sus misterios
hijo de la memoria/feliz
del pasado, del tiempo aquél
tan precioso y falaz (¡ay de mí!)

al que “calé” y perdoné.
Y ella me perdonó a mí
por eso la quiero tanto
¡memoria traviesa y pueril!

¡De unos tiempos antiguos
que pugnan por revivir!


Lisa como la del cuadro
de alma y cuerpo niña hermosa,
asi te ví (con mis gafas)
y así parecías ¡tramposa!

que qué bien que me escondías
esos pliegues y asperezas
de tu carácter ¡Huraña!
De tus reacciones aviesas

de desconfianza (¿o despecho?)
de mujer lista y entera
de los prontos y vaivanes
de tu cuerpo ¡Oh sorpresa!

Como obrando bajo influjo,
o de haberte dado cuerda
o de estarte (yo) domando
o adiestrando (¡linda loba!)

a golpe de mil susurros
-¡peor que un látigo, princesa!-
que te dejan sin resuello
sin (casi) voz, firme y quieta,

no en espera de una orden
sino de una voz secreta
¡esclava de amor ((al nacer)
como una virgen en trenzas!

De aceite rebosando el candil
(de la Memoria engañosa,
de Bella del Renacimiento
de estampa de libro de horas)

Así te veo y te imagino
en la tensión de la espera
de la magia del instante
que te dé lo que tú anhelas

sin que tú me pidas nada
presta a todo (si se tercia)
¿a que sí a que no yerro
con mi vista de profeta?

¡Profeta en la Noche Oscura
entre espectros y entre diosas!

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