sábado, junio 11, 2022

GUERRA EN UCRANIA Y ORDEN CONSTANTINIANA


 

 

Solemnidad con ocasión del apoyo oficial a un Seminario castrense en España, de la Orden militar constantiniana de San Jorge (sic). En primer plano, tras décadas de olvido y ostracismo. En aras de la buena causa, léase de la guerra en Ucrania

Ordenes militares, habas contadas. La Orden de Malta -léase, como lo recordaban celosa y piadosamente en su revista "Catolicismo" (años setenta) los esforzados militantes de la TFP- "del Hospital de Sao Joao de Jerusalém", y la Orden del Templo (o del Temple)  de un protagonismo del primer plano las dos en la historia de las Cruzadas, y en lo que a España  y a su Reconquista se refiere, cuatro y nada más que cuatro y en ello soy formal: Santiago, Calatrava, Alcántara -un poco filial de la anterior- y frente a las tres anteriores, castellanas, Montesa, de todas ellas, la única catalano/aragonesa. Sin poder dejar de mencionar -merecidamente es verdad- la Orden de Avis (o de Évora), lusitano/portuguesa.Y ahora, con los vientos de guerra que de nuevo soplan -en Ucrania- o como una serpiente de mar misteriosa irrumpe en los medios y en la atención de la opinion publica, otra de la que nunca o casi nunca (y muy vagamente) oí hablar y que no llegó a llamar mi atencion al contrario que todas las anteriormente mencionadas, en aquellos años en los que la Historia de España y la Historia de la Iglesia -profana y sagrada en mezcla indeleble a la vez- fueron mi único o casi único horizonte de perspectivas y en los que -como me reprochó un periodista en un articulo lleno de acritud y de hiel cuando los medios comenzaron a ocuparse de mí años antes de mi gesto de Fátima- le di  (sic) (conscientemente, sí) la espalda "al futuro", léase a un futuro de España llamando ensorcederamente a la puerta en vísperas de la Transición entonces, lo que confieso y asumo, como los lectores asiduos de este blog son fehacientemente testigos. Por qué ese silencio pues y ese olvido, el mío? Les dejo la palabra aquí a los que me leen, eximiéndome así de pesquisas laboriosas e interminables como se anuncian, pero apuesto a mi fina intuición en ciertos temas, que me habrá deparado  como un sexto sentido, tal como lo reconoceran aqui algunos. Orden constantiniana de San Jorge. Constantiniana, la clave del engima, porque constantiniano y constantinismo  eran -soy de nuevo formal en lo que afirmo- palabras o denominaciones rigurosamente tabúes -apestadas- en la Iglesia del (inmediato) posconcilio, léase la del Concilio Vaticano Segundo, en donde se inventaron un nuevo pecado histórico o una lacra plurisecular -de constantinismo (sic)- de la que no se sabía bien como la Iglesia podría librarse y así poder volver a la pureza (indignada) del cristianismo primitivo. 

Hay sin duda otras claves del olvido o preterición de los que esa augusta orden -quien lo pone en duda?- se habrá visto hasta hoy víctima. Como lo es el carácter oriental -bizantino para ser exacto- que le imprime su denominación de origen, y ello por partida doble: por lo de Constantino y por lo de San Jorge, santo patrón de Bizancio y de Moscú, la nueva Bizancio -y tercera Roma- en la teología histórica que proclama (de siempre) la (Santa) Ortodoxia (rusa o ruso/bizantina). Más aún, quién se atreve a desmentirnos si vemos en ella un guiño descarado -en guisa de desafío- a la Orden militar (rusa) de San Jorge, suprimida por Lenín, rehabilitada por Boris Yeltsine y restaurada con la mayor pompa y honor por Vladimir Putin en Ucrania como en Crimea? (ver foto de abajo) Que explica por paradójico que parecer pueda la súbita y cuasi milagrosa resureccion a la que absortos asistimos. 

Como por encargo. O por la gracia o virtud que me diga de la sabiduría/infinita de la Iglesia que como decía el personaje inquisidor del "Nombre de la Rosa", tiene todo el tiempo por delante, o en otros términos que para ella -eterna por definición- no existen tiempos ni conyunturas y se adapta pues a los vientos que corren, vientos de guerra o de paz, sin problema ni dificultad alguna. 

Y en el cuento de buenos y malos que están difundiendo los medios urbi et orbe y a sus ancas, la propaganda fide vaticana, se vuelve claro como la luz que a San Jorge y al cristianismo de rito oriental y de obediencia a Roma -léase (lagarto, lagarto!) al catolicismo/uniata- se les tiene reservada la última (o penultima) palabra. Como ya lo tengo explicado o defendido en las entradas de este blog que vengo dedicando al telón de fondo -de guerra civil (sic) y de guerra confesional, de religión- de la guerra en Ucrania. 

Non possumus. No podemos, nos es imposible en nombre de la más elemental decencia, de la Historia con mayúsculas y de un deber ineludible de memoria individual y colectiva sumarnos a la cruzada anti-rusa -que no anti-bolchevique, y nota bene, anti-ortodoxa- que se está fraguando o cociendo -en obediencia ciega (como siempre o casi siempre) a consignas que vienen de fuera- a los más altos niveles de la Iglesia y del Estado y de sus múltiples pasarelas -como lo es la Orden Constantiniana-, a tenor de la más rabiosa actualidad que nos llega de España. Y no nos impresionan. 

Ni nos representan ni nos impresionan. Pese a todo el boato y la solemnidad -como de otros tiempos- que sacan a relucir ahora en aras de la buena causa. En sus dignidades, en sus ornamentos y uniformes sin reproche, en sus títulos y credenciales, hasta en el glamur tan fugaz como imprevisto de duquesas extranjeras, y en ese estamento eclesiástico/castrense dado por muerto y desaparecido hasta hoy y que resurge con fuerza (en riguroso hábito o sotana) , su Vicario (un respeto) al frente.

Y que nos perdonen los (muy) buenos amigos a los que vemos (con dolor y consternación) de pies y manos arrastrados en la aventura.  Pero la hora es grave. Con los vientos de guerra que soplan con fuerza y con la perpectiva -macabra- de la guerra nuclear  asomándose a  nuestras fronteras (....) Lo que nos exime de mayores disculpas y nos impele en cambio a lanzar desde aqui una voz de alerta. 

Decía el escritor francés Celine sobre la Sociedad de Naciones -años de entreguerras- que allí se fabricaban (alegremente) matanzas y escabechinas en la palestra de la política internacional, como de un juego de manos. Y con no menor desenvoltura, la Santa Iglesia amenaza hoy con una nueva guerra (mundial) de religión como por arte o a golpes de varita mágica o de los polvos (como el incienso) de la madre Celestina. Morir por Sievierodonetsk hoy -o por Mariupol ayer-? No! ni hoy ni nunca! Paz -PAX- entre los pueblos y las naciones de Europa!!!

Manifestación patriótica en la republica pro-rusa de Donetsk, entre el despliegue de una bandera gigante con los colores de la Orden de San Jorge, el color -naranja con tres barras (azules o negras)- los colores de de la Victoria en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial. Inocente, puro azar, la irrupción repentina en los medios en España  de la Orden (homónina) constantiniana. A otro perro con ese hueso! (Sin acrimonia)

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