viernes, febrero 26, 2016

CRIMEN DE LEÓN ¿POLICÍAS SIN SANCIÓN?

El asesinato de Isabel Carrasco -en la foto, en su despacho de la sede de la Diputación de León- no deja de ser, por más que se obstinen en no querer presentarlo así los medios, un crimen político. Por la condición de la asesinada, de las asesinas, de la tercera condenada -funcionaria de policía- y por la enorme repercusión mediática que el caso habrá alcanzado en la opinión pública. Y sobre todo, por el debate que le habrá servido de telón de fondo omnipresente, que recorre y agita y crispa y divide la sociedad española desde hace un rato por culpa de la corrupción (financiera, léase de la Derecha) Un crimen (político) perfecto que no lo fue de un tris, y que hubiera sido fatalmente aplaudido por muchos de justa venganza bíblica a la corrupción financiera -de la Derecha, léase del PP- con la que viene atosigándonos -e intoxicando- los medios. E ilustra lo innegablemente político del caso la polémica creada en torno a la tercera condenada, la policía Raquel Gago, que habrá venido a acentuar y agravar aún más la estampa recogida en la prensa de hoy de dos policías compañeros de la condenada, de uniforme -¿y en servicio?- , arropándola -y protegiéndola- deshecha en llanto a la entrada de la sala del tribunal que deberia acodar o no la prolongación de su libertad condicional. ¿Policías nacionales anti-PP también, como los miembros de la Guardia Civil de los operativos anti-corrupción (y anti-corruptos)? ¡Alto a la politización -sectaria y guerracivilista- de los cuerpos armados!
El escritor norteamericano James Ellroy, “perro rabioso” -léase “enfant terrible” (o niño malcriado) de la novela negra USA -del que me ocupé ya a menudo en este blog- habrá venido componiendo a lo largo de su (vasta) obra escrita un fresco grandioso de la historia de su país, los Estados Unidos en la posguerra, en clave de novela negra (policiaca), léase vista por el prisma o por la mirilla de la “América underground”, del "no man's land", de los bajos fondos, de las mafias (y sus sicarios), del mundo (subterráneo) de la delincuencia y del crimen organizado.

En su trilogia “Undeworld USA” Ellroy acertaba a pintar un cuadro dantesco de la sociedad estadounidense en el periodo crucial -auténticos "años decisivos"- que van del final de la presidencia Eisenhower -inicios de la década de los sesenta- al Watergate (1974) pasando por la crisis de los misiles en Cuba (1962) y el magnicido de Dallas (1963) Y en una obra -”Perfidia”-, la última de las suyas de reciente aparición, Ellroy da inicio a una nueva trilogía en la que a todas luces viene a reincidir en su vision histórica apocalíptica echando la vista aún más atrás hasta el período que precedió inmediatamente al ataque de Pearl Harbor (diciembre 1941) y a la entrada en guerra de los Estados Unidos en contra de Alemania.

Una obra a la que ardo en deseo de hincar el diente lo mas pronto que pueda y que da significativamente inicio -de lo que leí en una ojeada fugaz que le eché recientemente- con una evocación de la guerra civil española (Spanish Civil War y del eslogan a ella tan estrechamente asociado (que la gran prensa occidental inmortalizaría) de la Quinta Columna.

Un título pues, la última novela (negra) de James Ellroy con telón de fondo (histórico) de la quinta columna -pro japonesa y por extensión pro-nazi-, enraizada de antiguo en la sociedad americana de anticipo de la nueva trilogia de este autor estrella, en la que algunos acariciamos la esperanza de encontrar el eslabón perdido por así decir de nuestra vision histórica del siglo XX y del mundo contemporáneo que recoja los episodio o capítulos de la misma (más cruciales y decisivos) referidos al mundo anglosajón, y que siguen siendo hoy más que nunca “hortus conclusus” -léase fuente escondida- para españoles, y en general para todos los que arrastramos una herencia cultural latina y además una vision histórica eurocéntrica, de unos capítulos crípticos incluso, se me antoja, para los más anglófilos de nuestros escritores, como lo denota la impronta de extranjería (léase inautenticidad) que Francisco Umbral veía fatalmente en ellos (y no doy nombres)

¿Historia y literatura, compartimentos estancos? La polémica está servida ya de antiguo en la historia de la literatura española, como lo ilustra de forma superlativa la obra de Umbral y en particular su serie de novelas guerracivilistas (léase aquellas de entre las suyas directamente relacionadas con la guerra civil española) Las intuiciones históricas inspiradas, pertinentes, tan infaliblemente certeras como (a menudo) indocumentadas)- como sea, no son algo ajeno a las obras de (pura) narrativa literaria.

A fortiori, lo mismo cabe decir del género novela/negra como lo ilustra el caso emblemático y brillante en extremo- que nos ocupa. ¿Un hilo conductor de nuestro mundo contemporáneo, de la historia del mismo, jalonado de casos célebres -de la crónica judicial, de las páginas de los sucesos- y discurriendo a través del mundo (subterráneo) de la delincuencia y del crimen organizado?

Esa es una pregunta en el aire y en la mente de muchos desde hace unos días, que viene aquí a cuento del caso que viene ocupando (a ratos) la primera plan de los medios españoles y me estoy refiriendo al asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, del que se acaba de celebrar el proceso concluido -a falta de la sentencia sobre las penas- la semana pasada con la condena -por asesinato- de las dos principales acusadas madre e hija y de una tercer acusadas -por cooperación al crimen-, policía local y amiga íntima de una de las otras dos condenadas (la hija de la autora material del asesinato)

Del caso de Isabel Carrasco ya me ocupé aquí desde el principio, y creo que admita (irresitiblemente) de entrada una lectura o un enfoque ucrónico por llamarlo así, y es el de imaginar lo que hubiera sido si el crimen/perfecto se hubiera visto allí consumado como estuvo en un tris de producirse si el policía jubilado no hubiera sido testigo presencial del asesinato y no hubiera actuado en consonancia como se lo exigía sin duda su conciencia, léase su sentido del deber y el código de conducta y las mas simples normas de deontologia del cuerpo (armado) al que se había visto ligado durante su carrera.

Está claro que el caso se habría visto así ipso facto catapultado a la primera plana de los medios y de la conciencia colectiva de ejemplo emblemático –a modo de lección y de escarmiento (como lo eran las víctimas de la ETA)- de la corrupción (financiera) de la clase o de la casta politica, algunos no obstante siguieron intentando hacerlo, como se habrá seguido haciendo de forma anónima en las redes sociales y en foros de discusión digital relacionados con ese tema.

E ilustra ese empecinamiento la polémica que sigue haciendo estragos en los medio y en la red en torno a la figura de la tercera de las condenadas, la agente de policia local Raquel Gago y su última aparición en público tras verse condenada, (escandalosamnte) arropada y protegida por sus antiguos colegas en uniforme. Excusado de decir que aplaudo el veredicto del jurado y respeto y acato sin la menor reserva su valor de cosa juzgada, sin pronunciarme en absoluto de la culpabilidad o no (en su fuero interno) de la más arriba mencionada. Aunque su caso no obstante -se me reconocerá- parece abrir fatalmente el paso a la puesta en discusión (o entredicho) -como lo hice en este blog con la Guardia Civil- de la Policía Nacional, otro de nuestros cuerpos amados.

¿Sectores politizados en la Policía Nacional como sin duda se dan en la Guardia Civil están acaso aprovechando ahora este juicio para sumarse a la operación de acoso y derribo de la que se ve blanco el PP las horas que corren, como lo ilustra una de las propuestas estrellas del pacto PSOE-Ciudadanos, de supresión de las diputaciones provinciales, la de León entre ellas que presidió hasta el momento de su muerte la asesinada?

No creo en las meigas pero hay las. A propósito ¿qué opinan de este asunto Alberto Rivera y los que tanto le jalean?

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