sábado, febrero 20, 2016

CORRUPCIÓN, UN INVENTO DE LOS PAPAS

César Borgia, hijo del duque de Gandía (del más tarde papa bajo el nombre de Alejandro Sexto) Inspiró “el Príncipe” de Maquiavelo y Nietzsche en su obra “El Anticristo” le erige en modelo de hombre del Renacimiento, una época en la que el filósofo del eterno retorno veía el triunfo de la vida frente a la corrupción y denigración de la Sexualidad -principio y fundamento para aquél de la Vida misma- herencia de la moral judeocristiana (de sus interdictos y maldiciones bíblicas) A la vez, Nietzche recoge las palabras que Bocaccio dedicaría a aquél. “Inmortalmente sano e inmortalmente sereno. Tutto festo” Y aunque estuvo a menudo al servicio del rey de Francia, a sus órdenes combatieron célebres capitanes españoles como el valenciano Hugo de Moncada o el extremeño Diego García de Paredes. Una figura calumniada, como toda su familia, como su propia hermana Lucrecia Borgia (en la foto de más abajo, el célebre retrato que le dedicaria Bartolomeo Venetto) En lo que cabe ver hoy los prolegómenos de la leyenda negra anti-española
Filosofar sobre la actualidad jurídica o jurídico penal -que es la rama, por desgracia, (a diario) más actualizada del derecho positivo-, es un terreno virgen, se me antoja. Estudié Filosofía del Derecho en mis años de Universidad y de los vagos recuerdos que me quedaron de aquella asignatura (de quinto de carrera) o de otras relacionadas como la de “Derecho natural” (del primer curso) retuve hasta hoy una reflexión de orden filológico más que filosófico sobre las nociones fundamentales de la ciencia jurídica, en su mayoría términos acuñados en el marco del Derecho Romano -como los de jus, de lex, de poena, de persona- o unas reflexiones propiamente filosóficas es cierto pero con frecuencia herméticas y crípticas en extremo -tomadas de prestado a la filosofía alemana- sobre el Derecho mismo como disciplina, o en cuestiones de fuentes o de metodología (científica) y también sobre las polémicas entre diferentes escuelas jurídicas (quiero decir filosófico/jurídicas)

Árido y fagarroso por demás, ya digo, lo que sobrevivió de los estudios aquellos en mis recuerdos. Tan árido sin duda como los escritos de Kant -en particular el de su celebre Critica de la Razón Pura que fue comparada por algunos (sic) al desierto de Arabia- y de Hegel, considerados (uno y otro) los padres (modernos) de esa disciplina.

Ni una palabra en ellos, hijos los dos de las Luces en su versión alemana (radical) del Aufklarung- que permitiera prefigurar una critica o análisis cualquiera del fenómeno moderno -y de la noción que lo recubre- de la corrupción (financiera), que acapara la atención de los medios y de la opinión pública in crescendo desde hace unos años, en los países occidentales y mas aún si cabe entre españoles.

Para la filosofía de las Luces, la natura humana es pura, sin mácula. El hombre nace libre -reza el Contrato Social del “nefasto” Rosseau- y por doquier se encuentra encadenado. La natura humana, para el pensamiento democrático que viene a cristalizar con la Revolución Fancesa, es solamente fuente de derechos -los llamados derechos del Hombre y del Ciudadano- y no de deberes u obligaciones cualesquiera.

Y en los autores “anti-modernos” de los dos últimos siglos -o más propiamente, representativos de la corriente anti-Luces o anti-ilustrada (de la Otra Modernidad, en resumidas cuentas)- la noción filosófica de corrupción brilla igualmente por su ausencia. Y se ve sustituida en cambio por esa otra noción (capital) de decadencia, que se vislumbra ya en Nietzsche e iría a encontrar su formulación más explícita en la célebre obra de Oswald Spengler “La Decadencia de Occidente”

En Spengler, la decadencia es un fenómeno del orden de la historia -y del desarrollo- de las civilizaciones consideradas como formas históricas cambiantes y perecederas. E incluso en el pesimismo filosófico de Schopenhauer, la corrupción no es mas que un fenómeno del orden físico/biológico que afecta a la memoria y viene a ser causante así de la locura humana.

El único (gran) nombre en la historia de la filosofía moderna que parece haber heredado la noción bíblica -léase judeocristiana-, de la corrupción y del pecado (original), lo es Marx por paradójico que parecer pueda, como quedaría plasmado en una noción clave del pensamiento marxista, a saber, la de la alienación, estrechamente ligada a la de explotación (económica), del hombre por el hombre.

¿De dónde viene pues esa denuncia (ideológica) de la corrupción financiera que se habrá extendido como una plaga en los medios y en la opinión publica hasta monopolizar casi en exclusiva el debate público y los mensajes de los políticos y de los creadores de corrientes de opinión los tiempos que corren? Misterio.

Aunque el hecho de que el auge de las campañas anti-corrupción tuvieran su inicio en simultáneo con el estallido de las primaveras arabes, nos de tal vez una pista, a saber, la del integrismo islámico en el que -en muchos aspectos como ya lo dejé sentado en este blog- cabe ver una forma de posmarxismo.

El capitalismo occidental es corrupto por propia definición, léase por europeo y por occidental -me refiero, claro está, a la versión integrista musulmana- porque es algo extraño al Islam, en la medida no obstante que se ve islamizado como ocurre en las monarquías de los petrodólares, del Golfo -los Emiratos Unidos, el Catar, la Arabia saudita- sería redimible o rescatable.Un diálogo de sordos pues, o en otros términos un choque irreductible de culturas y de civilizaciones.

El cristianismo confundió la corrupción con la vida misma, léase con la sexualidad principio y fundamento de la vida humana: esa es una de las acusaciones centrales por no decir la más grave de las que surcan la obra mas polémica de Nietzsche “El Anticristo”, que parece especialmente dirigida contra la doctrina del pecado original -que formuló el primero Pablo de Tarso ("inventor del cristianismo", como le llama la crítica racionalista contemporánea) y se vería mas ampliamente elaborada en los padres de la iglesia y en particular en uno de ellos, Agustín de Hipona, quien venía así a reconocer (implícitamente) que la noción de pecado como tal brilla por su ausencia en la Antigüedad Clásica, con la cual aquél, a lo largo de su obra -y desde su postura cristiana (o judeo/cristiana)-, pretendió levantar un puente.

Crimen por excelencia -mucho mas grave que el homcidio o el asesinato, que la violacion, que el trafico de drogas, que el robo (con vioencia o de guante blanco),, que ls tracos, que la formación de banda armada, que el terrorismo, que los crimenes pasionales, que la delincuencia o el crimen organizados (etcéteran, etcétera)- y a la vez pecado contra el espíritu (que no se perdona ni en esta vida ni en la otra), la corrupción financiera. Versión contemporánea del pecado (original) y fuente última de todos lo males de nuestro tiempo.

En sus tres formas principales, como una (nueva) trinidad maléfica e insolsayable (y rigurosamente extraña a la vez a nuestro derecho histórico y contemporáneo, de antes de la transición política): el blanqueo de capitales, el fraude fiscal y el tráfico de influencias. Para un viaje así, querido Sancho, no necesitábamos alforjas

ADDENDA Una objección que me viene a la mente tras finalizar este artículo escrito a vuela pluma (y a toda prisa) lo es la de las campañas contra los corruptos (“podridos”) en el trancurso de l Revolución Francesa y de la reacion bonapartista. Los casos más emblemáticos lo serían el de Marat y de sus panfletos de denuncia contra Necker, banquero (suizo) y ministro de Finanzas de la Monarquia, y también el slogan napoleónico (del “tous pourris”), que fue la consigna del golpe bonapartista conocido como 18 Brumario (y que tomaría, nota bene, de prestado el rexismo de Degrelle, en Bélgica, un siglo más tarde) La corrupción (financiera) para los jacobinos revolucinarios era un cargo criminal -sustncialmente, el de agiotage (especulacion financiera abusiva)- como lo encarnaba a las ojos de aquellos el antiguo ministro de Finanzas. Pero no alcanzaba la gravedad -de fuente y raíz de todos los males- en la denuncia de la corrupcion financiera que pondría en boga la eclosión de la indignación callejera (y del 15-M)

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