jueves, febrero 18, 2016

BARBERO, Y AFEITADO

Rita Maestre es una (horrible) feminista y a la vez una mujer (“horriblemente”) bella. Una gran belleza española. Y eso aunque sólo sea le merece indulgencia y perdón, si no por ella misma -que habrá pedido con todo públicamente disculpas-, por el bien de todos, de los jóvenes que le siguen sobre todo. Porque aunque sólo sea, apostamos que la absolución realzaría su belleza, ayudando así a conjurar -y a hacer olvidar- el fantasma horrible de la Pasionaria (horresco referens!) y de todo el rojerío femenino (miliciano y y pre-feminista) de la guerra civil (en zona roja) y de la II República. El caso del concejal escracheador escrachaeado (y con razón) es muy distinto en cambio. Barbero o la historia del alguacil de barbas peladas, así por las buenas
Alguacil alguacilado. Lo que acaba de ocurrir al concejal (podemista) -de Ahora Madrid-, de Salud y Seguridad (y no sé cuantas más cosas) que iba acompañado en todo momento (nota bene) del actual jefe de la policía municipal (un respeto), se veía venir. Mermarles (por poco que sea) el sueldo a funcionarios públicos por culpa de un decisión fundada en motivos políticos (partidistas) no cabe más evidentes, es a fe mía melindroso y arriesgado en extremo cuando no se tiene la mayoría tras suyo sino un poder (vacilante) conseguido por la vía de los pactos o del consenso que siempre tiene -digan sus panegirista lo que quieran- algo de antidemocrático.

No lo sabia y sólo ahora me entero que el concejal ahora “escracheado”, Javier Barbero -que en fotos de primer plano y de medio cuerpo (que esconden su completa fisonomía) gana no poco en prestancia, me lo reconocerán aquí todos- había participado activamente en el escrache que le montaron los del 15-M y sus compañeros de viaje, homos y lesbiana, el día del orgullo gay (en junio del 2011) al entonces alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Galardón, en su domicilio del barrio madrileño de Chueca (distrito Centro) en plena ofensiva callejera en curso entonces de los indignados por plazas y calles de Madrid y demás ciudades españolas y en un marco de situación insurreccional generalizada indiscutible.

A la puerta de su casa primero y persiguiéndole después durante un buen rato sin cejar -como una operación de caza y captura- por mas que aquel se viera obligado a acelerar, el sólo sin más acompañantes, hasta que acabó abandonando la escena en un automóvil en el que tuvo que meterse a toda prisa para evitar males mayores.

Y la sensación de violencia urbana, insurreccional reinante al cabo de varias semanas ya entonces trascurridas desde el inicio de la acampada del Sol, que el triste espectáculo de acoso y descato flagrante a la autoridad aquél -que seguí en un vídeo difundido la red- venía como a rubricar, quedó tan fuertemente arraigado en en mí que no dejó de acompañarme como una sombra negra inseparable hasta el final de aquel año tan funesto por tantos y tantos conceptos del 2011, el de la erupción en España de la indignación callejera, en la resaca (europea) -como un ventolera africana- de las primaveras árabes y del asesinato ritual (islámico) del coronel Gadafi.

Los indignados del 15-M, tras el fracaso polvoriento de su intentona insurreccional, acabaron reconvirtiéndose a la democracia constitucional (por llamarlo asi) y entrando por el aro del juego parlamentario y de los pactos entre partidos, con Podemos y sus distintas marcas (regionales) No se curaron no obstante por lo que se ve de sus fobias y obsesiones mas íntimas y siguen empecinados en querer hacer pagar sus propios males (reales o imaginados) a los chivos expiatorios de predilección que se tienen de antemano designados, y en primera fila de todos ellos, a la policía madrileña anti-disturbios a la que se ve que no perdonan el punto final (sin violencias mayores) que cosiguieron poner a la acampada de Sol (en su primer aniversario, al amanecer de la cuarta noche de aquella nueva intentona)

Ni el que les impidiesen -de un tris- el ver cumplidos sus sueños insurreccionales con la operación de “Toma del Congreso”, “el coletazo mas peligroso” -como así lo califico en mi libro “Guerra del 36 e Indignación Callejera”- de la onda de subversión que desató el 15-M en un sector considerable pero circunscrito y estrictamente minoritario de la juventud española.

Las palabras de Cristina Cifuentes de ahora -libertad de expresion, pero cuando lo hacen lo otros es solo fascismo- me parecen de lo mas acertadas y a fe mía qe sabe de lo que habla. La critiqué entonces (confiteor), en víspera del 23-S -el 23 de septiembre del 2012-, cuando idignados y perroflautas estuvieron a punto de tomar el Congreso- el permitir aquella intentona insurrecional cuando se veía de lejos que iban a liarla parda, que en puridad (como hubiera dicho Umbral) hubiera podido, haciendo uso de sus atribuciones, perfectamente prohibirla antes de verse obligada a disolverla por la fuerza como así acabaria ocurriendo. Sin duda no podia hacer de otra forma, pero lo que pudo hacer, al final lo hizo.

Obras son amores y no buenas razones, reza el refrán, y eso es algo indiscutiblemente en el haber de su paso por la delegacion de gobierno de Madrid, en la medida que esa imagen que la sigue ya (y a mucha honra) de por vida -de vencedora los indignados- singulariza en extremo su perfil de mujer político -en un plano idelógico incluso- y la convierte sin discusión ninguna en uno de los pesos pesados de un partido que algunos quieren presentar -de cara a la lucha de la investidra- como una manada de borregos a las órdenes de su pastor (gallego) que habría alcanzado a suprimir en su interior cualquier asomo de critica o de disidencia.

Cristina Cifuentes tal vez se dejó impresionar en algun momento mas de la cuenta por la indgnacion callejera del 15-M -como alguno de sus compañeros de partido también- pero supo encontrarles la horma del zaato y está en medida ahora pues de recoger el guante del desafio que indignado y peovlauts siguen lanzando al conjunto del sistema politico de la sociedad española de forma aún más sofisticada e insidiosa. Sin duda por conocerles (de cerca) mejor que nadie.

El escrache es miedo difuso, amenaza insidiosa, violencia contenida apenas y acoso cobarde -en plan (siempre o casi siempre) de cien contra uno-, digan lo que digan sus defensores y por muchos protocolo de actucion (vaya po dios!) que ahoran invoquen -nos toman por tonto, por niños de pecho o qué?-, ya me tengo expesado aquí a menudo al respecto. Y en mi libro “Guerra del 36 e Indignación Callejera ya apunté tambin a los orígenes del fenómeno, desconocidos de una inmensa mayoría de españoles y que sus defensores se cuidan muy mucho de divlgar entre la opinión publia por más que sin duda no lo ignoran.

Y fue la Revolución de Mayo -mestiza y anti española, digan lo que digan o pretendan lo que pretendan los nacionalistas argentinos- que dio precisamente comienzo por un escrache contra los oidores españoles -funcionarios judiciales al servicio del Virrey español del Rio de de la Plata- viéndose de facto secuestrados en una función de teatro a la que asistían en el centro de Buenos Aires.

Detalle todo menos trivial lo es que el concejal escracheado no lo fue solo, sino que lo fue también con él el jefe de la Policía municipal Andrés Serrano al que ya dedicamos aquí alguna entrada, que se singularizo en la operación Jaque al Rey (septiembre del 213) defendiendo -fuera de servicio- a un viejo republicano manifestante que se lió a banderazos -con la bandera (y mástil) que llevaba- contra una joven transeúnte que no hizo más que vituperarle, al grito de viva España.

Un signo funesto como sea cargado de negros presagios -de una nueva era de tumulto, de un nuevo capítulo en ciernes de la guerra civil interminable, esta disensión, al destape ahora en la vía pública, en el seno de las fuerzas del orden.

Pero no cabe duda en quien recae la responsabilidad principal del haberla provocado. No nos intimidaba (a fe mía) el nuevo jefe de la policía municipal, nombrado para el puesto dos años después del articulo (de denuncia) aquél que le dedicamos -ni pese a nuestra expatriación siquiera pero todavía menos ahora que se habrán visto al descubierto los pies de barro en que su poder (municipal) se asienta

Lo del “asalto” a la capilla (vacía) de la Complutense es un tema muy distinto. Unos pechos de mujer -y en eso lleva razón la interesada- no tienen por qué dar miedo a personas normales (“formadas” o no “formadas”) y si son bellos y esbeltos, todavía menos. No son desde luego una (real) amenaza, no tienen nada que ver con el acoso (sexual) femenino (horresco referens!) propiamente dicho.

Fueron, es cierto, como la señal de arranque -a escasas semanas de distancia- de la movida (funesta) de las acampadas del 15-M y de todo lo que traerían consigo, pero aquello fracasó, y lo mismo que Ramiro Ledesma propugnaba el aprovechar la ocasión del fracaso de la revolución asturiana de Octubre para tender una mano a los derrotados -que en realidad no lo estaban o no del todo, ni derrotados ni desarmados, como se demostraría justo un poco más tarde-, feministas desaforadas como la Maestre o la Gabriel nos parecen a algunos criaturas desamparadas tras el amainar de fiebre de la indignación callejera y de su polvoriento fracaso y a ese ese título sólo aunque sea se merecen indulgencia si no por ellas mismas, por el bien de todos, me explico, de antídoto y apagafuegos de la guerra civil interminable.

El papa polaco perdonó al turco Alí Agca que no pidió perdón ninguno a nadie. Rita Maestre ha pedido perdón a la iglesia (sic). Y además es un bella mujer. ¿Más papistas que el papa? Porque apostamos que su absolución ayudaría eficazmente a conjurar (horresco referens!) el fantasma de la Pasionaria. Lo de Javier Barbero es distinto, ya digo. Barbero, y afeitado

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