Teniente General José Antonio Sáenz de Santamaría, director general de la Guardia Civil en los tiempos del GAL. Sería posteriormente acusado en la materia y procesado por el juez Garzón, y finalmente exculpado. En unas declaraciones tardías al diario el País, calificó de obscena (sic) la actitud de la derecha en ese tema, acusándoles de aprovechamiento oportunista (sic) “de una situación de estado que tendría que ser motivo de pacto constitucional” Unas palabras de las que le dejo con gusto la responsabilidad (a título póstumo) No es óbice que el fantasma de los GAL gravita ahora de cerca en el protagonismo (escandaloso) de un sector de la Guardia Civl en los operativos anti-corrupción claramente propagandísticos y partidistas -anti-Rajoy y anti-PP (y descaradamente a favor del candidato del PSOE)- a los que asistimos (absortos)La izquierda española arrastra de antiguo una fama (merecida) de fisgona, de mucho antes de la guerra incluso. De fisgona y de registrona, como lo pondría particularmente de manifiesto durante la República en particular tras el triunfo del frente popular (febrero del 36) y sobre todo durante la guerra en zona roja.
Sin ir más lejos, mi difunto padre fue objeto -por orden de los responsables del Frente Popular en la localidad- de un registro domiciliario en abril del 37 en su pueblo natal de Mancha Real provincia de Jaén -a donde había vuelto tras haberse visto movilizado forzoso con los rojos al principio de la guerra y haber conseguido obtener al final un salvaconducto por razones médicas-, que dio con él de patitas en la cárcel de Jaén, y en el que se le incautaron -de pruebas del delito, por junto-, un folleto de propaganda anticomunista, un ejemplar de la encíclica Rerum Novrum y una publicación de los Legionarios de España, el partido fundado y dirigido durante la república por el doctor Albiñana (ya para entonces salvajemente asesinado) Todo debidamente consignado en el acta de registro que mi familia conservaría. Sin comentarios.
Los registros domiciliarios -en un contexto muy distinto y en circunstancias muy diferentes de aquellas, es cierto- están de nuevo a la orden del da en la crisis política por la que los españoles atravesamos. El que mas sensación habrá despertado y mas habrá polarizado la atención de los medios lo habrá sido el practicado hace unos días en la sede madrileña del partido popular -de la calle Génova por cuenta de un operativo anti-corrupción desencadenado por la Guardia Civil.
¿Quién imputa, quiero decir quién tiene la posibilidad de hacerlo lanzando el procedimiento ad hoc previsto en el sistema español (en vigor)? Una cuestión de lo mas enrevesada de los manuales de derecho procesal de los países occidentales dotados de un sistema democrático (como por ejemplo lo es en derecho belga, y apuesto que aún más en el derecho español en vigor tras la instauración de la democracia) Los jueces, -oel ministerio fiscal- responderán aquí a esa cuestión todos o casi todos unánimes. ¡A otro perro con ese hueso!
El juez es (teóricamente) soberano en democracia -en virtud de la separación de poderes-, pero está claro que es como un ciego (y manco) si no puede contar con datos e informaciones que él sólo no puede proporcionarse por sus propios medios, y con el brazo ejecutor (o preparatorio) de sus órdenes y mandamientos, por supuesto. Y eso por no hablar de las presiones de toda clase a las que sin duda en razón de su cargo -y de la atmósfera reinante en la política española nota bene- se ven fatalmente expuestos.
Y en el caso que nos ocupa de la operación anti-corrupción que tanto habrá polarizado la atención de los medios y de rebote tanta psicosis habrá venido a provocar en la opinión pública española, lo que está claro es el desconcierto rayano en el estupor -no poco escandalizado- de un sector considerable de la opinión publica sorprendida como no podía ser menos del protagonismo tan de primer plano que habrá sido el de efectivos de la Guardia Civil en una operación claramente política, por razón de su contenido como por las circunstancias de lugar y tiempo de las que se habrá visto acompañada.
En plena crisis política en la que nos vemos inmersos, y al hilo de la sucesión de reuniones del mas alto nivel de cara a la investidura y en medio de una clara operación de acoso y derribo del candidato Rajoy -y de desestabilización de su partido- a cargo de de un sector considerable de los medios qe querrían ver desbancado y fuera de juego a aquél a toda costa, actuando así de cómplices objetivos o compañeros de viaje de uno de los (dos) candidatos en liza, Pedro Sánchez, actual secretario del Partido Socialista
¿Cómplice -y rehén del PSOE y de la izquierda la Guardia Civil o un sector influyente al menos de la Benemérita, las horas que corren? La pregunta del millón o si se prefiere la que nadie se atreve a hacerse, y que hasta los niños en cambio son capaces de proclamar en voz alta.
Cartas sobre la mesa. En mi último libro saco a relucir el protagonismo histórico tan nefasto de la Guardia Civil de Cataluña en el fracaso del Alzamiento en Barcelona, al cabo de la batalla campal por calles y plazas de la Ciudad Condal, el 19 de julio de 1936. Lo que llamo en mi libro puñalada (traidora) por la espalda. Guardia Civil irredenta, por cuenta de su pasado en la guerra civil y también en las ultimas décadas.
Y me estoy refiriendo en particular al protagonismo tan discutido que habrá sido el suyo en ciertos episodios de la vida política española, como lo fue la creación del GAL (en la mente aún y en la memoria de todos) No estoy insinuando aquí nada ni siquiera acusando en bloque ni individualmente a nadie tampoco. Está claro no obstante que el poder político del que sigue disfrutando la Benemérita en la vida política española levanta fatalmente interrogantes entre muchos.
Y me curo en salud de inmediato de las acusaciones que me puedan llover de estar lanzando insinuaciones (o acusaciones) infundadas, gratuitas, irresponsables inoportunas o contraproducentes. Los años del GAL -el espectro incómodo que se yergue por encima de estas lineas y del asunto que en ellas estoy abordando- me pillaron entre barrotes -en la cárceles portuguesas (en donde entré el 13 de mayo del 82 y de donde salí el 21 de noviembre del 85)-, y sus dos últimos atentados (reconocidos) -17 de febrero del 86, 24 de julio del 87-, me pillaron ya expatriado, el primero en Francia en la región parisiense, donde residí (un tanto errante) la primavera del 86 -disfrutando de la acogida (precaria) yhospitalidad de unos medios franceses próximos a la vez de Monseñor Lefebvre y del Frente Nacional francés- y el segundo ya en Bélgica a donde había fijando mi residencia ininterrumpidamente allí hasta hoy (quiero decir aquí), a partir del 11 de marzo (sic) del 87, fecha de mi llegada al país.
Debo aclarar que de vuelta a España, al cabo de los meses que erré entonces en territorio francés, en la noche del 5 al 6 de junio de 1986, fui objeto de grave abuso de poder de parte de aduaneros franceses y funcionarios de policía del país vecino de lo que no me hice eco público (en detalle) ni en este blog ni en ninguna parte hasta ahora.
Y fue que al llegar de noche por tren a Hendaya fui despertado por aduaneros franceses que me obligaron a abandonar el tren -ante la enorme expectcionn de los demás viajeros, sin duda sorprendidos del retraso en arrancar de nuevo, que seguían la escena por las ventanillas-, y me hicieron objeto de interrogatorio y de amenazas e intimidaciones graves como lo fue mi traslado desde el puesto de la aduana hasta una cárcel próxima que nunca intenté identificar después, conducido presumiblemente por aduaneros, dirigidos a su vez por una inspector de policía llamado a presentarse a toda prisa -y ostentando chillonamente una rosa roja (sic) en la solapa- que hizo que me vendaran los ojos (tras esposarme), obligándome, en esas condiciones, a ponerme a andar por un largo pasillo y diciéndome en tono conminante, “vamos cerdo ¡en marcha! (salaud, allons y!)” -o algo así-, tratando de todos los nombres a Monseñor Lefebvre con gran excitación y animosidad, mientras marchábamos ("ordure, ordure!") Y apuntándome (nota bene) -y empujándome al marchar- con una pistola.
Y en la cárcel en la que fui trasladado aquella noche, fui objeto de nuevo por parte de aquel inspector -que respondía al nombre de guerra de Pantxois (apodo familiar vasco francés)- de nuevos interrogatorios, tras llamadas sucesivas a sus subordinados a hacerme comparecer delante de él, y ya la última de las veces, declarándome lo siguiente; “mire usted, yo no tengo nada contra usted, para mí usted no es más que una víctima de su background familiar y sociológico, y si todo lo que usted me ha dicho es cierto, que lo voy saber muy pronto, mañana por la mañana mismo yo le pongo a usted en libertad sin mayores problemas"
Y asi iba a ser, pero no fue él en ponerme en libertad, sino los inspectores que le tomaron el relevo a la mañana siguiente quienes antes de liberarme me forzaron -presionándome un tanto psicológicamente ante mi actitud renuente- a firmar una declaración en la que acusaba al inspector “Pantxois” de haberme hecho objeto de sevicias y malos tratos durante las horas que estuve detenido.
Tras lo cual, un joven gendarme francés de uniforme (sin galones) -y simpatizante nota bene de la ETA por los comentarios que me hizo en el trayecto- me condujo en una furgoneta oficial de la gendarmería francesa hasta la aduana española que atravesé a pie, con un DNI caducado como toda documentación, lo que no pareció a primera vista plantear mayores problemasa aquellos funcionarios españoles, dejándome pasar sin más y diciéndome incluso uno de ellos en tono de desenfado “¿y se le ocurre a usted viajar así de documentado por el mundo?”
No caí del todo entonces en la cuenta, que me había visto en el trance aquél, sin comerlo ni beberlo, metido en pleno avispero de la llamada guerra sucia contra la ETA (ya entonces en su fase final) -a cargo de los llamados comandos del GAL- que no voy a juzgar aquí por no sentirme obligado a ello en modo alguno. Un descargo el mío apenas -a modo de caución moral-, el de estas lineas que pretenden denunciar la complicidad partidista visiblemente a favor del PSOE, in casu, de su actual candidato a la investidura, de parte de determinados sectores de la Benemérita las horas que corren, sin duda no representativos del conjunto de la institución (o no del todo)
Como lo ponen tan descaradamente de manifiesto ahora los dispositivos anti-corrupción -a favor de la psicosis colectiva alimentada sobre ese tema en los medios-, claramente encaminados a perjudicar políticamente al candidato del PP, Mariano Rajoy y a favorecer a Pedro Sánchez, su directo rival y que están creando a todas luces un estado de desconcierto, de perplejidad y de irritación creciente en un sector considerable de la opinión publica española, y en particular en el que se ubica detrás de la lista (claramente) ganadora en las últimas elecciones generales
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