La frontera antropológica entre moros y cristianos. ¿Germanos contra bereberes? Es lo que venia a querer demostrar este estudio -ya antiguo- de una profesora univiersitaria belga flamenca (ver libro de la foto) que parecía hacer suyas (sin comprometerse demasiado) las tesis más radicales de Blas Infante padre de la patria/andaluza que por paradojico que parezca coincidían con lo expuesto por José Antonio en uno de los textos más difundidos (y discutidos) de sus papeles postumos. Sintomático en extremo que su autora fuera una belga flamenca, en la medida que habiendo formado parte del Imperio español, los belgas y en particular los belgas flamencos descendientes de los habitantes de los Países Bajos (católicos) españoles tienen todos los motivos paa sentirse a la vez juez y parte en el debate. Un botón de muestra apenas: ¿pura concidencia la polisemia de ese término de flamenco(s) en lengua española, si se piensa que el cante flamenco tiene un origen gitano y que los gitanos aparecieron en España en tiempos del emperador Carlos V, presumiblemente habiendo pasado por los Países Bajos?Germanos y bereberes. Un fantasma de división que puebla y obsesiona las mentes y la conciencia colectiva de los españoles más o menos vagamente desde hace siglos y en particular desde que en la segunda mitad de la década de los noventa se dieron a conocer los papeles póstumos de José Antonio publicados a cargo de su sobrino Miguel, y entre ellos el texto -de un breve ensayo- que llevaba por título la frase a modo de antítesis irreductible con la que encabezo este artículo, y escrito en la cárcel de Alicante en el verano (abrasador) del 36 por el fundador de la Falange, semanas apenas pues antes de su muerte.
Y el De Profundis aquel joseantoniano habrá salido a relucir inopinadamente ahora en la conferencia que di el pasado sábado sobre mi reciente libro “Cataluña en guerra”, en la Librería Europa de Barcelona, y fue a cuento de la intervención -clara y prolija a fe mía y cargada de razones y argumentos- de uno de los asistentes, de ocho apellidos catalanes que esa fue la impresión que me dio al menos (a comenzar, como supe al final, por el primero de ellos), dicho sea todo en su honor desde luego. Germanos (mayormente) catalanes y castellanos o castellano/andaluces (mayormente) bereberes, esa era la antítesis o dicotomía que se desprendía de sus palabras y que no podían caer ni en mi mente ni este blog en saco roto, por el desafío intelectual que venían a traducir aunque solo fuera, en los planos histórico e ideológico.
Como un eco -no creo que lo negase el interesado- de las palabras que se le atribuyeron al propio Fuhrer recogidas en un texto apócrifo y a la vez de gran divulgación en décadas de posguerra y traducido en diversas lenguas de los encuentros que tuvo aquel a partir de una determinada fase en la marcha de la Segunda Guerra Mundial en el búnker donde estaba instalado el alto mando en los bosques de Silesia, “Conversaciones de sobremesa" (*) y era aquellas en la que los españoles se veían descritos como un pueblo mestizo (sic) de moros (sic) y de germanos (sic), francos y visigodos. Tan mestizos pues catalanes como castellanos o castellanos/andaluces en la vision racial del III Reich, tal y como se habría vista expuesta por la boca de su fundador.
Y apócrifa o no, la frase viene a traducir o a resumir una hipótesis del orden científico o exprimental que no se veía confirmada por la historia reciente,o digamos -y creo que en eso estaría de acuerdo mi interlocutor que se vino (estruendosamente) abajo con la derrota alemana, y con ella, esa vision de lo “ario” -o ario/germano en la que aquella se sustetaba. To be or not to be. Somos lo que somos.
Y tan españoles -y en esto creo que volvemos a coincidir mi interlocutor y yo- lo son los castellanos (o castellano/andaluces, entre los que me incluyo) como catalanes/oriundos (de otra regiones españolas) y los que hunden sus raíces -tal y como lo atestiguan sus apellidos (catalanes)- entre el Ebro y los Pirineos, donde empieza África en el clisé (nota bene) tan manido y tan (injustamente) extendido en los demás paises europeos
¿Trazas de lo berebere solamente por debajo del río Ebro? La discusión nos llevaría lejos y no nos conduciría (mucho me temo) a parte alguna. Lo de germanos y bereberes era una axioma -de un cuño innegable de leyenda negra anti-española y en suma de propaganda de guerra (remontándose a la Guerra de los Treinta Años- consagrado en los ámbitos universitarios y académicos del mudo occidental y en particular en el área cultural de lengua alemana desde las honduras del siglo XX, que José Antonio -que arrastraba nota bene una herencia familiar y una educación fuertemente teñidas de liberalismo- recogería en aquel texto póstumo, como lo haría también una figura contemporánea suya situada no obstante en sus antípodas ideológicas, y me refiero a Blas Infante -”padre de la patria andaluza- que defiende en el texto mas polémico y menos divulgado de todos los suyos que los andaluces eran sustancialmente los descendientes de los habitantes aborígenes de la Península -de antes de la romanización de España- y hermanados (racialmente) como tal con los moriscos (sic) expulsados hacía siglos de la península. Lo que aquél pareció querer ilustrar con su conversión al Islam que a sus ojos era por así decir la religión natural de los andaluces o bereberes/andaluces (o andaluces/bdereberes)
Una hipótesis como digo que no confirma ni la historia de España en su conjunto ni el tiempo -décadas- trascurrido desde los tiempos del (pretendido) padre de la nación/andaluza y de la publicación de sus escritos. ¿José Antonio un godo puro, y Blas Infante un no menos puro berebere en cambio? Como sea, asi fue a todas luces como ellos mismos se vieron, lo que viene a atestiguar, si bien se mira, no el pretendido problema o conflicto antropológico de lo español (entre españoles) sino mas bien el problema de identidad colectiva que arrastramos de antiguo los españoles todos, catalanes y no catalanes.
Lo gitano -o lo flamenco/gitano- y lo taurino, ¿argumentos ad hominem y más o menos pertinentes en la discusión que nos ocupa tal y como parecía darse a entender en la intervención de la librería Europa que (también) nos ocupa? ¿Más gitanos, más gitaneo por debajo que por encima de río Ebro, o que por encima incluso de los Pirineos (por ejemplo en Bélgica)? Me permito el ponerlo en duda.
Mi interlocutor citó el ejemplo, a fe mia pertinente, de García Lorca, de un gitanismo (exaltado, enfebrecido, como alucinado) que efectivamente no parece tener su homólogo o equivalente entre los autores más emblemáticos -con todo escasos- de la tradición catalana (léase catalanista)
El otro ejemplo que dio -de renegado, de un dar la espalda a las propias raíces- el de la Oda a Líster de Antonio Machado me pareció menos pertinente en la medida que se podrían citar ejemplos (a espuertas) de filisteismo o de bastardización cultural, política e ideológica (de izquierdas), de expresión (lingüística) catalana, de la guerra, de antes de ella o de la posguerra, y me viene a la mente ipso facto el de la Nova Cançó de nuestras culpas y pecados, quiero decir de mis años universitarios.
Las minorías étnicas o étnico/culturales son una realidad innegable, y su penetración e influencia en el seno de la sociedad española plantea un problema mayor no menos innegable como lo expuse en el articulo de mi blog que me habrá valido hasta ahora mayor número de visitas y que dediqué -a modo de necrológica al cantautor Paco de Lucía (¿gitano, quinqui, payo?) que se vio siempre rodeado de una nube (espesa) de tabúes en lo referente a sus orígenes.
Pero el problema por irresuelto que se vea no viene a cuestionar, antes al contrario se me antoja, nuestra propia identidad española. Y por lo que a lo taurino respecta, la discusión también podría ir lejos, con todos las visos no obstante esta vez de poder llegar a buen puerto, y es en la medida que puede fácilmente defenderse la tesis que lo que hoy llamamos fiesta nacional no sea más que un un vestigio -o degeneración si se prefiere- de un arte marcial taurino (anti-musulmán) inseparable de nuestros siglos de Reconquista, que seria más fácil de reconocer en el rejoneo (a caballo) que en la forma actual de la corrida y en la impronta goyesca que hoy arrastra.
Heinrich Himmler -horresco referens! (para muchos)- asistió (hay fotos) a una corrida durante una de sus visitas a España en la inmediata posguerra española. Los asistentes a mi conferencia de la librería Europa antes los que me permití el recordarlo me aseguraron no obstante que su asistencia duró sólo unos minutos y que abandonó en seguida la plaza -en estampida- con el disgusto y la repugnancia bien visibles en el rostro. Es bien posible, pero la anécdota sólo atestiguaría de lo poco claro que lo tenían en dicho tema los propios dirigentes nazis.
Los neo/paganos (franceses) en cambio de Grece-Nouvelle Droite no lo veían así desde luego, como me lo dio a entender uno de sus responsables en una ocasión -hace ya muchos años en una visita que les hice a su sede en París- que decía admirar en la tauromaquia un botón de muestra inmarcesible del acervo cultural (sic) de la civilización europea.
¿Una pregunta sin respuesta pues, como una aporía platónica, la de los orígenes de la fiesta taurina? Ahí lo dejo a la atención de mi interlocutor, y de todos mis amigos catalanes y camaradas. En toda franqueza, exenta por supuesto del menor rastro de acrimonia
(*): "Hitler's Table Talk (1941-1944)", de Hugh Trevor-Roper
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