jueves, junio 04, 2015

SEVILLA, CONQUISTA AMOROSA DE QUEIPO DEL LLANO

El general Queipo del Llano no deja de seguir perdiendo la segunda guerra mundial a título póstumo, desde que murió (en el 51) Y sin embargo sigue reinando en el corazón de una mayora de sevillanos descendientes de los que directamente le conocieron (y le veneraron) Digan lo que digan las crónicas -partidistas y sectarias- de la memoria de los vencidos (del 36) Màlaga fue reconquistada con ayuda exterior, Sevilla en cambio fue un triunfo personal de Queipo, como una conquista amorosa. Y eso explica sin duda que los llamamientos guerracivilistas de los indignados de Podemos hayan dado en hueso en Sevilla precisamente
Sevilla en la cuerda floja. La capital fetiche de la autonomía andaluza y de la junta de Andalucía que lleva décadas gobernada por el PSOE, hace frente las horas que corren –dominadas por una atmósfera de reuniones y encuentros con vistas a posibles pactos y por especulaciones y rumores para todos los gustos- a un destino vacilante, el que no acaba de verse reservado tras las elecciones del pasado día 24.

Tengo ascendencia sevillana por la rama materna, ya un poco remota de forma que no guardo familia cercana en esa capital andaluza y por vía de consecuencia sin duda no puse los pies allí prácticamente en mi vida, salvo en una ocasión de noche y con prisas en viaje de ida y vuelta desde Córdoba y con destino final en Jaén y su provincia donde sí que conservo familia. La provincia de Jaén se ve surcada en su parte sur por la línea divisoria de las dos vertientes que dividen la orografía andaluza, y precisamente en uno de sus su bordes del lado del valle de Guadalquivir no obstante se encuentra Mancha Real, el pueblo de donde procedo por la va paterna.

Pero por los cerros de Úbeda –enfrente de Mancha Real del otro lado del valle- se pasa rápido de Castilla a Andalucía y viceversa lo que da una explicación cabal del dicho antiguo célebre, e incluso esa línea divisoria casi infranqueable de antiguo de Sierra Morena y de Despeñaperros se ve hoy prácticamente borrada del mapa con los nuevos tramos de autopista que han ido rectificando y enderezando cada vez más el trayecto originario de la antigua nacional de Andalucía que tanto practicó de niño alguien tan propenso a los mareos como lo era –en aquellas edades tiernas (¡ay dolor!)- el autor de estas entradas.

Con lo que vengo a querer decir que Jaén sea tal vez de todas las provincias andaluzas la que as dudó siempre –como lo ilustraba aquella canción de los años cincuenta “hay quien dice de Jaén que ya no es tierra andaluza”- la vía a seguir entre el Norte y el Sur, entre Andalucía y Castilla entre Madrid y Granada, e incluso entre Madrid o Sevilla.

Y del madrileño de nacimiento que esto escribe es explicable pues –hasta cierto punto- ese distanciamiento psicológico de Sevilla y en cierto modo también de los sevillanos que habrá siendo un poco el mío lo reconozco, una ciudad a la que el destino parece tener reservada una vocación –análogo en cierto modo al de la grandes ciudades flamencas- de presa predestinada, de verse fatalmente condenada a ser conquistada (seducida y subyugada) como sucedió en el periodo de la dominación árabe, y posteriormente con Pedro el Cruel (léase el Justiciero) que al decir de algunos historiadores reinó como un sultán desde el Alcázar de Sevilla donde tenía establecida su corte.

En los tiempos modernos, en el momento del estallido de la guerra civil, Sevilla volvió a verse codiciada por forasteros, conquistadores venidos de fuera, como fue el caso de Don Gonzalo Queipo del Llano que era vallisoletano originario de Tordesillas. Quien se hizo querer de los sevillanos tras conquistar la capital y su provincia con los métodos expeditivos que se le conocieron. Sevilla fue conquistada por Queipo, Màlaga en cambio reconquistada, lo que explica que la línea divisoria derecha e izquierda heredada de la guerra civil sea más abrupta si cabe –e inexpugnable e irreconciliable- en Màlaga (y en Granada) que en la capital hispalense.

Y lo que explica que Sevilla la capital lleve ya un rato en la cuerda floja, me explico entre un sucesión de alcaldes y alcaldías en la que los dos partidos principales de la alternancia que rige de antiguo en la política española habrán venido relevándose uno a otro con naturalidad, sin excesivos traumas ni conflictos, sin duda porque no podía haberlos.

Un sevillano de adopción ilustre que me viene de improviso a la mente redactando estas líneas lo fue Don Manuel Siurot, pedagogo ilustre que dedicó gran parte de sus vida a la enseñanza de los niños pobres, y fue colaborador estrecho en la alcaldía de Sevilla -ciudad en donde residiría gran parte de su vida a pesar de sus orígenes onubenses-, de Don Gonzalo Queipo del Llano desde el triunfo del Alzamiento en la ciudad.

Y lo recuerdo aquí en homenaje a su memoria y en recordación de uno de sus descendientes que visitó (amablemente) mi anterior blog de Periodista Digital donde hablé en términos elogiosos de su antepasado, figura emblemática si las haya de andaluz de orden –además de sevillano de adopción- y fiel a la vocación de beneficencia social que fue la suya, y que llenó gran parte de su vida y de su trayectoria.

En la película –a fe mía que no un film cualquiera- “Ocho apellidos vascos” que me vi en Madrid el año pasado y a la que dediqué una entrada de este blog se vierte una imagen de la capital andaluza sin sombra alguna, a imagen de su clima y su paisaje y conforme a la que sevillanos tienen de ellos mismos, como la ciudad con más garbo y gracia y salero de España y sin du que lo sea… cuando se la sabe des cubrir por encima de clisés y de tópicos e imágenes de callejón del gato de las que adoleces sin duda también –y no sólo Madrid- la capital sevillana.

Hoy por hoy no obstante Sevilla sigue siendo hortus conclusus –un huerto cerrado- para no pocos españoles entre los que me encuentro por culpa de la imagen partidista y no poco sectaria que arrastra de décadas de hegemonía del PSOE en la política andaluza (y en la Junta de Andalucía)

La prensa de hoy se hace eco de rumores provenientes de la capital hispalense que dan cuenta de planes fácilmente perceptibles entre los socialistas andaluces y su presidenta de entregar alcaldías de capitales de provincia al PP a cambio de la presidencia de la Junta (de su abstención me refiero, en la investidura) Unos rumores que atañen principalmente a Málaga y sobre todo a Cádiz y que excluyen en cambio a Sevilla que quedaría en el girón de los “pesoes” (andaluces) que han venido a destaparse no unos “pesoes” cualesquiera.

Una perspectiva verosímil y de lo más probable. Y a fe mía que no es excesivamente de inquietar en la medida sobre todo en que su rival y oponente principal no habrá sabido entusiasmar lo menos que se puede decir ni a los andaluces ni a muchos españoles de otras regiones y me refiero a la rama andaluza del partido.

Y la devoción que experimenta de antiguo algunas de sus figuras más destacadas hacia el personaje Blas Infante de personalidad tan polémica y de aureola tan controvertida -de padre (sic) de la patria andaluza- no está llamada a arreglar las cosas. Y si la carismática y correosa política andaluza viene a servir de dique a la marea indignada que al final entre pleamares y bajamares no parece tan fiera como la pintan los medios, ni mucho menos ¿por qué no? Bienvenida sea pues la firmeza anti-Podemos de la Susana de este cuento que no parece parecerse en nada a la de la zarzuela célebre. Sin duda porque la una es sevillana y la otra madrileña.

O tal vez porque el madrileño por el que viene ahora la discordia en la policía andaluza (y en resto de España) sea un madrileño especial –de segunda (y con perdón)- proveniente de esa (pequeña) mitad sur de Madrid en la que se habrá visto dividida la capital madrileña tras las elecciones ultimas, en gran parte por culpa suya.

Y uno fracasa ahora donde otro triunfó, y me refiero al general Queipo del Llano que se ganó a una mayoría de andaluces y de sevillanos, que (en secreto) le siguen venerando. Sin duda porque era mucho más madrileño (de adopción) de lo que lo pueda ser el mesías de Vallecas tan indignado

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Los "buenos" siguen dando vueltas de tuerca...Hace dias en Paris enterraron en el Panteon de Hombres Ilustres restos de cuatro "resistentes"... y ayer mismo el Maximo representante de España y su esposa inauguraron una placa conmemorativa a los de la Nueve..que "liberó " Paris"...Me pregunto si en reciprocidad cuando venga a Madrid Monsieur Le President de la R.F. ira al cementerio donde reposan los fusilados por Napoleon en 1808.
En fin...ya se que Queipo de Llano estuvo en Berlin, en 1939, para homenajear a la Legion Condor...pero me pregunto si
la gente sabe que segun altisimas personalidades de USA (Putin Sí que lo sabe bien) Alemania no es un estado plenamente soberano... Sigue ocupado...y no tiene acceso a determinado armamento...tampoco puede fabricar aeronaves...Lo que tu dices sobre la guerra de los 80 años...hay que enmarcarlo dentro de la guerrade los cien años que empezo en 1914...que es, como profetizo Oswald Spengler, cuando comenzó el proceso de debilitacion y destrucion de los Imperios Europeos...Alemania, Austria y Rusia...Hoy, al parecer, los enemigos de Europa no solo quieren enfrentar Alemania y Rusia sino tambien introducir cientos de millones de elementos foraneos mientras se promueven politicas antinatalistas y antifamilia. Supongo que en este contexto...las batallitas entre "rojos" y "azules" son un tema marginal...aunque sigue en pie que alguien tiene que enarbolar, simultaneamente, las banderas de la identidad nacional y de la justicia social...sin caer en extremismos ridiculos como el bolivarismo o el nacionalcatolicismo, etc o el neoliberalismo salvaje y multicultural...Por ultimo, he leido en Alertadigital que un representante de Pablemos afirmo que hay que "devolver" Ceuta y Melilla al "pueblo hermano"...de... Y hay que saber que la Nato no cubre la defensa de esas plazas españolas...

Juan Fernandez Krohn dijo...

Estoy bastante de acuerdo con lo que escribes, Anónimo. Lo de las batallitas entre rojos y azules no obstante pide a voz en grito unas apostillas de urgencia, a sabiendas sin embargo que estoy poniendo otra vez el dedo en la llaga pero no hay más remedio. No son batallitas, Anónimo, es una guerra que ochenta (y tantos) años después no se terminó todavía.

Y habré tenido que pasarme ya casi treinta años de mi vida e contacto (mayormente a distancia) casi a diario con la emigración española delos sesenta (y finales de los cincuenta) en Bélgica para acabar detectando el fenómeno y darle un nombre como lo hago en mi último libro. La Guerra de los Ochenta Años.

Ni estuve –hasta hace muy poco- al corriente del trabajo de Jorge Verstrynge –tan difundido en la Venezuela bolivariana- ni de los de otros muchos sobre lo que los tratadistas militares llaman “guerra asimétrica”, aunque está claro que nuestra guerra civil interminable habrá tenido mucho de eso (…)

Lo de la guerra de los cien años de Spengler no lo había leído, me leí en cambio “La guerra civil europea (1917-1945)” que así llamaba el profesor Nolte en esa obra suya tan leída y difundida a la confrontación entre comunismo y nazi- fascismos, o en otros términos entre marxismo y anti-marxismo. No son no obstante homologables, ni la guerra entre los diferentes imperios europeos ni la que vino justo a seguir entre las dos ideologías mayores del siglo XX.

La guerra civil española es un caso aparte, Anónimo. Un caso atípico. Una guerra que se prosigue entre treguas y escaladas desde la terminación oficial de la guerra civil el primero de abril del 39. Y el fuelle que alimenta el fuego de la indignación callejera en España desde hace cuatro años, ue viene ahora encarnar los de Podemos no proviene de los desahucios ni de la frustración de los j jóvenes (y menos jóvenes) con titulación y desempleados, sino de un fuego de guerra civil que no se ha extinguido del todo aún, tan simple como eso.

Casi treinta años sin comprender el fenómeno y tratando (¡ingenuo de mí!) de obrar por la reconciliación- yo solo por mi cuenta con los emigrantes expatriados y sus descendientes!
Si lo hubiera comprendido desde el principio, no hubiera hecho tanto el pardillo aquí en Bélgica con esa gente, lo confieso, dejándome enredar a veces en incomprensiones y malentendidos o doliéndome (en demasía) de sus feos y desplantes innúmeros –y de gestos de solidaridad por nimios que fueran (¡ingenuidad, meu deus!) en fregados a los que tuve que hacer frente durante mi estancia aquí-, que no tenían más que una razón de ser, la barrera infranqueable entre esa masa de emigrantes (en Bélgica) y la España que se habían dejado atrás que no venía a traducir en resumidas cuentas más que un conflicto irresoluble de memorias, léase de memorias de la guerra civil (del 36)

Y cuando por fin acabé cayendo en la cuenta, se acabaron los problemas, quiero decir, cuando empecé a tratarles –colectivamente, que caso por caso es ya un tema distinto- como lo que eran y lo que son, parte beligerante de una guerra civil que dura todavía (continúa)

Juan Fernandez Krohn dijo...

.../...

Lo que venía a traducirse en la práctica en dejar de tratarlos, ni intentar squiera congeniar o establecer la relación mas mínima con ellos (y sus descendientes) Y ya digo que a partir de ahí se me acabaron los problemas (con ellos) o cuando se presentaron, estuve desde entonces en condiciones de cortar por lo sano de la manera más eficaz y contundente (por supuesto sin violencias) (continúa)

Entiéndaseme bien, no desespero de la reconciliación entre españoles, creo en ella, firmemente, y confieso que hace mucho que dejé de lado antiguas ensoñaciones que llegué a acariciar como el creerme que me encontraba frente a un conflicto más o menos larvado de dos pueblos que vendrían a coexistir forzosamente en la Península con identidad propia (germanos y bereberes) cada uno de ellos, y también, acabé desechando el argumento tan manido (judeo/cristiano) del cainismo, que a fe mía que no creo que seamos más cainitas los españoles que otros pueblos, europeos o no europeos,, no más cainitas de lo que lo puedan ser franceses ingleses o italianos, y no hablemos de árabes o de judíos (ni de ucranianos) (continúa)

Creo firmemente en cabio que cuando se acabe la guerra civil interminable –de los Ochenta y Tantos Años (entre rojos y azules como tú dices)- de una vez por todas, léase, cuando los herederos de la memoria de los vencidos del 36 lleguen plenamente al convencimiento –colectivamente hablando- que esa guerra civil la tienen perdida de una vez por todas y que no acabarán ganándola por mucho que se empeñen, solamente entonces, la reconciliación será viable y posible, quiero decir autentica y duradera. Porque entonces y solo entonces s cando se habrá terminado definitivamente la guerra del 36.

Mientras tanto, cualquier empeño reconciliador es tan utópico y tan (ridículamente) surrealista –e incluso contra producente- como el querer ponerle puertas al mar o el recoger con una pala las aguas del océano. Sin trampa ni cartón.

Yo lo veo así, Anónimo. Y en lo que se refiere a la visita de Felipe VI y Doña Cecilia a París abordo el tema en mi última entrada. Saludos