martes, junio 09, 2015

FELIPE GONZÁLEZ Y EL FANTASMA DEL CORONEL GADAFI

El PSOE y sus demonios de la guerra civil, algunos de ellos de rostro femenino como lo muestra la foto (de Margarita Nelken diputada del PSOE antes de la guerra, de ascendencia judía alemana, que se pasaría al PCE en noviembre del 36) Y son los que encierran sus propias siglas que no eran unas simples siglas como otras cualquiera contra lo que se nos habrá venido vendiendo desde los tiempos de la transición, sino que su supersvivencia en la Espana de la transición era un síntomas (infalibles) de la guerra civil interminable. Felipe González tiene la ocasión ahora de deshacer ese malentendido con ayuda de una operación sustancialmente humanitaria en Venezuela que puede conjurar eficazmente el auge de Podemos –los aliados del régimen bolivariano- y con ellos de todos aquellos que viene propiciando un reencenderse de la guerra civil entre españoles. Y ese es el voto de confianza que algunos notorios adversarios suyos -entre los que me encuentro- ahora le otorgamos
La foto de Felipe González en el aeropuerto de Caracas acompañado de la madre y la esposa de destacados dirigentes de la oposición venezolana al régimen que encabeza Nicolás Maduro pone por las nubes los niveles de dramatismo de la crisis en la que se ve envuelto el país americano.

No me caso con nadie, y aquí ya saben todos las opiniones que me habrá merecido de antiguo el ex presidente de gobierno –desde los tiempos del incidente de Orly aquel, que recordaría con profusión la prensa española tras mi detención en Fátima el 12 de myo del 82 (unos meses después de aquello apenas)- sin impedirme no obstante el dejar aquí constancia de los juicios que me habrá merecido a partir de entonces en sucesivos trances en los que aparecía revestido como ahora del mayor de los protagonismos.

Como español me parece bien, me “entra” sin problemas que un ex – presidente de gobierno –en misión oficial (u oficiosa)- por muy socialista que sea se vea acogido con esperanza en un país que renegó oficialmente de España y de su legado contra el sentir (intimo) de un sector importante de su propia población y sus descendientes que siguen llevando a España muy dentro a pesar de la imagen, tan distinta que de antiguo se nos vende. Como ahora sin duda tendrán ocasión de demostrarlo.

¿Un rojo/español al rescate de la derecha (derechona) venezolana como no habrán dejado tampoco de presentarla así los medios? Las cosas no son tan simples si bien se miran. Felipe González mantenía de antiguo, es cierto, lazos estrechos y contaba también con apoyos solidos entre un sector de la clase política venezolana, de aquellos en concreto que resistieron el Hugo Chaves y al régimen que éste acabaría instaurando.

Un nombre sobre todo emblemático en extremo de la clase política venezolana de la posguerra (tras el 45) y de la guerra fría, polarizaría la atención en la crónica de los encuentros y contactos de Flipe González con Venezuela, a saber el de Carlos Andrés Pérez, figura destacada de Acción Democrática, uno de los dos partidos–junto al COPEI demócrata cristiano (y clerical)- que presidieron la alternancia que rigió la política venezolana durante décadas.

AD fue un partido socialista (o social demócrata) en su origen que se alineó del lado de los Estados Unidos durante la guerra fría –como los españoles del PSOE- y reprimió violentamente la guerrilla marxista en la década de los sesenta, sirviéndose de unidades de fuerzas especiales en las que sirvió el entonces oficial del ejército Hugo Chávez.

Un partido de corte socialdemócrata pues AD, que acabaría acusado por sectores de la izquierda venezolana y extranjera de derechista y que tenía no obstante a mano –más necesitados sin duda que otros- la coartada de la guerra civil española y de la memoria de los vencidos del 36 con la que Carlo Andrés Pérez -del vago recuerdo que guardó de décadas de lector empedernido de revistas y periódicos- se mostró en repetidas ocasiones identificado.

Lo que explica sin duda –amén de su ascendencia española, de hijo de un emigrante asturiano acaudalado de apellidos poco triviales, Pérez Lemus- sus lazos estrechos de antiguo con Felipe González. Carlos Andrés Pérez, el amigo de los socialistas españoles acabó sus días en el exilio y concretamente, por paradójico que parezca, en Miami ciudad refugio del exilio cubano anti-comunista (de derechas) en los Estados Unidos.

La sombra de Carlos Andrés gravita de cerca desde luego en la visita en curso de Felipe González a Venezuela. Como también, un poco más distante pero no menos omnipresente, la del antiguo presidente Marcos Pérez Giménez –muerto en su exilio español, en Madrid donde está enterrado- que fue padrino político y referente supremo de un Hugo Caves en los albores de su ascenso fulgurante la Venezuela de los años ochenta.

Aquí también de antiguo nos hemos explicado sobre la situación venezolana o más bien sobre las perplejidades e incertidumbres que nos producía vista desde este lado del charco, y la legión de preguntas (sin respuesta) que nos planteaba como no dejé de hacérselo saber a amigos españoles allí instalados, en primera fila –a tenor de las informaciones que nos llegaban de ellos (con cuenta gotas) de este lado del charco- de la resistencia (civil) contra el régimen (bolivariano) a través de las redes sociales.

No tengo pues propiamente hablando (mucho) conocimiento de primera mano de la situación allí, aunque es obvio para observadores avizor que se ve marcada por la tensión y el nerviosismo creciente resultante de cambios políticos y geoestratégicos de la mayor envergadura en el área del Caribe y me refiero en particular al acuerdo de paz firmado entre Estados Unidos y Cuba poniendo así fin a un bloqueo que habrá durado más de cincuenta años. Una rendición por mediación vaticana como aquí lo tengo ya explicado.

El régimen de Nicolás Maduro en cambio puede que acabe echando angustiosamente en falta ese paraguas (protector o amortiguador) de la iglesia con el que sí habrá podido contar el régimen cubano. A falta de ello, la misión de mediación –pese a las apariencias- de Felipe González parece revestirse de todos los trazos de tabla (última) de salvación o de último tranvía para Nicolás Maduro y la revolución bolivariana. Más serio y más cargado de (negros) presagios aún: la caída –no se le puede llamar de otra forma- del régimen cubano aísla hasta niveles de patetismo y dramatismo extremos al régimen venezolano en la esfera internacional.

Y las ayudas que podrían venir de potencias emergentes en el mundo multipolar que se anuncia por detrás del declive ineluctable del poderío mundial de los Estados Unidos –Rusia, China, el Irán, Corea del Norte- le pillan muy lejos a Venezuela. En su lugar un espectro acaba por emerger de forma tan macabra como amenazadora y me refiero a la suerte –horrible- que se vería reservado el coronel Gadafi tras el derrumbe de su régimen que la intervención de la OTAN trajo consigo.

En esa perspectiva es a mi juicio donde cabe situar la misión –esencialmente humanitaria en el fondo (así yo lo creo yo también)- de Felipe González. Una mediación del último minuto –el mensaje cifrado del que a todas luces es portador el ex mandatario español (socialista)- antes de que las puertas se les cierren del todo al régimen venezolano en el concierto de las naciones.

Felipe González tiene amigos en Venezuela -así se nos dio a entender de antiguo- que pueden ayudarle a llevar a buen puerto su delicada misio erizada de amenazas y de peligros (a comenzar par él mismo) Y de paso sería una ocasión que ni pintada –contribuyendo a redorar el blasón de España del otro lado del Atlántico- de redimir su propia imagen entre muchos españoles que le siguen asociando –inmerecidamente o no- con la guerra civil interminable, léase con el bando de los vencidos del 36 como no habrán dejado de pregonarlo día a día durante décadas las siglas de su partido (PSOE), que muchos nos resistíamos a creer que no fuera más que simples siglas y no en cambio (graves) síntomas de lo que ese partido no dejaba de ser, una componente emblemática de las fuerzas (principales) que integraban el bando de los vencidos del 36.

Como sea, la diplomacia por propia cuenta que lleva a cabo el ex presidente del gobierno por tierras del Orinoco las horas que corren esta condenad a verse coronado por el éxito. La única forma en verdad, a juicio de muchos, de ahuyentar eficazmente el fantasma al que aludí más arriba.

Nadie le desea al dignatario venezolano y a su régimen un fin análogo o remotamente comparable aunque solo fuera al del coronel Gadafi. Y -pese al resentimiento “bolivariano” (y anti-español) que a todas luces anima aquellos- menos que nadie se lo desean los españoles

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un "pajarito" me ha dicho... (se trata de una persona de absoluta confianza y muy conocedor de la reciente historia de España)
que la jueza, prestendiente a la alcaldia de madrid , valiendose de sus poderes detuvo y envió a Carabanchel, en tiempos de Felipe el Hermoso a un exsoldado amlnán m(le llamaban el Capitan Walter) que vendia libros, revistas etc... en el Rastro,los domingos, concretamente en la Plaza del Nuevo Mundo.

Juan Fernandez Krohn dijo...

Walter, sí señor, tenía su librería –de libros de ocasión- en la calle Viriato o en una de las adyacentes, en Chamberí a principios de la década de los setenta. No le llegué a conocer personalmente porque un día que iba yo a su librería con intención de saludarle, me encontré echado el cierre aquel día de forma imprevista.

Años después leí un reportaje que le publicó la prensa española a doble página –fotos acompañando (incluso de cuando era joven)- donde daba cuenta de su identidad completa –con su apellido en tyods letras que no recuerdo-, en el reportaje se decía que había sido sargento instructor de las Waffen-SS, lo que no es óbice que pudiera alcanzar el grado de capitán por méritos propio en los últimos meses y semanas de la guerra.

Se había vuelto a Alemania y si lo que dices –que me lo creo perfectamente - es cierto, la que le echó de España fue doña Rogelia, si no, estoy seguro que se hubiera quedado en Madrid donde era muy popular y tenía muchos amigo, no recuerdo nadie que yo oyera nunca nombrar tanto como él sin llegar a conocerle. Gracias por el dato, Anónimo. Saludos

Fco Daniel dijo...
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