Paco Lobatón en una foto de la época (más o menos) de cuando yo salí de la cárcel portuguesa, en noviembre del 85. Cuando se refirió a mí en el diario hablado. Nunca me olvidé de la aversión y hostilidad que se podían leer en su rostro
Paco Lobatón es de mi generación de la Universitaria madrileña, un poco más joven que yo según tengo entendido. Lo conocí a través de la pequeña pantalla tras mi salida -en libertad- de Portugal en noviembre del 85 y retuve su rostro y su nombre sin duda hasta hoy, no porque me lo volviera a cruzar mucho su rostro (y su voz) en los medios -desde luego no le busqué mi palabra- pero fue sin duda por la expresión del semblante y la dureza del tono (propiamente inolvidables) de las palabras que me dirigió -comentando (creo recordar) la noticia de mi salida de Portugal- en alguno de aquellos informativos de los que él era la estrella en los años que siguieron inmediatamente al 23-F, lo que seguiría siendo el caso (me figuro) en los largos años de la era felipista. Como si se tratase, yo para él, de un viejo conocido.Yo era no obstante estudiante de Económicas, él, de Políticas por aquellos años y sin duda nuestras trayectorias se cruzaron sin encontrarse entonces -eso creo al menos de lo que recuerdo- en la medida que por lo que deduzco él debió entrar en la Universidad el año que se consumó la separación de esas dos carreras yendo a parar Económicas al campus de Somosaguas y Políticas, a un edificio de trazado y arquitectura inenarrables cerca del viejo edificio de Políticas y Económicas (Galerías Castañeda) -a la misma altura uno que el otro-, justo del otro lado (y en el borde mismo) de la carretera de la Coruña. Políticas de la Complutense en sus inicios -de la impresión y de las escenas (propiamente) impresionantes y surrealistas que se me quedaron bien fijas en la retina las raras veces que puse el pie allí entonces- era propiamente una trinchera -o una casamata o un parapeto (arquitectónicamente es lo que era desde luego) más que un centro de estudio, junto al campo de batalla-, y este individuo que se haría después tan famoso era por lo que leo ahora uno de los principales cabecillas en aquel hormiguero en efervescencia, un pandemónium mas que otra cosa, palabra.
A Paco Lobatón -militante entonces del PC y en cuanto tal cabecilla del movimiento estudiantil (de izquierdas) de entonces- el célebre policía franquista le molió a palos, dice, en la parte trasera del coche en el que se vio detenido. Al que esto escribe, los compañeros de aventura de aquél, víctimas de sus misma fiebres y rabietas -el mismo año que aquél entró en la universidad o el anterior- no le dejaron por muerto del linchamiento al que me sometieron -defendiendo nota bene la memoria de José Antonio (...)- sólo porque una de las cristaleras de la entrada al vestíbulo central del edificio de Galerías Castañeda aguantó milagrosamente la embestida de aquel tropel de energúmenos. Gajes del oficio, de las propias convicciones ideológicas que no eran menos sinceras y consecuentes que en ellos, en el que esto escribe.
Y no lo habría recordado ahora aquí si no fuera porque su caso me parece emblemático de esa situación de dominio casi absoluto, a todas las instancias y niveles de poder cultural ya desde los tiempos del tardofranquismo, y que se vería ilustrada en particular por la toma de asalto generalizado en los medios tras producirse el 23-F y que tuvo de protagonista aquella generación, si no culpable, sí manipulada como nunca antes lo estuvo ninguna otra en toda la Historia de España (ni siquiera los indignados del 15-M, sus vástagos o descendientes en muchos aspectos)
Una rebelión de niños/bien, socialmente (y personalmente) brillantes, amén de rojos. Sus enemigos (hasta la obsesión), los fachas, además de fachas eran -éramos- pardillos o pardales (como diría Umbral), y horteras. En la foto, el memorable recital de Raimon (18 de mayo 1968) en la madrileña Facultad de Políticas y Económicas, que acabó, todo el mundo de puño en alto y lleno de banderas rojasHay un aspecto no obstante de aquel fenómeno de manipulación generacional (por llamarlo así) que se ve fatalmente recordado ahora y puesto de manifiesto en las declaraciones a los medios, haciendo dúo con Paco Lobatón, de otra de las pretendidas víctimas, compañera de aquél en la facultad de Políticas y de militancia comunista también, por cuenta de aquel policía franquista tan denostado (y difamado) y es por el calificativo de "hortera" que utiliza describiéndole, y es por la connotación clasista -de clase social- del mismo (siempre en la boca de los niños/bien de Serrano y otros barrios/bien hace tan sólo dos o tres décadas), que denota a la perfección ese aspecto inauténtico que habrá sido denunciado en más de una ocasión pero no con la acuidad y el mordiente (en la pluma) que se merece.
Y era el de una rebelión de niños/bien, ya digo -y en el caso de andaluces como lo eran esos dos, más flagrante y escandaloso todavía- que les caracterizó de unos trazos inconfundibles y atípicos y sin parangón alguno en las demás versiones del movimiento de rebeldía estudiantil que se dieron por aquellos años en la mayor parte de los países occidentales. A esos dos "rogelios" del tardofranquismo, el policía franquista les parecía (además de un chulo) un "hortera", y con ello sin quererlo, vienen a reconocer el aspecto clasista, de lucha de clases al revés- de niños/bien de izquierdas contra defensores del orden (y del régimen) de extracción más (o mucho mas) modesta que la de ellos y de mucho menos brillo (social) también, desde luego.
Y no fue un detalle trivial si aquel aspecto (escandaloso) que no me privé de denunciar en las veces que alcancé a conseguir un mínimo de difusión en los medios españoles tras mi gesto de Fátima y en el momento de mi liberación lo mismo que en los años que me vi allí detenido, fue tal vez lo que encontró más eco en los medios y en la opinión, como así me lo hizo pensar algún comentario (no exento de crítica) de mi difunto padre que no me aprobó mi gesto en su momento (aquí todos lo saben), asiduo lector de periódicos y fiel observador a la vez de la actualidad de su tiempo. Y es que todos aquellos "rogelios" niños/bien gozaban -y siguen gozando- de más brillo social y personal incluso que yo. Y no era (y no es) justo ¿Por qué? (...) ¡La paliza que le dieron! ¡Válgame un santo de palo, Paco Lobatón!
ADDENDA Una anécdota elocuente para terminar. Un día (aciago) de aquellos de a finales de mi paso por la Universitaria, de principios de los setenta, un día de "jornada de lucha", de aquellas que se prodigaron tanto aquellos años, la tensión comestible en el aire que se respiraba dentro y fuera del campus, helicópteros sobrevolando, sirenas de la policía municipal a todo meter o de los vehículos de los grises (etcétera, etcétera), no sé por qué razón me encontré yo sólo -un tanto perdido o desbordado en todo aquel maremágnum- haciendo auto stop en la carretera de la Coruña justo a la altura de la nueva Facultad de Políticas y me paró un coche que iba lleno de estudiantes salvo el conductor que a mi gran sorpresa vino a ser un profesor de Políticas (y también de Económicas) -ya no recuerdo el nombre (ayudante o adjunto del profesor Beltrán de Heredia)- que me había dado clase de Derecho Civil en primero de Económicas.
3 comentarios:
la vida sigue...
también fuera de Periodista Digital
SALUDOS
Gracias, Antonio, publico tu comentario -y te respondo a continuación- sólo ahora por que no me manejo aún muy bien en mi blog y no sabía que tenía comentarios en espera. Saludos cordiales
Publicar un comentario