María Rosa Urraca Pastor, del tiempo de cuando yo la conocí, en 1977, en una sede del Movimiento de la Vía Layetana de Barcelona. Su caso me hace fatalmente pensar en ese lengua cifrado (sic) de los catalanistas cuando hablan en castellano -y se dirigen a no/catalanistas- que denunció a principios de los años dos mil la escritora María Victoria Fernández Cubas en una conferencia en el Cervantes de Bruselas
A María Rosa Urraca Pastor y Anselmo Roig In Memoriam
María Rosa Urraca Pastor era -doy fe de ello- todo lo contrario de la imagen de irrisión y escarnio y ennegrecimiento que por cuenta suya -sólo al cabo de los años acabaría descubriéndolo- consiguió difundir en unos sectores y ambientes de lo más insospechados el personaje femenino aquél de tebeo infantil de una vieja (feísima) de moño y babero ridículos y toda de negro, irascible y liándose por un sí y por un no a escobazos de mis lecturas de niño, y fue por culpa (ay dolor!) de aquellos tebeos inolvidables -¿o acaso no lo eran tanto?- editados todos o casi todos ellos en Barcelona -como gran parte de lo que se editaba en la España de los cincuenta y como ocurre sin duda en menor medida también con la producción editorial en la España de hoy- que con el paso de los años vendríamos a saber que escondían tras los disfraces aquellos, una plantel o ristra de dibujantes sin duda geniales y no menos represaliados todos ellos por su adhesión al campo republicano de cuando la guerra civil española (en Cataluña)
¿Quien me iba a decir con mis seis años cumplidos que Doña Urraca no era más que una parodia de María Rosa Urraca Pastor? ¡La pobre! La zaherían y denigraban y ridiculizaban porque era carlista y porque era castellano/parlante en CataluñaConocí a María Rosa -como ya lo comenté en alguna de las crónicas de mi difunto blog- en Barcelona en la década de los setenta -primeros tiempos de la transición política (en 1977)- acompañando yo al obispo francés Monseñor Lefebvre en una conferencia que le preparé y organicé yo personalmente en la sede de una asociación perteneciente o habiendo pertenecido al Movimiento (ya no recuerdo exactamente cual) sita en la céntrica Vía Layetana de la Ciudad Condal y me pareció una mujer convencida de sus ideales y a la vez desbordante de energía -que se conservaba muy bien todavía entonces- con gran experiencia política y del ejercicio del poder político desde luego, y de maneras suaves y comedidas al mismo tiempo y afable en extremo desde luego, como así se mostró conmigo, hasta el punto que al final de la conferencia de Monseñor Lefebvre a la que ella asistió desde la tribuna tuvo un gesto conmigo que no olvidé, pidiendo al publico asistente un aplauso para quien había hecho posible -así dijo refiriéndose a mí- aquella reunión y aquel acto. Y como dicen el refrán portugués "quien no es agradecido no es bien nacido" (o sea que tomé nota)
Anselmo Roig escribía -"desde Toulouse"- en la revista "¿Qué pasa" de Joaquín Pérez Madrigal. "Si quiere tener éxito en la vida -se podía leer en ella- compre '¿Qué pasa?'...y que no se la vea nadie" En la Universitaria de entonces -principios de los setenta- hubiera valido linchamiento de todas todasA Anselmo Roig, mucho menos conocido, del que sólo a algunos de mi generación y de otras de más edad que la mía les dirá algo su nombre, era ya entonces -en fase terminal de un cáncer que se lo llevaría a la tumba muy poco más tarde- una caricatura (pálida, demacrada) de lo que había sido, cuando yo le conocí por aquellos años precisamente de mi estancia en el seminario de Ecône, cuando Barcelona y Cataluña fueron para mí puntos de paso obligado una o varias veces al año, y era a tenor desde luego de una foto -fornido, de óptimo aspecto- que él mismo me mostró de justo antes de caer enfermo. Anselmo, que por aquel entonces seguía escribiendo artículos ideológicos sobre tema catalán ("desde Toulouse") en el semanario "Qué pasa?" fundado y dirigido aún entonces por Joaquin Pérez Madrigal, -y una especie de espantajo ideológico para el conjunto de mi generación (y no exagero)-, era un requeté catalán de vieja estirpe que había vivido de niño -como una terrible odisea (así él me la contó)- el fracaso del Alzamiento en Barcelona el 19 de Julio del 36, cuando él con toda su familia en previsión de lo que pudiera pasar acudieron a refugiarse a uno de los cuarteles de la Ciudad Condal de los que acabarían siendo asaltados por las hordas insurrectas (de la FAI y la CNT, y del POUM, la mayor parte de los que las componían) unas horas más tarde apenas (...) (*)
Y Anselmo era, al contrario de María Rosa Urraca Pastor, catalán de estirpe (por su apellido) pero sin duda -como fue la regla entre carlistas de aquella región española- de esos catalanes que pensaban (y sentían) -y piensan y sienten- en castellano aunque hablasen en catalán, y en el caso de Anselmo ni eso, como lo pude comprobar en la visita que le hice al domicilio familiar donde residía junto con su esposa. Dos tarjetas de visita -se me reconocerá- las que preceden que me otorgan credenciales bastantes a la hora de ponerme a tratar de tema catalán y de Cataluña, y que dan testimonio fehaciente de la particular relación con Cataluña y con los catalanes que fue de antiguo la mía debido en particular a ese episodio (importante) de mi trayectoria biográfica que fue mi tránsito por el integrismo (o tradicionalismo) religioso de un cuño francés indiscutible y que en España encontró eco y arraigo sobre todo en Cataluña, en sectores ubicados dentro del carlismo y también en otros de coloración azul que no dejaban de sentirse próximos y colindantes de aquellos.
No tengo nada de personal contra Roberto Ferruz, vaya dicho de entrada. Aunque solo sea por el detalle todo menos trivial que le vi en persona, sin llegar a saludarle ni hablarle, un sola vez en mi vida, en Madrid, hace ya la friolera de cuarenta años (y más) Ni siquiera le tengo en cuenta el detalle -poco amable- de que no me respondiera al mensaje o mensajes (cordiales) que le dediqué hace ahora un año en unos foros azules en los que él intervenía regularmente y sigue haciéndolo y que yo visité esporádicamente por aquél entonces, en un caso excepcional (y flagrante) además -su actitud hacia mí- porque Ferruz respondía allí por sistema a todos los intervinientes que se dirigían a él (y pienso que lo sigue haciendo) Su toma (abrupta) de posición de ahora no obstante descalificando gratuitamente a los protagonistas del acto transgresor anti-separatista en la librería Blanquerna la semana pasada sobre todo, es lo que me habrá puesto en el disparadero no obstante, y decidido a replicarle aquí de forma abierta, lo siento mucho.
Ahora resulta que la historia del movimiento anarquista en Cataluña de la guerra civil, de antes y de después de ella, de sus éxitos como de sus fracasos sería el modelo a seguir (de preferencia) y la fuente inagotable a la vez de lecciones y moralejas (y escarmientos) para todos los que se oponen -en nombre de la Unidad de España (falangistas o no falangistas)- a la embestida secesionista a la que venimos asistiendo (in crescendo) en Cataluña, desde el nombramiento de Arturo Mas de presidente de la Generalitat. Así, para Ferruz lo de la librería Blanquerna seria perfectamente comparable al atentado (durante la transición) en la sala Scala de Barcelona (enero del 78) -haciendo suya así la versión de la CNT sobre este caso- que dejó un saldo de cuatro muertos, y que en la medida que se mereció la aprobación -así él mismo lo reconoce- de lo que quedaba de anarco/sindicalismo en Cataluña de los tiempos de la guerra civil, selló la suerte de aquél y puede ser como tal visto (así lo ve al menos Ferruz) como una provocación, con la perspectiva del tiempo transcurrido.
Como así parece ver Ferruz el acto de protesta de la librería Blanquerna del otro día (una acción, dice, organizada por el ministerio del Interior)(...) Lo de siempre, un síndrome incurable -el de Alicante (como el de Estocolmo, con décadas de adelanto)- que lleva fatalmente a los herederos ideológicos de los unos a confraternizar (ideológicamente) con los otros, y a los otros, por un extraño y curioso complejo de culpa a cargar con la culpa colectiva de sus mayores (de la República, de la Restauración incluso, de la guerra y de la posguerra) Moraleja: a José Antonio le mataron (y se ensañaron con él) mayormente los traidores (por partida doble) y asesinos de la FAI (y de la CNT), y a Ferruz en cambio -icono de falangismo catalán de la posguerra (para algunos)- le siguen pareciendo aquellos (a las pruebas me remito) el referente ideológico e histórico supremo e inapelable. Para un viaje así no necesitamos alforjas, querido Sancho. Sería para echarse reír si no fuera tan trágico (...)
(*) ADDENDA Al padre de Anselmo Roig -lo leo en la red recién acabada esta crónica- le fusilaron los de la CNT-FAI tras el fracaso del Alzamiento en Barcelona
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