Rafael de Sobremonte y Núñez del Castillo, (ante) penúltimo virrey español del Río de la Plata y tatarabuelo -por una de las ramas paternas- de José Antonio Primo de Rivera. El imperio 'mestizo' de América que cubrió de elogios en más de una ocasión el fundador de la Falange estuvo no obstante dirigido por los que se negaron a mestizarse y que acabarían viéndose blanco y víctimas de la rebelión mestiza (criolla), como sucedió con aquel antepasado suyo (piensen lo que piensen sobre el tema los nacionalistas argentinos) Una víctima predilecta aún hoy de la Leyenda Negra
La hipoteca (ideológica) joseantoniana a la que vengo refiriendo en mis últimas crónicas pesa más si cabe en el tema de la raza, o en otros términos, de la identidad nacional de los españoles o del ser histórico del homo hispanicus (si se prefiere) Porque si hay ciertas frases -de las contenidas en las obras/completas- que se prestan a las mil maravillas a ser esgrimidas y explotadas de coartada ideológica, como algunos no dejan de hacer -movidos (se diría) de un reflejo condicional individual y a la vez colectivo (el del grupo o medio social e ideológico en el que se ven inmersos)- lo son sin duda alguna las que elogian el mestizaje (sic) del Imperio español de América.
En las últimas crónicas de mi difunto blog ya abundé en el tema en respuesta sobre todo a lectores que me enviaban sus comentarios desde el otro lado del charco y no se por qué se me ocurre que quepa decir que las posturas que dejé traslucir sobre el tema en mis respuestas, fueron tal vez otras tantas gotas yendo a llenar y desbordar el vaso de la paciencia, de la tolerancia que me diga de los responsables del portal de Periodista Digital cuando decidieron darme de baja. ¿Me equivoco? A fe mía que diría que no.
Como sea, está claro que aquellas frases ditirámbicas de José Antonio sobre el Imperio español en América son hoy ya perfectamente obsoletas como lo fue hace ya mas de dos siglos nuestra presencia allí, tras la independencia. José Antonio elogiaba el mestizaje sin duda por un a priori histórico e ideológico -fruto (envenado) de un complejo de culpa colectivo de raíz teológica indiscutible- inseparable si duda de la educación que recibió y sin duda también debido al peso de un legado familiar no poco conflictivo como le ocurría mutatis mutandis con el tema de Cataluña y tal y como ya lo expliqué en la última de mis crónicas.
En su escrito tardío "Germanos contra bereberes" José Antonio evoca su estirpe familiar (ilustre) de Españoles de América y no sin motivo cabe decir, en la medida que descendía por la rama materna -una de las ramas paternas que me diga- de uno de los últimos virreyes del Río de la Plata de antes de la independencia americana. Su elogio del mestizaje chocaba pues de forma no cabe más frontal y flagrante con su pasado familiar y choca también con la historia y es en la medida que su familia (como otras muchas de españoles que transitaron por América en el tiempo de nuestra presencia allí), no se mestizaría, sino que al contrario se verían víctimas y paganos -en primerísima fila- de aquel proceso histórico y también en la medida que el (ante) penúltimo virrey español del rio de la Plata fue un tatarabuelo de José Antonio por la rama paterna que se vio envuelto en uno de los episodios cruciales -el de las invasiones inglesas- que precedieron y presidieron a la vez el proceso de emancipación americana por aquellas tierras, y que vendría a consumar la rebelión mestiza de las poblaciones de ascendencia criolla contra la madre patria: hilo conductor aquel capitulo -el de las invasiones inglesas y sus secuelas- de nuestra historia en América, tan confuso y poco esclarecido en la historiografía en curso, hasta el punto que la figura de aquel ilustre antepasado del fundador de la Falange se ve aún hoy perseguida y oscurecida y sumido en el entredicho y el desprestigio por culpa de una leyenda negra que le difamaría a titulo personal y que no deja de cubrir de vergüenza y de oprobio el conjunto de nuestra historia.
Una obra de las TFP,s (iniciativa del profesor Plinio en persona) que defendí en su día. En cuanto al fondo sigo estando no poco de acuerdo. El nacionalismo argentino echaba (sibilinamente) la culpa de la ruptura con España a la pretendida dimisión del poder español de América ante las invasiones inglesas. Una falacia insidiosa destinada a justificar la rebelión mestiza (anti-española)
Raza e identidad histórica, lo uno con lo otro. Y con ese saco o mezcla de identidades heredadas del pasado y de quimeras -sueños legítimos que me diga- del futuro vamos por el mundo los españoles que vivimos fuera y a fe mía que sé lo que me digo. ¡Basta ya de complejos! Y también de juegos de espejos que oscurecen nuestra imagen, la nuestra propia individual y también esa otra colectiva como nación y como pueblo. El mestizaje fue un error histórico que asumimos pero por el que no veo por qué tendremos que estar pagando los españoles hasta el final de los siglos.
José Martí uno de los padres fundadores del nacionalismo catalán, e inventor (o inspirador) de la estelada, era un español renegado de Cuba, hijo de valenciano y de canaria, dos regiones españolas, víctimas de antiguo de sendos conflictos de identidad, de dos lenguas y de dos memorias antagónicas,
Como quiera que sea, no puede convertirse en una hipoteca insoportable y mucho menos aún en argumento contra nuestra propia identidad, ni en alimento del racismo anti-español que no es mas que una variante del racismo anti-blanco y anti-europeo inseparable de la acometida a la que los pueblos europeos y España en primer lugar de todos ellos se ven blanco y víctima los días que corren por culpa de la invasión silenciosa (de confesión mayormente musulmana)
¿Choca acaso todo lo que precede con la educación recibida durante siglos por los españoles? En parte sí, por qué negarlo, pero sólo asumiendo de forma critica ese legado conseguiremos hacer frente con éxito a los desafíos del presente y del futuro inmediato, como el que se nos plantea las horas que corren en Cataluña. Rompiendo en mil pedazos -en sentido propio como figurado- esa imagen oprobiosa, de un pueblo bastardo (y mestizo), que proyecta por cuenta nuestra hoy como ayer la calumnia histórica destilada en el mensaje catalanista
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