El nuncio Pio Laghi (tan controvertido) presidió casi todo el provincialato jesuíta del futuro papa Francisco en Argentina, bajo el general Perón (tercera presidencia), bajo su viuda Isabelita, y bajo las dos primeras juntas militares (generales Videla y Viola) Son los hechos. De los que soy testigo directo que residí en Buenos Aires (julio del 78, diciembre 79), bajo las juntas (las dos primeras) ¿No fue nunca de derechas el nuevo papa argentino? (...)La frase tan polémica de la reciente entrevista no menos polémica del papa Francisco -"no fui nunca de derechas"- va a traer cola me estoy temiendo. De momento ha suscitado ya una seria controversia en la prensa española en forma de artículos o crónicas del género periodístico y de no menos substancia sapiencial o filosófica como la augusta/figura a la que van dedicados se merece sin duda alguna. "Nulla Ethica sine esthetica" Así glosa a modo de conclusión Fernando Sánchez Drago la diatriba que dedica al nuevo papa argentino en su colaboración de hoy del diario el Mundo.
Y en él como en muchos españoles de su generación -un poco mayor que la mía- la cita latina evoca fatalmente a un catedrático (de Estética) de la Universidad de Barcelona que la esgrimió en tiempos de fronda universitaria del tardofranquismo (años sesenta) , un rebrote posterior -de una década- al brote primigenio de protesta estudiantil de mediados de los cincuenta que acompañaría y serviría de detonante a la vez a la mayor crisis interna del régimen anterior, y que tuvo en el autor arriba citado uno de sus protagonistas destacados. Aunque a fin de cuentas parece que el catedrático tardo/franquista la citó solo que al revés '"nulla esthetica sine ethica") Esa máxima -en la forma que recoge Sánchez Drago incontestablemente mucho más bella (y no menos filosófica)- es no obstante muy anterior al antifranquismo de los sesenta (o de los cincuenta) aunque muchos hoy, en España sobre todo, parezcan olvidarlo.
Y es en la medida que se trata uno de los aforismos que ilustran uno los pasajes cumbre del idealismo alemán, y en particular de la obra de Federico Schiller -contemporáneo de Goethe y su alter/ego en tantos aspectos, que le dio la vuelta a una cita de los clásicos -"nulla ethica sine aesthetica" Y es que para el autor de "Gárgolis y Hábidis" todo lo que el nuevo papa tiene de obrero -y de paupérrimo o de amigo de los pobres- se le echa (clamorosamente) en falta en cambio en el plano de la estética o simplemente del decoro (y casi casi cabria añadir de la decencia) Se le puede pedir más acaso a un papa argentino, es lo que venía a preguntarse a las claras un autor de aquella nacionalidad -ítalo/argentino como el papa actual- saliéndole al quite en en su defensa frente las criticas que ya le empezaban a llover en ese flanco, no tan acerbas sin duda y aceradas -y agudas y certeras- del autor que ahora nos ocupa.
Ordenaciones sacerdotales del seminario de Ecône (Alpes suizos) "Nulla ethica sine aesthetica" Fernando Sánchez Dragó lleva razón. Y se puede decir o pensar del movimiento de Ecône -del que formé parte- lo que se quiera, no se me negará en cambio que supieron resucitar en todo su esplendor el viejo genio litúrgico del catolicismo romano (en versión francesa), inédito o (completamente) enterrado entre españoles el tiempo que permanecí en su órbita. El nuevo papa argentino (antiguo jesuita) parece desde luego a años luz de esas formas de sensiblidad litúrgica y religiosaY no es que pueda yo decir que heredase yo también de aquella concepción majestuosa y sacra y ceremoniosa de la iglesia de antes del concilio porque no soy tan viejo, pero sí es cierto en cambio que en mis años de Ecöne y en contacto con el integrismo francés donde aquellas ceremonias brillantes y fastuosas de tiempos idos y completamente inéditas para el joven español de educación católica que yo era se veían resucitadas como por arte de magia -desaparecidas prácticamente "urbi et orbe", en todos los demás países desde hacía un rato (incluída España)- tuve ocasión de apreciar -en su justa medida- de conocerlas y apreciarlas y saborearlas y de calibrar también su impacto emocional y psicológico sobre la masa de los fieles (o mejor dicho del pequeño resto sobreviviente)
Y el espectáculo de ramplonería -"cochambre" escribe Sanchez Dragó- con el que algunos ardientes defensores del nuevo papa parecen deleitarse de antiguo -de una liturgia de la simplicidad y en la desnudez (contradicción "in terminis")- queriendo hacer sin duda juego con el ambiente de sordidez y de miseria (moral y material) de las villas/miseria donde el nuevo papa -de su propio testimonio- vivió una gran parte de su vida y donde transcurrió la mayor parte de su carrera eclesiástica -como una especie de lugar/teológico (magno), entre paréntesis, de ese evangelio de los pobres que el nuevo papa tiene a cada minuto en la boca- está a años luz desde luego de aquellos esplendores sacrales (del padre eterno) a los que la Iglesia de antes del concilio tuvo acostumbrados -y con frecuencia asombrados y atónitos- a sus fieles en el mundo entero.
"Nuestros gustos buenos o malos son nuestros" En unos países mas refinados y depurados que en otros, es cierto: y en materia litúrgica en Francia más acendrados que en España desde luego. Y así se podría enfocar el tema. Como una cuestión de gustos. A unos le tira mas la simplicidad, la desnudez, a otros en cambio el boato y la ceremonia. Mucho me temo no obstante -digamos que estoy casi convencido de ello- que la cuestión que subyace en esa polémica no es ni mucho menos tan simple y de planteamiento tan somero. Como sea, otro de los flancos que se prestan a polémica de las recientes declaraciones del papa, habrá sabido ponerlo de relieve sacándole punta con brillo y con la maestría que se le reconoce Juan Manuel de Prada con un articulo que habrá armado gran revuelo que habrá titulado con ayuda de una cita cervantina, "donde hubo nidos antaño, no hay pájaros hogaño", que el bueno de Don Quijote recita en su lecho de muerte, de vuelta de su locura.
Cada época, cada civilización, cada cultura trató de darle su propia respuesta al desafío de la locura humana. Y dentro del catolicismo o de la civilización occidental las respuestas no fueron siempre las mismas. De "la razón de la sinrazón" hablaron nuestros humanistas del Siglo de Oro, por ejemplo Ambrosio de Morales (y no me desmentirá el muy cervantino Juan Manuel De Prada) (...) El concilio vaticano segundo en cambio no trató más que incidentalmente el tema (como un subproducto de la explotación o alienación capitalista) (...) ¿Podrá pues un papa seguidor y devoto incondicional de aquél abordar -en su sano juicio- ese desafío milenario sin estigmas y sin usarlo de arma arrojadiza (contra desvíos y disidencias)?Con lo que el escritor salmantino y columnista de ABC -vasco de nacimiento como él me precisó la única vez (casi) que nos cruzamos y hablamos- plantea en unos términos tajantes y radicales -y justos a la vez y verídicos- el dilema (derechas y izquierdas) que las palabras del papa les plantean a muchos en conciencia. Y es que Juan Manuel de Prada va (y es su derecho) de escritor de derechas -católico y de derechas- desde hace ya un buen rato en el panorama de las letras y del periodismo en España. Y las palabras del papa -soltadas y difundidas así de sopetón en la gran prensa española y extranjera le dejan a él así de pronto, en cueros vivos (y que se me perdone la expresión por su crudeza) como si fuera un loco, o lo hubiera sido todo este tiempo hasta ahora.
Una iglesia que se abraza al mundo por boca del nuevo papa -yo diría que a la modernidad (democrática) como ya lo hizo con toda la solemnidad y una difusión mucho mayor en el concilio vaticano segundo-, no puede ser efectivamente de derechas: por propia definición casi, se diría, por el sentido etimológico de esos términos (izquierda y derechas) remontándose a la revolución francesa. ¿El mundo enemigo del alma? Sin duda que no, que hay que arrumbar al cuarto de los trastos viejos -o a las alcantarillas de la historia- esas viejas definiciones de catecismo, lo que sí se reviste de un carácter hostil irreductible en cambio lo es la modernidad democrática, enemiga mortal y rival directa de otra modernidad aristocrática o postdemocrática (que no posmoderna, no nos engañan) y de esa otra/memoria que la alimenta. La que nos mantiene en vida a algunos (y en nuestro sano juicio)
Y con esa puntualizaciones indispensables, se merece mi aprobación y mi aplauso incluso artículo de Juan Manuel de Prada. Porque tiene razón en lo que da entender sobre todo, aunque no lo diga a claras. Y es lo del obrero de la primera y de la hora nona, una crasa injusticia (bíblica) y una aberración como otras muchas que enumeraba Nietzsche en uno de sus escritos mas célebres (y transgresores) aunque esa se le olvidara. ¡Si al final ni siquiera sabemos -como leo (partiéndome de risa) en un comentario digital sobre esta polémica)- si al obrero de la primera hora le dejaron entrar siquiera en el banquete en honor del hijo prodigo (el de la hora nona)! (Estoy de broma)
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